PREGUNTA 16
El mundo cristiano en general sostiene (1) que la ley moral es eterna y no ha sido abolida; (2) que el principio del día de reposo, arraigado en la semana de la creación, especialmente en la distinción entre seis días y un día —señalados por la autoridad divina para diferentes propósitos— también es permanente y eterno; (3) que el elemento temporal constituido por el séptimo día es solamente ceremonial y simbólico, y por lo tanto temporal —habiendo sido cumplido y abrogado por Cristo en la cruz; y (4) que existe una clara continuidad entre el día de reposo de los tiempos del Antiguo Testamento, basado en la creación, y el día del Señor del Nuevo Testamento, basado en la redención, siendo el día de reposo de la redención mayor que el de la creación. ¿Cuál es la posición de los adventistas respecto de estos cuatro puntos?
Los adventistas estamos plenamente de acuerdo con el punto 1 —que la ley moral es eterna en su naturaleza esencial y que no ha sido abrogada. Creemos que, estos principios morales eternos son inmutables y no han sido cambiados. Creemos ademán que estos principios básicos están expresados en el Decálogo —los Diez Mandamientos, o ley moral.
Creemos que la ley moral en su forma original, aunque no se hayan registrado las palabras con que se expresaba, encuentra una expresión abarcante en los principios expuestos por Jesús: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Estos principios esenciales son el fundamento del trono de Dios, y la ley eterna de su benéfico gobierno moral.
Creemos también que esta ley moral —el Decálogo— es la que revela el pecado: “Por la ley es el conocimiento del pecado” (Rom. 3:20). “Donde no hay ley, tampoco hay transgresión” (Rom. 4:15). “No conocí el pecado sino por la ley” (Rom. 7:7). “Cualquiera que hace pecado, traspasa también la ley; pues el pecado es transgresión de la ley” (1 Juan 3:4).
La entrada del pecado en el Edén, la transgresión de la ley divina, fue lo que hizo necesario el plan de redención. Debido al pecado del hombre, el Salvador murió una muerte vicaria, expiatoria, en el Calvario, para salvar al hombre perdido. Por esto, la ley moral y el Evangelio están inseparablemente relacionados. La una revela el pecado; el otro, al Redentor que salva del pecado.
Concordamos también con la mayor parte del punto 2 —que el día de reposo surge de la semana de la creación, y como ella, es permanente y eterno. La expresión “seis días y un día”, con la cual disentimos, será analizada posteriormente. Pero, apoyándonos en el principio protestante fundamental según el cual la Biblia es la única regla de fe y práctica del cristiano, creemos que la pretensión del punto 3 —que mientras la naturaleza moral del día de reposo como institución es permanente, el elemento temporal específico era solamente ceremonial y transitorio, y que por eso caducó en la cruz— es inconsistente como argumento corolario. Rechazamos además la inferencia de que mientras el aspecto moral del sábado está firmemente arraigado en la creación, su elemento temporal no lo está.[1]
En ninguna de las enseñanzas de Jesús encontramos una declaración que indique que el elemento temporal, o séptimo día del mandamiento del día de reposo haya sido cambiado. No hemos encontrado nada de parte de Jesús que ponga en duda la validez del séptimo día, o un aflojamiento de su carácter obligatorio, sino más bien un reconocimiento implícito de su continuidad.
1. Puntos de concordancia y de diferencia. —Los adventistas creemos que el séptimo día de reposo —que fue hecho por causa del hombre” (Mar. 2:27)— fue dado al “hombre” (es decir, humanidad) en el Edén, mucho antes de la existencia del pueblo hebreo. Y fue observado durante toda la época patriarcal, mucho antes de haber sido entregado a la custodia especial del Israel de la antigüedad, después de su éxito de Egipto.[2]
Los principios de la ley moral, así lo creemos, eran conocidos para el hombre antes de la Caída,[3] y posteriormente fueron puestos en forma escrita en el Decálogo, en medio de los pavorosos acontecimientos del Sinaí —promulgados y escritos por Dios (Exo.19 y 20; 32:15, 16). Y creemos que cuando Israel llegó a ser el pueblo escogido del pacto, y prometió honrar a Dios guardando sus mandamientos, el Decálogo fue dado como la base de ese pacto.
Disentimos, sin embargo, del argumento de la “continuidad” que se presenta en el punto 4 —la transferencia de la observancia del séptimo día de reposo a la festividad de la resurrección, en el primer día de la semana. Creemos que la base de las dos observancias es enteramente diferente: la primera debía conmemorar el reposo del Creador; la segunda debía conmemorar la resurrección de nuestro Señor.
Disentimos de la sugestión de que el séptimo día de reposo del Antiguo Testamento tenía únicamente un significado ceremonial, o que haya sido de cualquier modo “cumplido y abrogado por Cristo”, o que el séptimo día es una característica “abrogada” o “temporaria” del día de reposo perdurable del cuarto mandamiento.
Disentimos del cambio de las expresiones originales —los “seis días” y “el séptimo día”, del cuarto mandamiento de Éxodo 20— a la expresión no bíblica “seis días y un día”, o mera proporción de tiempo, porque para nosotros tal cambio en la expresión implica un cambio definido de intención, con el cual no podemos concordar.
Disentimos de la proposición de que el Señor Jesucristo transfirió la observancia del último día de la semana al primero, a fin de señalar más allá del “reposo de la creación” original a un mayor “reposo de la redención”. No encontramos ninguna evidencia bíblica que sustente tal pretensión.
A continuación damos las razones bíblicas e históricas que sustentan nuestra posición.
2. De carácter conmemorativo y no ceremonial. —Todos los adventistas, como creacionistas, creemos en el relato del Génesis de una creación hecha por el mandato divino (Gén. 1:1 a 2:2), con el séptimo como el día de reposo de Dios, registrado y reconocido, y el sábado dado como monumento perpetuo de la creación, bendecido y santificado (o puesto aparte) para el hombre. El día de reposo tuvo su principio antes de la entrada del pecado en el mundo (Gén. 2 y 3), y fue dado para conmemorar una creación terminada. Si el pecado no hubiera entrado, todos habrían guardado, el día de reposo original.
Dios no hizo al hombre para, qué pudiera guardar el día de reposo (Mar. 2:27). Pero después de haberlo creado, le dio el día de reposo como un recordativo constante y un monumento del grandioso poder del Creador. Y mientras el principio del día de reposo incluye el descanso físico y el espiritual, un monumento conmemorativo no puede espiritualizarse, y no expira con el transcurso del tiempo.
Entonces, como el sábado fue instituido en la creación, antes de la entrada del pecado, era una parte inseparable del plan y provisión originales hechos por Dios para el hombre. Por lo tanto, no tenía ningún significado ceremonial al prefigurar algo que estaba por venir. Todo lo contrario, siempre ha tenido una significación conmemorativa, porque señala hacia algo que ya estaba hecho —la creación del mundo y de la humanidad.
Nuestra observancia del séptimo día de reposo es una expresión de nuestra creencia de que Cristo creó al mundo. Y también es una señal de nuestro amor, lealtad y devoción a él como nuestro Hacedor y Rey. El hecho adicional de que el Señor del sábado nos amó tanto que se humanó y dio su vida en sacrificio para salvarnos de la ruina del pecado, hace a su sábado tanto más precioso y glorioso como el día del Señor.
Creemos que Jesucristo al encarnarse vino a revelar el carácter perfecto, la voluntad y el amor de Dios, y a vindicar y cumplir la justicia de su ley moral y gobierno. De este modo la obediencia y la justicia perfecta de Cristo son imputadas en primer término (a través de la justificación) y luego impartida (mediante la santificación) a todos los que aceptan su muerte expiatoria en lugar de ellos. De este modo se hizo provisión para la perfecta observancia del sábado hecha por Cristo para cubrir toda nuestra transgresión del sábado —tanto como la infracción de los otros nueve preceptos de los Diez Mandamientos.
3. Los días de reposo moral y ceremonial son básicamente diferentes. —Creemos que se ha hecho una distinción drástica y fundamental entre el séptimo día sábado semanal del Señor, y los siete anuales ceremoniales o simbólicos del ritual del tabernáculo (Pascua, Pentecostés, Día de la Expiación, etc.). Estos días de reposo anuales correspondían cada uno a un día específico del mes, y no a un día específico de la semana, y sólo ocasionalmente coincidían con el séptimo día sábado.
Creemos que estos días de reposo simbólicos anuales, con sus ofrendas de sacrificio especiales, todos señalaban hacia el futuro, a la ofrenda abarcante y suficiente de Jesucristo como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Las Escrituras declaran que él es nuestra Pascua (1 Cor. 5:7). Su muerte ocurrió en el día señalado de la Pascua (el 14 de nisán), el cual en ese año cayó en viernes. Su resurrección tuvo lugar en el día de la gavilla mecida, o de los primeros frutos (16 de nisán), cuando se levantó triunfante de la muerte como las “primicias” de los que duermen (1 Cor.15:20, 23). Estos asombrosos acontecimientos nos aseguran de nuestra aceptación de él, y de nuestra resurrección en el día final. Estos días de reposo simbólicos anuales terminaron para siempre en la cruz, cuando todos los símbolos encontraron su completa realidad. Pero esto de ningún modo afecta al séptimo día sábado, el cual nunca fue un símbolo, y en consecuencia nunca fue abrogado.
4. El sábado no fue abrogado por Cristo. — El día de reposo del cuarto mandamiento no tenía una significación ceremonial o simbólica que podía ser “cumplida” o “abrogada” por Cristo. No fue instituido como una parte del ritual del tabernáculo, en el Sinaí, y no señalaba hacia el futuro, al sacrificio expiatorio de Cristo en el Calvario. En vez de esto, el sábado siguió siendo el monumento establecido de la creación original, y por lo tanto señalaba hacia atrás, a la obra del Creador. Y esto, a causa de su naturaleza misma, no podría ser cumplido ni abrogado mientras dure la obra de la creación.
Las tradiciones judías que encostraban la observancia del sábado sí fueron barridas por Cristo —no porque él las haya cumplido mediante su muerte real y expiatoria, sino porque eran sencillamente las “tradiciones de los hombres” que carecían de autoridad, y que nunca habían tenido validez. Así que fueron las numerosas reglas añadidas y las regulaciones rabínicas que atañían a la observancia del sábado —los estorbos— las que fueron barridas por las enseñanzas de Cristo. Pero esto comprendía solamente lo accesorio, y no el sábado mismo.
Isaías había profetizado que Cristo engrandecería la ley y la haría honorable (Isa. 42:21). Y así lo hizo. Y engrandeció el día de reposo de esa ley, demostrando que no era un día aflictivo y de restricciones, sino un día de descanso y alivio de las cargas del pecado y de sus consecuencias. Observó el día de reposo en toda su vida y ministerio, pero ejemplificó el significado de la verdadera observancia del sábado —mostró que era legal hacer el bien en el sábado, sanando a los enfermos en ese día.
Había, además, las leyes civiles de Israel, dadas cuando la nación era una teocracia. Algunas se referían al día de reposo, y contemplaban severas penas civiles para la profanación del séptimo día, tal como la muerte para el que presuntuosamente recogiera leña para encender fuego en sábado (Exo.31:14; 35:2, 3; Núm. 15:32-36). Pero estos castigos terminaron para siempre con la cesación de la teocracia de Israel, y de ningún modo fueron transferidos a los tiempos posteriores, ni duraron más allá de ese período.
Los adventistas sostenemos que el sábado es para todo el mundo y todos los tiempos. Creemos firmemente que no hay nada de ceremonial o simbólico en el sábado del cuarto mandamiento.
5. La calidad de séptimo día y de día de reposo. —Dos características sobresalen en relación con la institución del día de reposo original. Son: el tiempo específico apartado, y la naturaleza de la observancia, reposo del trabajo. Como se hizo notar antes, todo el sistema ceremonial fue instituido después que el pecado entró en el mundo, con el propósito específico de señalar a los pecadores a la futura venida del Salvador. Tenía el propósito de inculcar fe en su poder para salvar a la humanidad de sus pecados. Pero en ninguna parte declaran las Escrituras, o siquiera implican, que el elemento temporal del mandamiento original del día de reposo, era ceremonial. Todo lo contrario, proporcionan evidencia explícita de que su naturaleza no podía haber sido ceremonial, porque el elemento temporal, para que hubiera sido ceremonial y simbólico, habría tenido que haber sido instituido después de la entrada del pecado, y de la consiguiente necesidad de un Salvador.
El mandamiento del sábado da como la razón de su existencia el que “en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día: por tanto Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó” (Exo. 20:11). La calidad de séptimo día del día de reposo, por lo tanto no está menos seguramente arraigada a la creación que la calidad moral que es el reposo. Y nuestro reconocimiento de una debe ser tanto como el de la otra. La semana de siete días testifica de este hecho innegable, y ha llegado hasta nosotros desde la creación (véase Gén. 2:1-3).
Dios instituyó como día de reposo el séptimo día de la primera semana temporal. De este modo ambos aspectos del día —su calidad de séptimo día no menos que su calidad de reposo— están inseparablemente eslabonados con la creación. A no ser que esté respaldada por una declaración explícita de la Escritura que indique lo contrario, la afirmación de una y la negación de la otra son claramente incompatibles con las premisas principales que hemos visto, especialmente en vista de la posición protestante acerca de la autoridad suprema de la Biblia.
En los diferentes actos de la creación no hubo nada de ceremonial o simbólico, ni en el reposo de Dios de su trabajo creador, ni en el hecho de que haya decidido reposar en el séptimo día de la semana. De modo que las Escrituras en ninguna parte implican que la calidad de séptimo día del día de reposo señalaba hacia la cruz. Y únicamente aquellas cosas que señalaban hacia la cruz en el futuro fueron abolidas en la cruz o por ella. La calidad de séptimo día del día de reposo no estaba en esa categoría.
6. La lógica del caso. —Muchos se refieren, y con frecuencia, a la calidad de séptimo día del día de reposo como una característica “temporaria”, solamente para los tiempos del Antiguo Testamento y los hebreos. Pero en vista de las evidencias anteriores, es propio preguntar: si se pretende que el descanso de Dios en el séptimo día implicaba una característica “temporaria”, entonces ¿no se aplicaría ese mismo argumento al hecho mismo de que haya reposado? ¿Qué hay de más “temporario” en el hecho de que Dios haya elegido reposar en el séptimo día de la creación que en el hecho de que haya descansado?
Otra pretensión común relacionada con la calidad de séptimo día del sábado afirma que observar el sábado en el séptimo día de la semana implica al observador en el legalismo. Pero preguntamos: ¿de qué modo preciso, y con qué autoridad bíblica, puede considerarse que el respeto por la calidad de séptimo día del sábado nos implica automáticamente en legalismo? ¿Fue legalista Dios porque eligió reposar en el séptimo día de la semana de la creación, con preferencia al primer día de la semana, en su comienzo, o bien —interrumpiendo su obra creadora—, en algún otro día de la semana? Y si el reposo de Dios no fue un acto legalista, entonces ¿por qué lo sería para nosotros, si lo hacemos obedeciendo su orden? Y si es un acto legalista el que reposemos en el séptimo día de la semana, ¿por qué no sería igualmente legalista reposar en el primer día, o en cualquier otro día, de la semana?
¿Y en qué lugar de la Biblia se afirma explícitamente, o siquiera se implica, que la calidad de reposo del día de descanso no es legalista, pero que la calidad de séptimo día, o reposo en el séptimo día, es legalista? Además, ¿instituyó Dios un aspecto ceremonial, o simbólico del día de reposo al elegir reposar en el séptimo día? Entonces, ¿mediante qué proceso de lógica puede sostenerse que nuestra observancia del sábado en el séptimo día es ceremonial, pero no lo es para Dios?
Por otra parte, a veces se afirma que el propósito esencial del sábado estaba en armonía con la conservación y el mantenimiento de la vida. ¿Implica esto que hay necesariamente un conflicto entre la calidad de séptimo día del día de reposo y la conservación y mantenimiento de la vida? ¿Pero en qué forma la calidad de séptimo día del sábado está más en conflicto con la conservación y el mantenimiento de la vida que su calidad de reposo? La calidad de reposo del día de descanso restringe la actividad a un día específico, mientras que la calidad de séptimo día simplemente especifica en qué día ha de tener lugar.
También se afirma que la calidad de reposo del día de descanso existe para el bien del hombre, con lo cual se implica que su calidad de séptimo día obra contra su bienestar. ¿Pero en qué forma la calidad de séptimo día del día de reposo obra contra el bien del hombre más de lo que lo haría el domingo, primer día de la semana? El énfasis que puso Dios en la calidad de séptimo día del primer sábado del mundo, ¿obró contra el bien del Creador?
En resumen: protestamos contra el razonamiento ilógico según el cual se hace legalista observar el séptimo día de la semana, pero se exime del legalismo el observar el primer día de la semana. Formas de razonamiento como las expuestas en los párrafos anteriores están reñidas con la lógica seria. Para ser consecuente, habría que asumir una de dos posiciones: aceptar cabalmente, incluyendo sus conclusiones lógicas, las premisas mayores aceptadas de los puntos uno y dos, reconociendo la calidad de séptimo día instituida divinamente, tanto como la calidad de reposo del día de reposo, o bien apartarse de las mencionadas premisas mayores y encontrar otra base que permita suprimir la cualidad moral del día de reposo. De otro modo, tal actitud parecería conducir a una de dos posiciones: que los Diez Mandamientos han sido abolidos, o que la Iglesia Católica Romana posee autoridad y poder para cambiar el Decálogo.
Referencias
[1] Algunos piensan que el sábado es una Institución exclusiva de los hebreos. Los que sostienen este parecer pretenden que la versión del Decálogo dada en el libro de Deuteronomio hace énfasis en que el sábado fue dado exclusivamente a los hebreos, porque habían sido librados de la esclavitud.
[2] El silencio de la última parte del Génesis concerniente al día de reposo resulta comprensible cuando se recuerda que se daba por sentada la familiaridad de los patriarcas con los mandamientos de Dios. El autor del relato histórico del Génesis no consideró necesario hablar de esto en su revista panorámica de los siglos pasados. Pero Abrahán guardó los mandamientos de Dios (Gén. 26:5) —la palabra hebrea que aquí se emplea para “mandamientos” es la misma que se usa para el Decálogo en Deuteronomio 5:10, 29. Kallsch menciona esto como la ley escrita en el corazón del hombre, y el Pulpit Commentary declara que la palabra significa “aquello que ha sido dado en tablas”. Abrahán reconoció y obedeció la ley moral de Dios. Siendo esto así, ¿no incluiría también el sábado? El libro Compation Bible (Gén. 26:5) dice que Abrahán tenía una obligación que debía observar: mandamientos que debía obedecer; estatutos (decretos) que debía reconocer; y leyes (“instrucción”, el Torah) que debía seguir. Y durante su peregrinaje por el desierto. Dios probó a su pueblo de la antigüedad a fin de ver si andarían en sus mandamientos (Exo. 16:4). La prueba se basó en la observancia del sábado. Y la comparación de Éxodo 16:1 con Éxodo 19:1 muestra que esto ocurrió varias semanas antes de la promulgación del Decálogo. Por lo tanto debían haber conocido no sólo la ley de Dios sino también los mandamientos específicos que ésta comprendía, según lo demuestra la referencia al sábado.
[3] Adán, cuando fue creado, no estaba manchado por el pecado. Dios “hizo al hombre recto” (Ecl. 7:29). El hombre fue creado “a imagen de Dios” (Gén.1:27). Siendo esto así, la ley moral habrá estado escrita en su corazón.