Pocos asuntos son más importantes en la vida de los pastores que la forma en que utilizan su tiempo. Pero a nosotros nos molestan las “técnicas” y la abundancia de libros y planes que prometen hacernos más eficientes y productivos. Reconozcámoslo: la mayoría de esos libros de técnicas y materiales lo único que hacen es añadirle algo más al “montón”. Son lo máximo en el papel, donde todo puede bosquejarse nítidamente y categorizarse en ranuras de tiempo, donde los niños no llaman a la oficina para decirle que tienen un dolor de estómago, o donde los miembros de la iglesia no tienen una inesperada emergencia médica. Puede ser que funcionen en el “mundo ideal”, pero ¿qué acerca del lugar donde usted vive?

            ¿Cómo le va en la tarea de hacerle frente a las exigencias y distracciones del ministerio y a las minucias administrativas mientras busca un método fresco para comunicar el evangelio y proveerle visión y liderazgo al pueblo de Dios? ¿Qué debe hacer un ministro? ¿Cómo manejaremos nuestras vidas y emplearemos nuestro tiempo? ¿Cómo nos elevamos por encima de la confusión y de alguna manera “ordenamos” nuestro mundo como líderes de la iglesia? ¿Es posible manejar el problema del tiempo?

            Creo que sí. Pero sólo si lo hacemos en forma sencilla. Aquí tenemos varias “claves” directas que le ayudarán a emplear su tiempo en una forma que agrade a Dios y le ayude a mantenerse “cuerdo”.

  1. Admita que el tiempo “no hace acepción de personas”.

            Ha sido muy difícil aceptarlo, pero he aprendido a través de los años que el tiempo no espera a nadie. En otras palabras, el tiempo se desliza rápidamente después que suena el despertador y usted pierde el avión si no llega a tiempo al aeropuerto. Mi esposa fue entrenadora de un equipo de béisbol este año. Las muchachas trabajaron duro y tuvieron un buen equipo. Pero perdieron un juego por descalificación porque no tuvieron suficientes jugadoras presentes a la hora de comenzar el juego. Dos de nuestras jugadoras se presentaron dos minutos tarde. ¡Pero ya nada se podía hacer! La pérdida no les permitió terminar la temporada en una posición donde pudieran obtener medalla.

            El tiempo pasa inexorable e incesantemente y no se detiene para esperar a nadie. Por eso realmente no es algo que “puede manejarse” o controlarse, tampoco “ahorrarse”. El tiempo de nuestra vida está simplemente aquí sobre nosotros; o vivimos sabiamente hoy, o no vivimos simplemente.

  • Revise sus actitudes con respecto al tiempo.

            Chuck Swindoll dice: “Mientras más vivo, más me convenzo de que la vida es 10 por ciento de lo que me ocurre, y 90 por ciento de la forma en que respondo a ello”. Si esto es cierto, entonces es particularmente verdadero con relación al problema del tiempo en las vidas de los ministros.

            Lo que pensamos acerca del tiempo influye sobre la forma en que nos organizamos para administrarlo eficazmente. Lo que creemos también influye en lo que podemos y no podemos hacer. Algunas veces, al confundir nuestra “diligencia” con la “piedad”, nosotros los ministros caemos en el hábito de decimos a nosotros mismos cuánto estamos haciendo y cuánto se nos necesita, hasta que llegamos a creer que es imposible que otro ser humano haga lo que estamos haciendo en el espacio de tiempo que tenemos. Este tipo de auto arenga tiende a hacernos autocomplacientes. He descubierto que algunos patrones de pensamiento positivo pueden hacer una diferencia en esta área.

            Es posible que usted quiera probar el enfoque “se puede”, en la forma como emplea su tiempo. Decida que puede desenvolverse de tal manera que tenga tiempo para realizar las cosas que necesita hacer. Aquí lo que importa es la palabra “necesita”. Esta invita a una cierta forma de “examen de conciencia”. ¿Qué es lo que usted cree que en verdad debería hacerse? Eso nos lleva a la tercera clave del uso del tiempo.

  • Elija sus prioridades para la vida y viva de acuerdo con ellas.

            Esto no tiene por qué ser complicado. Es posible que un juego de tarjetas de 5” x 8” y una pluma sean todas las herramientas que necesite. En una de ellas escriba el propósito de su vida en la siguiente forma: “Dios me ha creado con el propósito de que…”. En la segunda, escriba una declaración que exprese la forma en que usted cree que debe vivir para cumplir ese propósito. Dicha tarjeta podría comenzar así: “Debo cumplir el propósito de mi vida mediante…” En la tercera tarjeta escriba de tres a cinco objetivos para su vida en orden de prioridad. Después mantenga estas tres tarjetas ante su vista constantemente. Ore por ellas, compártalas con su familia o con su iglesia si le es posible.

            La clave principal es elegir. No podemos tenerlo todo. No podemos hacerlo todo. Debemos buscar la dirección divina, hacer algunas decisiones, y vivir por ellas. Eso nos liberta y guía en el uso del tiempo en nuestra vida.

  • Haga un presupuesto de tiempo para normar su programa.

            Pregunta: “¿Cómo comería usted un elefante si se encontrara en la selva?” Respuesta: “Un bocado a la vez”. Puede parecer muy simple, pero dividir nuestro tiempo y nuestra tarea en porciones “del tamaño de un bocado”, nos permitirá hacer lo que de otra manera nos parecería imposible.

            Seguramente la mayoría de nosotros ha experimentado lo valioso que es tener un presupuesto (o plan) para guiamos en el uso sabio de nuestros recursos. La mayoría de nuestras congregaciones se valen de un presupuesto para guiarse en el empleo de los recursos financieros que reciben. Por supuesto, algunas veces el “plan” tiene que modificarse por gastos imprevistos (o el techo o el horno deben reemplazarse). Pero sin un plan de acción y objetivos para el ministerio, deambularíamos sin dirección ni energía. Lo mismo es cierto respecto de la forma en que usamos el recurso del tiempo.

            Cada persona tiene que encontrar un esquema que se adapte a su manera de ser, por lo tanto, no tendré la presunción de decirle lo que es mejor para usted. Sin embargo, es importante separar porciones de tiempo que le ayudarán a vivir de acuerdo a las prioridades que Dios le ha revelado para su vida. Eso significa indudablemente que usted debe reservar y proteger el tiempo que deberá dedicar a su familia, para su enriquecimiento espiritual, para leer, escribir, planear, y relacionarse con la gente.

            Algunos de nosotros hemos encontrado útil tomar una semana de cada año lejos del ministerio para estudiar y hacer planes con oración. Yo uso ese tiempo para planear mi programa de predicación y enseñanza y cumplir aquellos asuntos que no quiero olvidar o que se me acumulen. En este tiempo hago un legajo para cada sermón o estudio para el año venidero. Pongo en él temas, ideas, bosquejos, o material de apoyo en cada legajo como material inicial. Este tipo de planeación tiene muchos beneficios tanto para el ministerio como para la congregación. Vuelvo renovado, con una nueva visión para el año que entra y con suficiente capacidad para comunicar esa visión y los detalles de mi plan a los líderes claves de la iglesia.

            También es importante encontrar un ritmo fijo semanal y diario que le guíe en medio de las distracciones y le ayude a cumplir las tareas diarias y semanales del ministerio, al mismo tiempo que le ayuda a evitar una grave acumulación de deberes no cumplidos. Nuestras diferentes personalidades demandan programas y grados de estructura diferentes, pero cierta rutina es siempre importante.

            Para usar una sencilla herramienta que se adapte a sus necesidades, ponga su plan en el papel, programe sus citas y revise sus logros. Para algunos consistirá en un sencillo calendario de bolsillo y una lista de “cosas para hacer” diaria. Para otros puede significar un complicado sistema de organización o un programa de computadora. Pero todos necesitamos desglosar nuestros objetivos y tareas en partes manejables que puedan recordarse y registrarse adecuadamente. Esto liberta nuestras mentes para estar totalmente “presentes” con otros y para ser creativos en nuestra predicación y en nuestros escritos.

  • Aproveche la ayuda y retroalimentación de otros.

            Finalmente, recuerde que el ministerio debe vivirse como un “diálogo” no como un “monólogo”. En otras palabras, debe haber lugar para la retroalimentación y flexibilidad en nuestra rutina. Debemos estar dispuestos a obtener la ayuda de otros donde se necesite, y ajustamos nosotros y nuestros horarios para suplir las necesidades ajenas. No tema pedir a otros que le ayuden.

            Si usted tiene una secretaria o asistente, puede ser que necesite su colaboración para que le recuerde sus compromisos o le ayude a cumplir su programa. Si no cuenta con ese medio, pida a un miembro de la iglesia que colabore con usted en esta tarea. Hay muchas actividades del ministerio que usted podría delegar o compartir con otros. Y esto les da a ellos el gozo de ser partícipes del ministerio con usted.

            Encontrar el justo medio entre ser demasiado “laxo” y demasiado “rígido” en el empleo de su tiempo hará la diferencia entre estar “fuera de tono” o “en armonía” mientras usa el tiempo que Dios le dio para vivir y ministrar.

Sobre el autor: es pastor bautista de Ronia, Georgia, y director de Discovery Resources.