La imaginería del Templo celestial en los Salmos pinta algunos retratos fascinantes, aun cuando estas imágenes no siempre sean completamente comprendidas. Primero, se debe subrayar que la palabra hebrea para “templo”, hekal, también significa “palacio”, de manera tal que el Templo de Dios es también su palacio.[1] Por lo tanto, Dios como Rey también es Dios como Juez. Recalcando cada uno de estos temas están los subtemas de creación y adoración.[2]
Este estudio examina primero los pasajes que hablan de Dios como Rey eterno, entronizado en el cielo. Esto incluye su conquista sobre el mal; la aserción de que su Trono está en el cielo, y no en la Tierra; el énfasis en su santidad; y la alabanza que él recibe. La segunda parte aborda a Dios como Juez, primero como el que preside el concilio celestial, y luego su escrutinio de los eventos ocurridos sobre la Tierra, las súplicas de rescate por parte de sus súbditos y, finalmente, su decisión de venir a juzgar la Tierra. Para esta tarea, solo se estudiarán los versos de los Salmos que están en el contexto del palacio, o Templo, celestial.[3]
El Señor reina
Los Salmos de adoración se destacan a lo largo de la historia de Israel y describen a la Monarquía divina en su Trono. Estos salmos pueden ser oraciones en busca de ayuda ante un ataque inminente, o para obtener consuelo frente a la burla o, sencillamente, una reflexión acerca de las maravillas de la creación. Por lo tanto, se presentará una selección de salmos que describen a Dios sobre su Trono, para ilustrar a Dios como vencedor, desde donde él reina, y la alabanza que él recibe.
Vencedor entronizado
“Jehová reina; regocíjese la tierra, alégrense las muchas costas” (Sal. 97:1).
El Salmo 97 ensalza a aquel cuyo Trono está fundado sobre la justicia y el juicio (vers. 2), de quien sale el fuego y los relámpagos, y ante quien se derriten los montes (vers. 3-5). Si bien su forma física permanece velada, la descripción de Dios aquí está basada sobre aquello en lo que está fundado su Trono: justicia y juicio. Si bien “la oscuridad impenetrable de nubes mantiene reverentemente el misterio de su naturaleza”, este himno de alabanza afirma que “Dios es el Gobernante del mundo y el Juez del mundo”.[4]
“Jehová es Rey eternamente y para siempre; de su tierra han perecido las naciones” (Sal. 10:16).
El Salmo 10 habla de la burla de los malvados, mientras Dios parece estar escondiéndose (vers. 1-4). Los perpetradores del mal atacan por sorpresa, roban, asesinan y destruyen al desvalido, creyendo que Dios no ve o se ha olvidado (vers. 7-11). El salmo cierra con un recordativo de que Jehová siempre es Rey (vers. 16), y que él traerá justicia a los huérfanos y los oprimidos; los más vulnerables de la sociedad.
“Jehová reina; se vistió de magnificencia; Jehová se vistió, se ciñó de poder. Afirmó también el mundo, y no se moverá. Firme es tu trono desde entonces; tú eres eternamente” (Sal. 93:1, 2).
El contexto de la entronización es la creación; muy diferente de la coronación de un monarca terrenal basada sobre la derrota de sus rivales y sus enemigos. El Salmo 93 conecta el establecimiento del Trono de Dios (vers. 2) con el establecimiento de la Tierra en la creación (vers. 3). Esto aparece “en marcado contraste” con el “motivo de la batalla cosmogónica encontrada en otros registros de la creación”, tales como Enuma Elish y la narración ugarítica de Baal.[5] En la antigua cosmología babilónica, la entronización del dios Marduk era celebrada subsecuentemente a su “victoria sobre los poderes del caos en la creación del mundo”.[6] El Salmo 93 celebra la entronización de Dios fundamentada sobre la naturaleza intrínseca (ontológica) y el poder del Creador.
“Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño, tú que reinas entre los querubines, ¡escúchanos!” (Sal. 80:1, NVI). David describe a Dios como el “Pastor de Israel” en el Salmo 80[7] y como el que habita “entre los querubines”; algo fácilmente reconocible como imaginería del Templo. El contexto del Salmo es el juicio de Dios sobre la ciudad, que ha derribado sus muros (vers. 12). La ciudad ha sido quemada (vers. 16), y sus “enemigos” se han reído burlonamente (vers. 6). En este contexto, vemos al Monarca entronizado entre querubines en el cielo (vers. 14). G. K. Beale establece el paralelo entre el Templo terrenal, cuyos querubines estaban esculpidos en el arca y tejidos en el cortinado, y el Santuario celestial, donde los querubines angélicos vivientes protegen el Trono.[8] Aquí está Dios sentado en todo su poder majestuoso, listo para recibir una súplica por la restauración de su pueblo (vers. 19).
“Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos” (Sal. 103:10).
Este salmo magnificente se centra en el objeto de adoración: Dios. Se basa bastante en la proclamación del nombre de Dios en Sinaí (Éxo. 33:12-34:17) y enumera las formas en que Dios muestra su soberanía: perdona la iniquidad (Sal. 103:3a); sana la enfermedad (vers. 3b); redime a su pueblo de la destrucción (vers. 4a); los “corona” con su pacto de fidelidad (vers. 4b); satisface y renueva (vers. 5); asegura justicia final (vers. 6); es lento para la ira (vers. 8b); y aun cuando no contenderá con nosotros para siempre (vers. 9), no nos pagará de acuerdo con lo que merecemos (vers. 10). Remueve nuestro pecado lo más lejos posible de nosotros (vers. 11, 12), y se compadece de nosotros más que nuestros padres (vers. 13).
“Jehová está en su santo templo; Jehová tiene en el cielo su trono; sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los hombres” (Sal. 11:4).
El Salmo 11:4 resume con eficiencia todo lo que se puede decir de Dios como Rey y Juez. En el contexto de la huida de David de sus enemigos y su súplica por la intervención de Dios, Weiser sugiere que la aclamación de Dios como Rey, del Salmo 11, conecta dos temas: la ceremonia de entronización y la conquista de la Tierra.[9] Note la síntesis del Templo santo y su lugar en el palacio. Note, también, que se presenta el Trono celestial en ese santo Templo, confirmando que, frente a cada amenaza enfrentada por los hijos de Dios, el poder final y la justicia residen en Dios.[10]
“Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios en su santa morada” (Sal. 68:5).
El Salmo 68 presenta a Dios como Padre con jurisdicción sobre tres montes: Sinaí, Basán y Sión (vers. 8, 15, 29). Se percibe una progresión que va de una sección del salmo a la otra. En la primera, David muestra a Dios conduciendo un carruaje sobre las planicies desérticas,[11] para reunirse con su pueblo en Sinaí. En la segunda, él va entre innumerables miles de carros hacia el monte Basán (vers. 18). En la tercera, se dirige a través de los cielos para alcanzar su Santuario (vers. 24). Cada reunión de Dios con su pueblo en cada montaña llega a ser más magnífica que la que la precede. En medio del esplendor del poder militar y real, la primera preocupación de Dios el Padre son los huérfanos y las viudas (vers. 5), los desamparados (vers. 6), el pobre (vers. 10) y los cautivos (vers. 18). A ellos él da “fuerza y vigor”, lo que se convierte en la razón de su alabanza (vers. 35).
Alabanzas
“Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios, y sobre toda la tierra sea enaltecida tu gloria” (Sal. 108:5).
“Excelso sobre todas las naciones es Jehová, sobre los cielos su gloria” (Sal. 113:4).
Aquí, David presenta a Dios sentado en lo alto, una referencia a su Trono celestial. Su gloria es vista arriba, en los cielos (Sal. 113:4); y él habita en lo alto (vers. 5), desde donde él sabe lo que sucede en el cielo y en la Tierra (vers. 6). Así que, cuando levanta al pobre y necesitado del polvo y del muladar, y lo sienta con los príncipes (vers. 7, 8), y cuando da hijos a la estéril y llena su hogar de amor y gozo; entonces brota la alabanza (vers. 9).
“Alabad a Jehová desde los cielos; alabadle en las alturas” (Sal. 148:1). “Alabad a Dios en su Santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento” (Sal. 150:1).
El Salmo 148 es un himno de alabanza que cataloga las maravillas de la creación y anima a todo el pueblo a alabar a Dios “en las alturas” (vers. 1) y “desde la tierra” (vers. 7). El Salmo 150 es el gran clímax de los salmos que alaban a Dios en su Santuario. Estos salmos culminantes de alabanza sugieren que todas las voces en el cielo y sobre la Tierra se elevan en alabanzas a Dios, junto con toda la orquesta de músicos del Templo, que los acompañan.[12]
Dios juzga
Nuestro estudio afirma que el tema del Juicio está íntimamente ligado con Dios como Rey. Por lo tanto, dado que Dios reina desde un palacio, o templo, la implicancia es que él es Rey y Dios, que suministra los beneficios de sus esfuerzos a un pueblo que espera. Por esta razón, esta sección explora esas posibilidades: primero, al observar las descripciones de Dios que preside sobre el concilio celestial; después, al percibir cómo él observa la injusticia y el clamor por liberación; y, finalmente, al describir cómo viene a la Tierra, en respuesta.
Dios preside
“Dios se alza en la asamblea divina, entre los dioses imparte justicia” (Sal. 82:1, BLPH).
“Los cielos, Señor, celebran tus maravillas, y tu fidelidad la asamblea de los santos” (Sal. 89:5, NVI).
“Dios es muy temido en la asamblea de los santos; grande y portentoso sobre cuantos lo rodean” (vers. 7, NVI).
El Antiguo Cercano Oriente da fe de una gran asamblea de dioses, con el Dios mayor presidiendo. En este contexto, los grandes emperadores de ese tiempo se hacían llamar Rey de reyes y Señor de señores. Esto significaba que los reyes menores tenían que sentarse en la asamblea bajo el gran rey, esperando que él administre “justicia a todas los reinos y las naciones de la tierra”.[13] En respuesta a esto, las Escrituras también describen a Dios que preside (Sal. 82:1). Pero en lugar de presidir sobre seres divinos, el salmo especifica que Dios preside sobre la congregación de los santos (89:5, 7). Este tema también se ve en el libro de Apocalipsis, con la descripción del Trono de Dios rodeado por los 24 ancianos (Apoc. 4:4). Ellos son quienes señalan sus poderes creativos (Sal. 89:9); lo contemplan en reverencia y temor (vers. 7); caminan a la luz de su resplandor (vers. 16); y él es su gloria y fortaleza (vers. 17).
Dios ve los eventos sobre la Tierra
El Señor mira hacia abajo, desde el cielo, sobre los hijos de los hombres, para ver si hay alguien que entienda, que busque a Dios (14:2; 53:2). Nada de lo que sucede sobre la Tierra permanece oculto de la mirada penetrante de Dios, sino que lo que es oculto es la persona que “actúa sabiamente y se cuida”.[14] Mientras el necio piensa que no existe Dios (14:1), este Dios mira hacia abajo desde el cielo, y nota que la corrupción se ha generalizado y descontrolado. En este contexto, David implora justicia, o salvación, “de Sión” (vers. 7).
“Miró el Señor desde su altísimo Santuario; contempló la tierra desde el cielo” (Sal. 102:19).
El Salmo 102 presenta algo similar. Este salmo proviene de alguien afligido que pide ayuda a Dios, quien reina para siempre (vers. 12); porque Dios, desde los cielos, contempla la Tierra (vers. 19). Por lo tanto, a pesar de que la creación envejece y necesita ser cambiada (vers. 26), Dios continúa por la eternidad (vers. 27), asegurando el futuro también a su pueblo (vers. 28).
“El Señor observa desde el cielo y ve a toda la humanidad” (33:13).
Dios mira hacia abajo desde el punto de ventaja donde él reina desde su Trono y los ve como personas a quienes él mismo formó (vers. 15). Ningún rey u oficial militar puede librar a su pueblo de las aflicciones que enfrentan (vers. 16, 17), pero Dios puede librar (vers. 18, 19), y solo él puede cumplir sus más profundas esperanzas (vers. 20-22). Note que el acto de Dios de observar a su pueblo no hace que su vida sea más insoportable sino, por el contrario, los libera de las peores opresiones que ellos enfrentan.
Dios escucha el clamor por liberación
“¡Vuélvete a nosotros, oh Dios Todopoderoso! ¡Asómate a vernos desde el cielo y brinda tus cuidados a esta vid!” (Sal. 80:14).
El contexto del Salmo 80 es una batalla y, sin duda, furiosos ejércitos y carros arrasadores habrían hecho destrozos en cualquier viña o cultivo sobre el campo de batalla. En medio de ese caos, Dios saca de las aguas profundas al salmista; el mismo verbo es utilizado para describir la liberación del niño Moisés del Nilo (Éxo. 2:10).
“Oh Jehová, inclina tus cielos y desciende; toca los montes, y humeen. […] Envía tu mano desde lo alto; redímeme, y sácame de las muchas aguas, de la mano de los hombres extraños” (Sal. 144:5, 7).
El Salmo 144 presenta un himno de David que ensalza a Dios por darle la victoria en la guerra en el pasado, y ahora pide a Dios que lo haga nuevamente, para que le conceda un futuro, riquezas y seguridad (vers. 12-14). Apela a que Dios incline los cielos y descienda (vers. 5), y que alargue su mano desde lo alto para rescatarlo “de las muchas aguas” (vers. 7). Si bien los versículos describen una escena de liberación frente a la batalla, el verbo esta vez se hace eco de la liberación del pueblo israelita como un todo.
Dios desciende
“Y los cielos declararán su justicia, porque Dios es el juez” (Sal. 50:6).
El fuego consumidor y la tempestad rugiente, en este salmo, evocan la teofanía en Sinaí,[15] donde la Ley fue originalmente dada. Incluso más: este salmo parece tener un sentimiento escatológico. Weiser observa que el “ambiente cósmico da a todo un énfasis escatológico y universal”.[16] En términos amplios, los cielos y la tierra son convocados (vers. 4). Se dirige a todas las bestias del bosque (vers. 10); cada pájaro de los montes (vers. 11); el pueblo de Dios (vers. 7); y los malvados (vers. 16). Esto no describe algo que sucede en un rincón oculto, sino el Gran Día Universal del Señor, que se menciona en el versículo 15 como el día de la angustia. La naturaleza pública de estas descripciones es obvia: los cielos son animados a declarar “su justicia, porque Dios es el juez” (vers. 6). Entonces, comienza el Juicio, en el que Dios primero se dirige a su pueblo (vers. 6-15) y luego a los malvados (vers. 16-22). El versículo final asegura que aquellos que ofrecen acciones de gracias verán la salvación de Dios (vers. 23).
Resumen y conclusión
Existe mucho más acerca del tema del Santuario en los Salmos que de los rituales de la tienda del desierto. Tal y como lo observamos, los salmos se centran en el tema mayor del reinado y el juicio de Dios. No solo Dios “habita” en un palacio, o templo, sino también su Trono parece estar en paralelismo con el propiciatorio sobre el arca del pacto; y en lugar de estar flanqueado por querubines de oro, aparece rodeado por seres vivientes reales. Primero, notamos que Dios reina; en el cielo y eternamente. Esto excluye inmediatamente toda estructura humana, porque todos los santuarios humanos son transitorios. El lugar real de su Santuario parece, a veces, ambiguo, porque el Templo terrenal ensombrece la realidad y ambos estaban inextricablemente unidos. Lo que Dios decidía en el cielo era percibido como proveniente del Templo, y viceversa. Hay suficientes referencias como para sugerir que la estructura terrenal funcionaba como una estructura a pequeña escala de la estructura eterna, pero con alcances mucho más limitados.
Cuando los salmistas contemplaban estos temas, su sentido de alabanza producía algunas piezas majestuosas. Su alabanza abarcaba todo el reino creado, en sintonía con el alcance de la monarquía de Dios. Su alabanza también provenía de los labios de toda clase de personas, y ellos no solo narraban los actos de creación de Dios y las diversas victorias redentoras del pasado, sino también una confianza perdurable en la liberación de Dios en el futuro; algo por lo que clamaban.
La justicia que él dispensa es tanto justa como equitativa, y está en marcado contraste con los jueces corruptos e incompetentes del reino humano. Para la mentalidad moderna, encontramos que esto parece maravilloso, porque los salmistas en verdad clamaban por juicio. Los antiguos consideraban el juicio de Dios como una manera de vindicarlos, especialmente cuando ellos estaban siendo oprimidos. Dios escucha el clamor de su pueblo angustiado cuando buscan su ayuda. El juicio, para ellos, significaba salvación, no castigo.
Estos temas nos ofrecen una visión más profunda respecto del Santuario, que va más allá de sus servicios y su mobiliario. El hecho de que Dios juzgue desde su palacio con el propósito de garantizar justicia, y presida desde su Templo para garantizar santidad y restauración, sugiere que apenas hemos comenzado este viaje. Esta breve exploración de los Salmos nos recuerda que existen profundidades mucho mayores que sondear. El tema de Dios que gobierna desde el Palacio, o Templo, celestial merece un estudio mucho mayor, y confío en que otros aceptarán el desafío.
Sobre el autor: Secretario ministerial de la División Pacífico-Sur, Wahroonga, New South Wales, Australia.
Referencias
[1] Ver Salmo 45:15; Daniel 1:4; 1 Reyes 21:1, entre otros.
[2] Salmos que presentan a Dios como Rey y Juez: 47, 50, 82, 93, 96, 97, 98, 99, George A. F. Knight, ed. John C. L. Gibson, Psalms, t. 2, The Daily Study Bible (Louisville, KY: Westminster John Knox, 1983), p. 368.
[3] Estos incluyen los Salmos 2, 3, 7, 8, 9, 10, 11, 14, 15, 18, 33, 43, 47, 48, 50, 53, 57, 58, 60, 68, 75, 76, 80, 82, 85, 89, 92, 93, 96, 97, 98, 99, 102, 103, 108, 113, 115, 119, 123, 135, 144, 148 y 150.
[4] Artur Weiser, trans. Herbert Hartwell, eds. G. Ernest Wright, John Bright, James Barr y Peter Ackroyd, The Psalms, Old Testament Library (Philadephia, PA: Westminster, 1962), p. 632.
[5] Mark K. George, ed. Benjamin D. Sommer, Israel’s Tabernacle as Social Space, Ancient Israel and Its Literature, t. 2 (Atlanta: Society of Biblical Literature, 2009), p. 91.
[6] Weiser, p. 617.
[7] La figura del Pastor divino es común en la literatura del Antiguo Cercano Oriente y refiere al liderazgo político de los dioses; por ejemplo, el dios sumerio Enlil es descrito como “el pastor a quien contemplas [favorablemente] y “Enlil, el digno pastor, siempre en movimiento” (Samuel Noah Kramer, History Begins at Sumer: Thirty-Nine Firsts in Recorded History [Philadelphia, PA: University of Pennsylvania Press, 1998], p. 92).
[8] G. K. Beale, The Temple and the Church’s Mission: A Biblical Theology of the Dwelling Place of God (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2004), p. 35.
[9] Weiser, p. 154.
[10] Ibíd., p. 156.
[11] La enmienda comúnmente sugerida “andando sobre la nubes” es creativa, pero no está justificada. El paralelismo quiástico es: “Cuando anduviste por el desierto” (vers. 7). Note el versículo 33: “Al que cabalga sobre los cielos de los cielos”.
[12] Weiser, p. 841.
[13] Knight, Psalms, p. 54.
[14] Weiser, p. 165.
[15] Ibíd., p. 395.
[16] Ibíd.