“Los predicadores que quieran trabajar eficazmente para la salvación de las almas deberán ser estudiosos de la Biblia y hombres de oración. Es un pecado ser negligentes en cuanto al estudio de la Palabra mientras se intenta enseñarla a otros. Aquellos que sienten el valor de las almas se dan cuenta de que hay demasiado en juego para que ellos se atrevan a ser descuidados en cuanto a su propio progreso en el conocimiento divino, y huyen a la fortaleza de la verdad, donde pueden obtener sabiduría, conocimiento y fuerza para hacer las obras de Dios. No se dan descanso antes de haber recibido una unción de lo alto.

“Al hacer de la Palabra de Dios una constante compañera suya, el obrero obtiene más capacidad para trabajar. Al adelantar continuamente en conocimiento, viene a ser más capaz de representar a Cristo” (Obreros Evangélicos, pág. 104).