Consejos prácticos del apóstol Pedro que lo llevaron a la excelencia en el ministerio.

En la Biblia, hallamos varios ejemplos de personas que dedicaron su vida al ministerio pastoral. Entre ellas, podemos mencionar a Pedro y a Timoteo, aparte de Jesús mismo, pastor supremo al dar su vida por las ovejas. Pedro recibió la ordenación al ministerio, de manos de Jesús, mientras caminaban a orillas del mar de Galilea: “Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos” (Juan 21:15).

La historia cristiana revela que Pedro cumplió su llamado de manera fiel, poderosa y consciente. Demostró que aprendió, y colocó en práctica la lección que le fuera transmitida por el Maestro. Tanto es así que, al escribir su primera carta, aconsejó a los ancianos de la iglesia de la siguiente manera: “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” (1 Ped. 5:1-4).

En estas palabras, sencillas y llenas de significado, el apóstol dejó establecida la identidad, los deberes y la recompensa del verdadero pastor. Aunque sean conocidos, nunca está de más reflexionar sobre este consejo apostólico.

Identidad del pastor

En el primer versículo, Pedro se presenta a los líderes, que son los destinatarios de la carta. En esa presentación, podemos observar claramente las credenciales con las cuales el pastor debe identificarse. Pedro usa la expresión: “Yo anciano también con ellos”; esto es, reconoce una igualdad con sus destinatarios. Esto revela humildad, característica que debe destacarse en las credenciales de un pastor. El pastor jamás debe considerarse como superior a sus colegas ni a los miembros de iglesia que conduce. Con preocupación y tristeza, oí el lamento de un hermano, que fue reprendido severamente por su pastor simplemente porque se dirigió a él como “hermano”. Si el pastor no es también un “hermano”, ¿qué es?

Otra expresión utilizada por Pedro en su presentación es “Testigo de los padecimientos de Cristo”. Nadie podía usar esa expresión mejor que él. Pedro había andado con Jesús, participó de los momentos solemnes de la vida y del ministerio del Maestro, y fue testigo de los momentos difíciles y de los sufrimientos experimentados por el Salvador. Esa misma experiencia debiera conducir a cada pastor a reflexionar sobre la imperiosa necesidad de ser un testigo de Jesús; testigo en el sentido de hablar respecto de él por el hecho de conocerlo íntimamente. El pastor vive con los ojos fijos en Jesús, durante todo el tiempo, contemplándolo como el “autor y consumador de la fe” (Heb. 12:2).

No tenemos el privilegio de contemplarlo personalmente, pero podemos hacerlo por medio de la fe, gracias a la Biblia. El estudio de la Palabra de Dios debe constituir una práctica diaria en las actividades pastorales. El pastor jamás puede conformarse con un conocimiento superficial de Cristo, de su Palabra o de su verdad. Elena de White comentó: “Es un hecho lamentable que el progreso de la causa se vea impedido por falta de obreros educados. Muchos carecen de calificaciones morales e intelectuales. No imponen severos ejercicios a su mente, no cavan en busca del tesoro oculto. Y como desnatan tan solo la superficie, obtienen tan solo aquel conocimiento que se halla en la superficie” (Obreros evangélicos, pp. 97, 98). El testimonio de un pastor será más poderoso en la medida en que conozca a su Maestro.

Al continuar con su saludo y presentación, Pedro se autodenomina “participante de la gloria que será revelada”. En estas palabras, es posible percibir una segura esperanza en el futuro glorioso prometido por Jesús. Además de participar de la gloria, el apóstol también entiende que es copartícipe de los sufrimientos de Cristo: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Ped. 2:21). Y agrega: “Sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Ped. 4:13).

La vida pastoral no es un camino libre de piedras y espinas; ciertamente, habrá aflicciones en el derrotero del líder. Sin embargo, al encontrarnos frente a ellas, el recuerdo de que el Pastor supremo también las experimentó será un bálsamo precioso para las heridas y los dolores causados por aquellas. Al recordar esto, el pastor debe hallar la motivación y el ánimo para continuar su caminata.

Deberes

Después de presentar sus credenciales ministeriales, Pedro comparte algunos consejos valiosos. El primero de ellos se expresa en las siguientes palabras: “Apacentad la grey de Dios” (1 Ped. 5:2). Pablo ofreció un consejo similar a los ancianos en Éfeso (Hech. 20:28); al igual que Jesús mismo lo dio (Juan 21:16). Cuando pensamos en el pastor al cuidado de las ovejas, en el campo, entendemos este consejo. Pastorear significa alimenta al rebaño y cuidar de él.

El pastor alimenta a la iglesia cuando, desde el púlpito, le entrega un mensaje esencialmente bíblico. Este mensaje debe ser guiado por el consejo de Pablo a Timoteo: “Que prediques la palabra” (2 Tim. 4:2). Las historias divertidas pueden entretener, pero solo la Palabra de Dios tiene alimento espiritual nutritivo.

Sin embargo, el cuidado pastoral es más eficaz en el plano individual. El contacto directo con la oveja permite detectar sus heridas y debilidades. La visita pastoral en los hogares es una excelente oportunidad para que esto suceda. Ninguna actividad debe ocupar el lugar prioritario que corresponde al cuidado del rebaño, pues somos subpastores del Pastor supremo (Juan 10:14; 21:15).

En el siguiente consejo pastoral, Pedro afirma que este trabajo no debe ser realizado” […] por fuerza, sino voluntariamente”. La alegría debe permear la vida pastoral. Realizar el trabajo que Cristo hacía debe ser motivo de intensa felicidad, satisfacción y realización personal. Si el trabajo no se realiza voluntariamente, con alegría, no será acepto, pues el único servicio aceptable para Dios es el que se ofrece con alegría (2 Cor. 9:7).

La lista de recomendaciones continúa, recordándonos que debemos trabajar “no por ganancia deshonesta”. El dinero no debe figurar entre los elementos que motivan al pastor. Dios proveerá todo lo que fuera necesario para la sobrevivencia de sus siervos. El pastor debe preocuparse solo en salvar a las personas para el Reino de Dios; todas las actividades que se realicen deben converger hacia ese objetivo.

Finalmente, Pedro cierra sus consejos con una alusión a las facetas más importantes del ministerio pastoral: “No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (vers. 3). El liderazgo del pastor no debe desempeñarse de forma autoritaria debido a que él no es el mandatario de la iglesia. El pastor es un siervo de Dios, designado para cuidar del rebaño. Su autoridad es moral y espiritual, razón por la cual el apóstol afirma que el pastor debe ser un ejemplo. Toda la conducta y las actitudes del pastor deben ser dignas de ser seguidas por el rebaño. Hay muchos textos que enfatizan el hecho de que el líder es el modelo para los liderados (1 Tes. 1:7; 2 Tes. 3:9; 1 Tim. 4:12; Tito 1:7; 2:7).

La recompensa

En medio de tan grandes responsabilidades, nuestro Padre amante no ha olvidado una recompensa para sus siervos. Esta no consiste en el salario, del cual es digno (1 Tim. 5:18). Existe una recompensa infinitamente superior.

El apóstol nos alienta: “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” [vers. 4). La palabra afirmativa “recibiréis” es la garantía del galardón que será concedido cuando Jesús regrese. Existe una recompensa para todos aquellos que fueron fieles y, en esta recompensa, los pastores están incluidos (Mat. 5:12; 2 Cor. 4:17; 2 Tim. 4:8). Sí, el pastor fiel recibirá, de manos de su Pastor supremo, la “corona incorruptible de gloria”. Además, experimentará la alegría indescriptible de ver a quienes Dios puso a su cuidado recibiendo, también, la corona de la vida eterna.

El pastor debe trabajar en el presente, colocando su corazón en el futuro. En el glorioso día del regreso de Jesús, todos los desafíos, las angustias, las tristezas, las privaciones, las lágrimas o, incluso, la sangre serán recompensadas. Entonces, habrá solo un pastor, bajo cuyo liderazgo viviremos para siempre, lejos del alcance del mal.