Toda predicación que no transforme el comportamiento de los oyentes es un fracaso. Mike Bellah declara: “Más que cualquier otra cosa, esta generación necesita la enseñanza bíblica. Nuestra mente no necesita ser renovada por expectativas nacidas de la cultura, sino de la Palabra de Dios […]. Los potenciales creyentes necesitan saber que la verdad no es relativa”.[1]

La instrucción es esencial

Michael Green argumenta que la instrucción de nuevos miembros por medio de la predicación debe ser más que proclamación de la verdad. Debe enraizarse en el corazón y ser vivida diariamente:

“Intentamos lograrlo de varias maneras. Una fue planificando cuidadosamente una secuencia de sermones: algunas veces era predicación temática, otras seguíamos el calendario denominacional y otras veces los sermones eran expositivos. Intentamos ser sensibles a las necesidades de la época. Poco a poco, nos dimos cuenta de la ineficacia de saltar de tema en tema cada semana. Necesitábamos enseñar un asunto particular hasta que fuera aprendido y llevado a la práctica.

“Con eso en mente, organizamos una serie de nueve meses, examinando el significado de ser una sociedad alternativa en un mundo en decadencia. Dedicamos un mes a analizar cada uno de los aspectos de este tema, y organizamos grupos para estudiar y orar por la aplicación de cada punto. Se produjeron CDs para cada tema, además de lecciones impresas, para que cada miembro pudiera tener su material de estudio”.[2]

Al hablar sobre la instrucción de nuevos creyentes, Elena de White escribió a los predicadores adventistas: “Si los que ya conocen la verdad y están establecidos en ella necesitan realmente que se mantenga siempre ante ellos su importancia, y que sus mentes sean activadas por su repetición, cuán importante es que esta obra no se descuide en favor de los recién venidos a la fe”.[3]

Mas que información

Confiar solo en el conocimiento -transmitir informaciones correctas a los nuevos creyentes-puede contribuir a que la iglesia continúe siendo una comunidad más cerrada de lo que somos conscientes. Si pensamos que solo la información es suficiente para discipular a las personas, estamos en peligro de arrogancia espiritual, semejante a la que mostraron los corintios, al imaginar que la sabiduría superior era equivalente a la espiritualidad superior.

He conocido a muchas personas en la iglesia, dotadas de una precisa comprensión teológica, cuya vida no reflejaba los cambios que requiere el evangelio. Estas personas necesitan algo más que teología correcta. Necesitan no solo el conocimiento de la verdad, sino también una relación personal y experimental con Jesucristo, la verdad personificada.

Requerimientos del evangelio

Roger Dudley y Des Cummings declaran: “Si no tenemos nada más que pruebas textuales para nuestras creencias distintivas, no ganaremos a nuestros oyentes, pues el mundo quiere saber el significado y la relevancia que nuestro mensaje tiene para la vida de las personas”.[4]

John Stott afirma: “Junto con la integridad, nuestra predicación sobre el arrepentimiento y el señorío de Cristo requiere realismo. No es suficiente llamar a personas al arrepentimiento en términos vagos, como si la conversión pudiera suceder en una especie de vacío místico más allá de la vida real. Cuando Juan el Bautista predicó sobre el bautismo de arrepentimiento, insistió en que el pueblo respondiera produciendo frutos de arrepentimiento. Sin desviarse de ese camino, presentaba temas específicos. El rico debía compartir su opulencia con el necesitado; los recolectores de impuestos debían sustituir la extorsión por la honradez; los soldados jamás debían usar la fuerza para despojar al pueblo, sino vivir contentos con el salario recibido (Luc. 3:8, 10:14). Necesitamos hablar en términos realistas y concretos acerca de las implicancias contemporáneas del arrepentimiento, la conversión y el señorío de Jesucristo”.[5]

Así, nuestra predicación debe transformar creyentes en ciudadanos que viven en el mundo como “la sal de la tierra” y “la luz del mundo”, en constante preparación para el inminente Reino de Dios. Esa es la enseñanza que transforma.

Sobre el autor: Secretario ministerial de la Asociación General de la IASD.


Referencias

[1] Mike Bellah, Baby Boom Believers (Wheaton, IL: Tyndale House, 1973), p. 143.

[2] Michael Green, Freed to Serve: Training and Equipping for Ministry (Dallas, YX: Word Publishing, 1983), p. 124.

[3] Elena G. de White, El evangelismo, p. 246.

[4] Roger L. Dudley y Des Cummings Je, Adventures in Church Growth (Hagerstown, MD: Review and Herald Publishing, 1983), p. 33.

[5] John R W. Sttot, Christian Mission in the Modern World (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1975), p. 118.