“En el futuro, surgirán engaños de toda clase, y necesitamos terreno sólido para nuestros pies. Necesitamos sólidos pilares para el edificio. No ha de quitarse ni un solo alfiler de aquello que el Señor ha establecido. El enemigo traerá falsas doctrinas, tales como la doctrina de que no existe un santuario”.[1]
La creencia en la existencia del santuario celestial donde Jesucristo aún ministra como intercesor entre el Padre y los hombres caídos, constituye una piedra fundamental de la fe adventista.
Apartar esta verdad sería demoler el andamiaje doctrinal fortalecido a través de los años, y que motivó la cohesión eclesiástica de la iglesia remanente.
El santuario celestial, estudiado a la luz de los símbolos del antiguo servicio levítico, contiene un profundo significado, porque “es el templo de Dios que está en el cielo, del que Pablo habla en Hebreos 8 y en capítulos siguientes, y del cual el Señor Jesús, como nuestro gran sumo sacerdote, es ministro”.[2]
El ministerio sacerdotal del Hijo de Dios dejaría de tener sentido bíblico alguno si se omitiera la realidad del tabernáculo celeste: “Esta obra del juicio investigador en el santuario celestial empezó en 1844, al cumplimiento de los 2.300 años, y terminará con el tiempo de gracia”.[3]
A la luz de estas declaraciones que contienen la síntesis de las creencias fundamentales de nuestra iglesia, conviene destacar ciertos aspectos de esta verdad distintiva acerca del santuario celestial, no de un santuario celestial hecho de ladrillos y argamasa, “con todo lo que implicaría la cualidad de literal en nuestra vida de todos los días”,[4] ni simbólico, al suponer “que se trata de algo irreal, mítico, imaginario, o visionario”,[5] sino “de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”.[6]
- Hay un santuario real en el cielo. Pablo: Heb. 8:2
Juan: Apoc. 15:5
Sra. de White: “Cristo entró en el santuario celeste para ofrecer su propia sangre”.[7] “El verdadero tabernáculo en el cielo es el santuario del nuevo pacto”.[8]
- El santuario celestial no es el cielo, sino que está en el cielo.
Pablo: Heb. 8:2 y 9:11
Juan: Apoc. 13:6 y 15:5
Sra. de White: “El santuario en el cielo es el centro mismo de la obra de Cristo en favor de los hombres”.[9]
- Esta doctrina es compartida por los autores del Antiguo Testamento.
Moisés: Exo. 24:9; 25:40; 26:30, etc.
David: 1 Crón. 28:19
Esdras: 2 Crón. 30:27
- Esta creencia es reforzada en el Nuevo Testamento.
Pablo: Heb. 8, 9, 10.
Juan: Apoc. 11, 13, 15, 19, etc.
- Este pilar de la fe aparece sustentado en los escritos del espíritu de profecía.
- El santuario celestial fue el que vieron Moisés y Juan.
Moisés: Exo. 25:40; Núm. 8:4
Juan: Apoc. 11:19, etc.
Sra. de White: “Dios presentó ante Moisés en el monte una visión del santuario celestial. . .[10]
“Y Juan dice que vio el santuario celestial. Aquel santuario, en el cual oficia Jesús en nuestro favor, es el gran original, del cual el santuario construido por Moisés era una copia”.[11]
- El santuario celestial fue el modelo del terrenal.
Moisés: Exo. 25:40
Sra. de White: “[El santuario celestial] es el gran original, del cual el santuario construido por Moisés era una copia”.[12]
“El santuario celestial, en el cual Jesús ministra, es el gran modelo, del cual el santuario edificado por Moisés no era más que trasunto”.[13]
“Moisés hizo el santuario terrenal según un modelo que le fue enseñado”.[14]
- El santuario celestial tiene las mismas características del terrenal.
David: 1 Crón. 28:19
- El santuario celestial es de mayores dimensiones que el terrenal.
Pablo: Heb. 9: 11 “…por el más amplio y más perfecto tabernáculo” Sra. de White: “[El santuario terrenal fue] una representación, en miniatura, del templo celestial”.[15]
- La negación de la existencia del santuario celestial apartará a algunos de la fe.
Pablo: 1 Cor. 11:19.
Pedro: 2 Ped. 2:1.
Sra. de White: “El enemigo traerá falsas doctrinas, tales como la doctrina de que no existe un santuario. Este es uno de los puntos en los cuales algunos se apartarán de la fe”.[16]
Conclusión
Plugo a la Divinidad dar a la raza humana ciertas manifestaciones evidentes vinculadas a las maravillas de las realidades celestiales. Entre ellas, el tabernáculo erigido durante la peregrinación hacia Canaán, constituye un símbolo fundamental de la economía salvífica: “Sé que la cuestión del santuario —destaca el espíritu de profecía— tal como la hemos sostenido durante tantos años, está basada en justicia y verdad. El enemigo es quien desvía las mentes. Le agrada cuando los que conocen la verdad se dedican a coleccionar textos para amontonarlos en derredor de teorías erróneas, que no tienen fundamento de verdad”.[17]
Es verdad que el Creador no ha dado las características exactas del asiento de su trono ni de muchas “cosas que ojo no vio, ni oído oyó”, pero eso no autoriza a quienes apenas han podido resistir la “sombra” de esas realidades a poner en duda la existencia de ellas porque desconocen la medida exacta, el tamaño o la forma del tabernáculo donde el Hijo de Dios ministra.
La necesidad de una representación adecuada para la economía paleotestamentaria, concretó un santuario “según el modelo celestial”, cuyas medidas correspondían, evidentemente, a los patrones humanos… Pero, ¿quién puede medir las distancias siderales? ¿Será necesaria, para mantenernos asidos de la fe en medio de un mundo en rebelión, una declaración de la Divinidad sobre este asunto enunciada en metros, codos o años luz?
“Satanás está luchando continuamente para sugerir suposiciones fantásticas con respecto al santuario, degradando las maravillosas presentaciones de Dios y el ministerio de Cristo por nuestra salvación, a fin de convertirlas en algo que cuadre con la mente carnal. Quita de los corazones de los creyentes el poder director de esas presentaciones divinas y lo suple con teorías fantásticas inventadas para anular las verdades de la expiación, y para destruir nuestra confianza en las doctrinas que hemos considerado como sagradas desde que fuera dado por primera vez el mensaje del tercer ángel”.[18]
Sobre el autor: Docente en Historia. Profesor del Colegio Adventista del Plata.
Referencias:
[1] Evangelismo, pág. 168.
[2] El Ministerio Adventista, marzo-abril de 1960, pág. 20.
[3] Resumen de las Doctrinas Fundamentales, en Voto Bautismal, pág. 2, N° 8.
[4] El Ministerio Adventista, noviembre-diciembre de 1968, págs. 22, 23.
[5] Ibíd.
[6] Heb. 8:12.
[7] Testimonios Selectos, tomo 2, pág 211.
[8] El Conflicto de los Siglos, pág.189 Véanse también Testimonios Selectos, tomo 2, pg. 216; Primeros Escritos, págs. 250, 253; El Todas las Gentes, pág. 138.
[9] Id., pág. 43 Véanse también Testimonios Selectos, tomo 2, pág. 89; Id., tomo 2, págs. 211, 212.
[10] Patriarcas y profetas, pag. 356.
[11] Id., págs. 370, 371. Véanse también Primeros Escritos, pág.252; El Conflicto de los Siglos, pág. 466.
[12] Ibíd.
[13] El Conflicto de los Siglos, pág. 466.
[14] Id., pág. 467.
[15] Patriarcas y Profetas, pág. 356.
[16] Evangelismo, pág. 168.
[17] Obreros Evangélicos, pág. 318.
[18] Evangelismo, pág. 169.