En el verano de 1980 se llevó a cabo una notable reunión en Glacier View, Colorado, Estados Unidos, para examinar un intento de refutación de los fundamentos de la interpretación profética adventista. Cuando terminó ese importantísimo encuentro, en el cual participaron teólogos adventistas de todo el mundo, muchos de mis colegas pastores abandonaron las filas de la iglesia. Uno de ellos, amigo íntimo en las épocas de estudiante, trajo una pila de libros y me dijo: “Te desafío a que leas estos libros. Después quiero ver si sigues siendo adventista”.
Acepté el desafío. Mientras examinaba ese material, tuve la impresión de que algunos temas que jamás se habían considerado antes atacaban el corazón mismo de la comprensión histórica adventista acerca de las profecías en general, y especialmente la de los 2.300 días. Decidí estudiar este asunto con más cuidado, y determiné ir adonde me llevara la verdad, aunque el camino que debía recorrer me obligara a salir de la Iglesia Adventista.
Así comencé largos meses de lucha con las Escrituras y de agonía en oración. Pero no estaba solo. Muchos colegas y otros pastores en todo el mundo cavaron con perseverancia las profundidades de las Escrituras con el fin de someter a prueba los fundamentos de la escatología adventista. Estoy muy agradecido a muchos cuya colaboración me ayudó bastante, de manera especial a la Comisión de Daniel y Apocalipsis nombrada por la Asociación General para considerar los temas tratados en Glacier View y en otros lugares. Esa comisión ya produjo siete tomos con los estudios que se han llevado a cabo acerca de los temas abarcados por la discusión mencionada.
Objeciones recicladas
Mi testimonio acerca de los resultados de los estudios bíblicos llevados a cabo en las dos últimas décadas es sencillo: me he sentido feliz al verificar, cada vez con más certidumbre, que la interpretación histórica adventista de las profecías relacionadas con los últimos días es capaz de resistir la más cuidadosa investigación. Punto por punto, las objeciones a los diversos temas se fueron disipando en mi mente como la helada al contacto con los rayos del sol de las Escrituras. Nunca imaginé, antes de Glacier View, que casi veinte años después tendría el privilegio de enseñar las mismas verdades proféticas en la Facultad Adventista de Teología de la Universidad Andrews. Tampoco nunca imaginé que muchas de esas objeciones a la interpretación adventista acerca de la escatología iban a reaparecer veinte años después de aquella reunión. Se han diseminado ampliamente nuevos libros y material audiovisual con el patrocinio de ex adventistas que intentan desmantelar el fundamento profético de la iglesia. Los argumentos de la década de 1980 aparecen reciclados ahora, y los consistentes estudios acerca de Daniel y Apocalipsis llevados a cabo por estudiosos adventistas son ignorados casi de la misma manera por los oponentes.
El tema fundamental es el mismo: ¿dónde nos encontramos con respecto al cumplimiento del tiempo antes de la segunda venida de Cristo? ¿De qué naturaleza es la interpretación profética? ¿Cuán digna de confianza es la interpretación adventista de Daniel 8:14? ¿Qué podemos decir acerca de la fecha establecida para el comienzo de los 2.300 días proféticos? ¿Podemos sostener todavía nuestra interpretación historicista de la profecía a la luz de la aparente demora del regreso de Cristo? Y, finalmente, ¿qué dicen las profecías acerca de la proximidad del regreso de Jesús?
Una investigación acerca del juicio
Una de las enseñanzas proféticas adventistas más ampliamente rechazada es la del juicio investigador del pueblo de Dios antes del advenimiento. Los críticos argumentan que esa doctrina se basa en un solo texto, Daniel 8:14, y que ese texto ha sido mal interpretado y se lo ha sacado de su contexto.
En el primer tomo de la serie que produjo la Comisión de Daniel y Apocalipsis, un investigador actualmente jubilado del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General examinó por los menos 28 diversos pasajes del Antiguo Testamento, al margen del libro de Daniel, que se refieren, todos ellos, al tema del juicio.[1] Veinte de esos pasajes tienen que ver con el juicio del pueblo de Dios, y con mucha claridad implican el tema de la investigación llevada a cabo tanto en el Santuario Celestial como en el terrenal.
En numerosos pasajes bíblicos no se menciona específicamente el santuario como el lugar donde se lleva a cabo el juicio, pero donde eso ocurre se destaca el procedimiento regular de Dios en su trato con su pueblo antes de la consumación del fin, que consiste primero en llevar a cabo un juicio investigador basado en los registros celestiales, con el fin de demostrar su justicia antes de pronunciar la sentencia que se cumplirá en el momento de ejecutar el juicio.
Encontramos que Dios obra de esa manera desde la entrada del pecado en el Edén. Al buscar a Adán y a Eva “al aire del día” después de su pecado, Dios llevó a cabo una verificación legal, es decir, un juicio investigador, antes de pronunciar la sentencia. El erudito protestante liberal Claus Westermann señala que después de la caída Dios llevó a cabo un “proceso legal”, una “verificación”, “una instancia judicial”.[2] Adán y Eva comparecieron ante el tribunal, tuvieron la oportunidad de dar explicaciones, y al hacerlo se acusaron a sí mismos y pusieron en evidencia su culpa antes de que Dios los declarara culpables.
Pero en ese mismo juicio está implícita la primera promesa del evangelio (Gén. 3:15). El juicio investigador de Dios no tiene como propósito determinar a quién va a condenar sino a quién quiere salvar. Por sobre todo, el juicio es un mensaje de gracia y misericordia divinas.
Este proceso continuó en el Génesis. Dios llevó a cabo una investigación antes de lanzar el diluvio (Gén. 6:11-13). El mismo procedimiento aparece en ocasión de la construcción de la torre de Babel (Gén. 11:5-7) y en la destrucción de Sodoma y Gomorra (Gén. 18:20, 21). En cada uno de esos casos estuvo implícito un juicio investigador, y esto lo reconocen ahora muchos eruditos de diversas confesiones religiosas.[3] La investigación que lleva a cabo Dios no es porque necesite saber algo más para revelar que es absolutamente justo en todo lo que hace, sino que, repetimos, en todos esos casos se pone de manifiesto su gracia, que revela su deseo de salvar a los que están a punto de ser examinados.
A este procedimiento legal se le da en el Antiguo Testamento el nombre de rib, o proceso de la alianza. Consiste en la investigación legal de la evidencia, por parte de Dios, antes de pronunciar la sentencia y ejecutarla sobre el profeso pueblo de la alianza, tal como ocurrió con el juicio investigador que se llevó a cabo en relación con el reino del Norte, según lo describe Miqueas, y en un período posterior al exilio, según Malaquías.[4] Lo mismo sucedió con Israel en los días del Nuevo Testamento (34 d.C.) antes de su tribulación y el juicio ejecutivo.[5]
Un paralelismo con Ezequiel
Posiblemente, el más dramático y esclarecedor de los ejemplos de un juico investigador divino sobre el pueblo del pacto sea el que aparece en los primeros capítulos del libro de Ezequiel. Juan, el vidente de Patmos, se refiere a los capítulos 1 al 10 de Ezequiel al describir la manera como trata Dios a su pueblo de los últimos días. Sugiere que los acontecimientos relacionados con el fin del tiempo de prueba de la monarquía judía pueden ser un antitipo de la manera como Dios tratará a su pueblo antes de la prueba final. Y, ¿cuál fue la forma de actuar del Señor en los días de Ezequiel, los años postreros de la historia de Ju- dá, antes de la caída del telón, antes que se desencadenara el juicio ejecutivo? Fue un juicio investigador llevado a cabo desde el Lugar Santísimo del Santuario.[6]
Ezequiel revela no sólo el procedimiento divino antes del fin de la prueba —es decir, un juicio investigador—, sino también el deseo de Dios de salvar a su pueblo. Varias veces en el libro de Ezequiel el Señor expone ese deseo: “¿Por qué moriréis, casa de Israel?” (Eze. 18:31), “Porque no quiero la muerte del que muere” (vers. 32). “No quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva” (Eze. 33:11).
Alguien también podría leer entre líneas y observar características similares en la forma como Dios deja el templo al final del juicio investigador. Ezequiel 10 y 11 nos muestran que el carruaje celestial no deja ese lugar tal como cuando llegó. La gloria del Señor se eleva poco a poco del lugar del juicio investigador por encima del arca en el Lugar Santísimo, se traslada al atrio del templo y ahí se detiene. Entonces, en ese carruaje el Señor se traslada lentamente a través del atrio y se detiene otra vez en la puerta oriental del recinto del templo.
De ahí, lentamente asciende en su trono y cruza el valle de Cedrón para detenerse de nuevo, y por última vez, sobre el Monte de los Olivos, exactamente en el lugar donde seis siglos más tarde el Hijo del Hombre lloraría por Jerusalén; como si el Señor no quisiera terminar el juicio investigador, como si estuviera esperando que alguien más se arrepintiera, se volviera hacia él para vivir.
La confirmación de las evidencias
¿Qué tienen que ver todas estas ilustraciones del procedimiento divino con respecto al juicio con el cumplimiento del tiempo y la segunda venida de Cristo? Creo que el primer profeta de la historia que describió explícitamente la segunda venida aclara este punto. Enoc, representante de la séptima generación a partir de Adán, profetizó de este modo la parusía: “He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos” Judas 14, 15).
Evidentemente, la segunda venida de Cristo es, con toda claridad, una ocasión de juicio ejecutivo cósmico.[7] Si Dios va a obrar de manera coherente al fin del tiempo, tal como lo ha hecho en el curso de la historia, el juicio ejecutivo de la Segunda Venida también estará precedido por un juicio investigador. Por lo tanto, si pudiéramos saber cuándo comienza esa fase cósmica del juicio investigador podríamos tener una clara señal de que estamos cerca del juicio ejecutivo de la segunda venida de Jesús.
En realidad, puesto que todos los juicios ejecutivos de Dios a través de la historia estuvieron regularmente precedidos por una etapa de investigación, Daniel nos revela que la misma cosa ocurrirá al fin de la historia de la Tierra. El libro de Daniel no se limita a revelarnos la existencia de un juicio investigador previo a la Segunda Venida cósmica, sino que también nos muestra cuándo comenzaría ese juicio. El capítulo 7 nos muestra claramente que este aspecto del juicio en favor de los santos precede al juicio ejecutivo sobre el cuerno pequeño[8] y la recepción del reino por parte de Cristo[9] Y el capítulo paralelo, Daniel 8, indica cuándo comenzaría ese gran Día de la Expiación o de purificación del Santuario, a saber, al cabo de las 2.300 “tardes y mañanas”.[10]
La interpretación historicista adventista sencillamente construye sobre el fundamento de la iglesia primitiva y la de la Reforma. La interpretación historicista de la profecía es la de los reformadores, aunque hoy la mayor parte de las principales denominaciones protestantes, con la excepción de los adventistas, haya abdicado esa posición en favor de los sistemas inventados por la contrarreforma.[11]
Pero sólo la interpretación historicista le hace justicia al libro de Daniel. Los preteristas pueden decir que la profecía falló, y es posible que los futuristas inventen alguna falla donde no existe ninguna. En cambio, los historicistas podemos ser consistentes con la marcha de la profecía, que se mueve desde los días proféticos hasta los de la escatología.[12]
El principio de “día por año” es crucial para la interpretación historicista. Ese principio también fue ampliamente aceptado por los teólogos de la Reforma. Los adventistas tradicionalmente han apoyado el principio de “día por año” tal como aparece en Ezequiel 4:6 y Números 14:34. Son sólo dos textos, y ambos están fuera del libro de Daniel. Un poco escéptico con respecto a este tema, incluso antes de Glacier View, recuerdo la euforia que me poseyó cuando estudiaba los tomos acerca de Daniel y Apocalipsis[13] que muestran no sólo 2 o 3 evidencias sino 23 razones bíblicas diferentes que convalidan la aplicación del principio de “día por año” a las profecías de Daniel y el Apocalipsis. Y la mayor parte de esas evidencias se encuentran fuera del libro de Daniel.
También me alegro por las evidencias que confirman las fechas relacionadas con la profecía de los 2.300 días y las 70 semanas (Daniel 9). Dios preservó manuscritos cruciales sepultados por más de 2.000 años en una islita en medio del Nilo. El descubrimiento y la traducción de esos documentos ayudaron a confirmar que la fecha del primer decreto de Artajerjes fue en el año 457 a.C., como enseñan los adventistas, y no 458 a.C.[14] Otras fuentes bíblicas y extrabíblicas accesibles a cualquier investigador proporcionan evidencias que muestran la razón por la cual ese decreto, y no ningún otro, marcó el comienzo de los 2.300 días y de las 70 semanas.[15]
No nos entusiasma menos la confirmación del final del período de los 2.300 días el 22 de octubre de 1844. He oído decir que los pioneros adventistas eran gente sencilla e iletrada, sin el desarrollo intelectual suficiente para llevar a cabo investigaciones bíblicas dignas de crédito. Aunque la mayor parte de ellos no haya dispuesto de la ventaja de haber recibido una elevada educación teológica y ciertamente no disponía de toda la luz, en mis estudios de más de 1.000 páginas de artículos de los pioneros relacionados con la interpretación de la profecía de los 2.300 días[16] quedo maravillado por la manera como Dios guió a esos humildes hijos suyos a conclusiones tan profundas y tan dignas de confianza.
La fecha del 22 dé octubre de 1844 es un caso aparte. Algunos eruditos detractores de las enseñanzas adventistas argumentan que los pioneros escogieron una fecha judía del Yom Kippur (día de la expiación) propuesta por una oscura secta judía, los karaítas, en lugar de adoptar la fecha aceptada por las principales tradiciones rabínicas, que en 1844 aconteció un mes antes del 22 de octubre. La verdad es que esa circunstancia sólo prueba cuán estudiosos eran los pioneros. Ellos descubrieron que el método rabínico para calcular el comienzo de los años religiosos se basaba sobre fórmulas cíclicas estables que consistían en añadir un duodécimo mes con el fin de adaptar el calendario lunar al solar.
Este procedimiento está vinculado al equinoccio de primavera, y no a la fecha lunar judía de la cosecha de la cebada, dada en las Escrituras, que de ese modo fija la fecha de las fiestas con un mes de antelación. Pero los karaítas, que rechazaban todas las tradiciones rabínicas y se basaban solamente en las Escrituras, seguían preservando en 1844 el método bíblico para calcular esas fechas. De esta manera llegaron al 22 de octubre de 1844 como la fecha correcta del Día de la Expiación.[17]
También es interesante notar que la mayor parte de los karaítas que residían fuera de Palestina había rechazado el método bíblico para calcular fechas, y después de 1844 aun los karaítas residentes en Palestina dejaron de usar este método. Le estoy muy agradecido a Dios porque conservó un remanente fiel al método bíblico, por lo menos hasta 1844. Le damos gracias al Señor también por haber conducido a nuestros pioneros hacia el sólido fundamento de las Escrituras en lugar de llevarlos a la tradición.
También es muy interesante notar que en los últimos años los karaítas en Israel volvieron a calcular el comienzo del año de acuerdo con el método bíblico, añadiendo un duodécimo mes cuando era necesario, de manera que la cebada se cosechara en ocasión de la Pascua. Eso es tan real que el comienzo del último año judío (1999-2000 d.C.) presentó una situación casi idéntica a la de 1843-1844, y de acuerdo con el primer estudio karaíta se necesitó añadir un mes, al revés del procedimiento tradicional rabínico. De esa manera, el Día de la Expiación del año pasado ocurrió de acuerdo con la manera bíblica de calcular, es decir, en la última parte de octubre y no en septiembre como sucedió en 1844.[18] Ésta es una corroboración contemporánea relacionada con la corrección de los cálculos hechos por los pioneros adventistas acerca del Día de la Expiación en 1844.
Para quien por ventura siga estando en duda en cuanto al método karaíta de calcular el calendario religioso, quiero decirle que también estoy feliz porque Dios recientemente proveyó otro testimonio para confirmar la fecha del 22 de octubre de 1844. Gracias al estudio de la astronomía babilónica y de las matemáticas es posible ahora llegar a la fecha exacta del día de la expiación del año 457 a.C., y por medio de cálculos matemáticos establecer el equivalente de esa fecha para 1844. William Shea llevó a cabo recientemente ese estudio. Demostró mediante cálculos astronómicos y matemáticos, aparte del calendario karaíta, que el 22 de octubre es la fecha correcta para el día de la expiación de 1844.[19] Nuestra fe tiene un fundamento firme y seguro.
La interpretación adventista para la fecha señalada por Daniel 8:14 es sólida, y también lo es la de su significado. No disponemos de espacio para una exégesis detallada,[20] pero destaco aquí que la palabra traducida como “purificado” en este pasaje es nitsdaq, que puede tener por lo menos las siguientes acepciones: “hacer justicia/restaurar”, “limpiar/purificar” y “vindicar”.
Todas estas acepciones proporcionan la solución a tres problemas que plantea el versículo anterior (Dan. 8:13): la duración del “continuo” en el santuario, la “prevaricación asoladora” y el pisoteo del santuario. El permanente ministerio mediador de Cristo necesita que se lo justifique y se lo restaure; hay que limpiar el Santuario de la transgresión y ponerle fin al pisoteo del Santuario y del ejército de Dios, que resulta en la difamación de su carácter; clama por la vindicación de Dios y de su pueblo. En hebreo existen palabras diferentes para cada una de esas ideas, pero hay una sola que abarca los tres conceptos, y esa palabra es nitsdaq. Aquí encontramos integralmente el mensaje del juicio investigador concentrado en una sola palabra.
Las buenas nuevas del juicio
La doctrina de un juicio investigador cósmico anterior a la segunda venida de Cristo es el tema de muchos otros pasajes bíblicos fuera del libro de Daniel,[21] incluso el “evangelio eterno” del mensaje del primer ángel de Apocalipsis 14:7, que dice: “La hora de su juicio ha llegado”. ¡Y ya llegó!
Aunque esta ocasión sea terrible para los que descuidaron y rechazaron las provisiones que se hicieron para su salvación, para los que están en Cristo el juicio investigador es un motivo de alegría. Es la revelación de los santos ante el universo; la salvación del pueblo de Dios no corre peligro.
Desde 1844 los santos pueden proclamar alegremente: “¡Por fin se está vindicando nuestra causa!” Desde la muerte de Abel, la sangre de los mártires ha proclamado: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas ni vengas nuestra sangre en los que moran en la Tierra?” (Apoc. 6:9,10). En el primer siglo, habiendo venido “el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo” (Gál. 4:4) para que llevara a cabo su obra redentora sobre la Tierra. De la misma manera, en los últimos días, al llegar el cumplimiento del tiempo,[22] vino el “Anciano de días” con el fin de llevar a cabo su obra en el juicio investigador, para entonces recibir el reino (Dan. 7:9- 14). Esa obra ya comenzó. El Yom Kippur ya llegó. Satanás por fin será silenciado; la verdad vindicará a Dios y a su pueblo.
El hecho de que el juicio final ya haya comenzado es la señal más innegable de la cercanía del Segundo Advenimiento. El día del Señor ya llegó, y se le anunció a la Tierra mediante señales cósmicas: un gran terremoto, el oscurecimiento del Sol y la Luna, la caída de las estrellas, justo como los profetas bíblicos y el mismo Señor Jesús lo predijeron (Joel 2:30, 31; Isa. 13:9, 10; 34:4; Mat. 24:29; Mar. 13:24, 25; Luc. 21:24, 25)[23]
Pero alguien podría replicar: “¡1844 pasó ya hace tanto tiempo! ¿No se estará demorando demasiado el juicio investigador de Dios?” No, no se está demorando. La evidencia inspirada es clara en el sentido de que él podría haber venido en pocos años después de 1844 si su pueblo hubiera sido fiel a la misión de darle al mundo el mensaje de los tres ángeles. Todo el planeta habría sido advertido y Cristo podría haber regresado.[24]
Muchos se han sentido tentados a desanimarse por esta demora aparentemente tan larga. Pero cada día de esa “demora” revela el gran amor de Dios por este mundo, puesto que no quiere que nadie perezca. En el antitipo del microcósmico juicio investigador de Israel, como lo demuestran Ezequiel y, seis siglos después, los autores de los Evangelios, Cristo se encuentra actualmente detenido sobre el Monte de los Olivos, con lágrimas en los ojos, resistiendo para no ponerle fin al tiempo de prueba de su pueblo, hasta que alguien se quiera convertir y vivir (Eze. 18:32). Está esperando para reunir a sus hijos, como la gallina que reúne a sus polluelos (Mat. 23:37). No descuida sus promesas, pero es sumamente paciente, pues no quiere que nadie perezca (2 Ped. 3:9).
Ya pasó mucho tiempo desde Glacier View. Mucha buena gente abandonó nuestras filas desde entonces. Al mismo tiempo muchos buenos hermanos permanecieron con nosotros, convencidos por el claro testimonio de las Escrituras de que nuestro mensaje es justamente lo que hemos enseñado: la verdad presente. Sin duda, más desafíos vendrán, y otra buena gente nos dejará, pero indudablemente otra buena gente estudiará la Biblia y, convencida por la poderosa evidencia revelada por la Palabra, permanecerá fiel a esas verdades y al Señor que en su gracia nos dio este mensaje para que lo proclamáramos a un mundo agonizante.
Sobre el autor: Doctor en Filosofía, profesor de Interpretación del Antiguo Testamento en la Universidad Andrews, Michigan, Estados Unidos.
Referencias
[1] William H. Shea, Selected Studies in Prophetic Interpretativa [Estudios selectos acerca de la interpretación profética], Serie Daniel y Apocalipsis (Washington, D.C., Instituto de Investigaciones Bíblicas, 1982), t. 1, pp. 1-24.
[2] Claus Westermann, Creation [Creación] (Londres, SPCK, 1974), p. 6.
[3] T F. Mañeo, Journal of Theology for Southern Africa [Periódico teológico para Sudáfrica] (42, 1983), p. 13.
[4] James Limburg, “The Root (rib) and the Prophetic Lawsuit Speeches” [La raíz (rib) y los discursos legales proféticos] (JBL, 88, 1969), pp. 291-304.
[5] William H. Shea, The Seven Weeks, Leviticus, and the Nature of Prophecy (Las siete semanas, el Levítico y la naturaleza de la profecía] (Serie Daniel y Apocalipsis, 1988), t. 3, pp. 80-82.
[6] William H. Shea, The Sanctuary and the Atonement: Biblical, Historical and Theological Studies [El santuario y la expiación: estudios bíblicos, históricos y teológicos] Arnold Wallenkampf y Richard Lesher, editores (Washington, D.C., Review and Herald, 1981), pp. 283-291.
[7] Dios ejecuta su juicio en ocasión de su segunda venida para desmantelar la confederación de la falsa trinidad, dándole fin de este modo al sistema del cuerno pequeño o Babilonia; para restaurar la justicia y para destruir el mal. Entonces se llevará a cabo el juicio de sentencia durante el milenio, seguido del juicio ejecutivo, en el cual el imperio del mal, con Satanás y sus ángeles, recibirá su castigo de acuerdo con sus obras.
[8] La identificación del cuerno pequeño de Daniel, el anticristo y la Babilonia del Nuevo Testamento como el sistema papal es otro punto en el cual la interpretación adventista esta respaldada casi unánimemente por los reformadores.
[9] William H. Shea, Selected Studies [Estudios selectos], pp. 94-131.
[10] Gerhard F. Hasel, Symposium on Daniel [Simposio acerca de Daniel], pp. 94-131.
[11] LeRoy E. Froom, The Prophetic Faith of our Fathers [La fe profética de nuestros padres] (Washington, D.C., Review and Herald, 1988), pp. 378-461.
[12] Gerhard F. Hasel, Seventy Weeks [Las setenta semanas], pp. 3- 36.
[13] William H. Shea, Selected Studies, pp. 56-93.
[14] Siegfried Horn y Lynn Wood, Chronology of Ezra [La cronología de Esdras], resumen publicado en el Comentario bíblico adventista, t. 3, pp. 100- 104.
[15] Arthur J. Ferch, Seventy Weeks [Las setenta semanas], pp.64-74.
[16] Paul A. Gordon, Pioneer Articles on Sanctuary (Artículos de los pioneros acerca del santuario] (Washington, D.C., Review and Herald, 1983).
[17] LeRoy E. Froom, Ibíd., t. 2, pp. 196-199; t. 4, pp. 792-797.
[18] Ver karaite@netvision.il
[19] William H. Shea, Selected Studies, pp. 132- 137.
[20] Gerhard F. Hasel, Symposium on Daniel, pp. 378-461.
[21] Lev. 16; 23:28-32; Mat. 3:1-5; Mat. 22; 25:1-13; Heb. 10:25-31; Apoc. 11:1-3,18, 19; 14:6.
[22] Note que el mismo Jesús se refiere al concepto del cumplimiento del tiempo en relación con el tiempo del fin. Él se refirió explícitamente al tiempo aludido por Daniel 7:25 en su discurso del Monte de los Olivos (Luc. 21:14).
[23] G. A. Eiby, Earthquakes (Terremotos] (Nueva York, Van Nostrand Reinold, 1980), cap. 11.
[24] Elena de White, El evangelismo, pp. 695. 696.