Siempre debemos tener presente que nuestro mandato es: “Predicad el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15). Nosotros no somos simplemente una denominación más que pugna por conseguir miembros. Lo único que justifica la existencia de este movimiento es la predicación del mensaje para los últimos días en un esfuerzo evangélico destinado a alcanzar a todos los hombres en todas partes. Nuestra organización mundial está estructurada de tal forma que tienda al logro de esta meta. Desde la Asociación General hasta la asociación local, se definen cuidadosamente las áreas de responsabilidad. A personas específicas se les asigna una responsabilidad individual sobre zonas geográficas específicas.

Parece extraño que este plan de asignación territorial falla en el nivel de la iglesia local, precisamente donde se necesita la mayor eficiencia a fin de que “toda criatura” oiga el mensaje. La situación que allí se presenta es la que podríamos esperar en una asociación local si el presidente dejara de asignar una responsabilidad territorial específica a los ministros.

Podrían hacerse dos objeciones a la comparación anterior. El miembro de iglesia no recibe salario de la misma, por lo tanto, el pastor podría vacilar en asignarle deberes específicos, y en la mayoría de los casos el miembro de iglesia no ha recibido preparación para hacer esta clase de trabajo. Ambas objeciones se contestan con una breve declaración del espíritu de profecía: “Dios espera que su iglesia discipline y prepare a sus miembros para la obra de iluminar al mundo… No debiera haber demora en estos esfuerzos bien planeados para educar a los miembros de la iglesia” (Servicio Cristiano, pág. 74).

Durante largo tiempo hemos estado exhortando a nuestro pueblo con generalizaciones. Lo que ahora se necesita no es exhortación, sino asignación específica de responsabilidades en la obra de conquistar almas. También se necesita dar a nuestros miembros una preparación práctica que los capacite para cumplir su parte. Otra gran necesidad es la de una adecuada supervisión que asegure la continuidad del programa de trabajo laico.

Nuestra tasa de crecimiento puede aumentar grandemente si ponemos fin a la situación actual en que la obra de dar testimonio tiene que competir con un sinnúmero de otras actividades, y le damos a esta obra la prioridad que merece y que debe tener a fin de que nuestra tarea pueda cumplirse.

Todo aquel que haya trabajado en la obra de casa en casa sabe que cierto porcentaje de personas en cualquier zona responde favorablemente a la visitación religiosa. Dondequiera tengamos miembros de iglesia, ellos pueden aferrarse a esta promesa: “Mis hermanos y hermanas, hay almas en vuestro vecindario que se convertirían si se trabajara juiciosamente por ellas” (Evangelism, pág. 114).

El rápido crecimiento de los mormones y los Testigos de Jehová demuestra que hay personas que serán ganadas si vamos a buscarlas. En muchos casos es asunto de quién llega primero lo que decide a qué grupo se unirá el nuevo converso.

Para el éxito de la misión cristiana es esencial hacerse a la idea de que hemos nacido de nuevo a fin de reproducirnos espiritualmente.

La obra de dar testimonio debe ser emprendida y practicada en forma regular. No puede dejarse que cada uno la haga cuando le venga bien. La escuela sabática celebra su reunión cada semana a cierta hora de un día específico. Los grupos que salen para la Recolección se encuentran en un lugar y a una hora determinados. Por contraste, la obra de dar testimonio generalmente se hace (o en la mayoría de los casos no se hace) según la comodidad personal.

Nuestro programa denominacional de ganancia de almas indudablemente se vería grandemente fortalecido si se apartara un día por semana para dar testimonio. ¡Qué maravilloso sería si pudieran salir de cada una de nuestras iglesias grupos de hermanos para dar testimonio una tarde de cada semana! El resultado sería asombroso en número de conversiones, y una de las consecuencias sería la mayor espontaneidad con que se daría testimonio en otros momentos.

Entre los factores que podrían enumerarse como esenciales para el éxito del programa de ganancia de almas de la iglesia, están los siguientes:

1. Una experiencia individual de conversión de parte del testigo potencial.

2. Reconocer que la orden de dar testimonio está a la par de otros mandamientos divinos.

3. Dar a todos los miembros de iglesia una preparación práctica en el arte de dar testimonio desde el momento en que se unen a ella.

4. Delegación de responsabilidades por parte del pastor a los miembros.

5. Asignación de un territorio específico a cada miembro de iglesia hábil.

6. Lanzamiento de un plan para alcanzar cada hogar por lo menos una vez al año, y si es posible, una vez por trimestre.

7. Trazar un plan general que coordine todos los programas de conquista de almas de la iglesia.

8. Fijar en 300 el número máximo de miembros que puede tener la iglesia local. En los reinos vegetal y animal el crecimiento se efectúa por división celular. Cuando una célula alcanza cierto tamaño, se divide, y el crecimiento potencial se duplica. La experiencia ha demostrado que este principio natural también tiene aplicación en el crecimiento de las congregaciones cristianas. Cuando mediante el proceso de división celular se evita que la iglesia local crezca en demasía, aumenta la vitalidad, mejora la salud y se acelera el crecimiento.

Sobre el autor: Director asociado del programa televisivo It Is Written.