Sabemos que el pueblo de Dios es un pueblo peculiar, especialmente en lo que respecta a sus creencias y prácticas. Lo que dijo Amán al rey Asuero, con referencia al antiguo pueblo de Dios, cautivo en Persia, puede aplicarse con mucha propiedad a la iglesia remanente. “Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo” (Est. 3: 8).

De hecho, el pueblo del advenimiento, el pueblo de Dios, es un pueblo muy peculiar en sus creencias y en sus prácticas. Un estudio comparativo de las creencias que sostienen las distintas iglesias, revela que la Iglesia Adventista del Séptimo Día es la que tiene menos puntos en común con otras congregaciones.

Como ejemplo de esto, consideremos solo algunos ejemplos: Creemos en toda la Biblia, armonizamos la ley con la gracia, realizamos distinción de leyes, observamos el sábado, sustentamos la inmortalidad condicional del alma, practicamos los principios bíblicos de la salud, reivindicamos la posesión del don profético y enseñamos la verdad del santuario.

Es necesario hacer notar que algunas de estas creencias distintivas de la fe adventista han sido duramente atacadas por personas o movimientos religiosos en diferentes partes del mundo, dentro o fuera de la iglesia.

A pesar de que esos movimientos contestatarios muchas veces la pusieron en jaque -pensemos en el caso Ford- , debemos reconocer que pasado un tiempo la iglesia resulta fortalecida. Estas crisis provocan un examen crítico de las creencias. Conducen a la Biblia a fin de estudiar más consciente y responsablemente. Generan una fe más personal, enraizada y estructurada; una fe más segura.

Obviamente, no debemos tomar estas palabras como una apología del surgimiento de estos movimientos perturbadores, que resultan en la destrucción espiritual de muchas almas. Además, la aparición de estos movimientos religiosos es un hecho profético, anticipado en la Biblia y por la pluma de Elena de White.

Algunas predicciones bíblicas

a.” Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Tim. 4:1).

b. “Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuera posible, aun a los escogidos” (Mat. 24:24).

c. “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina” (2 Ped. 2:1).

d.  San Pablo, en sus epístolas, habla además de la “sabiduría carnal de los sabios de este siglo”, “de la operación de error” y de las “falsas ciencias”.

De esta manera el Señor predice la aparición, en los últimos días, de personas o grupos que negarían o tratarían de destruir los pilares fundamentales de la verdad.

Citas del espíritu de profecía

Con respecto al tema que nos ocupa, Elena de White dice: “El Señor quiere que comprendamos que es de la mayor importancia en estos días que nos mantengamos sobre la plataforma de la verdad eterna. Los que piensan que la iglesia militante es la iglesia triunfante, cometen un gran error. La iglesia militante tendrá grandes triunfos, pero también tendrá fieros conflictos con el mal para poder establecerse firmemente sobre la plataforma de la verdad eterna. Y cada uno de nosotros debiera estar decidido a permanecer con la iglesia sobre esta plataforma” (Alza tus ojos, pág. 150).

“El enemigo presentará falsas doctrinas, tales como la doctrina de que no existe un santuario. Este es uno de los puntos en los cuales algunos se apartarán de la fe” (El evangelismo, pág. 167).

“Algunas personas que en tiempos pasados han sido honradas por Dios, se apartarán tan lejos de la verdad que apoyarán teorías engañosas con respecto a muchas fases de la verdad, incluyendo el asunto del santuario” (El evangelismo, pág. 264).

El fundamento esencial del adventismo

Estas declaraciones inspiradas nos advierten de la importancia de la doctrina del santuario para la fe adventista.

Esta doctrina no es una enseñanza extraña, desvirtuada de la verdad bíblica, como pretenden algunos enemigos de la iglesia. Al contrario, la doctrina del santuario es la conclusión lógica e inevitable de la fe adventista. Es una verdad presente, una verdad para los últimos días, un mensaje oportuno para este tiempo y que fue confiado al pueblo de Dios. Por lo tanto, nos cabe, como iglesia remanente de la profecía, el privilegio y la responsabilidad de enseñar esta verdad presente.

Indudablemente, la doctrina del santuario es el punto cardinal del sistema doctrinario adventista. Elena de White dice: “La luz del santuario iluminaba lo pasado, lo presente y lo porvenir” (El gran conflicto, pág. 476).

a. Iluminó el pasado: La comprensión que los pioneros del movimiento adventista tuvieron respecto de la doctrina del santuario, posibilitó la visión de la gloria del evangelio en los ritos y los servicios del santuario mosaico. Esos ritos simbolizaban el sacrificio y la obra de Cristo.

b. Iluminó el presente: Fue la llave para la comprensión de la doctrina del santuario, para esclarecer el misterio del chasco de 1844, y arrojó luz sobre puntos básicos de nuestra fe. En otras palabras, la verdad del Santuario “reveló un conjunto completo de verdades ligadas armoniosamente entre sí” (El gran conflicto, pág. 476).

¿Cuáles fueron esas verdades que reveló la doctrina del santuario? Esas verdades fueron la distinción entre las dos leyes, la luz sobre el sábado como día de observancia, la doctrina de la justificación, santificación y redención en Cristo Jesús, y la segunda venida de nuestro Señor.

c. El santuario iluminó también el futuro: Cuando el libro de la profecía de Daniel fue abierto en el tiempo del fin, un despertar religioso circundó todo el planeta. Guillermo Miller entendió que la “purificación del santuario” referida en Daniel 8:14 habría de ocurrir el 22 de octubre de 1844, la segunda venida de Cristo. Sin embargo, la fecha pasó y sus expectativas no se cumplieron. Así, el grupo que esperaba celosamente la venida de Cristo, padeció un gran chasco. De todas maneras, un pequeño remanente se mantuvo fiel al Señor. A la mañana siguiente del gran chasco, Hiram Edson tuvo su famosa visión en el campo de maíz: el Señor le indicó que la purificación del santuario no era terrenal sino celestial.

Desde entonces, estudiando los libros de Éxodo, Levítico, Apocalipsis, y especialmente Hebreos, los pioneros del movimiento adventista descubrieron la relación de los dos santuarios, el celestial y el terrenal, el que había sido modelo para Moisés y el creado por Moisés. Esos dos santuarios eran el tipo y el antitipo, la sombra y el objeto, la figura y la realidad. Así, descubrieron que el santuario terrenal, realidad visible, apuntaba al santuario celestial, realidad invisible (Heb. 8:1-5; 9:9, 23, 24).

El Señor les dio a los pioneros adventistas abundantes y concretas evidencias de la realidad del santuario celestial. Estas evidencias fueron dadas mediante las visiones de Juan, transcriptas en el Apocalipsis: “Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios” (Apoc. 4: 5). “Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono” (Apoc. 8:3). “Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. (Apoc. 19.) Juan vio todo eso, además miró hacia el interior y vio el lugar santísimo donde vio “el arca de su pacto”, representada en el santuario terrenal por el receptáculo donde se guardaba la ley.

Mediante las revelaciones dadas a Juan en el Apocalipsis, quedó establecida la doctrina del santuario. Los pioneros la descubrieron en el momento preciso, y, así, llegó esta preciosa luz al pueblo de Dios que tiene la responsabilidad de llevarla al mundo.