Pregunta 32 – Acerca de la doctrina de la expiación, ¿creen los adventistas que el santuario celestial es literal o simbólico?

Antes de intentar contestar esta pregunta, parece que debiera haber un entendimiento acerca del significado de las palabras “literal” y “simbólico”. Si por la palabra “literal” entendemos que nosotros pensamos en un santuario celestial hecho de ladrillos y argamasa, con todo lo que implicaría la cualidad de literal en nuestra vida de todos los días, contestamos que no. Si por otro lado al usar la palabra “simbólico” se supone que se trata de algo irreal, mítico, imaginario, o visionario, la respuesta nuevamente sería No, no creemos en un santuario en este sentido.

Creemos en la siguiente declaración de la Santa Escritura: “Tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (Heb. 8:1, 2).

Entendemos de estos textos que así como el trono de Dios es real, y Jesús que está sentado en él es real, el santuario o tabernáculo del cielo será asimismo real. En cuanto a su forma, sabemos sólo lo que está revelado en las Escrituras. Nada sabemos de los materiales de que está compuesto. Esto no está revelado, y nosotros no nos preocupamos de saberlo.

Hay dos consideraciones que debieran ayudar a comprender el asunto. Una es el hecho que el tabernáculo del desierto fue construido “según el modelo”. Se hace hincapié en esto en diversos pasajes de la Biblia. Moisés recibió la orden del Señor de hacer todo según “el diseño” (Exo. 25:9). También se le recordó que se le había mostrado ese “modelo” mientras estaba en el monte con Dios: “Y alzarás el tabernáculo conforme al modelo que te fue mostrado en el monte” (Exo. 26:20).

No fue Moisés quien diseñó el edificio. Las instrucciones vinieron directamente de Dios. También se le aconsejó a Moisés que hiciera el tabernáculo “conforme al modelo que había visto” (Hech. 7:44)… Al traducir Hebreos 9:24, Weymouth menciona que el santuario terrenal era “una mera copia de la realidad”. Esta “realidad” era el “verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre” (Heb. 8:2). La realidad del santuario del cielo es ciertamente mucho más que implícita.

Difícilmente puede uno leer expresiones como las arriba citadas sin llegar a la conclusión que el santuario del cielo, donde Cristo es nuestro gran sumo sacerdote, es tan real como él mismo. El lenguaje usado, nos parece, lleva definidamente ese significado.

Además la descripción hecha por el profeta Juan en el Apocalipsis es muy clara al respecto. Está escribiendo en un lenguaje que sus lectores pueden comprender muy bien, porque estaban al tanto del ritual del tabernáculo y todo lo que se relacionaba con su ministerio en la tierra. El menciona el candelabro de siete brazos, las “siete lámparas de fuego” (Apoc. 4: 5); el “altar de oro” y el “incensario de oro” (Apoc. 8:3); el “tabernáculo del testimonio” en el cielo (Apoc. 15:5); y hasta “el arca de su pacto” (Apoc. 11:19).

Vemos que no sólo se menciona el santuario o tabernáculo, sino también lo que era evidentemente necesario en su servicio: el candelero, el altar de oro, el incensario y el arca de su pacto. Por lo tanto, creemos que hay un santuario real en el cielo en el cual nuestro bendito Señor ministra en nuestro favor.

El uso de la palabra “sombra” en relación con el tabernáculo, y más tarde con el templo, merece consideración adicional ya que tenía tanta figuración en los servicios ceremoniales del Israel de antaño. La palabra “sombra” tal como se usa en el Nuevo Testamento se encuentra en Hebreos 8: 5; 10: 1. En griego ésskiá, y al referirse a esta palabra W. E. Vine, en Expository Dictionary of New Testanient, señala:

“La imagen o perfil echados por un objeto, Col. 2:17, de ceremonias bajo la ley; del tabernáculo y sus dependencias y ofrendas, Heb. 8:5; de éstas por estar prescriptas bajo la ley, Heb. 10:1”.

Geerhardus Vos, fallecido profesor de teología bíblica en el Seminario Teológico de Princeton, en su libro The Teaching of the Epistle to the Hebrews (Eerdmans, 1956), comenta sobre la palabra “sombra”:

“En [Hebreos] 8: 5 se nos dice que los sacerdotes judíos sirven aquello que es una copia y una sombra (hypodeigrna y skiá). El autor añade que es una copia y sombra de las cosas celestiales. De manera que no es una sombra proyectada o echada hacia adelante (en el futuro), sino una sombra echada del cielo a la tierra. Además debe notarse el uso particular que hace el autor del adjetivo verdadero (alezinós). Esta forma es mucho más fuerte que la palabra alezés, que es la palabra más común para decir verdadero. Alezinós no sólo significa el verdadero, sino el real, el genuino, el auténtico”’ (pág. 58).

De ahí que podamos considerar al tabernáculo terrenal tan sólo como la sombra de la realidad; el santuario real estaba en el cielo, pero proyectaba su sombra en la tierra. El terrenal podía ser visto por los hombres, pero no el celestial. Sin embargo, en esta palabra “sombra” podemos tener vislumbres de lo que es el santuario celestial mirando su sombra en la tierra. En este sentido creemos que hay un santuario real en el cielo.

Ciertos aspectos de esta pregunta nos son explicados en la Palabra de Dios: (1) Jesús es nuestro gran sumo sacerdote (Heb. 4:14); (2) Cristo es “sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” (Heb. 5:6); (3) Jesús es “ministro del santuario” (Heb. 8:2); (4) Jesús es nuestro sumo sacerdote que nos pide que nos acerquemos “confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb. 4:16); (5) debido a que Jesús es un Salvador enteramente suficiente, tiene un sacerdocio eterno e inmutable y también puede “salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Heb. 7:25); y (6) como nuestro sumo sacerdote era necesario que tuviese “algo que ofrecer” (Heb. 8:3).