PREGUNTA 16 (Continuación)

7. “Seis días y un Día”: un postulado insostenible. —Disentimos de la posición implicada en leí punto dos de la pregunta formulada al comienzo de este análisis, que el significado moral atañe a la distinción del principio proporcional de “seis días y un día” —o meramente un día no especificado en siete como el día de reposo—, pero no a la observancia del día designado en la Escritura. Adherimos al principio protestante de aceptar la Biblia y únicamente la Biblia, y pedimos evidencias bíblicas para justificar tal cambio de la expresa fraseología y de la intención evidente de la Santa Escritura.

Creemos que la inferencia de que el principio de los “seis días y un día” —o simplemente un día en siete— es manifiestamente inseparable de la esencia moral del día de descanso, en tanto que la especificación del séptimo día como tal lo limita a una relación ceremonial, no está fundada bíblicamente ni es lógicamente verdadera. En el séptimo día de reposo específico no hay nada que tenga una significación ceremonial en la vida y obra de Cristo, y por lo tanto no proporciona ninguna base para considerarlo así. Aceptamos el cuarto mandamiento sin enmiendas.

8. La introducción de la observancia del domingo. —Considerando ahora el aspecto histórico, disentimos, ante todo, de la tesis según la cual el día de reposo ha sido realmente transferido del séptimo al primer día de la semana, llamado por muchos “día del Señor”. El primer testimonio auténtico, en los escritos de la iglesia primitiva, que habla del primer día de la semana como el “día del Señor”, pertenece a Cemente de Alejandría, hacia fines del siglo segundo. Y el primer autor eclesiástico conocido que enseñó definidamente que la observancia del sábado había sido transferida por Cristo al domingo, fue Eusebio de Cesárea (m. 349), quien sostuvo su argumento en su Comentario sobre los Salmos, en el Salmo 92, escrito en la segunda mitad del siglo cuarto. (Véase Frank H. Yost, The Early Christian Sabbath, cap. 5. 1947).

La observancia del domingo como fiesta de la iglesia en conmemoración de la resurrección de Cristo —como un suplemento del sábado pero nunca en lugar de él— se introdujo en Roma a mediados del siglo segundo. La costumbre se extendió gradualmente a partir de entonces. Aunque los cristianos de Roma por lo general ayunaban en lugar de celebrar la comunión en los sábados, Ambrosio, obispo de Milán (375-397), rehusó seguir esta práolica en su diócesis (Ambrosio, De Elia et Jejunio, 10; Paulino, Vida de San Ambrosio, 38; San Agustín, Epístola. 36. 14, a Casulano; Epístola 54.2 a Januario).

San Agustín, obispo de Hipona (m. 430), declaró que en tanto que la iglesia de Roma ayunaba en el séptimo día de cada semana en su tiempo, la práctica no era seguida generalmente en toda Italia, y menciona particularmente la negativa de Ambrosio en Milán. Añadió que la gran mayoría de las iglesias cristianas a través de todo el mundo, y en particular en el Oriente, tenía demasiado respeto por el sábado para hacer eso. También declaró que mientras algunas iglesias en el norte de África seguían el ejemplo de Roma de ayunar en los sábados, otras que dependían de él no lo hacían. (San Agustín, Epístola 36.14 a Casulano; Epístola 54.2 a Januario; Epístola 82 a Jerónimo.)

El historiador eclesiástico Sócrates (Historia Eclesiástica, v. 22), escribiendo por el año 430. declaró:

“Casi todas las iglesias en todo el mundo celebran los misterios sagrados en el día de reposo [séptimo día] de cada semana, sin embargo los cristianos de Alejandría y de Roma, basándose en antiguas tradiciones, rehúsan hacerlo”.

Sócrates escribió además que los arrianos en forma similar, tenían sus reuniones tanto el sábado como el domingo (Id., vi. 8). Y el historiador Sozomen, del siglo V (Historia Eclesiástica, vii. 19), confirma la declaración de Sócrates diciendo:

 “El pueblo de Constantinopla. y de varias otras ciudades, se reúne en sábado tanto como en el día siguiente; esta costumbre nunca se observa en Roma o en Alejandría”.

Después de la promulgación de la primera ley dominical civil de Constantino, en 321, que ponía énfasis en “el venerable día del sol” ordenando el descanso del trabajo —cuyo propósito era apoyar y poner en vigor otras leyes eclesiásticas tocantes a la observancia del domingo que ya existían—. la fiesta del domingo llegó a ser cada vez más popular y extendida a medida que transcurrieron los siglos. De entonces en adelante fue reforzada por renovadas leyes eclesiásticas y civiles. Sin embargo cuando ocurrió el gran cisma entre las iglesias del Oriente y el Occidente, en 1054. uno de los puntos principales de controversia fue la costumbre de Roma de observar todavía el sábado mediante el ayuno en ese día. Las iglesias orientales, aun en esta fecha tardía, consideraban el sábado demasiado sagrado para hacer eso, aunque por entonces la observancia del domingo era casi universal. (Cardenal Humberto, embajador de papa León IX ante los griegos, Adversas Graecorum Calumnias [Contra las Calumnias de los Griegos], en la Patrologiae Latina de Migne, tomo 143, cois. 936, 937; véase tambien Gibbon, Decline and Fall of the Román Empire, cap. 60).

Así ocurrió lentamente el eclipse del sábado por el domingo en la práctica general, pero con gran controversia y aun derramamiento de sangre, según lo atestigua la historia de la iglesia celta, como lo manifiesta Lange. Se necesitaron siglos para que el domingo llegara a ser considerado como el día de reposo. Y hasta hoy en los idiomas español, portugués, italiano, polaco y varios otros, el séptimo día de la semana todavía es denominado por alguna transliteración del nombre antiguo “sabbat”.

9. El cambio del sábado está profetizado. — Como adventistas, creemos que ha habido un cambio sin fundamento y presuntuoso en el día de reposo, realizado por la Iglesia Católica, según está profetizado por Daniel (registrado en Daniel 7, especialmente vers. 24 y 25). La desvergonzada franqueza de la pretensión de Roma para cambiar un precepto de los “Diez Mandamientos de Dios” se ve en el Catholic Belief de José Faa di Bruno (1884). el cual ha sido impreso repetidas veces y traducido a diferentes idiomas. En una página (pág. 311) se anotan los “Diez Mandamientos de Dios”, de Éxodo 20, en su forma abreviada, con el tercero (cuarto) figurando así: “Acuérdate de santificar el día sábado”. En la página siguiente (pág. 312) aparecen “Los Mandamientos de la Iglesia”, el primero de los cuales es: “La iglesia nos ordena principalmente observar los domingos y las Testas de guardar”.

Que esto implica específicamente la sustitución del sábado por el domingo se ve por la explicación de la expresión “Tradiciones Eclesiásticas y Apostólicas” que aparece en el autorizado “Credo de Pío IV”, el cual se publicó al final del Concilio de Trento:

 “Esto es, admito como puntos de verdad revelada lo que la iglesia declara que enseñaron los apóstoles, sea que se lo exprese claramente o no, o que ni aun se lo mencione en la Palabra Escrita de Dios; como por ejemplo… ha de santificarse el domingo en lugar del sábado (llamado día de reposo)” (Id., pág. 1251).

Nada puede ser más claro o más atrevido.

Como ya se dijo, mientras el séptimo día sábado continuaba siendo observado en ciertos lugares durante siglos después de la cruz, la fiesta de la resurrección surgió paulatinamente hasta igualarse con él, hasta que más tarde lo eclipsó. Y en el Sínodo de Laodicea, la influencia predominante del concilio anatematizó a los que proseguían observando el séptimo día de reposo, y ordenó la observancia del domingo. Los cánones referentes a la cuestión del sábado y el domingo de este concilio oriental fueron incorporados a los cánones del Concilio General de Calcedonia, celebrado en 451. y así recibieron fuerza legislativa para toda la iglesia. (Continuará)