Gusten dos puntos de vista contradictorios con respecto a la naturaleza humana de Jesucristo. Uno de ellos sostiene que poseía una naturaleza humana pecaminosa porque su madre era pecadora como el resto de los seres humanos. El otro insiste en que tuvo una naturaleza humana sin pecado por ser el Hijo de Dios. El primero destaca su identificación con el hombre, y el segundo su naturaleza humana especial.

El asunto no es sencillo. Los defensores de ambas posiciones presentan declaraciones inspiradas para fundamentar sus puntos de vista. Después de todo, el hecho de que Cristo haya venido al mundo poseyendo ambas naturalezas, la divina y la humana, es según la Biblia el gran misterio de la piedad (1 Tim. 3:16). Pero eso no significa que no podamos estudiar el tema. Debemos tener cuidado, eso sí, de que nuestras especulaciones no rebajen la figura del Hijo de Dios. En ese sentido, son dignos de consideración los términos de la Carla 8, de 1895, de Elena de White:

“Sean cuidadosos, extremadamente cuidadosos, cuando se refieran a la naturaleza humana de Cristo. No lo presenten delante de la gente como un hombre con propensiones al pecado. Él es el segundo Adán. El primer Adán fue creado como un ser puro, impecable, sin mancha de pecado. Fue creado de acuerdo con la imagen de Dios. Podía caer, y efectivamente cayó como consecuencia de la transgresión. Por causa del pecado, su descendencia nació con las inclinaciones inherentes a la desobediencia. Pero Jesucristo era el Hijo unigénito de Dios. Tomó sobre sí la naturaleza humana y fue tentado en todo como lo es la naturaleza humana. Podría haber pecado; podría haber caído, pero jamás hubo en él una mala inclinación. Las tentaciones lo atacaron en el desierto, como asaltaron a Adán las tentaciones en el Edén.

“Eviten toda discusión acerca de la humanidad de Cristo que podría prestarse a malos entendidos. La verdad está muy cerca de los límites de la presunción. Cuando se refieran a la humanidad de Cristo, tengan mucho cuidado al formular cada declaración, para que las palabras de ustedes no vayan más allá de lo que significan, y de esa manera pierdan u oscurezcan los claros conceptos acerca de su humanidad unida a su divinidad […].

“Nunca, en ningún caso, dejen la más leve impresión en las mentes de los hombres de que en Cristo hubo alguna mancha o inclinación a la corrupción, o que él de alguna manera haya sucumbido a tales cosas. Fue tentado en todo como hombre, y a pesar de eso se lo llama ‘Santo Ser’ (Luc. 1:35). Es un misterio inexplicable para los mortales que Cristo haya podido ser tentado en todo como nosotros, y que siga siendo sin pecado”