“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.”

Dado que la Biblia no se contradice, ¿cómo armonizar las afirmaciones de que el uso del vino es tanto una bendición como una maldición? Según el Novo Diccionario da Biblia [Nuevo diccionario de la Biblia], “esos dos aspectos del vino, en su uso y en su abuso, sus beneficios y su maldición, están entrelazados en el Antiguo Testamento, de tal manera que el vino puede tanto alegrar el corazón del hombre (Sal. 104:15) como hacer que yerre su mente (Isa. 28:7). Puede estar asociado al regocijo (Ecl. 10:19) o a la ira (Isa. 5:11). Fue usado para descubrir la desnudez de Noé (Gén. 9:21) y, en las manos de Melquisedec, fue usado para honrar a Abram (Gén. 14:18).

En el Antiguo Testamento

Si esas dos posibilidades antagónicas provienen del vino, es fácil concluir que la Biblia presenta dos clases distintas de la bebida. La primera es el vino no fermentado (del hebreo tirósh), o jugo puro de uva, que puede ser una bendición. La otra clase es el vino fermentado (del hebreo yain), alcohólico, intoxicante, que causa problemas sociales y familiares.[1]

La fermentación del vino se realiza por medio de un hongo que vive en el suelo y es transportado a las uvas, por el viento o los animales. Hoy, en las tinas en que se fermenta el mosto, este parece hervir, formando burbujas, debido al desprendimiento de gas carbónico. Terminada esta fase, el mosto es decantado, purificado y filtrado. Eso es vino. Esos hongos son vulgarmente llamados levadura o fermente, pero su nombre científico es Saccharomyces. Para que crezca y se multiplique, basta con que se encuentre en el ambiente propicio.[2]

Hay muchas advertencias con respecto al uso del vino en el Antiguo Testamento. A Aarón y sus hijos (sacerdotes) se les prohibió estrictamente beber vino o alguna otra bebida fuerte (shekar), al entrar en el Tabernáculo para ministrar ante el Señor (Lev. 10:9). De la misma manera, a los nazarenos se les prohibía usar vino, mientras estuvieran bajo el voto (Núm. 6:3; Juec. 13:4-17). Los recabitas también se abstuvieron de vino (Jer. 35:2, 5, 8, 14). El libro de Proverbios está repleto de advertencias contra el vino o las bebidas fuertes (Prov. 20:1; 21:17; 23:30, 31; 31:4). Isaías declaró: “¡Ay de los que son valientes para beber vino, y hombres fuertes para mezclar bebida!” (Isa. 5:22). Daniel y sus compañeros rechazaron el vino del Rey (Dan. 1:5, 8,10-16).

 En el Nuevo Testamento

El principal problema del estudio del vino en el Nuevo Testamento es que, si bien el idioma griego emplea palabras distintas para expresar ideas diferentes, solo utiliza una palabra para las dos clases de vino (oinos). Algunos comentaristas creen que Pablo, en 1 Timoteo 5:23, defendió el uso moderado de vino fermentado para propósitos medicinales. En esa época, era considerado útil en la cura de varias enfermedades. Pero la abstinencia total significa renunciar al vino no solo como bebida, sino también como remedio.

Analizado en su contexto, el pasaje de 1 Timoteo 5:23 jamás puede ser considerado favorable al uso del vino fermentado. A fin de cuentas, el apóstol Pablo siempre defendió la abstinencia total de esta clase de vino (Rom. 14:21; Efe. 5:18). Para él, nuestro cuerpo es templo del Dios vivo y el Espíritu Santo hace morada en él (1 Cor. 3:16, 17). Consecuentemente, no es seguro que alguien se valga de este texto para defender el uso del vino fermentado.

Tampoco podemos afirmar que el vino usado por Jesús, en la Última Cena, haya sido fermentado. Durante la Pascua, no debía haber fermento

en ningún compartimento de la casa, dado que en la Biblia es símbolo de pecado. Si los panes ácimos no contenían fermento, es fácil concluir que el vino tampoco podía ser fermentado (Gén. 19:3; Éxo. 13:6, 7; Lev. 23:5-8; Luc. 22:1).

Puesto que la Biblia condena el uso del vino fermentado, es lógico concluir que Cristo tampoco podía proveer esta clase de bebida en las bodas de Caná (Juan 2:1-12). Además, en el que fue su primer milagro, el vino no fue extraído de uvas, sino de agua, que no contenía hongos de fermento.

El ejemplo de los sacerdotes y de los nazarenos, las advertencias de Salomón, la orientación divina para Juan el Bautista, al igual que las instrucciones de Pablo, inducen a la conclusión que debe ser compartida con los que tienden a simpatizar con el vino: la abstinencia es el camino ideal y más seguro propuesto por Dios a sus hijos de todas las épocas.

Sobre el autor: Bibliotecario del Colegio Adventista de Santo Amaro, São Paulo, Rep. Del Brasil.


Referencias

[1] Pedro Apolinário, Explicando de Textos Difíceis da Biblia (São Paulo, SP: IAE, 1984), pp. 107, 108.

[2] Enciclopédia Conhecer (São Paulo, SP: Editora Abril, 1970), 1.12, p. 1.876.