“Por medio de la predicación bíblica relevante, las personas pueden comprender y experimentar lo que Dios les dice hoy”.
El consejo del apóstol Pablo a Timoteo: que prediques la Palabra” (2 Tim.4:2) continúa siendo actual y necesario para todos los predicadores. En ninguna otra fuente el predicador podrá encontrar un mensaje que nutra espiritualmente a las personas que semanalmente dedican tiempo para escucharlo. No van a la iglesia meramente buscando distracción, o porque no tienen nada que hacer y necesitan ocupar su tiempo: llegan al templo llevando sus temores, ansiedades, preocupaciones, sentimientos de culpa, expectativas sombrías, ideas y sueños, enfermedades, perspectivas de perdición… Así, desean encontrar la solución a todo eso y para muchas cosas más. En la Palabra está la respuesta.
En esta entrevista, el doctor Haddon W. Robinson comparte sus ideas respecto de la predicación bíblica. Entre otros conceptos, él defiende que la predicación debe ser primeramente expositiva, pues de ese modo extrae su autoridad del texto bíblico, no del predicador. “Si no predicas la Biblia, no estás predicando nada”, dice.
Reconocido como uno de los más destacados predicadores del siglo XX, el doctor Robinson obtuvo una maestría en Teología por el Seminario Teológico de Dallas, una maestría en Artes por la Universidad Metodista del Sur y el doctorado (PhD) en la Universidad de Illinois, en los Estados Unidos. Durante doce años (1979-1991), Robinson dirigió el Seminario Bautista de Denver. También ha enseñado Homilética durante 19 años, en el Seminario Teológico de Dallas. Se jubiló como profesor del Seminario Teológico Gordon-Conwell, Estados Unidos. Además de profesor, Robinson escribió siete libros, la mayoría de los cuales versan sobre la predicación, y continúa escribiendo artículos para varias revistas. En los últimos años, también se ocupa en presentar programas radiales muy escuchados, orientándose en enseñanzas bíblicas. Con su esposa, Bonnie, actualmente reside en el Estado de Massachusetts.
Ministerio: Usted recibió un premio de la Universidad Baylor, que lo identifica como uno de los doce predicadores de habla inglesa más efectivos del mundo. ¿Qué es lo que más lo alegra en la predicación?
Robinson: Existe algo como un cierto sentido de la mano de Dios sobre usted, mientras habla a una congregación, creyendo que, a través de su persona, el Señor está hablando a los oyentes respecto de su voluntad para ellos. Nada existe que se pueda comparar con eso.
Ministerio: Para usted, ¿cuál es la parte más difícil del proceso de la predicación?
Robinson: La parte más difícil en el proceso de la predicación es tomar un pasaje de la Biblia y hacerlo aplicable a la mentalidad del siglo XXI. Eso no es fácil, porque usted está tratando con dos entidades: un texto escrito hace dos mil años y personas de hoy. Los sermones bíblicos fuertes deben ser bifocales: necesitan reflejar la gran idea del texto y también reflejar las preocupaciones, las necesidades y los cuestionamientos de los oyentes de nuestros días. Por medio de la predicación bíblica relevante, las personas pueden llegar a comprender y experimentar lo que Dios tiene para decirles a ellas hoy. Pero, trabajar en ese proceso es un desafío.
Ministerio: ¿Cuándo fue que usted comenzó a desarrollar la pasión por la enseñanza de la homilética?
Robinson: En realidad, yo no tengo pasión por la enseñanza de la predicación, sino pasión por la predicación en sí misma. Cuando estaba en el Seminario Teológico de Dallas, años atrás, acostumbraba a ir todos los viernes a la biblioteca para leer libros sobre predicación. Yo no sabía mucho respecto de ese tema, pero quería aprender. Entonces, algunos estudiantes me preguntaron si yo quería enseñarles sobre predicación. En aquella época, no había muchos especialistas en homilética en aquel seminario; de esa manera, en unas semanas yo estaba enseñando homilética. Les enseñé lo que yo sabía, y ¡lo que no sabía! Pero, ese fue el comienzo de mi experiencia con la enseñanza de esa materia. Después de la graduación en el Seminario, trabajé como pastor asistente en Oregón. Cierto día, recibí una carta del director del Seminario, que me invitaba a volver para enseñar. Sin duda alguna, fue un gran riesgo que él corrió. Me acuerdo de que al cursar el PhD en la Universidad de Illinois, tuve como consejero al doctor Otto Dieter. La primera vez que nos encontramos en el sector de Clásicos de la biblioteca, me preguntó: “¿Cuáles son sus planes para el futuro?” Yo le respondí: “Enseñar predicación”. A lo que él continuó preguntando: “¿Usted cree que necesita del Espíritu Santo para predicar?” Evidentemente, le respondí que sí, pero él replicó: “Usted está sin suerte. Hace cincuenta años que no es visto por este predio”. En una mesa de aquella biblioteca había una Biblia, a la que señaló y nuevamente me preguntó: “Usted ¿tiene planes de predicar sobre eso?” Mi respuesta fue nuevamente que sí. Entonces, él me dijo: “He leído muchos autores clásicos, y no conozco a nadie que haya sido transformado por medio de su lectura. Pero sé de muchas personas que hallaron sus vidas transformadas por la lectura de la Biblia”. Después supe que el doctor Dieter tenía dos sobrinos que habían llegado al fondo del pozo, pero que habían sido transformados por la lectura de la Biblia. Así, él me estaba hablando por su propia experiencia.
Ministerio: Además de enseñar, usted predica regularmente. ¿Por qué es importante practicar, y no meramente teorizar sobre la predicación?
Robinson: Para mí no es suficiente enseñar sobre predicación; tienes que predicar. Mientras predicamos, somos envueltos con el texto de la Biblia y con la vida de las personas. Nuestras enseñanzas son modeladas, movidas y transformadas por medio de nuestra propia experiencia de predicación. Mis alumnos también me han ayudado a ser un predicador. Ellos vienen de la línea de frente y traen importantes cuestiones sobre el tema. Si yo presento alguna teoría que no toca la realidad de la vida de ellos, mis alumnos me van a desafiar.
Ministerio: Desde la publicación de su best seller Biblical preaching, ha realizado grandes contribuciones a la predicación bíblica. En su opinión, ¿cuál de esas contribuciones fue la más significativa para el entrenamiento de los predicadores cristianos en las últimas tres décadas?
Robinson: Creo que todo sermón es la comunicación de una idea. Todo texto en la Biblia dice algo en relación con una idea. El desafío es captar la idea de la Biblia, colocarla en el sermón y predicarla. Ese proceso de descubrimiento de la “gran idea” es, probablemente, la gran contribución, la clave, que he realizado. Terminó transformándose en un punto significativo. Lo extraño es que, si vuelves a la antigüedad, verás que Quintiliano, Platón, Aristóteles y otros más hablaban sobre la importancia de la idea principal. Pero, parece que de alguna forma eso se perdió a lo largo de los años, o nunca fue aplicado en la predicación expositiva. Con la importancia de la gran idea en mente, desarrollé mi trabajo de definición de la predicación bíblica, que es la siguiente: es la comunicación de un concepto bíblico, derivado y transmitido a través del estudio histórico, gramatical y literario de un pasaje en su contexto, que el Espíritu Santo aplica primeramente a la personalidad y a la experiencia del predicador, y después al oyente del predicador.
Ministerio: ¿Cómo han ido cambiando sus pensamientos sobre predicación a través de los años?
Robinson: Las personas acostumbraban a pensar que la predicación era griterío. Si usted no gritaba, no estaba predicando. Lo que cambió mi abordaje sobre la predicación fue el tiempo que pasé como director general de la Sociedad Cristiana Médica y Dental, primero en Texas y después en todo Estados Unidos. Usted no se levanta delante de un grupo de médicos y odontólogos, y les habla a los gritos; habla con ellos, en lugar de hablarles a ellos. Ese también fue el camino por el cual la comunicación pasó, del énfasis en el monólogo, hacia el diálogo. De hecho, esto es uno de los mayores desafíos que he visto. Creo también que hay más importancia puesta en la audiencia. Usted necesita estar despierto a sus oyentes. Ese no era un tema dominante hace algunos años. ¿Está hablando a una congregación de trabajadores o a un grupo de oyentes altamente erudito? Entender a su audiencia es muy importante mientras usted predica. También he sido impresionado con la importancia de los títulos efectivos de sermones. Algunas veces visito una ciudad durante un fin de semana, y verifico los anuncios religiosos en los periódicos. Leo títulos de sermones como “La iglesia de Corinto”, y pienso: ¿A quién le interesa eso? Otros títulos son más prácticos, como por ejemplo: “Cómo ser un líder”. Algunas iglesias me han invitado a predicar y me piden que anticipadamente les envíe el título del sermón. Hay ocasiones en las que envío un título y recibo como respuesta un pedido para que lo mejore. Las personas van a la iglesia ansiosas por un buen sermón; sin embargo, si el título no les despierta el interés quedan frustradas. Muchas de ellas se están preguntando: Si fuese a escuchar ese sermón, ¿cómo me podría ayudar? Entonces, si una persona simplemente ve el título del sermón y va a la iglesia dependiendo de ese título, ya inicias el proceso de conexión con tu oyente.
Ministerio: Acaba de ser lanzada la tercera edición de su libro Biblical Preaching. ¿Qué cambios trae?
Robinson: En esta nueva edición agregué muchos ejercicios. Descubrí que cuando los alumnos de homilética estaban leyendo el libro, no lograban entender todo lo que yo estaba diciendo. Acostumbro a usar muchos ejercicios cuando estoy enseñando, y los alumnos aprecian ese tipo de abordaje. Así, agregué más ejercicios, especialmente en relación con la tarea de encontrar el asunto y el complemento en el texto, descubriendo así la idea principal del pasaje de la predicación. No es suficiente solamente leer teoría; es necesario trabajar el proceso.
Ministerio: Usted ha ocupado varias funciones en su carrera ministerial. ¿Cuáles fueron los factores que lo ayudaron a decidir ser destacado profesor de Homilética en el Seminario Teológico Gordon-Conwell?
Robinson: Llegué a la conclusión de que es muy difícil que una persona permanezca más de diez o doce años en un lugar sin repetirse. Entonces, cuando fui invitado a ese seminario, respondí positivamente porque eso me pareció que era lo correcto, lo que tenía que hacer. A través de los años, descubrí que los pastores creen en la Biblia, pero que no todos tienen la menor idea de cómo predicarla. Nuestro abordaje central en el seminario es simple: cómo predicar efectivamente la Biblia. También descubrí que aprender cómo predicar es un proceso de grupo. Usted no puede quedarse delante de un grupo y simplemente enseñar: es necesario involucrarse con el grupo. Los oyentes necesitan interactuar. En el programa de doctorado en Ministerio, he intentado comprometer a todos los estudiantes con la enseñanza de la predicación, porque cuando alguien enseña alguna cosa también aprende.
Ministerio: ¿Qué consejo daría a los predicadores de hoy?
Robinson: Prediquen la Biblia. Si no predican la Biblia, no predican sobre nada. Pero, no meramente prediquen la Biblia: prediquen la Biblia a las personas. Comprendan a su audiencia. ¿Quiénes son sus oyentes? Los pastores tienen una gran ventaja cuando interactúan con la congregación. Pasan a conocer sus dolores, sus problemas y sus cuestionamientos. Considero vitalmente importante que las personas en su congregación sepan que son amadas por ustedes, pastores. Ustedes desean lo mejor de Dios para ellas. Al actuar de esa manera, habrán captado en su predicación lo que es vital y sólido.
Ministerio: Grandes líderes cristianos han sido recordados por varias razones. En su caso, al reflexionar sobre su vida y su ministerio, ¿cómo le gustaría que fuese recordado por las personas?
Robinson: Me siento extremadamente gratificado cuando alguna cosa que enseño causa impacto en la vida y en el ministerio de alguien. Cuando veo que eso ocurre, ¡siento una gran alegría!
Sobre el autor: Director de Ministry, edición en inglés.