Nota: Analizando el texto del epígrafe, confrontándolo con diferentes versículos de la traducción castellana de la Biblia y basándose en el testimonio autorizado de comentadores de influencia, el Prof. Víctor Ampuero Matta discute en el presente artículo las posibilidades de una interpolación poco feliz, tal vez resultado del error de algún copista, que incorporó al texto bíblico un comentario marginal.

La prudencia nos aconseja no presentar desde el pulpito temas como éste que se prestan a controversias, ya que podrían minar la fe de nuestros oyentes en la autenticidad del Sagrado Libro. La publicación del presente artículo obedece al deseo de presentar a nuestros lectores los elementos capaces de esclarecer un texto cuya autenticidad no parece resistir el análisis de una investigación exegética.

El pasaje de nuestro título ha dado lugar a muchas discusiones y debates. Esos dos versículos rezan así en nuestra versión Reina-Valera: “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra, el Espíritu, y el agua, y la sangre: y estos tres concuerdan en uno”.

Hasta donde sepamos, estos versículos aparecen así en las versiones de la Biblia que circulan en todos los idiomas. En algunos casos, como en nuestra Versión Moderna, se hace notar, mediante una llamada, que una buena parte de ellos no figura en los manuscritos (por abreviatura MSS) de mayor autoridad, o en los manuscritos más antiguos. De ese modo, se pone en guardia al lector en cuanto a una posible interpolación.

Los autores católicos, con su tendencia a la terminología latina, llaman a esa presunta añadidura el “Comma Johanneum”. Es decir, el “inciso”, la “interpolación” relativa a Juan.

La parte considerada como dudosa es ésta: “En el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra”. Eliminándola de los versículos que tratamos, éstos quedarían así;

“Porque tres son los que dan testimonio, el Espíritu, y el agua y la sangre: y estos tres concuerdan en uno”. Como se ve, no pierde sentido el pasaje. Lo que desaparece es un argumento trinitario.

Es de positivo interés advertir una evolución marcada que se manifiesta en la opinión de algunos autores católicos. Al paso que, en lo pasado, sostenían firmemente la autenticidad de la parte dudosa, en la actualidad hay algunos que ni siquiera la consignan en el texto y sólo llaman la atención, en nota al pie, que hay un fragmento dudoso.

Veamos estos ejemplos, tomados todos de versiones castellanas. En la Edición Bilingüe (el texto de la Vulgata latina y su traducción castellana) de D. Felipe Scío de San Miguel, dice la nota correspondiente a estos versículos: “Se han movido muchas disputas acerca de estas palabras del versículo 7, que pueden verse en los Padres c intérpretes. Estas son ajenas del designio que me he propuesto, y por esto el lector que quiera instruirse a fondo de ellas, puede acudir a los escritores que tratan de la alteración que pudieron hacer los arrianos en los textos griegos y latinos, con el fin de quitar un testimonio tan claro y tan expreso, que prueba la Trinidad de las Divinas Personas. No se puede dudar de su legitimidad después de la definición del Concilio de Trento” (Edición de Madrid, año de 1846).

En dos diferentes ediciones de la Versión de Torres Amat (ambas de Buenos Aires, de los años 1946 y 1947) no hay ninguna referencia siquiera a una duda que pudiera haber existido en cuanto a la legitimidad de este pasaje.

En cambio, en la Versión Bover-Cantera, se lee la siguiente nota: “La adición de la Vulgata Clemenlina1 sobre los tres testigos celestes, el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, no se halla en los códices griegos, y, entre los latinos, sólo se lee en algunos códices españoles. Es probable que su origen sea africano” (Madrid, 1951).

En la Versión de Nácar-Colunga, este pasaje figura así: “Porque tres son los que testifican, el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres se reducen a uno solo” (Edición de Madrid, 1951). Se advierte que se ha eliminado completamente la porción controvertida. En la nota al pie dice: “Este versículo, que en la Vulgata dice: ‘Tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y los tres son uno’, falta en los códices antiguos, así griegos como latinos, etc., y es desconocida de los Padres. Parece tener origen español y haber ido poco a poco saliendo por vía de exégesis del versículo precedente. Sólo en el siglo XIII adquirió la forma que hoy tiene en la Vulgata. No hay duda de que la supresión del versículo no dice nada contra el misterio de la Trinidad beatísima, que en tantas formas se halla atestiguado en la Escritura”.

En la Versión Straubinger figura una nota aclaratoria que nos informa de lo siguiente: “Lo que va entre corchetes no está en el antiguo texto griego y falta igualmente en muchos MSS latinos, habiendo sido muy discutida su autenticidad con el nombre de comma johanneum”. Hoy “casi todos los autores, aun los católicos, niegan que haya sido escrito por el apóstol San Juan” (P. Hoepfl) y algunos lo consideran agregado por Prisciliano (año 380) que habría fundado en él su herejía unitaria” (Edición de Buenos Aires, 1948).

Es evidente el vuelco de la opinión de los eruditos católicos. Su actitud es adversa a este pasaje, también considerado como dudoso por muchos autores protestantes.

Oficialmente, la Sagrada Congregación de la Inquisición declaró el 13 de enero de 1897 (y esta declaración recibió la aprobación del papa León XIII, el 15 de enero de ese mismo año) que no se podía negar ni poner en duda que el pasaje de 1 Juan 5:7, 8 sea auténtico. Esta actitud categórica perdió casi toda su fuerza el 2 de junio de 1927, cuando el Santo Oficio afirmaba que ese decreto únicamente había sido promulgado para oponerse “a la audacia de los doctores privados que se atribuyen el derecho de rechazar la autenticidad del comma johanneum o en último análisis al menos ponerlo en duda, pero que en manera alguna quría impedir a los escritores católicos que investigasen más ampliamente la cuestión y que, ponderados los argumentos con la moderación y templanza que la gravedad del asunto requiere, se inclinaran a la sentencia contraria a la autenticidad con tal que mostrasen estar dispuestos a atenerse al juicio de la Iglesia a la cual fue confiado por Jesucristo no sólo el don de interpretar las Sagradas Letras sino también de custodiarlas fielmente” (Ench. Bibl., 120 s.; Denz. 2198).2

Luis M. de Cádiz, en su Historia de la Literatura Patrística, Edición de Buenos Aires, 1954, advierte que algunos autores católicos, los protestantes y racionalistas consideran que este pasaje es interpolado. Este fallo lo fundamenta en el hecho de que falta en casi todos los códices griegos, en las versiones Peschito, Filosseniana, copta, armenia, etiópica3 y en varios códices de la Vulgata (Fuldense, Amiantino y Harleiano). Hace resaltar también que no citan esas palabras dudosas los padres griegos, sirios y armenios anteriores al siglo XII, no obstante que les hubieran sido muy útiles en sus controversias con los arrianos, mecedonianos y sabelianos. Advierte, sin embargo, que los Padres latinos admiten generalmente este pasaje.

Menciona, en particular, a Magno Aurelio Casiodoro, nacido en Scilliacum (Calabria) hacia el año 477 y que alcanzó alrededor de los cien años de edad. Este Casiodoro es el que aporta el testimonio más valedero, dentro de lo relativo del término, para la autenticidad del pasaje que venimos estudiando.

En el Texto Griego de Erasmo4 aparecen las palabras controvertidas. Debemos decir, sin embargo, que ese Texto, del siglo XV, no tiene un gran valor crítico.5

El erudito Novum Testamentum Graece de Eberhard Nestle (su primera edición es de 1898 y la 2P es de 1952) elimina del Texto Griego la parte controvertida. La coloca únicamente en una nota al pie y hace notar que proviene de un original latino (ex lat.). De ese modo, le quita su autoridad.

La Versión Hispano-Americana sigue al Texto Griego del Dr. Eberhard Nestle. No es pues de extrañarse que tenga ese pasaje de esta manera: “Porque tres son los que dan testimonio: el Espíritu, y el agua, y la sangre; y los tres concuerdan”. Al pie lleva una nota de este tenor: “V. 8. Var. añ.: en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra”. Por lo tanto, se ha eliminado en esta Versión completamente el, pasaje controvertido.

El Seventh-day Bible Commentary dice respecto a este pasaje lo siguiente: “La evidencia textual atestigua la omisión del pasaje ‘en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra’. De donde los versículos 7 y 8 quedan de esta manera: ‘Porque tres son los que dan testimonio, el Espíritu, y el agua, y la sangre: y estos tres concuerdan en uno. El pasaje tal como aparece en la KJV (King James Versión) no se encuentra en ningún manuscrito griego anterior a los siglos XV y XVI. Las palabras controvertidas entraron en la KJV a través del Texto Griego de Erasmo. Se dice que Erasmo se ofreció a incluir las palabras dudosas en su Nuevo Testamento Griego si se le mostraba un manuscrito griego que las contuviera. Una biblioteca de Dublín proporcionó tal manuscrito (conocido como 34). y Erasmo incluyó el pasaje en su texto. Ahora se cree que las ediciones posteriores de la Vulgata incluyeron el pasaje por error de un copista que incluyó en el texto bíblico un comentario exegético marginal. Las palabras en cuestión han sido muy usadas en defensa de la doctrina de la Trinidad, pero en vista de una evidencia tan abrumadora en contra de su autenticidad, su testimonio carece de valor y no debieran usarse. A pesar de que estas palabras aparecen en la Vulgata, la obra A Catholic Comentary on Holy Scripture (Un Comentario Católico de las Sagradas Escrituras) admite llanamente en cuanto a estas palabras: ‘Ahora se sostiene generalmente que este pasaje, llamado el Comma Johannineum, es una glosa que se introdujo en el texto del Latín Antiguo y la Vulgata en una fecha remota, y que entró en el Texto Griego solamente en los siglos XV y XVI” (Seventh-day Adventist Bible Commentary. tomo 7, pág. 675).

Al buscar en el índice de los escritos de la señora de White, no se encuentra en realidad ningún lugar en que haya citado o empleado este pasaje.

Notemos, sin embargo, que figura 1 Juan 5:7 como si hubiera hecho referencia a él en Testimonies, tomo 6, págs. 91 y 98. 99. En castellano, ese pasaje corresponde a Testimonios Selectos, tomo 4, págs. 288-296. Al leer esas páginas se ve que no está mencionado ni tampoco citado ese versículo. Dice así, hablando del bautismo: “El bautismo es una renunciación muy solemne del mundo. Los que son bautizados en el triple nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, al comienzo mismo de su vida cristiana declaran públicamente que han abandonado el servicio de Satanás, y que han venido a ser miembros de la familia real, hijos del Rey Celestial” (Testimonios Selectos, tomo 4, pág. 288). “El hecho de que habéis sido bautizados en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, es una garantía de que si pedís ayuda, estas potestades os ayudarán en toda emergencia” (Id., pág. 296).

El estudio de estos párrafos nos muestra únicamente que la señora de White presenta el hecho de que el bautismo se lleva a cabo en el Triple Nombre y con toda la garantía del apoyo de la Divinidad. Esta bendita verdad no necesita ser demostrada valiéndonos de 1 Juan 5:7 y la autora no emplea ese pasaje. Es más que suficiente el testimonio de algún pasaje como Mateo 28:19.

En conclusión, no contamos con el apoyo del espíritu de profecía para sostener la validez del pasaje estudiado. Tampoco se manifiesta explícitamente en contra de él.

Quizá convenga una actitud de prudencia. Tal vez lo mejor será no emplear esas palabras públicamente. Por otro lado, no sería juicioso ni útil lanzarse en una campaña para condenar a quienes alguna vez hayan empleado esas palabras que la erudición moderna, basándose en el testimonio de los siglos, pone cada vez más en tela de juicio. Hay personas nuevas en la fe que no están bien enteradas de cuestiones como ésta y que quedarían perplejas si se les diera una explicación incompleta en cuanto a esas palabras que están a su alcance todos los días en las Escrituras.

Investiguemos todo lo que podamos respecto a algunos hechos como éste. Documentemos nuestras conclusiones y estemos listos a dar razón de lo que sepamos con humildad y fundamento. Sin embargo, no salgamos al frente en forma agresiva para hacer notar que estamos bien enterados y definitivamente decididos en algunas cosas no del todo claras. A veces no son indispensables para la comprensión de las verdades fundamentales del plan de salvación. Usémoslas únicamente frente a los que tienen derecho a demandar de nosotros un conocimiento firme de la Palabra de Dios.

1. Clemente VII (papa de 1523 a 1534) llevó a cabo una revisión de la Vulgata de San Jerónimo (originalmente del siglo V). Esa es la llamada “Vulgata Clementina”. Como se ve, es muy posterior a la traducción primitiva.

2. Datos citados por el Dr. Juan Straubinger en la obra ya citada.

3. Todas estas versiones son de respetable antigüedad.

4. En la edición bilingüe inglesa sencillamente se lo llama “the received text”. Suele llamárselo el “textus receptus”.

5. En aquellos días no se conocían dos de los grandes códices (Sinaítico y Alejandrino); el Vaticano y algunos otros no estaban al alcance de Erasmo de Rotterdam. Con todo, no queremos rebajar ja importancia de ese trabajo admirable en sí mismo, como es admirable la erudición de su autor.