5. EL LITERALISMO EXTREMO ESTA EN CONFLICTO CON LA VERDAD BIBLICA.—Si el relato es literal, el mendigo recibió su recompensa, y el rico su castigo, inmediatamente después de la muerte y antes del día del juicio. Pero esto nuevamente está en conflicto directo con la declaración paulina de que Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia” (Hech. 17:31). Ese día, entendemos, será cuando “el Hijo del Hombre venga en su gloria… y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros” (Mat. 25:31, 32). Una interpretación literal también está en conflicto con la promesa de Cristo: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Apoc. 22:12); y con la promesa de la recompensa de Lucas 14:14: “Te será recompensado en la resurrección de los justos”. Compárese con la declaración de Pablo: “Me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor… en aquel día” (2 Tim. 4:8), el día de su manifestación.

Esta declaración está en armonía con Malaquitas 4:1-3, que dice que “viene el día” —un acontecimiento futuro— cuando los impíos habrán de sufrir los tormentos del fuego consumidor. Nos parece claro que el Antiguo Testamento, o “Moisés y todos los profetas”, son unánimes y concordes al testimoniar que los muertos, tanto justos como impíos, yacen silenciosos e inconscientes en la muerte hasta el día de la resurrección. (Véase Job 14:12-15, 20, 21; 17:13; 19:25, 27; Sal. 115:17.)

Jesús frecuentemente se refirió a la suerte de los impíos. Mencionó el “infierno” (Mat. 10:28), se refirió al “infierno de fuego” (Mat. 5:22), llamó la atención hacia la “resurrección de condenación” (Juan 5:29), a la “condenación del infierno” (Mat. 23:33) y al “juicio eterno” (Mar. 3:29). El Salvador también se refirió a la patria eterna de los justos. La llamó “paraíso” (Luc. 23:43) y el reino de su Padre (Mat. 26:29). Ordenó a sus seguidores que acumularan tesoros en el cielo (Mat. 6:20), y declaró que al cielo y a la casa de su Padre (Juan 14:2) llevará a sus hijos cuando venga por segunda vez.

6. NO IMPLICA QUE LOS MUERTOS ESTEN CONSCIENTES.— En la parábola el rico “alzó sus ojos, estando en tormentos” “en esta llama”. Pero según la Escritura ese tormento no precede la segunda venida (2Tes. 1:7, 8). Al describir los fuegos de la destrucción, generalmente se usa la palabra gehenna. Pero en esta historia del rico y Lázaro, la palabra que se usa es Hades, y el sepulcro no contiene tales fuegos. Para todos los judíos, los muertos estaban en el Hades, la tumba, el lugar de los muertos.

De modo que para nosotros la historia del rico y Lázaro no prueba de ninguna manera el estado consciente de los muertos y el tormento presente y eterno de los impíos. Creemos que es totalmente injustificado sacar semejante conclusión, que contradice la enseñanza clara y sencilla de la Palabra. En toda la Biblia se enseña que la muerte es una condición de silencio, oscuridad e inconsciencia. (Sal. 6:5; 115:17; Isa. 38:18.)

Ni Lázaro ni el rico han recibido todavía su recompensa. Están silenciosos en la muerte, esperando la voz que llamará a todos “los que están en los sepulcros” (Juan 5:28). Están reservados para el día del juicio. (2 Ped. 2:4, 9; compárese con Job 21:30).

En esta alegoría se presenta en la ficción a los muertos inconscientes como realizando una conversación, pero eso no implica que los muertos sean realmente conscientes, así como en el Antiguo Testamento, en la parábola contada por Jotam, los árboles, la vid y la zarza están descriptos como sosteniendo una conversación y ungiendo a un rey sobre ellos. Pero nadie pretendería que esto es una evidencia de que los árboles hablan y tienen un rey sobre ellos. (Juec. 9: 8-15; compárese con 2 Rey. 14:9).

La gran sima, suficientemente angosta como para permitir la conversación de uno a otro lado, pero suficientemente profunda para impedir el paso, es un elemento irreconciliable con la hipótesis de seres inmateriales. La única explicación congruente que puede darse de este elemento es que indica la irrevocable división que la muerte establece entre los buenos y los malos al fin de su tiempo de gracia en la tierra. Cada individuo permanece en el grupo en el cual se encontraba en ocasión de su muerte, hasta el gran juicio. Hoy se puede pasar del estado de condenación (Juan 3:18) al de perdón. Pero cuando llega la muerte, es demasiado tarde. La sima está fijada.

7. PROPOSITO OBVIO DE LA PARABOLA.— Toda parábola tiene el propósito de influir sobre los vivientes, y está adaptada al tiempo. Pero el tiempo de gracia designado por Dios para el hombre es antes de la muerte y la resurrección. La retribución viene después de la resurrección. La vida después, de la muerte está siempre supeditada a la resurrección. Además, cuando el rico ruega a Abrahán que envíe a Lázaro a avisar a sus cinco hermanos para que puedan evitar el mismo lugar de tormento, la respuesta es explícita: “A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos” (Luc. 16:29). Y si no oyeren a ellos, Cristo dijo claramente, “tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (vers. 31).

8. POR LO TANTO DEBEMOS SACAR LA CONCLUSION:

a. Que el diálogo, con su personificación propia de una parábola, es totalmente imaginario, y creemos que no sólo no ocurrió, sino que jamás podría ocurrir semejante conversación entre los salvados y los perdidos.

b. Que el tiempo es igualmente ficticio. No sólo se trata de un diálogo inventado, sino que el tiempo que se le asigna es anticipado. (Los hombres no reciben la recompensa o el castigo hasta la resurrección, pero aquí se los describe alegóricamente como recibiéndolos antes de la resurrección.)

c. Que éste es el único lugar de la Escritura donde el Hades es descripto como un lugar de tormento. Ese concepto generalmente está reservado para la gehenna. Pero Cristo, para los fines de la parábola, y utilizando conceptos corrientes, hace aquí una trasposición de tiempo y describe al rico y Lázaro como vivos en el Hades antes de la resurrección, así como Isaías levanta a sus reyes muertos en el Seol (Hades) para que escarnezcan a Babilonia.

De acuerdo con la enseñanza de Jesús en otras parábolas, la recompensa se recibe en ocasión de la resurrección de los justos, “la siega”, “el fin del siglo”, cuando los hijos de Dios son juntados en su granero, y los impíos, como cizaña, son atados para ser quemados. (Mat. 13:30, 49; Luc. 14:14.)

Tales entendemos que son el propósito y las limitaciones de esta parábola.

III. Concepto judío contemporáneo de “el seno de Abrahán”

Es evidente, según lo atestiguan escritos judíos, que los fariseos y otros grupos en los días de Cristo creían en la idea del estado consciente después de la muerte. Su concepto del Hades (o Seol) había cambiado radicalmente desde los días de los patriarcas y el cierre del canon del Antiguo Testamento, y en los días de Jesús creían en gran medida lo mismo que los griegos y otras naciones que los rodeaban.

En la parábola se hace referencia al “seno de Abrahán” (Luc. 16:22), una expresión que no se encuentra en ningún otro lugar de la Escritura. Si nos atenemos a la Biblia, no hay indicación alguna acerca de la ubicación y el significado del “seno de Abrahán”.

Encontramos, sin embargo, esta expresión en la literatura extrabíblica, y parecería que fuese un concepto o una tradición corriente del pueblo judío. Josefo, en su “Discurso acerca del Hades”, afirma que los judíos llaman “seno de Abrahán” al lugar dichoso al cual van los justos al morir. El Talmud se refiere a él como “la falda de Abrahán” (Kiddushin 72b). Era evidentemente una creencia sostenida por muchos en los días de Jesús.

La descripción del Hades dada por Josefo es muy parecida a la que se presenta en el relato del rico y Lázaro. (Véase la nota adicional al final de este capítulo). Allí leemos acerca de la gran sima infranqueable, del aposento de los justos a distancia visible y audible de la cámara donde los muertos son atormentados, y acerca de otros detalles que también están presentes en la historia narrada por Jesús. Estos conceptos no sólo aparecen en los escritos de Josefo, sino en otras obras judías. Acerca del Hades se lee: (1) que estaba compuesto por dos aposentos (2 Esdras 4:41); (2) que uno de esos aposentos era para los justos, y el otro para los impíos (Midrash, sobre Rut 1: 1); (3) que los justos moran en un aposento (Sabiduría de Salomón 3: 1); los impíos en el otro, donde son maldecidos, azotados y atormentados (Enoc 22: 9-13; Talmud Erubin 19a); (4) que los que moran en un aposento son visibles para los habitantes del otro aposento y están a una distancia desde la cual pueden hablar con ellos (Midrash, sobre Ecl. 7: 14); (5) que los justos son recibidos en el Hades por grupos de ángeles ministradores (Talmud Kethuboth 104a; 4Esdras 7:85-87, 91-95); (6) que los justos son recibidos en el Hades por Abrahán, Isaac y Jacob (4 Macabeos 13:17); y (7) que los justos, como parte de su recompensa, se sientan “en la falda de Abrahán” (Talmud Kiddushin 72b). Y, Josefo da este testimonio: “También creen que las almas tienen un vigor inmortal en sí mismas, y que debajo de la tierra habrá recompensas o castigos, según hayan vivido virtuosa o impíamente en esta vida; y los últimos serán retenidos en una prisión perpetua, pero los primeros tendrán poder para resucitar y volver a vivir” (Antigüedades XVIII, 1, 3).

Tal era el contexto de los conceptos o las tradiciones corrientes acerca del Hades como lugar de los muertos en los días en que Jesús se refirió a él en la parábola.

IV. Lecciones obvias de la parábola

En esta parábola se enseñan importantes lecciones: (1) en el mejor de los casos las bendiciones terrenales son inciertas y transitorias; (2) los ricos son responsables no sólo por lo que hacen sino también por lo que no hacen con sus riquezas; (3) esta vida presente es la única oportunidad que se nos dará para prepararnos para la futura; (4) la egoísta falta de humanidad y el mal uso de las riquezas privan al individuo de un lugar en el reino eterno de Dios; (5) las claras enseñanzas de la Escritura son suficientes para hacernos sabios para la salvación.

El rico no fue separado de Abrahán porque era rico, pues el mismo Abrahán tenía muchas posesiones, sino porque había ignorado las enseñanzas fundamentales de la ley y los profetas, que son el amor a Dios y el amor al hombre. Jesús dijo que de esas dos cosas depende toda la ley y los profetas. (Mat. 22:40.)

Mediante esta serie de parábolas Jesús desenmascaró la filosofía de los fariseos y reveló la extrema inutilidad de algunas de sus enseñanzas. Esos hombres estaban condenados ante el tribunal del Eterno. En las mismas Escrituras que profesaban enseñar —Moisés y los profetas— se daba testimonio en contra de las cosas que ellos hacían. “Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mat. 5:20), declaró Jesús. Su reino es un reino de compañerismo, donde abundan el amor y el gozo. Cuando entramos en ese reino, somos hijos de Dios y miembros los unos de los otros. Es una relación familiar en la cual todos son iguales y el amor es el lazo que los une. Los fariseos no lograron comprender estos principios básicos del reino.

La parábola también recalca la verdad de que, aunque la vida o la muerte eterna es una elección que todos hacemos, en esta vida revelamos nuestra aptitud para la vida venidera. El rico no fue condenado por sus riquezas, sino por su egoísmo; y el mendigo no fue salvado a causa de su pobreza y ni siquiera por sus sufrimientos terrenales. Nuestro Señor no estaba condenando la riqueza sino el mal uso de la misma; tampoco estaba ensalzando la pobreza como si fuese una virtud. Confundió a los fariseos usando sus mismas enseñanzas, evitando así que arrojaran polvo, valga la expresión, en los ojos de la multitud.

Esta parábola, enmarcada en la forma de un argumentum ad hominem, está basada, como ya hemos notado, en el propio concepto de los fariseos acerca de la condición de los muertos. Acerca de esto señala Elena G. de White:

“En la parábola Cristo estaba haciendo frente al público en su propio terreno. La doctrina de un estado de existencia consciente entre la muerte y la resurrección era sostenida por muchos de aquellos que estaban escuchando las palabras de Cristo. El Salvador conocía esas ideas, e ideó su parábola de manera tal que inculcara importantes verdades por medio de esas opiniones preconcebidas. Colocó ante sus oyentes un espejo en el cual se habían de ver a sí mismos en su verdadera relación con Dios. Empleó la opinión prevaleciente para presentar la idea que deseaba destacar en forma especial, es a saber, que ningún hombre es estimado por sus posesiones; pues todo lo que tiene le pertenece en calidad de un préstamo que el Señor le ha hecho. Y un uso incorrecto de estos dones lo colocará por debajo del hombre más pobre y más afligido que ama a Dios y confía en él” (Palabras de Vida del Gran Maestro, págs. 206, 207).

Fue presentada a ese grupo de críticos, entonces, no para cohonestar sus errores, sino para ilustrar, usando sus mismas enseñanzas, que su posición no tenía fundamento. Nuestra entrada en el reino de Dios es por gracia, y solamente por gracia; pero una vez dentro del reino debemos vivir como ciudadanos del reino, según los principios de ese reino, tal como se revela en la Escritura. Si los hombres se apartan de esta clara revelación de Dios en su Palabra, no creerán, aunque uno resucitara de los muertos.

Un acontecimiento sobrenatural, o incluso una acumulación de tales acontecimientos, no sería suficiente para convencer a los que rechazan la Palabra de Dios.

En esta parábola Jesús estaba revelando a sus oyentes (algunos de los cuales eran recaudadores de impuestos y notables pecadores), no sólo que la filosofía de los fariseos no tenía fundamento, sino que podía ser condenada aun usando los mismos escritos de ellos.

Nota adicional

Los siguientes párrafos están sacados de las Obras de Josefo, su “Discurso a los griegos acerca del Hades”.

“1… El Hades es un lugar en el mundo no regularmente terminado; una región subterránea donde no brilla la luz de este mundo; por cuya circunstancia, de que en esa región no brilla la luz, no puede haber allí otra cosa sino perpetua oscuridad. Esta región está asignada como lugar de custodia para las almas, y allí los ángeles están designados como guardianes de ellas, y les reparten castigos temporales, de acuerdo con la conducta y los modales de cada uno.

“2. En esta región hay cierto lugar apartado, semejante a un lago de fuego inextinguible, en el cual suponemos que hasta ahora nadie ha sido todavía echado; pero está preparado para un día predeterminado por Dios, en el cual se cumplirá merecidamente una justa sentencia sobre todos los hombres; cuando los injustos, y los que hayan sido desobedientes a Dios y hayan honrado como si fuesen Dios mismo tales ídolos como los que han sido vana obra de manos humanas, serán adjudicados a ese castigo eterno, por haber sido causa de contaminación; mientras que los justos obtendrán un reino incorruptible que nunca dejará de ser. Estos ahora están confinados en el Hades, pero no en el mismo lugar en el cual están confinados los injustos.

“3. Porque hay un descenso en esa región a cuya puerta… cuando pasan aquellos que son conducidos abajo por los ángeles puestos sobre las almas, no van por el mismo camino; sino que los justos son guiados a la mano derecha y conducidos, con acompañamiento de himnos cantados por los ángeles administradores del lugar, a una región de luz, en la cual los justos han morado desde el principio del mundo; no constreñidos por la necesidad, sino siempre gozando anticipadamente las buenas cosas que ven, y regocijándose en la expectación de aquellos nuevos goces que serán peculiares a cada uno de ellos, y estimando aquellas cosas que están más allá de lo que tenemos aquí; con quienes no hay lugar de fatiga, ni calor abrasador, ni frío cortante, ni hay zarzales allí; sino el rostro de los padres, y de los justos, que ellos ven, siempre sonríe sobre ellos mientras aguardan ese descanso y nueva vida eterna en el cielo, que ha de suceder a esa región. Este lugar llamamos nosotros El Seno de Abrahán.

“4. Pero en cuanto a los injustos, ellos son arrastrados por la fuerza hacia la mano izquierda por los ángeles asignados para el castigo, ya no van con buena voluntad, sino como prisioneros conducidos con violencia; a los cuales son enviados los ángeles designados sobre ellos para reprocharles y amenazarlos con su aspecto terrible, y arrojarlos todavía más abajo. Ahora, esos ángeles que están puestos sobre esas almas las arrastran hasta la vecindad del mismo infierno; y cuando están bien cerca de él, continuamente oyen su ruido, y no pueden librarse del mismo vapor ardiente; pero cuando han visto de cerca ese espectáculo, como una terrible y sumamente grande expectación de fuego, son heridos con una terrible expectación del juicio futuro, y en efecto castigados de esa manera: y no sólo así, sino donde ven el lugar [o coro] de los padres y de los justos, aun así son castigados; porque hay un caos profundo y ancho entre ellos; de tal manera que un hombre justo que tenga compasión de ellos no puede ser admitido, ni puede un injusto, si se atreviera a intentarlo, pasar sobre él” (The Complete Works of Flavius Josephus, traducción de Whiston, John C. Winston, Philadelphia, pág. 901).