No seaís unidos en yugo desigual con los que no creen” (2 Cor. 6:14, VM). Nadie desconoce que en la actualidad hay grandes peligros que amenazan a la juventud adventista. Algunos de ellos son de origen reciente, de modo que posiblemente la Biblia no los señale en forma específica, pero el Señor, en su sabiduría, ha dejado algunos principios y normas establecidos en su Palabra para orientarnos frente a esos peligros modernos.
Hay un peligro que, a pesar de ser bien conocido, continúa haciendo estragos entre nuestra juventud: el yugo desigual.
La lectura de la Biblia nos revela que ya en los tiempos de Noé, antes del diluvio, los “hijos de Dios” eran atraídos por la hermosura de las “hijas de los hombres” y las tomaban por esposas. Esto, en gran parte, acarreó la destrucción de la humanidad de ese tiempo. Y así podríamos citar otros ejemplos adicionales, entre ellos el de Salomón, de quien se dijo que las muchas mujeres le pervirtieron el corazón, y el de Nehemías, que reprendió duramente a los judíos por haberse unido con las mujeres paganas. Y en el Nuevo Testamento tenemos el definido consejo del apóstol Pablo, citado al comienzo.
A pesar de ser éste un antiguo peligro, y uno de los más insidiosos, no ha dejado de amenazar a los jóvenes de hoy; por el contrario, pareciera que ahora más que antes el diablo procura enredar a centenares de jóvenes en las redes ilusorias y tentadoras del yugo desigual.
Podríamos relatar muchos casos de naufragios de la fe, de dificultades en el hogar, de desilusiones sin cuento experimentadas por jóvenes y señoritas unidos en yugo desigual. No hace mucho una joven le decía a mi esposa: “¡Ah, si yo lo hubiese sabido! Me parecía que no había ningún mal, que los consejos que me daban eran innecesarios. Pero ahora veo la diferencia. Si entonces lo hubiera sospechado, nunca me habría casado con un joven no adventista. Él es bueno conmigo y no me prohíbe asistir a la iglesia, pero hay tantas otras cosas en las que somos tan diferentes… ¡Si sólo hubiera seguido los consejos…!
Los ministros debemos enfrentar este problema con amor y decisión. No es fácil hacer ver los grandes inconvenientes de estas uniones, pero es una tarea que se impone, cuando sabemos que en el mundo de un 50 a un 60% de nuestros jóvenes se casan con no adventistas. Y las estadísticas informan que apenas un 40% de esos casamientos mixtos no van al fracaso matrimonial. En una de nuestras instituciones había seis señoritas que estaban de novia, pero cinco de ellas lo estaban con jóvenes del mundo. La realidad es más alarmante de lo que generalmente pensamos. De cada diez jóvenes adventistas que se casan fuera de la iglesia» seis abandonan la verdad. ¿No es ésta una de las puertas que llevan a la apostasía?
En una iglesia pequeña había doce jóvenes inteligentes y activos, algunos de los cuales eran colportores. Pero de pronto todo fue diferente. La iglesia dejó de trabajar y casi se deshizo. ¿Cuál fue la razón? El 70% de esos activos jóvenes se había casado con señoritas del mundo.
Como obreros de Dios, nuestra misión es orientar y aconsejar a la juventud de nuestras iglesias e instituciones. No se trata de fustigarlos y reprenderlos, sino de hablarles con cariño, con el verdadero espíritu de Cristo. Mostrémosles que están errados y oremos con ellos para encontrar una solución.
A continuación, damos algunos principios que podemos utilizar para ayudar a nuestros jóvenes en este delicado problema. La serie de preguntas sobre diferentes temas ha sido preparada por el pastor L. E. Minchin, uno de los dirigentes mundiales de nuestra juventud.
Creo que estas preguntas harán pensar a muchos jóvenes sobre la inconveniencia de unirse en yugo desigual, y tal vez muchos de ellos reconsiderarán sus decisiones. Utilicémoslas en nuestra obra pastoral con la juventud.
Pongamos siempre delante de los jóvenes esta regla de oro: “Amemos más a quienes más aman a Cristo”. Si los jóvenes practican fielmente este principio, obtendrán el resultado siguiente: “Amar más a los que más aman a Cristo equivale a tener un hogar feliz”. Esto ayudará a muchos en su elección. Luego entreguémosles las siguientes preguntas, para que las estudien y midan con ellas la calidad de su futuro compañero o compañera:
1.Sobre sil religión
a) ¿Es él (o ella) un cristiano sincero?
b) ¿Es él (o ella) adventista?
c) ¿Glorificará a Dios este casamiento?
d) ¿Me ayudará a proseguir mi viaje hacia el cielo?
2. Sobre su carácter
a) ¿Es él (o ella) tolerante y de visión amplia?
b) ¿Tendrá paciencia con mis errores?
c) ¿Es puro (o pura) de corazón?
d) ¿Me ennoblecerá y refinará su influencia?
3. Sobre su hogar
a) Procede de un hogar cristiano?
b) ¿Cómo trata a sus padres y hermanos?
c) ¿Será capaz de proporcionarme un hogar?
4. Sobre nuestro futuro
a) ¿Tenemos suficientes intereses e ideas en común?
b) ¿Es apto (o apta) para desempeñar su parte en las responsabilidades de la vida?
c) ¿Tiene buena salud?
d) ¿Tiene más o menos el mismo nivel de cultura que yo?
Debemos aconsejar a los jóvenes que oren mucho. La Hna. White dice que los jóvenes que están por tomar esta decisión tan importante debieran orar veinte veces más. Satanás está procurando unir a personas de condición muy diferente, incompatibles.
“Los jóvenes generalmente obran con optimismo frente al problema del matrimonio. La realidad de la vida no los impresiona seriamente. Piensan que su gran energía resolverá todos los problemas. Saben que otros tuvieron dificultades, luchas, quebrantos, y sin embargo siguen con la tendencia de la juventud a considerarse una excepción. Piensan que son capaces de hallar los medios de vida que les proporcionarán felicidad” (Dr. H. Shryock).
Tratemos de ayudar a estos jóvenes en el temor del Señor y habremos puesto a su alcance los medios necesarios para que se labren la felicidad aquí en la tierra y para que no se desvíen del camino que los conduce hacia la vida eterna.
Sobre el autor: presidente de la Unión Brasileña del Sur.