Un pastor relata cómo los Grupos pequeños transformaron su ministerio.

Hablar sobre los Grupos pequeños se tornó algo común entre los pastores adventistas, y describir mi experiencia con ese método de trabajo me causa mucha alegría. Esa experiencia fue suficiente para transformar mi vida pastoral, y producir un impacto en mi vida personal y familiar.

Al iniciar mi carrera ministerial, en 2009, me sentí altamente motivado por el adiestramiento recibido. Entusiasmado, comencé a soñar con el futuro brillante que mi iglesia experimentaría con el comienzo de mi prototipo de Grupo pequeño. Con la multiplicación, vendría el tan soñado crecimiento.

Al iniciar el prototipo, con oración, seleccioné las familias, pensando en causar un gran impacto en la iglesia en poco tiempo. Sin embargo, independientemente de ser el tiempo ideal o no, nuestro prototipo duró apenas un año. Pero, durante el proceso de profundizar la relación con los participantes, tuve que romper con mi concepto de que el pastor no puede abrirse ni mostrarse vulnerable. Percibí que mis sueños de crecimiento no serían fácilmente alcanzados. Entonces, aflojé en el cuidado de aquel pequeño rebaño. Terminé retardando la formación de los líderes, pues tuve que recuperar la confianza de ellos y, con el transcurso del tiempo, al haber modificado mi comprensión, pude amarlos verdaderamente.

MOTIVACIÓN CORRECTA

Mi vida recibió tal impacto por la amistad y la convivencia con aquellos hermanos que pasé a ver el ministerio con otros ojos. El grupo comenzó a soñar con una iglesia que vive en comunidad, siendo pastoreada semanalmente, estrechando relaciones que no pasaban de la mera formalidad y, lo más fascinante, viendo personas bautizadas mediante la evangelización relacional, convirtiéndose en discípulos empeñados en formar a otros discípulos.

Es preciso que la misión sea la motivación central de cualquier Grupo pequeño. La base relacional condiciona y prepara a la iglesia para desarrollar relaciones redentoras entre los hermanos bautizados y los no bautizados.

Transcurridos aproximadamente cuatro años, vemos que ese sueño se ha concretado. No tenemos tantos grupos como querríamos, pero los suficientes como para que casi el ciento por ciento de la iglesia esté siendo debidamente cuidada y preparada.

Tenemos dirigentes comprometidos y eficientes; pero, a semejanza del pastor, ellos también tienen limitaciones. Muchas veces me frustré por proyectar en ellos el ideal aprendido en libros y adiestramientos, pero aprendí a amar y comprender a mis líderes en sus realidades y verdaderas necesidades.

Respetar a las personas y amarlas como son es el primer paso para convertirlas en lo que Dios sueña que serán. Al fin de cuentas, ellas están envueltas diariamente en tantas actividades en busca de sobrevivir y también en relación con la iglesia que la tarea de cuidar un pequeño rebaño podría parecerles absurda. Sin embargo, al sentirse amadas así como son, pasan a reproducir ese sentimiento en relación con sus semejantes.

Las luchas que enfrenté al comienzo sirvieron para entender que Dios me quebrantó, desde el principio hasta el fin del proceso. Ahora, le agradezco por haberme enseñado a amarlo para, únicamente entonces, poder amar a las ovejas y enseñarles a amar a sus semejantes.

RESULTADOS COMPENSADORES

Trabajar con pequeñas comunidades es un trabajo continuo y exhaustivo, pero altamente compensador para la iglesia, pues vemos que el estilo de vida de los hermanos se modifica de tal manera que no consiguen pasar una semana sin pastorear su pequeño rebaño. Eso es reproducción del ministerio pastoral; es hacer discípulos.

Actualmente tenemos un líder aprendiz, que todavía se está preparando para el bautismo, lo que nos lleva a concluir que muchos excelentes dirigentes aún están en la “iglesia invisible” y serán alcanzados. Estamos más cerca de ser una iglesia más relevante para la comunidad local.

Cada iglesia tiene su realidad particular, y eso modifica mucho la manera de trabajar con Grupos pequeños. Si buscamos, como pastores, comprender mejor nuestro estilo de vida, no apuntando a motivaciones egoístas sino a la transformación de nuestra vida, de nuestras familias y de la iglesia, descubriremos nuevos rumbos en nuestro ministerio. Entonces, el ambiente de unidad que envolverá a la iglesia y al ministerio hará que estén preparados para el derramamiento especial del Espíritu Santo.

Sobre el autor: Pastor en la Asociación Matogrosense del Sur, Rep. del Brasil.