El libro de Malaquías fué escrito para el pueblo de Dios antes de que Cristo viniera por primera vez. En muchos sentidos constituye un paralelo del mensaje de Dios a su pueblo que habita en este mundo, justamente antes de que Cristo venga por segunda vez. Actualmente hay muchas lecciones espirituales para nosotros en el libro de Malaquías (Rom. 15:4; 1 Cor. 10:11), aunque el libro haya sido dirigido a la gente de aquel tiempo.
El profeta Malaquías escribía principalmente a los levitas y sacerdotes (Mal. 1:6; 2:1, 4, 7, 8). Estos corresponden a los pastores y maestros de la actualidad. Dios les dice en Malaquías 2:1, 2 que si no aceptan de corazón sus admoniciones, maldecirá sus bendiciones. El antiguo pueblo judío había recibido bendiciones de Dios por encima de todas las demás naciones de la tierra. Pero cuando dejaron de agradecerle sus bendiciones, los castigó más que a los otros pueblos. (Deut. 28.) Esta será exactamente la condenación que caerá sobre la iglesia moderna cuando Cristo venga, a menos que se convierta a él ahora, cuando aún hay tiempo. (Mat. 24:30; 25: 1-13.)
En la antigua Jerusalén, después de una de las grandes fiestas, la Pascua por ejemplo, en que acudían multitudes a visitar la ciudad, se debía efectuar una limpieza muy cabal para purificar la ciudad de todos los residuos que dejaban los peregrinos. Dios dice en Malaquías 2:3 que a menos que los ministros se arrepientan y se conviertan verdaderamente (lo pongan “en vuestro corazón”), quitará, considerándolas cosas tan inútiles como los residuos (estiércol en la Versión de Valera), las grandes solemnidades. Esto es realmente una profecía de la forma en que perecerán todos los réprobos cuando regrese Jesús. (Jer. 25:30-33; 2 Tes. 1:7-10.)
En Malaquías 2:4-10, Dios les recuerda a los levitas el pacto especial que hizo con sus antepasados en los días de Moisés, cuando los ordenó sacerdotes, ministros y maestros. (Núm. 1:47-53; 3:5-13, 40-45; 8:5-22; 18:1-24; Neh. 8:9-12.) Habla de las cosas buenas que han hecho al enseñar a su pueblo en las diversas épocas. Menciona también el hecho de que en muchas oportunidades se apartaron, e indujeron a apartarse a otros (véase la historia en Jueces 17, 18 de cómo un Levita indujo a toda la tribu de Dan a la idolatría.) En Malaquías 2: 4-10 podemos ver una descripción del conjunto de los ministros de todas las iglesias que se profesan cristianas. Algunos son verdaderamente piadosos; otros no y apartan al pueblo.
En los versículos once y doce Dios advierte cómo destruirá a los hijos de su pueblo que han tomado la senda del paganismo y la idolatría. Es una advertencia contra la mundanalidad del profeso pueblo cristiano de nuestra época. Mucho del esplendor y la pompa de las ceremonias eclesiásticas son de origen pagano. Algunas de las doctrinas que se admiten ampliamente en la iglesia cristiana actual, remontan su origen al paganismo. Toda la estructura de la iglesia popular de nuestro tiempo está impregnada de paganismo y materialismo.
En el versículo trece Dios revela su desagrado contra los que oran a él solamente cuando están pasando por dificultades; lloran delante de él hasta que le causan disgusto porque no están verdaderamente tristes por sus pecados y solamente lo están por el castigo. Dios acepta el verdadero dolor por el pecado, que cambia la vida del arrepentido. (2 Cor. 7: 9-11.)
Los tales se dirigen a Malaquías con toda desvergüenza y le preguntan por qué Dios los castiga. (Mal 2: 14.) Dios les responde que se debe a su inmoralidad. En los versículos 14-16 Dios protesta solemnemente contra la infidelidad a los votos matrimoniales y contra el divorcio. Dice que ordenó en el principio que el hombre fuera fiel a la mujer que eligió en su juventud para que tuvieran hijos
buenos y una buena herencia. Estos versículos describen perfectamente la terrible extensión de la inmoralidad y el divorcio en la época actual, y presentan también el castigo que Dios infligirá a la gente de nuestro tiempo que profesa tener luces celestiales pero que está hundida en la vileza y la inmoralidad.
En Malaquías 2:17, aunque el versículo está dirigido a la gente del tiempo del profeta, encontramos un mensaje que ciertamente se aplica a nuestra época. ¡Cuán cansado debe sentirse Dios del formalismo y la hipocresía de la pretendida religión moderna! No obstante, la gente de hoy se jacta de que espiritualmente es mucho mejor que la de ninguna otra época anterior. Decimos: “¿En qué le hemos cansado?” Dios responde que se debe a que enseñamos que se puede hacer lo que queramos, con la idea de que no seremos convocados ante el juicio. Pero nos acercaremos al fin del tiempo en que Dios consumirá a todos los impíos (Mal. 4:1, 3) y se salvarán solamente los que temen sinceramente al Señor. (Mal. 3:16-18; 4:2.)