En el artículo anterior (julio-agosto 1997) examinamos la forma en que sirvió el sábado en los tiempos del Antiguo Testamento para tipificar la redención mesiánica venidera. La existencia de una tipología redentora del sábado ha conducido a muchos cristianos a concluir que ya no necesitamos observar el sábado porque Cristo ha cumplido con tal función.

            Como lo expresó Paul K. Jewett: “Por su obra redentora, Jesús puso a un lado el sábado”.[1]

            Este artículo examina brevemente algunos pasajes sobre el sábado en Lucas, Mateo, y Marcos, para determinar si en el Nuevo Testamento se considera al ministerio redentor de Cristo como una terminación o actualización del sábado del Antiguo Testamento.

El sábado y las expectativas mesiánicas

            El discurso en Nazaret Lucas presenta a Cristo como un observador del sábado habitual (“conforme a su costumbre”) que predicó su discurso inaugural en la sinagoga de Nazaret en un día de sábado. En ese discurso de apertura Jesús leyó y comentó un pasaje sacado mayormente de Isaías 61:1-3 (también 58:6): “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Luc. 4:18).

            En este texto Isaías usa figuras relativas al sábado para describir la liberación que el Mesías traería a su pueblo. Cristo usó el pasaje para presentarse a sí mismo al pueblo como el cumplimiento de sus expectativas mesiánicas. Esto se desprende de la breve aplicación que Jesús hizo de las palabras: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (vers. 21). Este tema de promesa y cumplimiento es recurrente en todos los evangelios, incluyendo el de Lucas (Luc. 24:44; cf. vers. 26,27). Pero ¿cómo encaja el sábado dentro de este tema?   Una mirada a las enseñanzas de Jesús con respecto al sábado y a su ministerio nos ayudará a responder nuestra pregunta.

Las primeras curaciones en sábado

            El anuncio que Cristo hizo en Nazaret acerca de su mesianismo es seguido en Lucas por dos episodios de sanidad en sábado. El primero tuvo lugar en la sinagoga de Capernaún un sábado durante el culto y resultó en la sanidad espiritual de un hombre poseído por un demonio (Luc. 4:31-37; Maro. 1:21-28).

            El segundo milagro de curación fue realizado inmediatamente después del servicio religioso en la casa de Simón y dio como resultado la restauración física de la suegra de Pedro (Luc. 4:38,39; Marc. 1:21-28). El efecto de este milagro fue el regocijo de toda la familia y el servicio de la suegra: “Y levantándose ella al instante, les servía” (Luc. 4:39).

            Los temas de liberación, gozo y servicio presentes en una forma embriónica en estos milagros de sanidad, se relacionan más explícitamente con el significado del sábado en el ministerio subsecuente de Jesús.

            La curación de la mujer encorvada, que únicamente Lucas registra, clarifica un poco más las relaciones entre el sábado y el ministerio salvador de Cristo. En el breve relato (Lucas 13:10-17) el Señor emplea el verbo griego luein, que por lo general se traduce como “libertar”, “desatar”, “soltar”, tres veces, indicando con ello un uso intencional más que accidental del término.

            Jesús usa el verbo por primera vez al dirigirse a la mujer “Mujeres libre de tu enfermedad” (vers. 12). Luego el Señor repite el verbo dos veces más para responder a la indignación del director de la sinagoga: “Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abrahán, que Satanás había atado 18 años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?” (vers. 15,16).

            Jesús mostró que el sábado había sido distorsionado. Un buey o un asno podían desatarse legítimamente durante el día de sábado para llevarlos a beber (posiblemente porque un día sin beber resultaría en pérdida de peso y por lo tanto perdería valor en el mercado), pero una mujer que sufría no podía ser librada de los grillos de su enfermedad física y espiritual.

            Cristo actuó deliberadamente contra las concepciones erróneas prevalecientes, con el propósito de restaurar el día al propósito que Dios tuvo a al establecerlo. Deberíamos notar que, en éste, así como en los otros milagros de sanidad realizados en sábado, Jesús no estaba cuestionando la validez del mandamiento del sábado, sino tratando de volverlo a su verdadero valor, que había sido grandemente oscurecido por la acumulación de tradiciones e incontables regulaciones.

Actividad redentora en el sábado

            Las figuras de soltar en sábado a una víctima atada por las ligaduras de Satanás (Luc. 13:16) nos recuerdan el anuncio de Cristo de que su misión era “pregonar libertad a los cautivos” (Luc. 4:18). ¿No ejemplifica el acto de Jesús de libertar a una hija de Abrahán de sus ligaduras físicas y espirituales en el sábado la forma en que la liberación del sábado mesiánico se estaba cumpliendo (vers. 21)?

            La conexión entre el sábado y la liberación de la esclavitud la reconoce, por ejemplo, Paul K. Jewett, quien correctamente observa: ‘Tenemos en los milagros de sanidad que Jesús realizó en sábado, no sólo actos de amor, compasión, y misericordia, sino verdaderos “actos sabáticos”, actos que muestran que el sábado mesiánico, el cumplimiento del sábado de reposo del Antiguo Testamento, ha irrumpido en nuestro mundo. Por lo tanto, el sábado es, de todos los días, el más apropiado para la sanidad”.[2]

            Sanar a las personas como la mujer encorvada no son actos meramente de amor y compasión, sino verdaderamente “actos sabáticos” que revelan la forma en que la redención mesiánica, tipificada y prometida por el sábado, se estaba cumpliendo a través del ministerio salvador de Cristo. Así, al sanar los cuerpos y las almas de las personas en sábado, Jesús volvió a investir el día con un significado reminiscente del éxodo de las almas de la esclavitud de Satanás a la libertad de la salvación.

El sábado y el descanso

            Mateo conecta intencionalmente los dos episodios sabáticos registrados en Mateo 12:1-14 con la gran oferta que hizo Jesús de su descanso en Mateo 11:28-10: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.

            Para entender la naturaleza del descanso del Salvador, es importante recordar una vez más que el descanso del sábado en los tiempos del Antiguo Testamento sirvió para nutrir la esperanza de la redención mesiánica. Se esperaba que la época mesiánica fuera “totalmente sábado y descanso en la vida eterna”.[3] A la luz de esta comprensión del descanso del sábado, cuando Cristo ofreció su descanso se presentó a sí mismo como el Mesías que traería la paz y el descanso tipificado por el sábado.[4]

            La conexión entre el descanso de Jesús y el sábado se indica también en Mateo mediante la colocación del descanso (Mateo 11:28-30) en el contexto inmediato de los episodios del sábado que se encuentran en Mateo 12:1-14. El ofrecimiento de descanso de Jesús y los episodios del sábado están conectados no sólo estructuralmente sino también temporalmente por medio de la frase “En aquel tiempo” (Mat 12:1), como lo hacen notar varios eruditos.[5] El tiempo al que se refiere es un día de sábado cuando Jesús y sus discípulos pasaban por un campo.

            La conexión teológica entre el descanso del Salvador y el sábado se aclara por medio de dos episodios ocurridos en ese día. La primera historia, acerca de los discípulos que arrancaban espigas de trigo en un día de sábado (vers. 1-8), interpreta el descanso de Jesús como redención- descanso. Esto es especialmente claro por la apelación que hace Jesús al ejemplo de los sacerdotes, que trabajaban intensamente en el sábado en el templo y sin embargo eran “sin culpa” (vers. 5).

            Los sacerdotes eran sin culpa, aun cuando durante el sábado ofrecían más servicios y sacrificios que en otros días (Núm. 28:8,9). No tenían culpa por la naturaleza redentora del trabajo que realizaban en los servicios del sábado. Cristo encuentra en la obra redentora realizada tipológicamente por los sacerdotes en el sábado como una base válida para justificar su propio ministerio sabático, porque él lo consideraba como “algo mayor que el templo” (Mal 12:6). La redención ofrecida tipológicamente a través de los servicios del templo y los sacrificios realizados por los sacerdotes[6] estaba ahora en proceso de ofrecerse de manera realista a través de la misión salvadora del Hijo del Hombre, el Mesías.[7] Por lo tanto, así como los sacerdotes eran sin culpa al realizar los servicios sabáticos en el templo, los discípulos de Jesús también lo eran al servir a Uno que es mayor que el templo.[8]

            El segundo episodio, acerca de la sanidad del hombre con la mano seca (vers. 9-14), señala la sanidad y restauración mesiánica tipificada por el sábado. Como señala Donald A. Carson, la sanidad del hombre con la mano seca “presenta a Cristo realizando una sanidad mesiánica en ese día. ¿No es esto parte del cumplimiento de que habla Mateo? El descanso real y verdadero al cual el sábado siempre había señalado se acercaba”.[9]

            Para resumir; en Mateo el reposo sabático del Antiguo Testamento se ve como actualizado por Cristo, quien ofrece a sus seguidores el descanso mesiánico. Los dos episodios relativos al sábado registrados por Mateo califican el significado del descanso sabático como redención y restauración mesiánica. Vistos en su contexto, no se desentienden del sábado; sino al contrario, lo actualizan, dándole un fresco impacto mesiánico.

            Es digno de notar que los siete milagros realizados en sábado que se registran en los evangelios los realizó Jesús en beneficio de personas crónicamente enfermas. Estas sanidades intencionales realizadas por Jesús en sábado en beneficio de personas incurables, sirven para demostrar la forma en que Jesús cumplió las expectativas mesiánicas alimentadas por la celebración del sábado.

La forma de guardar el sábado

            El significado redentor del sábado se refleja en la forma de observarlo. Los diversos pasajes sobre el sábado que se registran en los evangelios reflejan la existencia de una controversia activa entre las congregaciones cristianas y las sinagogas judías que, en algunos casos, pueden haber estado situadas al otro lado de la calle, es decir, una frente a la otra.

            La controversia se centraba primariamente en la manera de observar el sábado. ¿Iba el día a observarse como “sacrificio”, es decir, como un cumplimiento exterior de la ley del sábado? ¿O habría de observarse el sábado como “misericordia”, es decir, como una ocasión para mostrar compasión y hacer el bien a aquellos que padecían necesidad (Mat. 12:7)?

            Para defender la nueva comprensión cristiana de la observancia del sábado como un día para celebrar la redención mesiánica mostrando misericordia y haciendo el bien a quienes estaban en necesidad, los escritores evangélicos apelaron al ejemplo y las enseñanzas de Jesús. Por ejemplo, en el sana- miento de la mujer encorvada, Lucas contrasta los dos diferentes conceptos en cuanto a la observancia del sábado: el del principal de la sinagoga versus el de Cristo. Para el principal de la sinagoga el sábado estaba formado de reglas que debían obedecerse, en vez de gente a la cual amar (Luc. 13:14). Para Cristo el sábado era un día para traer liberación física y espiritual a la gente necesitada (vers. 12,16).

            Esta comprensión humanitaria del sábado se expresa también en el episodio de la curación del hombre que tenía la mano seca, que informan los tres sinópticos (Marc. 3:1-6; Mat. 12:9- 14; Luc. 6:6-11). En este ejemplo Jesús responde a la pregunta que le hizo la diputación de los escribas y fariseos con respecto a la legitimidad de las curaciones en sábado. En su respuesta Jesús hace una pregunta de principio: “Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; ¿salvar la vida, o quitarla?” (Marc. 3:4; véase también Luc. 6:9).

            Es digno de notar que tanto en Marcos como en Lucas donde el verbo “sanar” (therapeueirí) podía haberse usado lógicamente, Jesús usa en ambas citas el verbo “hacer bien” (agathopoieiri) y “salvar” (sozein). La razón para esto es la preocupación de Jesús para incluir dentro de la intención de la ley del sábado no sólo un tipo de bondad, sino todos los tipos de actividades benevolentes.

            La nueva comprensión cristiana del sábado se atestigua también en un documento muy antiguo, conocido como la “Epístola a Diognetus” (fechada entre 130 y 200 d.C.), en la que se acusa a los judíos de hablar falsamente de Dios porque pretendían que “El (Dios) nos prohibió hacer aquello que es bueno en los días de reposo – ¿no es esto una impiedad?”[10]

En conclusión

            La comprensión positiva y humanitaria de la observancia del sábado se finca en el cumplimiento que hizo Cristo de la tipología redentora del sábado, que, según hemos visto, se maneja en los evangelios de varias maneras. Siendo que los creyentes del Nuevo Testamento consideraban el descanso y la redención tipificados por el sábado del Antiguo Testamento y cumplido a través de la misión redentora de Cristo, consideraban el sábado un día para celebrar y experimentar la redención-descanso mesiánicos, mostrando misericordia y haciendo bien en favor de aquellos que padecían necesidad. Así, en el contexto actual, los cristianos son llamados por el descanso sabático a celebrar, no sólo la creación de Dios, sino también la redención de Cristo actuando con misericordia en favor de otros.

Sobre el autor: Ph.D., es profesor de teología e historia de la iglesia, en la Universidad Andrews, Berrien Springs, Michigan.


Referencias:

[1] Paul K. Jewett, The Lord’s Day: A Theological Guide to the Christian Day of Worship (Gran Rapids: William B. Eerdmans Pub. House, 1971), pág. 86.

[2] Id., pág 42.

[3] Pirke de Rabbi Eliezer, trad. Gerald Friedlander (Nueva York: B. Bloom, 1971), pág. 141.

[4] Para mi extenso análisis del contexto literario y de la naturaleza del descanso de Cristo en sábado, véase “Matthew 11:28-30 Jesus’s Rest and the Sabbath”, Andrews University Seminary Studies 22 (Autumn 1984): 289-316.

[5] Véase, por ejemplo, J. Danielou, The Bible and the Liturgy (South Bend: University of Notre Dame Press, 1956), pág. 226; David Hill, The Gospel of Matthew (London: Oliphants Press, 1972), págs. 209, 210; D. A Caison, ed., “Jesús and the Sabbath and the Four Gospels”, en From Sabbath to Lord’s Day: A Biblical, Historical, and Theological Investigation (Grand Rapids: Zondervan Pub. House, 1982), pág. 66.

[6] The Book of ]ubilees explica que “la quema de incienso y traer una oblación y sacrificios ante el Señor.. Se hará en el Día del Sábado en el Santuario del Señor vuestro Dios; para que hagan expiación por Israel con sacrificio” (50:10,11).

[7] Este punto de vista lo sostienen varios eruditos. Gerhard Barth, por ejemplo, comenta que por la frase “alguien mayor que el templo está aquí… seguramente se señala a Jesús, porque en él había venido el cumplimiento mesiánico y la consumación y él es, por lo tanto, más que el templo” (Tradition and Interpretation in Matthew [Philadelphia: Westminster Press, 1963], pág. 82).

[8] Elena G. de White hace notar con mucha percepción: “[Los sacerdotes] cumplían los ritos que señalaban el poder redentor de Cristo, y su labor estaba en armonía con el objeto del sábado. Pero ahora, Cristo mismo había venido. Los discípulos, al hacer la obra de Cristo, estaban sirviendo a Dios y era correcto hacer en sábado lo que era necesario para el cumplimiento de esta obra” (El Deseado de todas las gentes, pág. 252).

[9] Carson, pág 75.

[10] Epistle to Diognetus, 4,3, en The Ante Nicene Fathers (Grand Rapids: William B. Eerdmans Pub. House, 1973), tomo 1, pág. 26.