Seguramente escuchaste esta frase alguna vez: “La iglesia está buscando mejores métodos; Dios está buscando mejores hombres”.

     Dios siempre busca los mejores hombres en todos los tiempos para poder usarlos en la realización de sus grandes sueños. Cuando tenía planeado erradicar la maldad que se había generalizado después de la entrada del pecado, buscó y encontró a Noé. Cuando quería establecer una gran nación de verdaderos adoradores, buscó y llamó a Abraham. Cuando quería libertar a su pueblo de más de cuatrocientos años de esclavitud, buscó y llamó a Moisés. Cuando necesitaba un reavivamiento entre su pueblo, buscó y llamó a Josías. Cuando necesitaba que su evangelio se expandiera a todo el mundo, buscó y llamó a Pablo.

    Dios siempre está buscando los mejores hombres en todos los tiempos, porque siempre tiene una misión, un sueño, un gran propósito que debe hacer realidad.                                                           

    Alguien puede pensar que estos hombres fueron grandes porque tuvieron buena educación. Sin embargo, la buena educación no es garantía para que una persona posea carácter moral. Profesionales con alta formación académica, que muchas veces trabajan como gerentes de empresas o como destacados funcionarios públicos, viven engañando, estafando y robando.

    Entonces, ¿qué es lo que hace que los hombres sean mejores? Pablo escribió que los últimos tiempos serian peligrosos porque los hombres serían “amadores de sí mismos” (2 Tim. 3:1-5). John Mac Arthur señala que “el amor propio” siempre está relacionado con lo mundano.

    Además, Pablo añade una lista de 17 verbos degenerativos (vers. 1-4) Toda esta lista podría bien resumirse en una frase: “Los hombres de los últimos tiempos son hombres peligrosos”, que tienen apariencia de piedad (vers.5), hombres corruptos de entendimiento y réprobos en cuanto a la fe (vers. 8), insensatos (vers. 9) que irán engañando y siendo engañados (vers. 13). La razón principal de toda su degenerativa conducta es que “aman más los deleites que a Dios” (vers. 4). Esto significa que Dios no es lo primero y, aún peor, no es el más importante en su vida.

    Para el apóstol, los hombres de los últimos tiempos son peligrosos con una conducta progresivamente malvada pero que viven con apariencia de ser personas piadosas. Para Pablo, solo existe una manera en que podemos llegar a ser mejores personas: siendo hombres y mujeres de Dios. Eso solo es posible por medio de las Escrituras, porque es útil para enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia, a fin de que el siervo de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (vers. 16, 17).

    Cuando miramos la historia y los grandes hombres que han surgido, notamos que las Escrituras cambiaron el rumbo de su vida. Como es el caso de Abraham Lincoln, quien afirmó: “Al ocuparme en la lectura bíblica, uso mi tiempo muy bien. Acepte usted todo lo que pueda entender de este Libro por medio de su razón, y después tome el resto por fe. Haciendo esto será mejor hombre mientras viva y al llegar la hora de su muerte”.

    Manifestando el mismo sentir, Tomás Jefferson, estadista estadounidense, declaró: “Siempre he dicho, y siempre diré que la lectura cuidadosa y diligente del Libro Sagrado produce mejores ciudadanos […]. La Biblia produce las mejores personas del mundo”. George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos, señaló contundentemente: “Es imposible gobernar rectamente al mundo sin Dios y sin la Biblia”.

    Elena de White escribió: “La Biblia es la única regla de fe y de doctrina. Y no hay nada más apropiado para vigorizar la mente y fortalecer el intelecto que el estudio de la Palabra de Dios. No hay otro libro que sea tan poderoso para elevar los pensamientos y dar vigor a las facultades como las vastas y ennoblecedoras verdades de la Biblia. Si la Palabra de Dios fuera estudiada como debería ser, los hombres tendrían una grandeza de entendimiento, una nobleza de carácter y una firmeza de propósito que raramente se ven en estos tiempos” (La educación cristiana, p. 225).

    ¿Quieres ser un mejor pastor? Profundiza tu experiencia con las Escrituras. Si quieres tener el pensamiento de Cristo, satúrate de las Escrituras. Ya lo dijo John Mac Arthur: “La única forma en que puede saturarse con los pensamientos de Cristo es saturarse con el Libro que trata de él”.

    Solamente las Escrituras pueden lograr que seas mejor en todo. Si eres bueno en lo que haces, la Escritura te enseñará cómo ser excelente; si eres honesto, la Escritura te enseñará como ser íntegro; si eres inteligente, la Escritura te enseñará sabiduría.

Sobre el autor: Secretario ministerial asociado para la Iglesia Adventista en América del Sur.