Sin remordimientos, abandoné el sueño de ser diplomático brasileño, para trabajar a favor del Reino celestial, hasta la muerte, o hasta que Jesús venga.

Hijo de padres católicos practicantes, el Pr. Aliomar Moura e Araújo se hizo adventista gracias a la influencia de la Escuela Adventista de Itaquara, Estado de Bahía, en los años ’60. Su padre, un prominente político de la región (llegó a ser intendente de la ciudad), también aceptó a Cristo y se unió a la Iglesia Adventista. Motivado por esta influencia política, el Pr. Aliomar alimentó el sueño de convertirse en diplomático. Durante la época en que estudiaba, preparándose para alcanzar ese objetivo, sintió el llamado divino para convertirse en embajador del Reino celestial. Aceptó el llamado, después de cierta renuencia, e inició su carrera ministerial en 1972, después de haber concluido el curso teológico en el Instituto Adventista de Ensino, actual UNASP. Además de esa preparación ministerial básica, Aliomar estudió Lenguas Orientales (hebreo) en la Universidad de San Pablo, y Letras, en la Universidad Federal de Bahía. También concluyó la maestría en Teología en el IAE, en 1984. De su casamiento con la enfermera Nilza Boreli Tormes, en 1974, nacieron dos hijos: Nilton, abogado en Salvador, BA; y Alini, fallecida en un accidente automovilístico cuando estudiaba en la Universidad Adventista del Plata, en la Argentina, en 1999, cuando estaba por cumplir 21 años. Jubilado a comienzos de este año, en esta entrevista, el Pr. Aliomar comparte algo de su experiencia adquirida a lo largo de cuarenta años de ministerio activo.

Ministerio: ¿Cuáles son sus sentimientos al estar comenzando su jubilación del trabajo pastoral? Aliomar: Es muy bueno mirar atrás y tener el sentimiento del deber cumplido. Sentirse inmensamente bendecido, con la certeza de haber visto la mano del Todopoderoso guiando, manteniendo y sustentando. Hay un sentimiento inexplicable de gratitud. Con toda fuerza, brotan de mi corazón alabanzas que casi me hacen explotar de alegría y del deseo de servir todavía más a mi Señor.

Ministerio: La expectativa del supuesto olvido parece ser el “fantasma” de muchos pastores a punto de jubilarse. Eso ¿le preocupa?

Aliomar: No. Eso no me preocupa. Para mí, el pastor únicamente se jubila, realmente, cuando muere. Mientras haya en mí aliento de vida, continuaré sirviendo al Señor con inmenso placer, a través de muchas otras maneras. Al comienzo de esta fase, pretendo hacer algunos viajes con mi esposa; después, siempre que asista a la iglesia de la que soy miembro, estaré a disposición para ayudar al pastor de manera discreta y dentro de los límites de la ética ministerial.

Ministerio: ¿Qué cree que se puede hacer para amenizar el impacto que algunos pastores sienten al llegar a la jubilación?

Aliomar: Creo que, al ingresar al ministerio, los pastores deben tener conciencia de que llegará el tiempo en que deberán ceder el lugar a otro más joven, así como hubo otros en el pasado que dejaron lugar para ellos. Esta es la ley de la vida, y se aplica a todos. También creo que la Asociación Ministerial, por ejemplo, debe conocer a sus pastores, de tal manera que los acompañe, acercándose a aquellos que finalmente terminan sintiendo el impacto de este momento, recordándoles, con gratitud y reconocimiento, la gloria del ministerio que desarrollaron y, sobre todo, su futuro junto al Maestro. Además, la jubilación es solo otra fase de la vida pastoral. Como afirmé anteriormente, el ministerio es vitalicio. Solamente con la muerte el pastor cierra su carrera.

Ministerio: Para usted, ¿qué significa ser pastor, predicador del evangelio?

Aliomar: Ser pastor es ser un hombre llamado por Dios para vivir junto a él, llenarse de su amor, y transmitir ese amor a todas las personas y por todas las maneras. Repito: ese hombre debe permanecer junto a Dios, todo el tiempo, permitiendo llenarse de ese amor. Eso incluye algo más que predicar. Además, sin esa experiencia, no hay predicación poderosa y efectiva.

Ministerio: ¿Cómo y cuándo fue que todo esto comenzó en su vida?

Aliomar: A fines del año 1966, el Pr. Moisés Nigri y yo descendíamos la ladera que lleva al Hospital Silvestre, en Río de Janeiro. En ese trayecto, él me preguntó qué hacía y qué deseaba ser. Le respondí que estudiaba en el Colegio Pedro II y que estaba siendo educado para ser diplomático. Justamente con ese objetivo, estaba estudiando en Río de Janeiro. El Pr. Nigri hizo otra pregunta: “¿Por qué no ser embajador del Señor Jesús?” Yo asistía a la Iglesia de Botafogo, donde era maestro de la Escuela Sabática y diácono. Dado que era amigo del pastor de esa iglesia, Voltaire Cavaliere, conocía la dinámica pastoral, y respondí que mi vocación era ser diplomático. Incluso frecuentaba el Palacio de Itamaraty, era conocido del entonces ministro Juraci Magalhães, amigo de mi padre. Nos despedimos, pero en enero de 1968, estando en la casa del hermano Haroldo Castro Lobo, el asunto nuevamente salió a luz. Entonces, él y yo resolvimos probar a Dios, y la respuesta divina fue afirmativa. Decidí responder a su llamado y abandoné, sin remordimientos, el sueño de ser embajador brasileño, para ser embajador del Reino celestial, al servicio de mi Rey Jesús, a quien sirvo y serviré hasta la muerte o hasta que él venga.

Ministerio: ¿Qué actividades desempeñó en la iglesia?

Aliomar: Desde comienzos de 1972 hasta septiembre de 1980, trabajé como pastor distrital. A partir de allí, tuve el privilegio de ocupar el liderazgo de los departamentos de Jóvenes Adventistas, Educación, Salud y Mayordomía. En el período en que trabajé como director de Educación, se colocó la piedra fundamental del IAENE. Posteriormente, pedí volver a pastorear iglesias, y me convertí en el primer pastor de ese colegio. Luego, pastoreé otras iglesias y volví al IAENE como director interno y pastor de la iglesia, cuando se estableció el Seminario de Teología. Después de eso, trabajé como capellán del hospital y, en esa actividad, también me sentí realizado. Ministrar a personas afligidas por varias enfermedades fue algo que me enriqueció mucho pastoralmente. Mi último distrito fue el de la iglesia central de Salvador. El ministerio específicamente pastoral siempre me proporcionó la mayor satisfacción. Nada se compara con el trabajo de visitar, apelar, instruir a miembros e interesados, enseñarles a amar a Jesús y ser testigo de la respuesta de ellos.

Ministerio: Una de sus iglesias terminó convirtiéndose en referente del trabajo con Grupos pequeños. Cuéntenos de esa experiencia.

Aliomar: En ese punto, la Iglesia de Cabula (en Salvador, Bahía) fue especial; con un liderazgo envolvente, comprometido con la predicación del evangelio, aceptó plenamente la filosofía del trabajo con Grupos pequeños. Al asumir esa iglesia, no tenía otra alternativa que unirme a ella en ese propósito. La iglesia tenía aproximadamente 240 miembros y 22 Grupos pequeños que funcionaban con mucho entusiasmo. Todos sentían la mano de Dios extendida para bendecir; el Espíritu Santo convencía a las personas. El lema de la iglesia era: “Unidos en la misión”. Y todos hablaban el mismo idioma, testificando lo que Dios realizaba en su vida. Llevamos a cabo varios encuentros de inspiración y entrenamiento en la Universidad Estatal de Bahía, en el que llenamos un auditorio para 600 personas. Tuvimos una clase bíblica con 220 personas en la Escuela Sabática y, en 1999, bautizamos a 185 personas. La iglesia creció y ejerció una influencia marcada en el barrio, pues la comunidad veía la transformación de la vida de los ex viciosos, alcohólicos, traficantes, y en las familias. Por medio de ellos, muchas personas conocieron y aceptaron a Jesús, y todas las necesidades de la iglesia fueron suplidas.

Ministerio: ¿Cuál es el énfasis evangelizador de su actual iglesia (central de Salvador)?

Aliomar: La Iglesia central de Salvador está plenamente comprometida con los proyectos “Esperanza” y “Reavivamiento y Reforma”. Casi cincuenta mil libros La gran esperanza fueron adquiridos y continúan siendo distribuidos. En 2013, la iglesia tiene como objetivo alcanzar el centro histórico de la ciudad y los barrios adyacentes, dejando un libro y un DVD grabado por el Pr. Luís Gonçalves en cada hogar, de acuerdo con el programa de trabajo de la División Sudamericana. Gracias al testimonio de una de nuestras hermanas, fuimos invitados a participar de un culto de acción de gracias con los tres mil empleados de la Arena Fonte Nova (estadio de la Copa del Mundo). El culto se realizó por no haber tenido ningún accidente durante treinta días entre esos trabajadores. En esa ocasión, se distribuyeron tres mil libros. En el proyecto “Vida por Vidas”, agotamos la capacidad del centro de donación. Y el personal de esa unidad de salud se mostró altamente impresionado por la óptima calidad de sangre de nuestro pueblo. La iglesia continúa firme en el trabajo de alcanzar las metas establecidas.

Ministerio: ¿Qué cambió en el trabajo pastoral, desde la época en que comenzó su ministerio hasta hoy?

Aliomar: Bien, evidentemente, algunas cosas cambiaron. En primer lugar, puedo decirque los administradores se acercaron más a los pastores distritales, poniéndose más a disposición. En segundo lugar, la participación de la iglesia y de los pastores en la elaboración de los planes es esencial y, ciertamente, los hace más productivos. La planificación impuesta, que viene de arriba, limita la creatividad de los pastores. También hemos bebido de fuentes externas, en lo que se refiere a los métodos de trabajo evangelizador; pero no debemos olvidarnos de que el mejor método de trabajo pastoral, evangelizador y administrativo es el método de Cristo, ampliamente expuesto en los escritos de Elena de White. El Maestro trabajaba íntimamente ligado al Padre y al Espíritu Santo. De ellos buscaba poder en sus momentos intensos de comunión. No hay duda de que nuestro crecimiento numérico y espiritual será mucho mayor a medida que trabajemos más ligados al Espíritu Santo, por medio de la oración y la acción.

Ministerio: ¿Qué mensaje especial desea transmitir a los pastores de Sudamérica?

Aliomar: Mi deseo es que todos busquemos una experiencia personal cada vez más rica y abundante con Jesús, y que compartamos eso con nuestras iglesias. Que las personas a las que ministramos, predicamos y enseñamos vean en nosotros una dinámica y divina unidad, unos con otros y todos con Cristo. Debemos reflexionar en las palabras de Elena de White: “Cuando el pueblo de Dios crea sin reservas en la oración de Cristo y ponga sus instrucciones en práctica en la vida diaria, habrá unidad de acción en nuestras filas. Un hermano se sentirá unido al otro por las cadenas del amor de Cristo. Solo el Espíritu de Dios puede realizar esta unidad. El que se santificó a sí mismo puede santificar a sus discípulos. Unidos con él, estarán unidos unos a otros en la fe más santa. Cuando luchemos para obtener esta unidad como Dios desea que luchemos, nos será concedida. No es el gran número de las instituciones, los grandes edificios ni la ostentación exterior lo que Dios requiere, sino la acción armoniosa de un pueblo peculiar, escogido por Dios y precioso, cuyos miembros estén unidos unos con otros, cuya vida esté escondida con Cristo en Dios. Cada uno debe ocupar su sitio y lugar, y ejercer una influencia correcta en pensamiento, palabra y acción. Cuando todos los obreros de Dios actúen así y no antes, su obra será un conjunto completo y simétrico” (Elena de White, Joyas de los Testimonios, t. 3, p. 247).

Sobre el autor: Periodista de la DSA.