De todos los escritores neotestamentarios. Pablo es el que expone más claramente el hermoso significado espiritual del bautismo. Escribiendo a los gálatas, dice: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis vestidos”. El bautismo es un rito sagrado mediante el cual Dios quiere darle al candidato una rica experiencia espiritual.
Cuando se planea una campaña de evangelismo que tal vez requiere la invitación de un evangelista para que lleve a cabo las reuniones, surge el interrogante acerca de quién hará el bautismo. Es natural que los nuevos conversos esperen ser bautizados por quien los llevó a Cristo. Y en muchos casos esto es lo que más conviene. Pero es más deseable que el evangelista y el pastor de la iglesia participen en el servicio bautismal. Esto contribuye a unir a los nuevos creyentes con sus pastores espirituales y a establecerlos en sus iglesias. El evangelista, debido a su trabajo, debe ir de un lugar a otro, y sus conversos deben quedar bajo el cuidado de terceros. No siempre resulta fácil lograr la transferencia de la lealtad y de los intereses. Esto puede resultar en la pérdida de almas. Por lo tanto, cada esfuerzo evangélico debe planearse de tal modo que evite esta situación. Si se desarrolla un verdadero espíritu de compañerismo entre los obreros temporarios y los pastores residentes, se habrá logrado mucho para consolidar la obra. Entonces, cuando se retira el equipo de evangelismo, los nuevos conversos ya están unidos estrechamente con la iglesia.
Los pastores locales preparan a los candidatos
El evangelista que lleva a los hombres a decidirse por Cristo es el instrumento hacia el cual éstos se vuelven naturalmente en busca de dirección. Cuanto antes logre transferir sus afectos de sí mismo al pastor que será su consejero en el futuro, tanto mejor será. Y nadie puede cimentarlos tan firmemente en su iglesia como puede hacerlo el evangelista que los llevó a la luz de la verdad. Entonces, si el evangelista manifiesta el espíritu de Juan el Bautista, y se retira gozosamente del primer plano para permitir que el pastor cobre mayor significación, fomentará un espíritu de buena voluntad y hará mucho para afirmar a esos dirigentes en el afecto de la iglesia.
Técnicas para realizar el servicio-bautismal
La Biblia muestra que el bautismo es un rito, pero, lo revela también como algo más que un rito. Debería ser una verdadera experiencia para el candidato, y en el expectador debería causar una impresión duradera. Pero para que este servicio resulte impresionante debe reinar en él una intensa atmósfera de adoración. No debe permitirse ninguna cosa que sea vulgar. Por naturaleza es un servicio solemne, porque simboliza la muerte y la sepultura de nuestro Señor. Pero además es una confesión pública de parte del candidato, en la que manifiesta que también él está muerto al pecado en Cristo. Sin embargo, el mismo servicio debe expresar el gozo de la resurrección, porque después de haber sido sepultado con su Señor, el candidato se levanta para andar “en novedad de vida”. Durante varias semanas o tal vez meses antes del bautismo ha estado muriendo al yo; ha estado crucificando los deseos de la carne. Ahora expresa todo esto en un acto definitivo; es sepultado con el Señor. Habiendo muerto al pecado, surge al pleno gozo de la vida resucitada. Por esto el servicio debe ser gozoso y estar lleno de la esperanza de la resurrección.
Todo lo relacionado con esta ceremonia debe ser adecuado a fin de hacerla impresionante. Cuando sepultamos a un ser querido no ahorramos ningún esfuerzo para hacer la ocasión todo lo solemne posible. Ninguna tumba es hermosa, pero la presencia de flores y aun una alfombra de pasto, aunque sea artificial, contribuyen eficazmente a mitigar el choque de la muerte. En los Estados Unidos cuidamos mucho estos detalles. Así también, con un poco de dedicación y planeamiento previo, el servicio bautismal puede hacerse impresionante y expresivo. Cuando se lo dirige correctamente comunica su mensaje con gran elocuencia. Cuando se ha cuidado y planeado cada detalle, y todo el servicio está lleno de profunda espiritualidad, entonces rendimos un culto de buena calidad.
Siempre es un privilegio unir a preciosas almas con su Señor en este sepultamiento público de la vieja naturaleza, y es un servicio demasiado importante para darle un lugar secundario o celebrarlo entre otras reuniones. Algunas veces se lo ha puesto al final de una predicación, la cual, por falta de una debida planificación, ha estado completamente desvinculada de él. El bautismo no debería ser sólo una parte del servicio, sino que debería ser la parte vital de todo el acto. Todo lo relacionado con el servició —los himnos, las oraciones, el sermón— debería contribuir a darle brillo y significación. Los dos ritos, el bautismo y la Santa Cena, cuando se los celebra adecuadamente, constituyen tal vez los mejores instrumentos para edificar la experiencia de los creyentes. La mensajera del Señor nos aconseja definidamente acerca del bautismo:
“El que administra el rito del bautismo debe tratar de que esta ocasión ejerza una influencia solemne y sagrada sobre todos los espectadores. Cada rito de la iglesia debe ser dirigido de manera que su influencia sea elevadora. Nada debe hacerse en forma común o despreciable, ni ponerse al nivel de las cosas comunes. Es necesario enseñar a nuestras iglesias a tener mayor respeto y reverencia por el sagrado servicio de Dios” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 395).
“Todo lo relacionado con este santo rito debe revelar una preparación tan perfecta como se pueda hacerla” (Id., pág. 396).
En la última página citada leemos también que “nada debe haber, sin embargo, que sea desmañado o feo, pues ofendería a Dios”.
La importancia del equipo adecuado
Cuando este servicio se efectúa en un río o lago, se tiene una admirable oportunidad para dar un testimonio público. Pero estos servicios llevados a cabo en el exterior requieren una atención más esmerada todavía en lo que atañe a los candidatos que cuando se efectúa el servicio en un lugar cerrado, donde todo está al alcance de la mano. Un bautismo celebrado en una iglesia da menos problemas, pero también es una oportunidad menos rica desde el punto de vista del evangelismo.
Algunos de los servicios bautismales que han causado mayor impresión se han efectuado en grandes auditóriums y en cines donde se llevaban a cabo campañas de evangelismo. Tal servicio puede causar un enorme impacto para el bien. Pero no importa dónde se efectúe hay que hacer provisión para tener el equipo necesario. Pocas cosas son tan importantes como las túnicas bautismales. La ropa adecuada para los candidatos no es un gasto sino una sabia inversión.
“En toda iglesia debe haber mantos bautismales para los candidatos. Esto no debe considerarle como un desembolso innecesario. Es una de las cosas requeridas para acatar la orden: ‘Empero hágase todo decentemente y con orden’ (1 Cor. 14:40).
“No es bueno que una iglesia dependa de mantos prestados por otra. Con frecuencia, cuando se necesitan no se los puede encontrar, por no haberlos devuelto alguien que los pidió prestados. Cada iglesia debe proveer para sus propias necesidades al respecto. Créese un fondo con este fin. Si toda la iglesia participa en el gasto, no resultará una carga pesada” (Id., pág. 395).
Si es conveniente que cada iglesia tenga sus mantos bautismales, también lo es que todo equipo evangélico de importancia los tenga. La vestimenta del ministro y de los candidatos debería ser simbólica. Y si es posible cada candidato debería recibir una túnica y un paño para el rostro. También podría utilizarse un pañuelo, pero como éstos varían en tamaño, es conveniente que se tengan paños adecuados de una misma medida.
La manera de tener al candidato
Hay más de una manera de tener al candidato, pero unas pocas sugestiones pueden ser útiles. Algunos bautismos carecen de gracia y de eficacia, y causan una impresión adversa. La experiencia me ha enseñado a emplear el siguiente procedimiento como el mejor para mí. Primero coloco el paño especialmente preparado en mi mano derecha, y el candidato se toma de mi puño derecho con sus dos manos. Esto le da una sensación de seguridad. Luego coloco mi mano izquierda firmemente sobre sus hombros, y en pocas palabras bien elegidas manifiesto ante los adoradores mi creencia en la sinceridad del candidato, en su confianza en Dios, en su sometimiento del yo y en su resurrección a una vida de victoria. Concluyo con la fórmula bautismal, iniciándola aproximadamente con las siguientes palabras: “Y ahora, hermano (o hermana), sabiendo que ha entregado su corazón al Señor Jesús, y que depende completamente de su sacrificio consumado para su salvación, ahora (levanto mi brazo izquierdo) lo bautizo gozosamente en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”. Dando un paso a la izquierda, bajo suavemente al candidato hacia el agua. Al mismo tiempo cubro su cara con mi mano derecha. Esto previene cualquier tendencia a la sofocación, y asegura un control perfecto en el momento de la inmersión. Recordad que los movimientos lentos y deliberados son esenciales para el éxito. Nada debe hacerse apresuradamente. El levantamiento del candidato es, por supuesto, el símbolo de la resurrección, y es conveniente que la congregación cante una estrofa de algún himno conocido de victoria. También resulta eficaz que el órgano toque una melodía. El servicio bautismal es un culto, y los adoradores recibirán grandes bendiciones participando en la mera observación.
Cuando el candidato se levanta del agua, es bueno darle la mano y asegurarle que las bendiciones de Dios están a su alcance para que lleve una vida de victoria. Luego pasa al cuarto de vestir, donde diligentes y felices hermanos le ayudan a quitarse la ropa mojada. Puede añadirse un toque de dulzura al servicio si se le entrega una flor blanca al candidato cuando sale del agua; puede ser una rosa para las mujeres y un clave’ para los hombres —o cualquier flor que simbolice la pureza. Tal vez el evangelista asociado, el pastor o el jefe de diáconos puede entregársela a los hombres, y la instructora bíblica o la jefa de diaconisas, a las mujeres. Basta decir lo que sigue, o algo semejante: “Que esta flor sea una señal de la pureza de la vida de Jesús, que ahora ha recibido. Que lo inspire a mantenerse limpio de la contaminación del mundo”.
Estos detalles pueden parecer insignificantes, pero significan mucho para el éxito del servicio. Y aunque insisto en que no debe perderse tiempo en ocupaciones innecesarias; sin embargo creo que algo tan importante como el bautismo merece nuestra mejor atención. Este es el día más grande en la vida del candidato, y los minutos adicionales empleados en la realización de estas sugestiones contribuirán mucho a establecer el espíritu del culto verdadero y darán una experiencia más rica a los que son bautizados.
Conclúyase el servicio bautismal con una invitación
Cuando con el bautismo termina el servicio, es de buen efecto realizar la oración final desde el bautisterio. Pero antes de despedir a la congregación he adoptado la costumbre de hacer una invitación a quienes hayan sido impresionados por el Espíritu de Dios y quieran manifestar su deseo de bautizarse en un futuro cercano. Pueden indicarlo levantando sus manos o poniéndose de pie. Al presenciar la victoria de otros, sus corazones se han enternecido, y algunos de ellos pueden responder en ese momento como no lo harían en ninguna otra ocasión.
Al final del primer gran servicio bautismal efectuado en público en un país muy conservador, hice la invitación habitual, y el Señor ciertamente conmovió los corazones de muchos. Había presentes más de trescientas personas, y cuando invité a ponerse de pie para indicar el deseo de bautizarse en un futuro cercano, pensé que posiblemente unas 30 ó 40 personas se levantarían. ¡Imaginad mi asombro cuando se levantaron 117! Ujieres bien adiestrados tomaron rápidamente los nombres y las direcciones, y esas personas pasaron después a constituir clases de instrucción. No todas estaban listas para bautizarse en el próximo servicio. Muchas necesitaban una intensa preparación. Pero estaban impresionadas, y ese era el momento de obtener su decisión. Esta invitación no siempre tiene que ser presentada por el que oficia en el bautismo. Algunas veces me han invitado a mí a hacerla en lugar del evangelista. Y lo he hecho inmediatamente después de la última inmersión. He quedado complacido al ver en muchas ocasiones que numerosas personas han respondido. Esto ha ocurrido especialmente en algunos lugares de Sudamérica, a pesar de haber hecho la invitación mediante un traductor.
Cuando termina el servicio bautismal, conviene que a cada candidato se lo lleve en un vehículo a su casa. En muchos casos esto resultará imposible, pero los hermanos que tienen automóviles deberían realizar este servicio de amor. La conversación con los recién bautizados debe tender hacia temas espirituales y la seguridad de obtener la victoria sobre el mal, con la ayuda de Dios. Esto reforzará la experiencia que el candidato acaba de obtener.
El bautismo es un rito, pero si eso fuera todo, su propósito esencial quedaría desvirtuado. Debe ser, además, una vivencia. No basta nacer del agua. También hay que nacer del Espíritu si se quiere experimentar una verdadera victoria en la vida. Cuando Ananías le dijo a Saulo de Tarso: “Levántate, y bautízate, y lava tus pecados invocando su nombre” (Hech. 22:16), estaba hablando de algo más que de un mero rito.
El bautismo de nuestro Señor
Cuando nuestro Salvador fue bautizado leemos que salió del agua y se arrodilló en la ribera del Jordán pidiendo el bautismo del poder. Entonces fue cuando recibió el ungimiento del Espíritu Santo. Entraba en una nueva etapa en su vida, y necesitaba una medida especial de poder interior. La siguiente descripción nos llama la atención:
“La mirada del Salvador parece penetrar el cielo mientras vuelca los anhelos de su alma en oración… Nunca antes habían escuchado los ángeles semejante oración. Ellos anhelaban llevar a su amado Comandante un mensaje de seguridad y consuelo. Pero no; el Padre mismo contestará la petición de su Hijo. Salen directamente del trono los rayos de su gloria. Los cielos se abren, y sobre la cabeza del Salvador desciende una forma de paloma de la luz más pura, emblema adecuado del Manso y Humilde.
“Entre la vasta muchedumbre que estaba congregada a orillas del Jordán, pocos, fuera de Juan, discernieron la visión celestial. Sin embargo, la solemnidad de la presencia divina descansó sobre la asamblea. El pueblo se quedó mirando silenciosamente a Cristo. Su persona estaba bañada de la luz que rodea siempre el trono de Dios. Su rostro dirigido hacia arriba estaba glorificado como nunca antes habían visto ningún rostro humano. De los cielos abiertos, se oyó una voz que decía: ‘Este es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento’” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 90).
Y el que sigue a su Señor puede pedir el mismo Espíritu para que le conceda poder. De modo que al preparar a los candidatos para este servicio, mantengamos ante ellos el pleno significado de esta experiencia, y por la gracia de Dios induzcámoslos a pedir el don del Espíritu. Demasiados cristianos son bautizados con el bautismo de Juan, el cual era sólo un bautismo de arrepentimiento. Únicamente el bautismo del Espíritu puede preparar a la iglesia para la traslación. Las siguientes palabras de Isaías no se refieren a la experiencia del bautismo, y sin embargo pueden aplicarse muy bien como una promesa para tal ocasión: “Cuando pasares por las aguas, yo seré contigo”. Promete su presencia con aquellos que hagan del bautismo un goce anticipado del cielo.
Sobre el autor: Director de la Asociación Ministerial de la Asociación General