La revelación es progresiva. Las verdades van desarrollándose y ampliándose paulatinamente con el correr de los siglos. De modo que es de esperar que el carácter y la identidad del gran enemigo del pueblo de Dios se vayan perfilando cada vez más claramente a medida que avanzamos cronológicamente en las páginas de la Escritura.

En el antiquísimo libro de Job, escrito por Moisés, ya nos encontramos con Satanás identificado por nombre, y fielmente descripto en su carácter de engañador. No hallamos referencias de este tipo, sin embargo, en los libros del Pentateuco escritos por el mismo autor tiempo después.

El antiguo profeta Joel, cuando describe la gran plaga de langostas que vendría sobre Israel (caps. 1 y 2) las cuales también representan al gran enemigo de Dios en el tiempo del fin (cap. 3; véase también la tercera nota de esta serie), señala a diversos pueblos de los alrededores, en forma genérica, sin señalar a alguno en particular. Pero en Joel 2:20, encontramos una declaración llamativa: “Y haré alejar de vosotros al del norte, y lo echaré en tierra seca y desierta; su faz será hacia el mar oriental, y su fin al mar occidental; y exhalará su hedor, y subirá su pudrición, porque hizo grandes cosas”. De esta cita destacamos tres puntos importantes: 1) Este enemigo proviene del norte; 2) Será muerto en Palestina, cuando intente atacar al pueblo de Dios que vive en Jerusalén (léase con atención el cap. 3 de Joel). 3) Su vanguardia da hacia el oriente, ésa es la dirección de su ataque cuando es consumido por Dios.

¿Quién es este enemigo del norte?

El pueblo de Israel habitaba en una especie de corredor formado entre el mar Mediterráneo y el desierto de Arabia. De modo que las dos únicas puertas de acceso a esta tierra se hallaban al norte y al sur. Ningún enemigo osaría atacar a través del desierto ni era ventajosa una invasión por las costas del Mediterráneo dada la falta de puertos naturales adecuados. Por esta razón, en el capítulo 11 de Daniel se habla del “rey del norte” y del “rey del sur”. No siempre significaba que los reyes del norte, por ejemplo, habitasen exactamente al norte de Palestina. Al decir “norte” se hacía referencia más bien al lugar por donde hacían su ingreso en la tierra de Israel. De este modo, Asiria y Babilonia fueron “reyes del norte”. (Véase Sof. 2:13 y Jer. 25:9.)

Jeremías anuncia un gran mal que habría de venir de las regiones del norte, refiriéndose a la inminente invasión de los babilonios. Léanse los pasajes de Jeremías 1:14; 4:6; 6:1; 10:22.

Este enemigo del norte aparece también en Ezequiel, aunque con otro nombre. Se lo llama allí Gog de la tierra de Magog. Léanse con cuidado los capítulos 38 y 39 de Ezequiel. Vemos que se trata de un terrible enemigo: “Subirás tú, y vendrás como tempestad; como nublado para cubrir la tierra serás tú y todas tus tropas, y muchos pueblos contigo… y dirás: Subiré contra una tierra indefensa, iré contra gentes tranquilas que habitan confiadamente; todas ellas habitan sin muros, y no tienen cerrojos ni puertas… Vendrás de tu lugar, de las regiones del norte, tú y muchos pueblos contigo, todos ellos a caballo, gran multitud y poderoso ejército, y subirás contra mi pueblo Israel como nublado para cubrir la tierra; será al cabo de días; y te traeré sobre mi tierra, para que las naciones me conozcan cuando sea santificado en ti, oh Gog, delante de sus ojos” (Eze. 38:9, 11, 15, 16).

Jeremías profetiza antes de la caída de Jerusalén y aparentemente se refiere sólo a la Babilonia literal al mencionar al rey del norte. Ezequiel, en cambio, escribiendo luego de la deportación del rey Joaquín, y estando cautivo de los mismos babilonios, menciona también a un poderoso enemigo del norte, pero le da otro nombre y claramente lo proyecta hacia el fin de los tiempos. Dice: “De aquí a muchos días serás visitado; al cabo de años vendrás a la tierra salvada de la espada, recogida de muchos pueblos, a los montes de Israel, que siempre fueron una desolación; mas fue sacada de las naciones y todos ellos morarán confiadamente” (Eze. 38:8).

Por inspiración divina, Ezequiel ubica claramente este acontecimiento en el futuro y describe una lucha no motivada por meras ambiciones políticas, sino una de hondas raíces espirituales en la que las fuerzas del bien y las del mal se enfrentarían en una lucha a muerte. Según el profeta, las naciones del mundo entero, capitaneadas por Gog de la tierra de Magog, se levantarían contra el mismo Cielo para aniquilar al sencillo y confiado pueblo de Dios que, según los anuncios dados al respecto en el Antiguo Testamento sería reunido en la Jerusalén literal, desde la cual se manifestaría el brazo poderoso y librador de Jehová.

El profeta Daniel comienza a mencionar al rey del norte, por ese nombre, a partir del versículo 6 del capítulo 11, y sigue mencionándolo a todo lo largo del capítulo, pero en ningún momento se refiere a la Babilonia literal mencionada por Jeremías, ya que su secuencia profética parte de los reyes de Persia y culmina al fin de los tiempos, según se indica en el capítulo 12:3. El rey del norte que aparece en Daniel 11:6 representa a los seléucidas y el rey del sur a los tolomeos. Luego, a medida que la profecía avanza, otros poderes políticos, son representados bajo este símbolo, sin faltar, por supuesto, el imperio romano. Pero en ese capítulo nos interesa muy especialmente el versículo 40, donde hay una clara referencia a los tiempos del fin. Además, entre los versículos 40 y 45 se describe la última gran batalla entre el bien y el mal, que ocurrirá cuando Miguel se levante para hacer juicio en la tierra. (Nótese que el tema del capítulo 11 se completa con los tres primeros versículos del 12).

Este pasaje de Daniel reúne en unos pocos versículos, una serie de gemas escogidas, tomadas de los profetas que hemos citado anteriormente. (Recordemos que la Biblia es una unidad y además se explica a sí misma).

La furia de este enemigo (Dan. 11:40, 41), nos recuerda al “Gog de la tierra de Magog” de Ezequiel. La lucha contra Egipto nos recuerda las palabras de Jeremías: “Becerra hermosa es Egipto; mas viene destrucción, del norte viene” (Jer. 46:20). Y la campaña militar allí descripta coincide con la de Nabucodonosor cuando destruyó a Egipto y llevó cautiva a Judá en 568- 567 AC. En aquella ocasión también Edom, Moab y Amón se sometieron a Babilonia y no fueron destruidos; pero hicieron escarnio de los hijos de Israel que eran consumidos por la espada y fueron duramente amonestados por el profeta (Véase Eze. 25). Las “noticias del norte y del oriente” nos llevan a dos hechos importantes relacionados con la antigua Babilonia: 1) Del “norte”: Cuando Nabucodonosor invadía a Egipto tuvo noticias provenientes del norte según las cuales su padre había muerto y el trono estaba a punto de caer en manos de un usurpador. En un viaje relámpago, cortando camino a través del desierto, Nabucodonosor llegó a tiempo para ocupar el trono. 2) Del “oriente”: Las noticias del oriente que atemorizaron a la Babilonia de los tiempos de Nabonido y Belsasar fue el crecimiento del poder Medo-Persa allende el Tigris y bajo el cual cayó finalmente la ciudad.

Finalmente, Daniel 11:45 recuerda el pasaje de Joel 2:20 donde se menciona que el enemigo del norte será muerto entre el Mar Muerto y el Mediterráneo, es decir, en tierra de Israel, como también lo afirma Ezequiel (Eze. 39:4).

Por supuesto que esta Babilonia rediviva que nos muestra Daniel al fin de los tiempos no puede ser la literal que una vez existió en la Mesopotamia, ya que el mismo profeta en otros pasajes nos dice que su poder le sería quitado para siempre. Dice también Jeremías: “Y será Babilonia montones de ruinas, morada de chacales, espanto y burla, sin morador” (cap. 51:37).

Una nueva Babilonia

Hemos visto, entonces, que el enemigo de Dios por excelencia que subirá contra el Israel espiritual en el tiempo del fin, es señalado como uno que proviene del norte por Joel; se lo llama “Gog de la tierra de Magog” en Ezequiel, ubicándoselo también al norte; y Daniel lo llama “el rey del norte” y lo anuncia en términos que recuerdan vivamente a la Babilonia de Nabucodonosor, abriéndonos una puerta para que miremos a aquélla como un símbolo de otra que vendría mucho después.

El Norte y su simbolismo

Hagamos ahora un breve paréntesis para considerar algunos pasajes bíblicos relacionados con el norte a fin de tener un panorama más amplio del rico simbolismo otorgado por las Escrituras a este punto cardinal.

Refiriéndose al rey de Babilonia, es decir, al rey del norte, dice Isaías: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isa. 14:12-14). Claramente se habla aquí de Satanás, bajo la figura del rey de Babilonia. Se lo describe en su carácter de usurpador e impostor. Su deseo es sentarse a “los lados del norte” y ser “semejante al Altísimo”. Este pasaje muestra que Satanás no es el verdadero rey del Norte, sino uno que pretende usurpar ese puesto.

Dice en el Salmo 48:2: “Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, es el monte de Sion, a los lados del norte, la ciudad del gran Rey”. Con el nombre de Sion, se denominaba inicialmente la elevación donde estaba la fortaleza de los jebuseos. Luego de ser conquistada por David este nombre se hizo extensivo también al monte Moría, donde luego se edificó el templo. Sion llegó a ser un sinónimo de Jerusalén y del templo. De modo que, tomado en este sentido, el lado norte de Sion (más exactamente nororiental) era el sitio donde Salomón levantó el gran templo que fue bendecido por la presencia de Jehová. El templo estaba a los lados del norte y por Isaías sabemos que Satanás procuraba sentarse a los lados del norte en la ciudad del gran Rey.

Algunas otras referencias al norte pueden resultar interesantes respecto de este punto. La mesa de los panes de la proposición, que simboliza al pueblo de Dios y es también un símbolo de Cristo, estaba ubicada en el lado norte del tabernáculo, en el lugar santo. Satanás —como dijimos— quería sentarse a los lados del norte y ser semejante al Altísimo. Ezequiel tiene una visión de la gloria de Dios, la cual proviene del norte (cap. 1:4). Y el mismo profeta, mirando en visión las abominaciones de Jerusalén, ve que los idólatras han colocado una imagen idolátrica (es decir, un usurpador) en la puerta de adentro que da al norte (vers. 3, 4).

Resumen

En nuestro recorrido profético a través del Antiguo Testamento nos hemos detenido en tres hitos muy importantes, los libros de Joel, Ezequiel y Daniel; y hemos visto un mayor alcance en las palabras de Jeremías.

Joel habla de un gran enemigo futuro y final, y lo señala en el norte. Ezequiel proyecta al gran enemigo del norte nuevamente al fin del tiempo y lo llama “Gog de la tierra de Magog” anunciando su gran poderío, y, al igual que Joel, su destrucción final. Daniel introduce la expresión “rey del norte” para referirse a diversos poderes hasta llegar al gran enemigo final con descripciones semejantes a las de Joel y Ezequiel pero haciendo un notable paralelo con la Babilonia de Jeremías. De allí que pensemos en una nueva Babilonia de los días finales muy semejante en carácter y propósitos a la de los días de Nabucodonosor.

Pero llegados a este punto notamos que el Antiguo Testamento se nos torna oscuro debido a que la apostasía de Israel dejó sin efecto las connotaciones geográficas y etnológicas de la profecía y nos vemos necesitados de recurrir al Nuevo Testamento para ver cómo se refunden estos anuncios en los moldes de la historia de la iglesia cristiana.

Trataremos este punto en el próximo artículo de esta serie el cual se titulará: “El Gran Enemigo Revelado en el Apocalipsis”

Sobre el autor: Redactor de la Asociación Casa Editora Sudamericana.