El remanente crece, definido ya no por su número, sino por su condición de redimidos en Cristo y su verdad.

El concepto de “remanente” está bastante desarrollado teológicamente en el Antiguo Testamento (AT).[1] Los profetas usaban con frecuencia este término para referirse a lo que quedaba del pueblo después de una catástrofe, o al grupo de fieles preservados por gracia en medio de una apostasía generalizada. Los sustantivos más usados son cuatro (sr, ytr, plt, y srd),[2] y expresan, en su conjunto, la idea de resto, sobrante, librado o supervivientes. Estos podían tener una connotación negativa, donde ni el resto sobreviviría eventualmente; o positiva, en donde habría descendencia y futuro.

En el Nuevo Testamento (NT) no existe un uso exhaustivo de palabras técnicas al respecto, como en el AT. Algunos alegan que la noción de remanente está implícita en los evangelios con fuertes asociaciones al AT, pero sin un término griego que la caracterice.[3] Sin embargo, existen referencias significativas en Romanos 9 al 11, donde se usan los términos hupóleimma (9:27) y leimma (11:5) Otro término, loipos, se usa en reiteradas ocasiones en Apocalipsis, y describe a ciertos grupos de personas. También está kataloipos, que deriva de loipos. Ambas aparecen otras veces en el NT, pero en contextos triviales carentes de significado teológico específico

En este artículo se considera que un abordaje temático no se contrapone a un desarrollo basado en terminología técnica. Por lo tanto, el objetivo será explorar una propuesta del concepto “remanente” en el NT, considerando su carácter implícito, asociándolo con el uso de los términos ya mencionados.

La noción del remanente en los evangelios y en Hechos

Un buen punto de partida es el nacimiento de Jesús. Él queda como remanente de la matanza de los niños por orden de Herodes (Mat. 2). Sus padres huyen a Egipto, y regresan para cumplir las palabras del profeta Oseas (Ose. 11:1; Mat. 2:15). Así, Jesús actualiza y completa lo que Dios había previsto para su pueblo.[4] Lo mismo es cierto en ocasión de la tentación en el desierto (Mat. 4; Mar. 1:12, 13; Luc. 4) hasta la semana de la Pasión (Luc. 9:31)[5] todo constituyó su éxodo personal.

La predicación de Juan el Bautista también aporta elementos significativos. De la multitud que venía a escucharlo saldrían quienes vivirían en armonía con los estándares del pueblo de Dios centrado en el Mesías. En Mateo 3, su discurso destaca máximas morales que definen al pueblo de Dios, independientemente del trasfondo étnico (Mat. 3:8-10). El pueblo preparando por Juan se congrega en torno al Mesías, quien es más digno y poderoso que Juan, pudiendo discernir entre la paja y el trigo sin error (Mat. 3:11, 12).

Jesucristo caracterizó a su pueblo por medio de comparaciones. Mateo 5:13 presenta la sal como un símbolo de su pueblo, en contraste con el mundo. La proporción con que se usaba la sal tenía relación con el grupo de discípulos que hasta ese momento lo seguían: no eran muchos. Sin embargo, Jesús no enfatiza el factor numérico, sino la cualidad de la sal: que sea capaz de salar. Si pierde esa facultad, ¿cómo la recuperará? La cualidad del pueblo congregado por Cristo es importantísima para él; es un remanente que se distingue positivamente del mundo, pero está a favor de él.

El remanente existe por iniciativa divina, pero no por medio de una elección arbitraria. Ser parte del remanente es una elección libre ofrecida al hombre. Siempre es una posibilidad, una opción. Jesús ¡lustró eso mediante el relato de las puertas ancha y angosta (Mat. 7:13, 14). El camino que conduce a las puertas, al igual que las puertas, está disponible para todos; pero son pocos [oligoi] los que diligentemente encuentran la que conduce a la vida. La raíz olidos es de carácter técnico en labios de Jesús. Salvo por un pasaje,[6] alude a los “pocos” que aceptan a Dios: obreros diligentes, escogidos y fieles.

Existe una línea temática en Mateo sobre el pastor mesiánico que reúne al pueblo en torno a él. Mateo 2:6 toma de Miqueas 5:2 al 4 para hablar de aquel que apacentaría a Israel. La imagen del pastor vuelve a aparecer en Mateo en 9:36; 25:32 y 33; y 26:31. La primera y la última referencia destacan pensamientos y palabras de Jesús respectivamente: Jesús tiene compasión, pues están dispersas las multitudes, y luego anuncia que se dispersarán pues el pastor les será quitado. En el medio está Mateo 25, en donde se discrimina entre las ovejas y los cabritos. Cualquier obra discriminatoria finalmente se operará sobre la base de las decisiones de quienes fueron llamados alguna vez por Jesús.

Los capítulos 21 y 22 de Mateo comparten algunas ideas básicas en común. Tanto los eventos, los discursos, los debates y las parábolas destacan un hecho negativo: la mayoría del pueblo y sus dirigentes no había dado frutos ni reconocía al Mesías. Por antítesis, el remanente congregado por el Mesías (1) adora a Dios correctamente (21:12-16), (2) su fe da frutos (21:18-22; 21:43) y (3) reconoce la autoridad de Cristo (21:23-27; cf. antítesis 22:3) al hacer su voluntad (22:28-32; 22:12).

Mateo hace eco de uno de los primeros referentes del concepto “remanente”: Noé (Mat. 24:37; cf. Gén. 7:23, sr).[7] Noé representa al remanente visible, en un escenario social muy similar, pero en el viaje significativo es Lucas 12:32[8] La expresión “manada pequeña” no desarrolla su significado en el plano cuantitativo, sino en el cualitativo. Refleja la cercanía y la intimidad con aquel que los salva. Esta noción se comunica por medio de la idea del Reino. Este se manifiesta con el cuidado divino expresado en los versículos antecedentes (vers. 22-31), como también en la consumación del plan de salvación. Al usar esta expresión -”manada pequeña”- con sus discípulos, Jesús está declarándolos el núcleo del nuevo Israel.[9]

La formación de un grupo sectario fue ajeno al ministerio de Jesús (Mar. 9:38-40). Algunos teólogos interpretan esto como una prueba de que la formación de un remanente no era del interés de Jesús.[10] Sin embargo, esto se debe a una definición arbitraria de remanente: que debe ser una comunidad cerrada y exclusiva. Así se manifestaba en los diferentes grupos en el tiempo de Jesús y los teólogos le imponen está característica social.[11] Si bien el ministerio de Jesús no buscaba el exclusivismo, tampoco planteaba una comunidad desprovista de una identidad. Esta identidad puede adoptarse de las nociones del AT sobre el remanente. Gerhard Hasel las resume como quienes han quedado o sobrevivido a los juicios directos de Dios, por intermedio de catástrofes o de invasiones enemigas. Aquí se conjugan los aspectos positivos y negativos del remanente en los que se salvan/quedan y los que se pierden, respectivamente.[12] Esta misma ideología está presente en el Evangelio de Juan. En su diálogo con Nicodemo, Jesús señala que él ha venido a salvar al mundo, pero habrá quienes se condenarán pues no han creído en él (Juan 3:17-20). La invitación de Jesús ciertamente es amplia, pero la decisión particular puede precipitar un juicio negativo, resultando en que solo algunos permanezcan en la comunidad cristiana: un remanente.

En el libro de Hechos, existe una referencia intertextual al remanente en 15:17. Jacobo cita Amos 9:11 y 12, donde hay una clara referencia al remanente. Él aplica las palabras de Amos a la conversión de los gentiles y su inclusión en la iglesia, el remanente mesiánico.

Hasta aquí, observamos que se opera una dinámica un tanto inversa al AT. En la medida en que el pueblo de Israel se multiplicó y se apartó de Dios, el remanente se hizo más claro desde un punto de vista cuantitativo, pues pocos eran los fieles y sobrevivientes. Sin embargo, en los evangelios y en Hechos, se observa un cuadro diferente: se genera un movimiento in crescendo: los apóstoles, los setenta, la iglesia, los gentiles conversos, etc. El remanente crece, y mantiene siempre la misma cualidad: aquellos que han sido salvados por Cristo.

La noción de remanente en los escritos paulinos

El apóstol Pablo utiliza términos técnicos para “remanente” en Romanos (9:27; 11:5). Sin embargo, desarrolla la idea de un pueblo especial y santo en casi todas sus epístolas: una iglesia “santa”[13] y “llamada” por Cristo.[14]

Romanos 9:27 está precedido por una referencia directa a Oseas (2:23, 1:10) que apoya la inclusión de los gentiles en el pueblo de Dios.[15] En 9:27, Pablo cita Isaías 10:22, que plantea que solo un remanente quedaría [hupoleimmá).[16] Estas referencias colocan la base para la teología de Pablo en los capítulos 9 al 11.[17] La inclusión de los gentiles y la exclusión de una gran parte de Israel se basa en un solo principio: la fe en Cristo y no las obras de la Ley (930, 31).[18]

Romanos 11:5 está justo en medio de una sección compuesta por los versículos 1 al 10. Pablo pregunta si Dios ha rechazado a su pueblo, y responde tajantemente que no. El apóstol presenta al remanente (leimma como prueba de que Dios no ha rechazado a “su pueblo”, respaldándola por su ejemplo personal: él mismo es israelita y salvo por gracia (vers. 1, 6). Tanto Pablo como este remanente son comparables a quienes Dios ya había congregado años antes en torno al profeta Elías (vers. 3,4; cf. 1 Rey. 18,19). Aunque no era el único criterio, Israel poseía un fundamento étnico para su elección;[19] sin embargo, este factor ya no es significativo. Debido a esto, tanto judíos (aludidos específicamente aquí) como gentiles pueden conformar este remanente.

El concepto de remanente en Apocalipsis

El concepto de remanente aparece con el término loipos. Mueller divide estos pasajes en dos grupos, en función de su relación con la iglesia;[20] (1) sin relación con ella (8:13; 9:20; 11:13; 19:21; 20:5), y (2) en conexión con la iglesia en un sentido negativo (3:2; 11:13) y positivo (2:24; 12:7). Él se concentra en el último grupo -y particularmente en 12:17. Sin embargo, ¿deberíamos excluir 3:4 solamente porque no se usa loipos, sino oligos? Para ser consecuentes con las ideas de remanente al igual que con la terminología técnica, abordaremos este pasaje junto con 2:24 y 12:17.

Apocalipsis 2:24 está en el mensaje a la tercera iglesia. El período es plena Edad Media, y ya se han iniciado los 1.260 años. El paralelo con los sellos nos presenta al caballo amarillo, cuando la verdad había muerto en una apostasía generalizada.[21] Así, solo unos pocos, “los demás” (tois lopois), no han participado en “esa doctrina” ni conocido las “profundidades de Satanás” (vers. 24). Más allá del significado semántico de loipois, el texto destaca la cualidad de “tener” (raíz echo, vers. 25) aquello que los aparta de las doctrinas de Jezabel.

El pasaje de 3:4 está en el mensaje a la iglesia de Sardis, que representa a la iglesia cristiana hacia el final del período de los 1.260 días.[22] Es el período de la justificación por la fe; sin embargo, los pleitos entre cristianos amenazaban con debilitar esa verdad. El remanente (oliga) procura mantener la verdad; esa es su lucha.[23] Esta actitud los hace “dignos” ante un juicio inminente (vers. 3). A pesar de esta realidad apabullante, “unas pocas personas” se mantienen firmes para andar con Cristo con vestiduras blancas, elemento que encuentra eco en la visión de los redimidos en los capítulos 7 y 14. Es significativo que el griego diga oliga onomata (pocos nombres), en vez de “pocas personas” (RVR): Dios los conoce individualmente.[24]

Nos corresponde ahora el pasaje clásico de 12:17. Dentro de la unidad que representan los capítulos 12 al 14,[25] el texto describe como loipos a lo que queda de la descendencia de la mujer. El énfasis está en que el dragón ya no persigue a la mujer, sino al “resto” de la descendencia de ella; una especificación triple que va de mayor a menor: mujer, descendencia, resto. Además, sigue una progresión histórica. Este “resto”, por lo tanto, surge en un momento específico, por lo que es histórico, o visible.[26] Se caracteriza por (1) guardar los mandamientos y (2) tener el testimonio de Jesucristo. La primera caracterización no presenta mayor inconveniente, pues la identificación es directa: la Ley de Dios, que en Apocalipsis nunca aparece sin Jesús.[27] La segunda tiene que ver con el testimonio dado por Jesús. Dos textos adicionales son aclaratorios: 19:10 y 22:9. Estos identifican el testimonio dado por Jesús como la esencia del mensaje profético y la manifestación del don profético. Este mensaje profético lo posee (echo) el remanente y es su responsabilidad comunicarlo. En este sentido, el “testimonio de Jesucristo” es también un testimonio sobre él.

Apocalipsis 14:12 es similar a 12:17. Caracteriza al remanente señalando que (1) son perseverantes (hupomoné), (2) guardan los mandamientos de Dios y (3) guardan la fe de Jesús. Se debe entender que el “testimonio de Jesús” es sinónimo de la “fe de Jesús”, y se usa “santo” como símil del “remanente”. Apocalipsis 13:10 también señala la perseverancia y agrega la “fe” como cualidades del remanente. Su perseverancia y su fe se han puesto a prueba en la proclamación escatológica del triple mensaje angélico. Apocalipsis 13:18 señala que serán capaces de discernir entre la adoración falsa y la verdadera, pues tienen sabiduría. La sofía, entonces, es otra característica del remanente.[28] Podemos resumir las características del remanente escatológico en el siguiente cuadro:

El remanente posee características que la definen (mandamientos y testimonio/fe de Jesús; son santos) y otras que expresan cómo opera (perseverancia y sabiduría).

Conclusiones

El remanente en el NT se inicia en Jesús. Juan el Bautista participa en la preparación para este evento, llamando al pueblo de Israel a los criterios de la comunidad mesiánica. El remanente no es un grupo cerrado o exclusivo, sino abierto. Esta apertura está en directa relación con la invitación por gracia hecha por Jesús, la cual puede ser aceptada o rechazada. Los primeros en aceptar fueron los apóstoles, constituyéndose en el núcleo de la nueva comunidad. A estos se suman los judíos convertidos a Cristo y los gentiles bajo el mismo criterio. El remanente ya no es étnico-misional, sino cristocéntrico-misional. En este sentido, lo cuantitativo del “resto” se ve eclipsado por lo cualitativo. El remanente crece, definido ya no por su número, sino por su condición de redimidos en Cristo y su verdad.

Este remanente se manifiesta a lo largo de la historia, pero el NT destaca su rol escatológico. En este período cobra una visibilidad que contrasta más que en otros momentos de la historia. El remanente presenta su fe sobre la base del mensaje profético del AT y el NT (mandamientos y testimonio de Jesús). Este grupo escatológico batalla y triunfa en un campo ideológico, por lo cual Dios lo ha habilitado con perseverancia y lo ha bendecido con uno de sus atributos: la sabiduría.

Sobre el autor: Licenciado en Teología y redactor de la ACES.


Referencias

[1] Gerhard F. Hasel, The Remnant: The History and Theology of the Remnant Idea from Genesis to Isaiah. Andrews University Monographs (Berrien Springs: Andrews University Press, 1972), t. 5.

[2] Lester V. Meyer, “Remnant” Anchor Bible Dictionary, 6 vols. (New York: Doubleday, 1992), t. 5 pp.

[3] Ben F. Meyer, “Jesus and the remnant of Israel”, Journal of Biblical Literature 84, n° 2 (1965), p. 129.

[4] Tracy Howard, “The use of Hosea 11:1 in Matthew 2:15: An alternative solution”, Bibliotheca Sacra, n° 572 (1986), p. 322.

[5] Se usa el término éxodos para la partida de Jesús hacia Jerusalén, en la que sería la última semana antes de su muerte.

[6] Mat. 15:34, refiriéndose a los pocos pececillos. Mat. 7:14 (nuestro pasaje); 9:37 (pocos obreros para la mies); 22:14 (muchos llamados, pocos escogidos); 25:21, 23 (“sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”).

[7] Identificado como el remanente que sobrevive; Hasel, ibíd., pp. 135,136; Pat Graham, “The remnant motif in Isaiah” Restoration Quarterly, n° 4 (1976), p. 217.

[8] Ben F. Meyer, ibíd., p. 123.

[9] Hans LaRondelle, “The Remnant and the Three Angels’ Messages”, Handbook of Seventh-day Adventist Theology (Hagerstown: Review and Herald, 2000), p. 864

[10] Se alude generalmente a la parábola del trigo y la cizaña, una aparente tolerancia sin ninguna restricción selectiva (Mat. 13:24-31; Mar. 4:26-29)

[11] Los escribas y los fariseos fueron criticados duramente por Jesús debido a su espíritu cenado, impositivo y proselitista (Mat 23:15; 23:2-7, 15; Mar 12:38-40). Los esenios también ostentaban tal identidad sobre sí mismos.

[12] Hasel, pp 386, 387.

[13] Rom. 1:7; 8:27; 12:13; 15:25, 26,31; 16:15; 1 Cor 1:2; 6:1, 2; 14:33; 2 Cor. 1:1, et al.

[14] Rom. 16,7; 8:28; 1 Cor. 1:2, 24. El vocablo técnico es kletos, que puede significar llamado o invitado. Se repite la noción expresada en los evangelios, en donde la decisión personal marca la diferencia entre ser llamado y responder, pasando a ser caracterizado por ese llamado. En este último sentido es que Pablo más lo utiliza.

[15] John Stott, Romans God’s Good News for the World (Downers Grove: Intervarsity Press, 1994), pp 274, 275.

[16] Este remanente no es casual, pues ‘el Señor de los ejércitos (les dejó) descendencia” (vers. 29)

[17] León Morris, The Epistle to the Romans (Grand Rapids. Eerdmans, 1987), p 369.

[18] A este grupo Nygren lo identifica como el remanente: aquellos judíos que, al Igual que Pablo, han creído en Cristo Anders Nygren, La Epístola a los Romanos (Buenos Aires: La Aurora, 1969), p 307.

[19] William Sanday y Arthur Headlam, A Critical and Exegetical Commentary on the Epistle to the Romans (Edinburgh: T 6 T Clark ltd, 1980), p. 313

[20] Ekkehardt Mueller, “The end time remnant in Revelation”, Journal of the Adventist Theological Society 11, 1-2 (2000), p. 188.

[21] Hans LaRondelle, How to Understand the End time Prophecies (Sarasota: First Impressions, 1997), p. 127.

[22] Mario Veloso, Apocalipsis y el fin del mundo, pp. 108-110 Específicamente alude al período de la reforma.

[23] Ibíd., p. 110

[24] Simón Kistemaker, New Testament Commentary: Exposition of the Book of Revelation (Grand Rapids: Baker Books, 2001), p. 152.

[25] Kenneth A. Strand, Interpreting the Book of Revelation (Naples: Ann Arbor Publishers, 1979), pp 43-52. Strand inicia esta sección en el 11:19 por la escena del Santuario, que abre cada una de las visiones.

[26] Ángel M. Rodríguez, “The Remnant in Contemporary Adventist Thinking”, Pensar la iglesia Hoy: Hacia una eclesiología adventista (Libertador San Martín: Editorial Universidad Adventista del Plata, 2002), p. 278.

[27] En 12:17; 14:12; 22:14.

[28] Como lectura complementaria, ver Carlos Olivares, “Elementos para descifrar el 666: Una propuesta”, Davar Logos 8, n” 1 (2009), pp. 57,58; Gerhard Kittel, et al., ed., Theological Dictionary of the New Testament. 9 vols (Grand Rapids: Eerdmans, 1976), t. 7, p. 524