Uno de los textos bíblicos que utilizan los partidarios del antitrinitarismo para negar la divinidad de Cristo es Juan 17:3: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”. Según ellos, estas palabras dichas por Jesús a los discípulos antes de su muerte son evidencia de que, para él, solo el Padre es Dios, porque si para Cristo el Padre es el “único Dios verdadero” es evidente que él, Jesús, no puede ser Dios igual al Padre.[1]
Se debe notar que, para los antitrinitarios, ese es un argumento irrefutable que anula por completo la doctrina de la Trinidad. Por lo tanto, necesitamos analizar el tema con cuidado.
Problemas de interpretación
Antes de analizar el texto de Juan 17:3, debemos destacar dos problemas que impiden a los antitrinitarios entender correctamente la doctrina de la Trinidad: (1) confusión con relación a los conceptos y (2) no considerar el contexto amplio de la Biblia.
Confusión de los conceptos. Por ejemplo, uno de los errores más obvios en las publicaciones antitrinitarias es que confunden a la Trinidad con el Modalismo (sabelianismo). La doctrina bíblica de la Trinidad enseña que hay tres personas divinas que son una unidad, en tanto que el modalismo nos habla de una persona divina que adoptó tres maneras diferentes para manifestarse. Las diferencias entre los dos conceptos son evidentes.
Por esa razón, al leer esas publicaciones, podemos formularnos preguntas como: “Al acercarse el momento de la muerte de Jesús, ¿a quién le oró? ¿A quién clamó? ¿A sí mismo o a una parte de sí mismo? Si Jesús es Dios, ¿quién es entonces el que lo abandonó? ¿Se abandonó a sí mismo?”[2] Sin duda, esas son buenas preguntas para los modalistas, que no encuentran ninguna diferencia entre las personas de la Deidad, y que necesitan recurrir a malabarismos complejos de interpretación para tratar de explicar cómo una única Persona se puede manifestar como tres a lo largo de la Biblia. Sin embargo, eso no es problema para los trinitarios, que creen en la distinción entre las personalidades del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Mat. 28:19; 2 Cor. 13:14).[3] A los que creen en la doctrina bíblica de la Trinidad les resulta muy fácil responder que, durante su ministerio, Jesús oró y clamó al Padre que “está en los cielos” (Mat. 5:45, 48; 7:11; 10:32).
En un ejemplo de argumento antitrinitario, encontramos lo siguiente: “Jesús también mostró que él y Dios eran seres diferentes […]. Cuando sus enemigos cuestionaron su autoridad, él les dijo: ‘En vuestra ley está escrito: El testimonio de dos hombres es verdadero’. […] Para considerar su testimonio y el de Jehová como dos testimonios, es obvio que no podía tratarse del mismo ser”.[4] Otro texto ilustrativo le dedica gran parte de su contenido a la presentación del Padre y el Hijo como dos personas diferentes. En él, se pueden leer declaraciones tales como: “Dado que Jesús oró para estar al lado de Dios, ¿cómo podía ser él al mismo tiempo el ‘único Dios verdadero’? […] ¿Podía ‘el Cordero’ ser el mismo que ‘su Padre’? (Apoc.14:1, 3). Obviamente, no. La Biblia describe a Dios y a Jesús como dos seres distintos y le da nombres diferentes a cada uno de ellos”.[5]
Es evidente que los antitrinitarios entienden que, al afirmar que Jesús es Dios, estamos diciendo que Jesús es el Padre mismo. Sin embargo, no hay duda de que lo interpretan equivocadamente, porque estamos de acuerdo en declarar que el Padre y el Hijo son dos personas distintas, aunque el Hijo tiene la misma naturaleza divina del Padre (Juan 1:1).
Desconsideración del contexto. Otro problema grande que enfrentan los antitrinitarios al refutar la doctrina de la Trinidad es que se apegan a algunos textos preferidos, que parecerían favorecer su posición doctrinaria e ignoran el contexto más abarcador de la Biblia. Para sostener que solamente el Padre es Dios, y que el Hijo siempre está subordinado a él, reconociéndolo como superior, citan varias afirmaciones de Jesús, como por ejemplo: “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre”( Mar. 13:32); “Padre […] no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Luc. 22:42); “No puedo yo hacer nada por mí mismo […] porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre” (Juan 5:30); “Como me envió el Padre viviente […] yo vivo por el Padre” (Juan 6:57); “Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo” (Juan 14:28).
Tomar esas declaraciones de forma aislada para apoyar la inferioridad ontológica de Cristo en relación con su Padre no es solo ignorar el contexto en que fueron dichas sino también contradecir una cantidad de textos bíblicos que muestran claramente que Jesús es Dios sin dejar lugar a dudas (por ejemplo, Juan 1:1, Tito 2:13, Heb. 1:8).
El contexto amplio de las Escrituras revela que Jesús pronunció esas palabras cuando había encarnado, es decir, después de haberse despojado de su gloria, que era igual a la de su Padre. “Se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”, y así “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte” (Fil. 2:7, 8). En ese estado de autolimitación, como cualquier ser humano, Cristo dependía enteramente de su Padre y estuvo sujeto por completo a su voluntad. Fue en esa condición que Jesús afirmó que su Padre tenía conocimientos que él no tenía, o que su vida dependía del Padre. Cuando ese estado de humillación terminó, el Padre “le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Fil. 2:9). De esa manera, aunque el Hijo mantuviera una naturaleza humana glorificada (Col. 2:9) y solamente en un único texto, especialmente cuando su interpretación entra en conflicto con otras partes de las Escrituras.
Interpretación correcta
La expresión “el único Dios verdadero” (Juan 17:3), en griego koiné, es “ton monon alethinon Theon”. Si esa frase es tan restrictiva que excluye a Jesús de su divinidad y alude solamente al Padre como “Dios (Theos) verdadero (alethinos), Cristo debe ser entonces “un dios falso”,[6] porque, en griego, el mismo libro de Juan emplea Theos (Dios) varias veces refiriéndose a él, además de las otras veces en las que se lo menciona en el resto de la Biblia. Juan 1:1 dice que “el Verbo era Dios (Theos)”; 1:18 dice: “el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”;[7] 20:28 dice: “¡Señor mío, y Dios (Theos) mío!”
Los antitrinitarios no quieren decirle a Jesús “falso dios”, solo un dios menor. Pero el texto dice: “el único Dios verdadero”, y si la frase es total y absolutamente exclusiva, tal como ellos lo afirman, y el único “verdadero Theos” es el Padre, no hay otra conclusión aparte de pensar en Cristo como una especie de “dios falso”.
En el intento de no ubicar a Jesús en la categoría de “dios falso”, algunas confesiones afirman que los términos “Dios” y “dios” también se les atribuyeron a seres humanos como Moisés (Exo. 7:1), ángeles (Sal. 82:1, 6), y hasta al mismísimo Satanás (2 Cor. 4:4).[8] El argumento es que, si ellos recibieron esos títulos sin ser “dioses verdaderos”, Cristo también puede aceptarlo sin la necesidad de ser verdadero.
Sin embargo, debemos aclarar que en ninguno de los tres casos que se mencionan (Moisés, ángeles y Satanás) se atribuye el término “dios” en sentido absoluto, sino en sentido relativo, para designar a alguien que recibió autoridad y poder, como en el caso de Moisés ante Faraón; o alguien sobrenatural, como Satanás, a quien sirve el mundo rebelde (1 Juan 5:19).
En los tres casos, se trató siempre de seres que fueron creados y que dependen del Dios verdadero para existir. Sin embargo, Jesús está en un plano totalmente diferente de todas las criaturas finitas. La Biblia revela que Cristo tiene la misma naturaleza divina del Padre (Juan 1:1); fue agente activo en la Creación (Juan 1:3; Col. 1:16); tiene los títulos divinos del Padre: “el primero y el último”, “el principio y el fin”, “el Alfa y la Omega” (Apoc. 22:12-16); el Padre lo llama Dios (Heb. 1:8) y ordena a los ángeles que adoren al Hijo (Heb. 1:6).[9]
El apóstol Juan, al escribir “el único Dios verdadero” (Juan 17:3), no estaba excluyendo a Jesús, que es divino y de la misma naturaleza del Padre. En la Biblia, el término “único” es más abarcador cuando se aplica a las personas de la Deidad. En Judas 1:4, la traducción literal del griego, ton monon despoten kai kyrion hemon Christon, es: “nuestro único Soberano y Señor Jesucristo”.[10] De acuerdo con ese pasaje, Jesús es “el único Señor”, lo cual significa que, si aplicamos la interpretación antitrinitaria, el Padre estaría excluido de que se lo llamara “Señor”. Pero Cristo llama al Padre “Señor del cielo y de la tierra” (Mat. 11:25). Significa que, aunque Jesús sea “el único Señor”, esto no excluye al Padre de ser también llamado “Señor”.
En 1 Corintios 8:6, leemos: “Para nosotros, sin embargo, solo hay un Dios, el Padre […] y un Señor, Jesucristo”. Si la expresión “un solo Dios” excluye a Jesús de ser Dios, entonces la expresión “un Señor” debería excluir al Padre de ser Señor, tal como ya mencionamos.
En Judas 1:25, la expresión en griego mono Theo soteri hemon dia Iesou Christou, se traduce de la siguiente manera: “Al único Dios, nuestro Salvador, mediante Jesucristo, nuestro Señor”. Aquí el Padre es el “único Dios” y también se lo llama “Salvador”; sin embargo, eso no excluye que Jesús también sea llamado Salvador (Luc. 2:11; 2 Ped. 3:18; Tito 3:6; Fil. 3:20).
Es curioso que los antitrinitarios reconozcan que la palabra “único” no es excluyente cuando se trata de aplicarles atributos a las tres personas de la Deidad. Por ejemplo, 1 Timoteo 6:15 y 16, que dice: “Solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad”. Para algunos antitrinitarios, este texto se aplica a Jesús. Sin embargo, observe que el texto habla del “único () que tiene inmortalidad”. ¿Será, entonces, que al decir que Jesús es el “único que tiene inmortalidad” la Biblia excluye al Padre de ser inmortal? Es obvio que no.
Ellos han tratado de explicar que Jesús se volvió inmortal solamente después de su resurrección, que él “no poseía inmortalidad antes de que Dios lo resucitara. Por esa razón […] (Jesús) es diferente de todos los demás reyes y señores en el sentido de que él es ‘el único que tiene inmortalidad’. Los otros reyes y señores mueren porque son mortales […]. Sin embargo, el Jesús glorificado […] tiene ‘vida indestructible’ (Heb. 7:15-17, 23-25).[11] Más allá de esa cuestionable interpretación, es innegable que el texto dice “el único que tiene inmortalidad”, y si consideran que aquí se habla de Cristo, entonces es imposible negar el hecho de que “único” no es tan restrictivo a punto tal de excluir a Dios el Padre de esa prerrogativa.
Los ejemplos anteriores revelan que la expresión “único Dios verdadero”, en Juan 17:3, no excluye que Jesús sea Dios porque, cuando él le oró al Padre y dijo esas palabras, no se estaba eximiendo de su unidad en naturaleza con el Padre (Juan 17:5) sino exaltando al Padre por encima de todos los dioses inventados por el hombre, es decir, los dioses falsos. Además, debemos recordar que, en el libro de Juan, la unidad entre el Padre y el Hijo es tan estrecha que la única forma de conocer al Padre es por medio del conocimiento del Hijo (Juan 1:18; 14:6-11; 5:22, 23).
Conclusión
Por lo tanto, a la luz de los argumentos de este artículo, queda claro que Juan 17:3 confirma la divinidad del Padre, pero no descarta la divinidad plena y absoluta del Hijo (cf. Juan 1:1), la cual está en completa armonía con la Biblia.
Como ministros del evangelio, debemos estar conscientes de que el verdadero mensaje de salvación debe llevarse a “toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6). Sin embargo, en el intento por alcanzar a todos, encontraremos personas que tal vez no estén enseñando en conformidad con las Escrituras. Por esa razón, nuestra responsabilidad es preparar al rebaño no solo para defender la fe sino también para alcanzar a las personas sinceras que, al ver la verdad, desearán abandonar el error.
Sobre el autor: Doctor en Teología, profesor de Teología Sistemática en la Universidad Adventista de Bolivia
Referencias
[1] La Atalaya (1/4/2012).
[2] ¿Debería creer usted en la Trinidad? (Brooklyn, NY: WatchTower Bible and Tract Society, 1989), p. 18.
[3] Cristhian Álvarez Zaldúa, ¿Doctrina bíblica o invento humano? (Lima: Universidad Peruana Unión, 2012), pp. 79-96.
[4] Jesus Cristo: preguntas y respuestas”, La Atalaya (1/4/2012), p. 5.
[5] “¿Quién es ‘el único Dios verdadero’?”, ¡Despertad! (22/4/2005), p. 6.
[6] Razonamiento a partir de las Escrituras (Brooklyn, NY: WatchTower Bible and Tract Society of New York, 1989), p. 404.
[7] Reina-Valera (1995): “el unigénito Hijo”, pero en el original, monogenés Theos (Dios unigénito).
[8] “¿Hay un solo Dios verdadero?”, ¡Despertad! (feb. 2006), p. 29.
[9] “Adora a Jesus”, los Testigos de Jehová, en su versión de la Biblia, traducen “rendir homenaje”.
[10] Bruce M. Metzger, A Textual Commentary on the Greek NT, 2ª ed. (Stuttgart: German Bible Soc., 1994), p. 169.
[11] Perspicacia para comprender las Escrituras (Brooklyn, NY: WatchTower and Tract Soc. of Pennsylvania, 1991), t. 1, p. 1.229.