En tiempos modernos

Un día sábado típico observado por judíos de Europa oriental a comienzos de nuestro siglo. [1]

El día de preparación

Es el viernes. Pero ya el jueves la gente se apresura a ir al mercado para comprar aves y pescado para el sábado. El mismo jueves se prepara la masa para el  challas, el pan sabático.

“Es un gran mérito religioso levantarse temprano el viernes para preparar para el sábado”.[2]

Antes del amanecer se enciende el horno. Cuando está listo, la dueña de casa toma un pedazo de masa de pan preparada la noche anterior y la pone en el fuego mientras recita una bendición. Recuerda así el precepto de separar las primicias de la masa como regalo para el sacerdote. Mientras la masa se quema ella recita una oración de meditación (t’chinch) en la que pide a Dios que acepte ese pedazo de masa como sacrificio sobre el altar, que le dé medios para alimentar a sus hijos amados, que en su gran misericordia la proteja de la preocupación y de las privaciones Después pone el resto de la masa, en forma de panes, a cocinar.

La escuela (cheder) para niños judíos funciona sólo de mañana. El tiempo es dedicado mayormente a cantar la sección del Pentateuco y la porción de los profetas correspondientes al sábado.

No se sirve un almuerzo formal. Los judíos muy devotos no comen nada desde la mañana hasta la noche, a fin de disfrutar más plenamente de la comida sabática, en la noche, y ganar así mayor mérito.

El viernes de tarde funcionan, en algunos hogares, cocinas cerradas que cocinan el cholent, alimento que preparado el viernes permanecerá ahí caliente hasta ser usado en sábado. Generalmente en cada una de estas cocinas se guarda el cho’ent de varias familias. Se conserva también agua caliente, para las bebidas del sábado. La cocina es sellada con arcilla. Durante el sábado no se encenderá ningún fuego.

Al acercarse el sábado los almacenes cierran rápidamente Se retiran las ollas de las cocinas comunes y se apaga el fuego. La familia completa el aseo y el arreglo personal. La tranquila atmósfera del sábado empieza a hacerse presente. Todos se preparan para las ceremonias que darán comienzo al día siguiente. Ya están sentados en la sinagoga algunos judíos ancianos, devotos, cantando del Cantar de los Cantares. Un vocero recorre las calles gritando: “A la sinagoga”.

La recepción del sábado

En cada hogar, sobre la mesa, hay al menos dos bruñidos candelabros de bronce o plata. Una media hora [3] antes de la puesta de sol, la madre pone las velas en los candelabros, las enciende y, cubriendo sus ojos con las manos repite la bendición; “Bendito sea el Eterno, Rey del mundo, que nos santificó con sus preceptos y nos ordenó encender las velas del sábado”.[4]

La mesa está cubierta con un mantel blanco. A la cabecera hay dos panes de trigo, cubiertos con un primoroso mantelito bordado con bendiciones y figuras alusivas.[5]Son dos panes, “en recuerdo de la doble porción de maná que los judíos recogían en el desierto la víspera del sábado”.[6]

Entretanto los hombres están en la sinagoga donde se celebra un oficio de recepción del sábado. Al finalizar el oficio, cantan el Leja Dadí, “canción que saluda al sábado como a una novia, a una reina. Esta poesía debe su origen a una tradición que comenzó hace tres siglos, cuando los cabalistas de Safed, Galilea, solían salir en procesión fuera de los muros de la ciudad., vestidos de fiesta, para dar la bienvenida al sábado y acompañarlo hasta sus casas. (Ellos a su vez se basaron en la información que da el Talmud respecto a ciertos Amoraim palestinos del siglo III DC. Estos se vestían el viernes de tarde con ropas sabáticas y decían: “Venid, salgamos a encontrar a la Reina Sábado”, o “¡Ven novia, ven novia!” [7]

Se tomó la personificación del sábado al pie de la letra, y un poeta, Salomón al Kabetz Haleví, residente en Turquía, compuso el “Leja Dodí”, cuyo último verso es cantado todavía hoy. [8]

“Ven en paz, corona del esposo, con alegría y regocijo; ven hacia los fieles hijos del pueblo predilecto; ven, amada, ven novia.

“Ve, amado, al encuentro de la novia; acojamos la faz del Sábado”.[9]

Vueltos de la sinagoga se saludan en casa unos a otros con repetidos “Gut Shabbos” (buen sábado). El hogar respira descanso y felicidad. Padres e hijos van y vienen por la casa cantando Shalom Aleichem (paz a vosotros, ángeles ministradores, etc.). Es un saludo a los dos ángeles que el Rey Altísimo, el Rey de reyes,, envía para acompañar a cada judío desde la sinagoga hasta su hogar el viernes de noche.

El dueño de casa recita en seguida, en honor de su esposa, Proverbios 31:10-31.

Luego la familia se sienta a la mesa, a la cual ha .sido invitado con frecuencia un forastero pobre. Se recita el Kiddush que expresa la gratitud de Israel a Dios por haberlo dignificado tributándole el sábado sagrado.[10]Entre plato y plato se cantan z’miros, y también al terminar la cena.

Después de la cena el dueño de casa repite la porción del Pentateuco que corresponde a esa semana (dos veces en hebreo y una vez en arameo). La esposa lee el Ts’ench Ur’ench (paráfrasis de partes del Antiguo Testamento, más relatos, etc.), mientras los jóvenes leen historias o salen a caminar por corto rato. Luego todos se acuestan temprano.

El Sábado, durante el día

Algunos judíos devotos van al amanecer a la sinagoga para estudiar la Torah, varias horas antes de que comiencen los servicios regulares.

Los servicios sabáticos en la sinagoga son largos. Se lee, en ellos, de los cinco libros de Moisés, y capítulos escogidos de los profetas. Siete personas leen de la Torah: primero un cohén (sacerdote, descendiente de Aarón), luego un levita (descendiente de la tribu de Leví) y luego otros 5 israelitas, sin orden fijo. [11]

Concluidos los servicios vuelven a sus casas. El desayuno y el almuerzo son servidos prácticamente juntos. Se canta mucho durante la comida.

Después de una siesta se va a la Casa del Estudio a estudiar. El estudio es realizado en grupos separados: Biblia, Mishna, Talmud y otros aspectos del judaísmo. Los jóvenes caminan o juegan. Así pasa el tiempo hasta las oraciones de la tarde (minchoh).

Después de estas oraciones se sirve la tercera comida del sábado, generalmente tibia o ya fría (pese a haber sido guardada en la estufa cerrada).

Despedida del sábado

La tristeza empieza a sobrecoger a todos porque la Reina Sábado está a punto de partir. Esto se ve claramente en la sinagoga donde están reunidos todos los hombres. Existe la creencia popular de que las almas reciben reposo durante el sábado, pero son llevadas de vuelta a la llameante Gehenna apenas termina el sábado.

Esta atmósfera de tristeza concluye a una señal del vocero, que indica que deben comenzar los servicios de despedida del sábado. Estos son atrasados a fin de prolongar la santidad del sábado.

Entretanto en casa, la esposa espera hasta ver tres estrellas juntas en el cielo, que es la señal que el sábado ha terminado. Recita entonces la t’chinch, enciende una vela y exclama: “Una buena semana, una semana plena, una semana feliz, para nosotros y para todo Israel. Amén”.

Llegan los hombres desde la sinagoga. Se realiza en seguida la ceremonia de la Havdalá (separación) para simbolizar la diferencia entre la santidad del sábado y los días comunes. Frente al dueño de casa “sobre la mesa, se halla un planto con una copa llena de vino, un cofrecillo con especias (canela o clavo de olor), y una vela trenzada. El padre pronuncia la berajá (bendición) sobre el vino, sobre el perfume de las especias y sobre el fuego, terminando con la alabanza de Dios por haber distinguido entre lo sagrado y lo profano, la luz y la oscuridad, el sábado y los días de trabajo”.[12]

Se prepara en seguida una comida más. Todavía quedan huellas del sábado. Es como si se hubiese ido un huésped muy querido. Esta cuarta comida es llamada despedida a la Reina Sábado y también Comida del Rey David. El Talmud cuenta una leyenda según la cual David le preguntó a Dios cuánto duraría su vida. Dios le respondió que moriría en sábado. Por eso, al final de cada sábado David hacía una fiesta, porque tenía asegurada una semana más de vida.

Tras la cena todos se dedican a conversar, relatar historias y leyendas. Las mujeres realizan las tareas regulares de la casa, pero no tejen ni cosen.

Entre los judíos de Europa occidental y las Américas, el sábado dejó de ser observado de esta manera como resultado de la revolución industrial y de la creciente competencia comercial a la que se vieron enfrentados desde el siglo XIX. El único grupo judío que trató de encontrar medios para seguir observando el sábado fue el de los judíos reformados. Pero no tuvieron buen éxito. Algunos de entre ellos celebran servicios religiosos el domingo de mañana, para beneficio de los que no pueden asistir en sábado.

Recientemente ha surgido el interés por guardar el sábado de alguna manera. Se han iniciado, al efecto, servicios religiosos los viernes de noche, después de la cena. Asisten a ellos hombres, mujeres y niños Se encienden velas sobre el altar, se recita el Kiddush, un coro canta el Leja Dodí y otras melodías tradicionalmente sabáticas. El rabino predica un sermón. También se han introducido en muchas congregaciones servicios religiosos especiales para niños el sábado de mañana.

Se está reavivando también el uso de la “Casa del Estudio”, en la sinagoga o en alguna sala adyacente. Se discuten la vida y la cultura judías, el viernes de noche o el sábado de tarde. También el servicio de despedida de la Reina Sábado está siendo reavivado con formas nuevas.

Algunas declaraciones judías contemporáneas acerca del significado del sábado

 “Los placeres del sábado son la sexagésima parte de las delicias del mundo venidero; en la víspera del sábado Dios da al hombre un alma especial, y al pasar el sábado ésta le es quitada”.[13]

“Efectivamente, es el sábado el que conservó a Israel, y no Israel quien conservó al sábado”.[14]

“Ninguno de los valores espirituales que el judaísmo aportó al mundo ha penetrado tan hondamente y de un modo tan general en la vida de la humanidad como el descanso semanal., el sábado. Es una ley de importancia no sólo religiosa, sino también social; contempla las necesidades del hombre en su doble aspecto físico y espiritual, y le otorga, a la par que un intervalo de descanso en la monotonía y fatiga del trabajo, un desahogo para el alma, que en los días de labor suele carecer de una expansión adecuada”.[15]

“El sábado recuerda el ritmo de la creación divina del universo Si la fuerza ciega de la naturaleza hubiese creado el mundo, no habría podido detenerse repentinamente durante 24 horas. Dios mismo es el creador del mundo. Seis días utiliza el hombre las cosas terrestres para sus fines, pero el séptimo día de cada semana confiesa que el mundo es de Dios, que a él le pertenece. De esta manera, cada sábado se convierte para el judío en su profesión de fe.

“Dios no suspendió su obra en el Schabat porque quisiera descansar de la labor, sino porque el trabajo no tiene sentido sin la tranquilidad y el reposo contemplativo que le siguen. El sábado es el día que irradia luz sobre los otros días. Estos no son más que escalones que llevan hacia él; carecen de nombre en hebreo, y se llaman según su orden; primero, segundo, etc., hasta que llega al séptimo, Schabat, reposo”.[16]

Sobre el autor: Vicedirector del Colegio Adventista del Plata


Referencias

[1] Sección basada mayormente en Hayyim Schauss, The Jewish Festivals (N. York, Union of American Hebrew Congregations, 1938), págs. 21-37.

[2] Id., págs. 21.

[3] Erna C. Schleslnger, Tradiciones y Costumbres Judías (Buenos Aires, Editorial Israel, 1951), pág. 24.

[4] Id., págs. 24, 25.

[5] Id., pág. 25.

[6] Loc. cit.

[7] Schauss, op. cit., pág. 19.

[8] Schlesinger, op. cit., pág. 27

[9]  Id., págs. 27, 28. Música en pág. 26.

[10] Id., pág. 30.

[11] Id., pág. 31

[12] Id., págs. 32, 33

[13] Dichos del Talmud, aludidos por H. Schauss, op. cit., pág. 12.

[14] Ajad Haám, cit. en E. C. Schleslnger, op. cit., pág. 21

[15] E. C. Schleslnger, op. cit., pág. 21.

[16] Loc. cit.