La anécdota es sencilla… y la lección también. El pastor Urías Smith predicó un elocuente sermón el 4 de octubre de 1878 a los 39 delegados acreditados ante el 17° congreso de la Asociación General. En su tema se refirió a la “cuestión del oriente”, como se dio en llamar al eterno conflicto por la posesión de los centros estratégicos del Medio Oriente entre los cuales se destacaba Turquía, identificada como el rey del norte de Daniel 11:40-45 en relación con el Armagedón de Apocalipsis 16:12-16.[1] Afirmó que, tomando en cuenta los clarísimos acontecimientos corrientes, en pocos meses se produciría el Armagedón y la segunda venida de Jesús.

            Jaime White y su esposa estaban presentes. Cuando el pastor White escuchó aquel sermón se apoderó de él una profunda aflicción, por dos razones.

            Primera; él sabía que Urías Smith estaba siguiendo principios erróneos de interpretación al permitir que los eventos político-militares del momento afectaran su comprensión de las profecías del tiempo del fin. Estaba seguro que las cosas no ocurrirían como Smith esperaba tan confiadamente.[2] Sabía que no había establecido su posición mediante el proceso de comparar un pasaje de la Escritura con otro, porque mediante ese procedimiento era imposible que alguien llegara a esa conclusión.[3]

            Los pioneros del mensaje habían mantenido durante un cuarto de siglo el punto de vista de que el rey del norte de Daniel 11 era Roma, y que el Armagedón era el último conflicto de la gran controversia entre Cristo y Satanás.[4] Durante todo ese tiempo este punto de vista había aparecido en la Review como “uno de los hitos firmemente establecidos en el movimiento adventista”. Los pioneros habían llegado a establecer esta posición haciendo uso de la Biblia sola, evitando deliberadamente la influencia de la interpretación profética protestante previa. El mensaje adventista, incluyendo el punto de vista referente a Daniel 11 y el Armagedón, era producto directo de este método de estudio.

            Jaime White había señalado la naturaleza paralela de las cuatro líneas proféticas de Daniel, en las cuales encontraba que Roma era el poder que se oponía al pueblo de Dios y concluyó: “Ahora viene el punto importante en esta cuestión de la cual depende tanto. ¿Cubre el capítulo once de la profecía de Daniel el mismo terreno medido por los capítulos dos, siete y ocho? Si es así, entonces el último poder mencionado en este capítulo es Roma”[5]

            Además, esa misma semana había publicado un artículo en la Review, ¿titulado “Where are We?” (¿Dónde estamos?), donde cuestionaba el nuevo punto de vista y apelaba a la consistencia de la Escritura. El artículo terminaba con una nota que decía: “Continuará”.

            Jaime White se afligió mucho porque, aunque los adventistas nunca han sostenido que estas enseñanzas son esenciales para la salvación, sí comprendían que una sana interpretación profética dirige y alienta a la iglesia en su marcha hacia el futuro, y que los errores en ese sentido confunden y descarrían a las almas (véase Prov. 29:18).

            La segunda razón era que Jaime White, presidente de la Asociación General a la sazón, sentía una profunda carga por una deuda que la iglesia había contraído para establecer el colegio de Battle Creek. En esa reunión esperaban recoger una buena ofrenda para cumplir sus obligaciones financieras. Pero si el fin había de producirse pronto, y Cristo vendría en cuestión de meses, ¿quién se interesaría en dar o prometer ofrendas para pagar deudas?

            Él había meditado y estudiado el tema desde 1870, cuando Urías Smith había comenzado a introducir la nueva posición. Dominaba el tema. Estaba listo. De modo que cuando el predicador terminó su sermón se opuso públicamente a la conclusión presentada.

            En vista de que Urías Smith había sido el primer secretario de la Asociación General, tesorero de la misma organización durante cinco períodos, director del órgano oficial de la iglesia, escritor muy estimado y respetado como erudito, ¿qué gravísimas consecuencias podía traer aquella confrontación? Como lo expresó el pastor Mansell: “Que Jaime White se opusiera públicamente a Urías Smith al final de un sermón cuyo énfasis había sido la cercanía de la venida de Cristo, indica una crisis inminente que podría producir un cisma dentro de la iglesia. Al parecer, amargos sentimientos estaban tomando el lugar del amor fraternal y se necesitaba urgentemente algo que evitara que una situación sumamente peligrosa se deteriorara aún más. Parece que la hermana White aconsejó a su esposo después de aquella reunión, convenciéndolo de que al oponerse públicamente a Urías Smith había cometido un error. Aparte de los respectivos méritos de los puntos de vista presentados, ante el curso que estaban tomando las cosas era un error clarísimo convertirlo en una controversia y era sabio dejar que las cosas se enfriaran, al menos por un tiempo”.[6]

            Refiriéndose a esta experiencia, la hermana White escribió poco tiempo después: “Mi esposo tenía ciertas ideas sobre algunos puntos que diferían de sus hermanos. Se me mostró que no importa cuán correcta fuera su posición, Dios no lo había llamado a ponerla frente a sus hermanos, creando así diferencias de ideas.  “Dos veces se me ha mostrado que todo aquello que tienda a hacer que nuestros hermanos se desvíen de los puntos verdaderamente esenciales para este tiempo debe dejarse de lado”.[7]

            Muchos concluyeron, a partir de este incidente, que la interpretación de Urías Smith debe haber sido la correcta, porque Jaime White fue reprendido por su esposa. Pero tal conclusión no es necesariamente correcta. Elena de White se negaba a tomar partido en todo asunto controvertido, y mucho más ahora que su esposo estaba involucrado; por tanto, su reprensión no debería tomarse en el sentido de que ella apoyaba la interpretación de Smith. Id que más importaba, desde el punto de vista divino, no era la identificación correcta del rey del norte, ni la naturaleza de la batalla del Armagedón, sino la unidad de la iglesia.”[8]Cualquiera que haya sido el consejo dado a Jaime White entonces, sólo se aplicaba a la situación particularmente delicada que afrontaban en el Congreso de la Asociación General, entonces en sesión, y tenía el propósito de evitar que los hombres allí reunidos llegaran a un rompimiento de la unidad por causa de lo que era, después de todo, un asunto comparativamente menor, y evitar que se desviaran de la tarea infinitamente más importante de supervisar una obra que crecía rápidamente. Evidentemente el consejo se aplicaba al espíritu con el cual el pastor White había hablado, más que al punto de vista expresado… La fraseología de la cita (se refiere a la de CWE págs. 76,77) parece inferir que la hermana White aprobaba el punto de vista del pastor White, pero consideraba poco sabio llegar a una crisis por ello”.[9]

            Es fácil suponer que compartía el punto de vista de su esposo, pues ella misma había participado de todos los estudios y esfuerzos para establecer los “hitos” del adventismo.

            Como resultado de este oportuno consejo, no se volvió a desafiar la posición del erudito de la iglesia, y el editorial comenzado nunca se “continuó”. El gran hombre se humilló para que no se produjera una peligrosa controversia que debilitaría a la iglesia.

            Tres años después, en 1881, Jaime White murió. El punto de vista de los pioneros con relación a Daniel 11 y el Armagedón quedó sin defensor. El punto de vista erróneo de que el rey del norte de Daniel 11 era Turquía se convirtió en la posición indiscutida de la denominación durante los siguientes tres cuartos de siglo.[10]

            Pero ¿quién sufrió por ello? Quizá algunos otros además de Jaime White y su esposa, y ahora quizá los eruditos que analizan este incidente de nuestra historia denominacional. Sólo nos acordamos de aquella crisis potencial en estudios como éste. Pero la iglesia siguió su marcha triunfante.

            La iglesia siguió utilizando los excelentes talentos de Urías Smith como editor, escritor, maestro, orador y administrador. Jaime White pasó a la historia, junto con su esposa, como merecedor de este notable elogio de George Knight: “Es seguro decir que, sin la visión, liderazgo, y sacrificio personal de los White, no habría Iglesia Adventista del Séptimo Día hoy”.[11]

            Oh sí, la lección es sencilla. Es mejor responder afirmativamente, como hizo Jaime White, las preguntas de Pablo: “¿Por qué no sufrís, más bien, el agravio? ¿Por qué no sufrís, más bien, el ser defraudados?” (1 Cor. 6:7). El objetivo de la unidad, progreso y bienestar del pueblo de Dios es infinitamente superior al prestigio, el bienestar y el éxito personales. La iglesia continuará su marcha victoriosa, unida, “imponente como ejércitos en orden” (Cant. 6:10), mientras haya quienes estén dispuestos a sufrirlo todo para mantener la unidad.


Referencias:

[1] Véase Arthur G. Daniells, The World War. Its Relation to the Eastem Question and Armageddon (Wáshington, D. C.: Revieic and Herald Publishing Association, 1917), págs. 49-57.

[2] Louis E Were, The Kings that Comes from the Sunrising (Reimpresión 1983, por H. K. LaRondelle), pág. 12.

[3] Ibíd. pág. 10.

[4] Donald E. Mansell, carta a Robert B. Nestler, pág. 2.

[5] Citado por Raymond F. Cottrell, en Pioneer Views on Daniel and Revelation, pág 6.

[6] Ibid. pag. 8.

[7] Counsels to Writers and Editors, págs. 76,77. Los fideicomisarios de Elena G. de White creen que estas palabras se refieren a aquel incidente.

[8] Donald E. Mansell, carta a Robert B. Nestler, pág. 5.

[9] Raymond E Cottrell, Pioneer Vieivs… Pág. 9.

[10] Fue hasta la conferencia bíblica de 1952 que los eruditos adventistas empezaron a volverse hacia el punto de vista de los pioneros, posición que, en general, prevalece hoy en la iglesia.

[11] George Knight, Meeting Ellen White, pág. 59.