El Gran Conflicto entre Cristo y Satanás es, fuera de toda duda, el tema de mayor importancia en el cual se centran los escritos de Elena G. de White. Como es tan amplio y abarcante podemos hallar referencias o alusiones a él en las compilaciones de artículos y otros manuscritos del espíritu de profecía, así como también en los Testimonios y en la serie El Gran Conflicto.
Es evidente que la mensajera del Señor interpreta las Escrituras desde el punto de vista del gran conflicto. Títulos tales como “El origen del mal”, “La tentación y la caída”, y “El plan de redención”, que aparecen en el libro Patriarcas y Profetas, revelan un profundo interés en los temas relacionados con el gran conflicto y en la estrategia desarrollada para afrontarlo.
Además, la importancia de este tema se destaca en los textos del Antiguo Testamento seleccionados y aplicados por Elena G. de White. Con frecuencia, la cantidad de espacio que les dedica no tiene proporción con el énfasis que les confiere el Antiguo Testamento. Citamos como ejemplo el comentario sobre el pecado cometido por Nadab y Abiú. La Hna. White dedica un capítulo entero a ese incidente que la Biblia presenta en sólo tres versículos. (Véase Patriarcas y Profetas, cap. 31). Sin embargo, no hace ningún comentario sobre una extensa porción del libro de Levítico. Esta selección y este énfasis no constituyen ningún misterio, pues todo lo que ella expone y recalca en sus comentarios del Antiguo Testamento contribuye, directa o indirectamente, a poner de manifiesto el gran conflicto existente entre Cristo y Satanás.
Esto no significa, por supuesto, que cada página de sus escritos contenga referencias a los astutos planes de Satanás o a la actividad redentora de Dios. Lo que queremos dejar en claro es que el tema del gran conflicto constituye la perspectiva fundamental desde la cual escribe Elena G. de White. Cuando lo comprendamos así, entenderemos y apreciaremos mejor sus escritos.
Además, el tema del gran conflicto se revela en numerosos bosquejos caracterológicos de personajes del Antiguo Testamento. En esas biografías, el espíritu de profecía relaciona el tema del gran conflicto con el individuo y demuestra de qué manera el antagonismo cósmico entre Cristo y Satanás se ha aposentado en la vida de cada ser humano. En esto consiste precisamente el genio de Elena G. de White. La pluma inspirada toma un profundo y abstracto problema teológico —el problema del mal— y expone de un modo sublime -la importancia práctica que tiene para cada individuo. Por este motivo sus escritos adoptan un sentido de urgencia semejante al de las Escrituras, y debido a ello nos resulta difícil leerlos con un espíritu de desapego o indiferencia.
Al tratar el tema del gran conflicto, la pluma inspirada recurre frecuentemente a las lecciones morales. En la trágica experiencia de Adán y Eva señala los terribles resultados de la complacencia del apetito. (Véase Patriarcas y Profetas, pág. 396.) Cuando se refiere a la estada de Abrahán en Canaán, comenta la importancia que tiene la piedad en el hogar para que el testimonio cristiano sea efectivo. (Id., págs. 136-138.) El estudio que hace de la experiencia de Eli, contiene serias advertencias para los padres que descuidan la disciplina en el hogar. En cambio, en el caso de Samuel presenta lecciones positivas de conducción paterna. (Id., caps. 55, 56.)
Emplea la tipología
Al desarrollar el tema del gran conflicto en el Antiguo Testamento, Elena G. de White emplea la tipología. En gran medida su tipología es cristocéntrica. Los tipos del Antiguo Testamento prefiguran, de una o de otra manera, a la persona y la obra de Cristo. Por ejemplo, en la ofrenda que Abrahán hizo de su hijo, Elena de White ve representada por anticipado la muerte de Cristo en el Calvario. (Id., págs. 143-151; Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 353.)
Este simbolismo se basa, en su mayor parte, en la obra de los escritores del Nuevo Testamento. Sin embargo, la Hna. White va más allá de estos símbolos cristológicos incluyendo en su esquema a personajes tales como Abel, Enoc, Noé, Jacob y José, por ejemplo. Su enfoque tipológico del Antiguo Testamento es parte integrante de la historia de la redención, tal cual está bosquejada por ella en la serie El Gran Conflicto. De esta manera puede preservar la integridad histórica de los hechos del Antiguo Testamento y revelar, al mismo tiempo, el significado más profundo que tienen para la iglesia. Debido a que contempla el Antiguo Testamento desde un horizonte más amplio que el que tenían los escritores del Nuevo Testamento, su tipología tiene alcances más vastos que la de ellos. De este modo es capaz de cubrir el abismo cultural existente entre el antiguo Israel y la iglesia actual con una penetración renovada del problema del mal. Como consecuencia, podemos llegar a discernir la importancia práctica que el Antiguo Testamento tiene para el mundo moderno en general y para la iglesia en particular.
Todo lo que hemos advertido en la interpretación y el empleo que la Sra. de White hace del Antiguo Testamento se aplica también a su estudio del Nuevo Testamento: el tema del gran conflicto es la perspectiva básica de todos sus escritos. Notemos, por ejemplo, su interpretación de las parábolas de Jesús, particularmente de las que hallamos en Mateo 13. De uno o de otro modo, cada parábola está relacionada con la revelación divina de la verdad de la salvación en Cristo, y con los intentos de Satanás de mantener en tinieblas esa revelación. Si bien es cierto que la idea de un conflicto está inseparablemente ligada a estas parábolas, se nota claramente que la obra del espíritu de profecía, inspirada por Dios, es la amplificación del tema del conflicto.
Su tema es la perfección
El estudio de su interpretación de las parábolas de Cristo revela, además, un gran interés en el desarrollo del carácter, que también nos conduce al tema del gran conflicto. La perfección del carácter de Cristo reflejada plenamente en la iglesia remanente constituye el último acto del plan de la redención. Dice Elena G. de White que cuando el carácter de Cristo esté perfectamente reproducido en el de sus seguidores, el nombre de Dios será vindicado finalmente en el universo y el problema del gran conflicto hallará solución definitiva. (Patriarcas y Profetas, págs. 55, 56, 322-330, 442-446.)
También descubrimos el tema del gran conflicto en la presentación que Elena G. de White hace de las obras de Jesús. Nos dice que cuando Jesús caminó sobre el agua, limpió a los leprosos y echó demonios, realizó incursiones decisivas en el terreno de Satanás. En los milagros que efectuó en la naturaleza, en sus actos de sanamiento y sus exorcismos Jesús vindicó el carácter de Dios, redimió al hombre de las garras del pecado y, en consecuencia, venció al mal. (Véase El Deseado de Todas las Gentes, págs. 171- 441.)
En Los Hechos de los Apóstoles vemos el tema del gran conflicto en el estudio que Elena de White hace de la actividad misionera y la predicación efectuada por la iglesia. Sus observaciones acerca de la naturaleza y la función de la iglesia, la actividad del Espíritu Santo, la obra de los ángeles y el significado de la salvación provienen de su comprensión del gran conflicto entre Cristo y Satanás. Además, no resulta sorprendente que en los capítulos introductorios y finales de este libro figure una recapitulación de los temas y acontecimientos principales del gran conflicto.
Por todas estas razones no resulta difícil descubrir la influencia que el tema del gran conflicto ha ejercido sobre la interpretación y el uso que Elena G. de White ha dado a las Escrituras. Si reconocemos este hecho estaremos más capacitados para interpretar y emplear sus escritos con mayores dividendos para nuestra vida espiritual.
La idea de un conflicto existente entre Cristo y Satanás no es privativa de Elena G. de White. En cambio, lo original en ella es su visión inspirada del papel de la Iglesia Adventista dentro del esquema del gran conflicto. Esa visión sale a la superficie cuando estudiamos la presentación panorámica del tema en el tomo primero de Spiritual Gifts [Dones espirituales]. En este libro vemos los alcances del conflicto en toda su extensión, desde la caída de Satanás hasta la erradicación final del pecado en el universo. Una gran porción de esta obra se refiere al período comprendido entre los días de Guillermo Miller y la extirpación completa del pecado. Al tiempo de la publicación de este libro (1858) es palpable su interés en identificar el propósito de la existencia del Movimiento Adventista y su situación en el esquema del gran conflicto. Por otra parte, se nota claramente que su intención primaria era la de revelar los arteros engaños de Satanás a fin de advertir a la iglesia de los peligros inminentes constituidos por la complacencia espiritual, el escepticismo, y la mundanalidad. Además, tenía la intención de definir la naturaleza y el propósito de nuestra misión en el mundo. (Véase Primeros Escritos, pág. 233.)
Este mismo interés se observa en todos sus demás escritos. Se lo descubre en sus frecuentes referencias a la ley de Dios, particularmente al cuarto mandamiento. (Patriarcas y Profetas, caps. 27, 29, 32, 42; Profetas y Reyes, caps. 33, 38, 51, 61, 62; El Conflicto de los Siglos, caps. 25, 35-37.) También lo hallamos en el énfasis con que se refiere a los principios de la vida sana. (Counsels on Health y Consejos sobre el Régimen Alimenticio.) Así es como los escritos de Elena G. de White abarcan gran variedad de temas —historia, religión, teología, ciencia, salud y educación, por mencionar algunos— y sin embargo, mantienen cohesión y unidad. A través de todo el tapiz de su obra el tema del gran conflicto se destaca como una hebra de oro.
Sobre el autor: Profesor asociado de religión de la Universidad Andrews.