Algunos de los recuerdos más vividos de mi niñez tienen que ver con el Hospital y Sanatorio de Portland. Quizá se deba a que hubo algún trauma dentro de nuestra familia o a alguna visita realizada para extirparme las amígdalas; pero creo que se debe mucho más a la calma y serenidad que se respiraban en todas las instalaciones lo que era saludable por naturaleza.

            Ahora me doy cuenta que el Sanatorio de Portland representaba mucho más para la iglesia y la Asociación de Oregon de lo que un muchacho podía entender. La presencia del Sanatorio y Hospital de Portland ha sido causa de un crecimiento significativo durante 80 años en esa comunidad. Tal es el caso doquiera tengamos instituciones de salud. Son verdaderas depositarías de la buena voluntad dentro de la comunidad y un recurso invalorable para que la iglesia ejercite satisfactoriamente su ministerio de sanidad y salud.

            Con frecuencia los miembros de la iglesia hablan de la necesidad de volver a las sendas antiguas. En vista de los tiempos cambiantes y la avanzada tecnología médica, quizá convendría que recordáramos nuestra herencia y retomáramos a ella y volviéramos a analizar nuestras relaciones como ministros con nuestros “hermanos en el cuidado de la salud”.

Herencia y futuro

            En 1863, año en que la Iglesia Adventista fue formalmente organizada, Elena de White tuvo una amplia visión sobre la salud que influyó rápidamente en los dirigentes de la iglesia. Ella escribió acerca de la íntima relación que existe entre la salud física y la espiritual. Tres años después, en 1866, la iglesia abrió su primer centro relacionado con la salud para cuidar de los enfermos y enseñar los principios de la medicina preventiva y curativa. Se enfatizaron entonces áreas de interés como el ejercicio, la nutrición, la higiene, el aire fresco, el agua pura, el reposo suficiente y la luz solar.

            Así comenzó un sistema para el cuidado de la salud que finalmente circuyó el globo. Actualmente tenemos más de 150 hospitales adventistas alrededor del mundo. El ejercicio del ministerio del cuidado de la salud adventista ilustra claramente la seriedad con que tomaron los adventistas la orden: “sanad”, que Jesús dio a sus discípulos (Mat. 10:8).

            ¿Cómo manejaremos, en el umbral de un nuevo siglo, este maravilloso legado? La pregunta es sumamente significativa, particularmente para los Estados Unidos, donde tenemos un buen grupo de hospitales que fueron seriamente sacudidos durante la década de los ochenta y principios de los noventa por una industria del cuidado de la salud sumamente exigente. Actualmente la dirección y la relación con la iglesia las manejamos en forma diferente de cómo lo hacíamos hace 5 o 10 años.

            En cada una de las ocho regiones adventistas del cuidado de la salud en Norteamérica la iglesia tiene el control de todas las instituciones. Los miembros pueden controlar el futuro del Sistema Adventista para el Cuidado de la Salud a través de votos aprobados por las juntas. ¡Sin embargo, el escenario está cambiando, y podemos estar seguros de que todo será muy diferente en el futuro! El mundo de los negocios de hoy requiere nuevas formas de operación que nosotros no considerábamos en el pasado. En algunas regiones se nos permite o requiere ahora afiliamos con los anteriores competidores. Esto nos ha colocado en una posición de liderazgo dentro de la comunidad, donde deberíamos haber estado desde hace muchos años. Como resultado, nuestro concepto de misión se fortalece, y ese hecho nos permitirá continuar la obra adventista en el futuro.

Nuevas formas de operación

            Los encargados del Sistema Adventista para el Cuidado de la Salud y los dirigentes de la iglesia se han reunido anualmente desde 1990 para discutir un amplio espectro de asuntos relacionados con el cuidado de la salud que son de interés mutuo. Este grupo ad hoc da especial atención al cuidado espiritual que es el fundamento de las operaciones del sistema. Las reuniones se han llevado a cabo durante un tiempo de extraordinarios desafíos dentro de la industria del cuidado de la salud que han complicado aún más los procesos de planeación estratégica para el cuidado de la salud adventista y su singular enfoque.

            Avances técnicos sin precedentes desafían la aplicación de los servicios del cuidado de la salud. Cuestiones éticas en cuanto a quiénes debieran recibir tratamiento y bajo qué circunstancias requieren estudio en formas que no habíamos enfrentado hasta hace poco. Los mismos abarcan a aquellos que sufren dolor incurable que preferirían morir; desamparados cuyas vidas podrían enriquecerse gracias a intervenciones por las cuales nadie está dispuesto a pagar; madres con fetos deformados que sufren la agonía de decidir si terminar o no con su embarazo, y el creciente interés en los procedimientos de la medicina alternativa que no se ofrecen tradicionalmente en los hospitales. Estas cuestiones, y muchas más, demandan sensibilidad, oración y equilibrio ético que sería difícil lograr incluso si los aspectos de la vida y la muerte no fueran parte de la ecuación.

            Pero los tiempos de desafíos son también de oportunidades. Y el Sistema Adventista para el Cuidado de la Salud está orientándose hacia los rápidos cambios fundamentales que experimenta el sistema del cuidado de la salud en el mundo. Por ejemplo:

            Los dirigentes del cuidado de la salud y de la iglesia, en su conferencia anual celebrada en diciembre de 1996, produjeron un documento titulado “Definición y cumplimiento de la misión de las instituciones adventistas para el cuidado de la salud en Norteamérica en el siglo veintiuno”. El documento, en parte, dice:

            “Al buscar modelos y metáforas que nos guíen, concebimos este ministerio en tres círculos concéntricos. Nosotros no elegimos entre ellos; tratamos de alcanzar los tres. En el círculo exterior está el profesionalismo y la calidad que el público tiene derecho a esperar de una institución moderna encargada del cuidado de la salud. Dentro de este círculo exterior está el segundo, un claro ambiente cristiano que coloca a la institución en una perspectiva que difiere de las instituciones seculares. Y en el centro está el tercer círculo, el sistema de creencias y el estilo de vida adventistas del séptimo día ejemplificados por el sistema de administración y el personal adventista. Si bien es nuestro placer compartir la filosofía y las creencias que nos hacen lo que somos, y que nos impulsan a ofrecer cuidado compasivo a los miembros de la comunidad a los cuales servimos, hecho que eleva la calidad de la vida en aquellas comunidades, no deberíamos imponer nuestras creencias espirituales a los demás”.

            Pero ¿cómo manejamos este legado de hospitales “basados en la fe” que hemos heredado? ¿Les volvemos la espalda y decimos a nuestros ejecutivos del sistema para el cuidado de la salud: “Ustedes manejen estas propiedades de la iglesia en lugar nuestro y nosotros nos mantendremos alejados y observaremos a la distancia? O ¿nos asociamos con nuestros ejecutivos del sistema para el cuidado de la salud adventista y los apoyamos públicamente con nuestras oraciones, así como con nuestra amistad personal y dirección espiritual?

El pastor adventista y el cuidado de la salud

            En una comunidad donde hay una institución adventista para el cuidado de la salud ¿cómo se interrelaciona el pastor adventista con la institución y su administración? En realidad, esta pregunta debiera ampliarse de tal modo que incluya a todos los pastores que tienen un hospital de la comunidad disponible para su ministerio, sea éste basado “en la fe” o no. He aquí algunas consideraciones:

  • Familiarícese con los administradores del hospital. Haga una cita y póngase a su disposición. Haga la pregunta: ¿Qué puedo hacer para ayudarle a usted y a la institución?”
  • Minístrelos espiritualmente. Esta es gente sumamente ocupada que por lo general afrontan desafíos que exceden a la capacidad humana. Necesitan recibir más energía espiritual y también saber que tienen el apoyo suyo y de su congregación. Si es necesario, invítelos a visitar su congregación y decir a los miembros la forma en que su institución puede utilizar los talentos de sus miembros.
  • Asegúrese de que todos los hechos sean bien conocidos cuando surjan las preguntas en la comunidad o en la congregación con respecto a la vida institucional. Sus relaciones personales con el administrador o ejecutivo principal harán la diferencia.
  • Aunque es posible que su relación con un hospital de la comunidad difiera del modo en que lo hace con una institución adventista, todavía tiene la responsabilidad, por causa de su congregación y su comunidad, de establecer una relación con los ejecutivos claves de la institución que atiende la salud de su congregación.
  • Haga todo lo posible por iniciar una amistad e incluso una sociedad apropiada con los médicos y otros proveedores claves de la salud en su comunidad, sean adventistas o no.

            Otro elemento importante de la función pastoral en un hospital es el concepto de servicio voluntario. Si visita cualquier hospital, notará que hay voluntarios muy activos de la comunidad, por lo general no adventistas. El departamento de cuidado pastoral de cualquier hospital anhela que los pastores profesionales les ayuden en el cuidado de los pacientes. Muchas veces los pastores adventistas están mejor preparados que los de otras denominaciones.

            Sin embargo, al parecer los pastores no adventistas se interesan más que los adventistas en participar en comisiones de atención pastoral y en ayudar a los departamentos de cuidado pastoral de los hospitales. ¿Por qué ocurre así? ¿Se debe al impulso generalizado que hay en toda la denominación a la “ganancia de almas” y el concepto de que la administración de la iglesia juzga todo a través de los “bautismos”? ¿No es el ministerio en los hospitales terreno fértil desde el punto de vista evangelístico o un área donde el pastor debiera invertir mucho tiempo? Nuestro enfoque del crecimiento bautismal ha sido una de nuestras mayores fortalezas, pero también puede ser una de nuestras mayores debilidades si no tenemos la capacidad de proyectar una atmósfera de apertura y ministración dentro del marco de la comunidad.

            La iglesia está llamada a hacer algo más que enseñar y bautizar. También ha sido llamada a sanar a los enfermos, cuidar a los afligidos, servir a la creación de Dios, y practicar la benevolencia desinteresada en beneficio de todos los que padecen necesidad. El sistema para el cuidado de la salud adventista existe para cumplir estas funciones.

Responsabilidad de los dispensadores del cuidado de la salud ante la iglesia

            Los pastores adventistas debieran practicar el arte de la benevolencia desinteresada, para ser al mismo tiempo líderes espirituales en la comunidad. Como ya hemos dicho, la iglesia y/o el pastor tienen la responsabilidad de establecer relaciones con el personal del cuidado de la salud. Es igualmente cierto, sin embargo, que el sistema de cuidado de la salud tiene responsabilidades ante la iglesia. Debemos decir con franqueza que nuestros ejecutivos de las instituciones de salud estuvieron tan ocupados durante toda la década de los ochenta y lo que va de la de los noventa, salvando la empresa del cuidado de la salud para la iglesia, que no han tenido o tomado el tiempo para comunicarse con los pastores y las iglesias locales como hubieran deseado.

            Afortunadamente, la mayoría de las regiones o instituciones sostienen hoy conferencias relativas a la misión y otros programas, con el intento de alcanzar a la iglesia, local y corporativamente, y contribuir a una mejor comprensión y mutuo aprecio del sistema adventista para el cuidado de la salud.

            Quizá comprendamos mejor la viabilidad del sistema adventista para el cuidado de la salud en el contexto del ciclo de la cosecha. No deberíamos pedir a cada persona o a cada organización que haga el mismo trabajo o que obtenga los mismos resultados. La Biblia dice que algunos están comisionados para sembrar, otros para cultivar, y otros más para cosechar. En una granja pequeña la misma persona puede hacer las tres cosas, pero en el campo “del mundo” debe haber un equipo de obreros especializados en cada uno de los aspectos de la empresa.

            El Sistema Adventista para el Cuidado de la Salud se considera básicamente como el “preparador del terreno”. En términos numéricos bien definidos no existe un lugar que pueda compararse a un hospital adventista para abrir el camino para que los adventistas conozcan a otros miembros de la comunidad. Es “terreno cómodo”. De los millones de personas que vienen a los hospitales adventistas cada año, casi todos salen con el reconocimiento del buen nombre del adventismo y con un sentimiento positivo de la iglesia que apoya ese ministerio.

            Pero las instituciones adventistas del cuidado de la salud no son iglesias. Ellas proveen cuidado de la salud en el marco adventista y cristiano. Los hospitales adventistas son, más bien, una parte de las doradas oportunidades para relacionarse bien con la gente. Claro está, todavía tenemos mucho que mejorar en el seguimiento de estas oportunidades.

            Una parte central del futuro del sistema adventista para el cuidado de la salud es el compromiso de continuar el ministerio sanador de Jesucristo. Podemos hacerlo invitando a las personas a participar en la promoción del bienestar y el tratamiento para las enfermedades, asegurando que los pacientes reciban un cuidado de calidad, a un costo redituable y accesible y que considere las necesidades físicas, mentales y espirituales de las personas, y permita a los enfermos desahuciados morir “conservando la integridad de su ser”.

            Por tanto, el sistema adventista para el cuidado de la salud, de cara al siglo veintiuno, busca integrar una fe personal en Jesús con el servicio del cuidado de la salud de un modo competente. Esto es ministerio del cuidado de la salud.

Sobre el autor: es presidente de la junta del Adventist Health Care Mid Atlantic y de Kettering Adventist Healthcare, Inc, Kettering, Ohio.