Era una mañana fría. Decidimos quedarnos en casa para disfrutar de aquel feriado en familia. Mientras nos entreteníamos jugando con nuestros hijos, uno de ellos se aproximó y me preguntó: “Papá, ¿qué necesita una persona para ser un pastor?”
No me acuerdo exactamente lo que le respondí, pero esa pregunta permaneció en mi mente durante mucho tiempo. Lo que jamás imaginé en aquella ocasión fue que, algún día, como secretario ministerial de la iglesia, yo debería saber responder aquella pregunta.
He leído y estudiado sobre el asunto. Actualmente, no tengo dudas de cuál es la mejor respuesta; y que es simple, pero profunda. ¿Qué necesita una persona para ser pastor? ¡Pasión! Esa es la respuesta. Hoy, más que nunca, la iglesia necesita un pastor “con pasión”.
Sí. Pastor con pasión. Apasionado por Dios, apasionado por su familia, apasionado por la iglesia, apasionado por las personas…
Un pastor apasionado por Cristo, sin duda alguna, tendrá compasión por aquellos que necesitan de un Salvador. Las personas no quieren solamente doctrinas o una religión simple, quieren ver a Dios en la persona del pastor; quieren ver a Dios en la familia y en la iglesia del pastor. Ese orden de factores no puede ser alterado. Primero Dios, después pasión por la familia y, después, por la iglesia; así las personas podrán conocer al Dios que representamos.
Las personas necesitan ver en el pastor un carácter verdaderamente semejante al de Cristo. Elena de White dice:
“Lo que revela nuestro carácter verdadero no es tanto la religión del púlpito como la de la familia. La esposa del ministro, sus hijos y los que son empleados para ayudar en su familia son los mejor preparados para juzgar la piedad de él. Un hombre bueno será una bendición para su familia. Su religión hará mejores a su esposa, a sus hijos y a sus ayudantes” (El hogar cristiano, p. 322).
Por eso, “ninguna disculpa tiene el predicador por descuidar el círculo interior en favor del círculo mayor. El bienestar espiritual de su familia está ante todo. En el día del ajuste final de cuentas, Dios le preguntará qué hizo para llevar a Cristo a aquellos de cuya llegada al mundo se hizo responsable. El mucho bien que haya hecho a otros no puede cancelar la deuda que él tiene con Dios en cuanto a cuidar de sus propios hijos” (Obreros evangélicos, p. 215)
Si desea ser exitoso en su ministerio, el pastor necesita “mostrar en su familia consideración bondadosa, ternura, amor, gentileza, noble paciencia y verdadera cortesía apropiados a un líder de familia, antes de tener éxito en ganar almas para Cristo” (Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 556). Algunos ministros no comprenden que “aquel que fracasa en ser un pastor fiel y celoso en el hogar, sin duda alguna, fracasará en ser un fiel pastor del rebaño del Señor en la iglesia” (Manuscript Releases, t. 6, p. 49)
Por todo esto, recuerda que el pastor necesita tener pasión por las almas. Sin embargo, para que sea auténtica, esa pasión debe seguir un orden de prioridades: pasión por Dios, pasión por tu familia y entonces, solamente entonces, podrá tener pasión sincera por las personas.
Sobre el autor: Secretario ministerial de la División Sudamericana.