Cómo predicar para alcanzar el corazón de los jóvenes

Ellos son inquietos y curiosos. Con dedos viciados de superficies touchscreen, tienen los ojos adaptados a las multi pantallas. No soportan esperar; mucho menos, detenerse. Son nativos digitales, conectados desde la cuna. Tienen acceso al conocimiento universal en un Smartphone como extensión del propio cuerpo; desfilan cabizbajos, buceando en el mundo virtual. Tipean alucinadamente, comparten todo, hacen virales absurdos, colapsan si son expuestos al bullying en la “nube”. Y, como Esaú, venden hasta la primogenitura por un “plato” de señal de wi fi.

¿Quiénes son? Los millennials. Nacidos en la era post web, son dependientes de Internet (en cualquier dispositivo), como nosotros dependemos de la luz eléctrica –omnipresente e indispensable– en nuestro vivir cotidiano. Piensan rápido, se distraen instantáneamente y, con apetito voraz, devoran información a la velocidad de terabytes por segundo. ¿El gran desafío para ellos?: sentarse en un banco de iglesia y prestar atención al sermón por media hora. Para ellos, ¡es un imposible! Para nosotros, una tarea de “resurrección del interés” semejante a la de los huesos secos de Ezequiel 37.

Lo interesante es que Joel 2:28 afirma que, en el tiempo del fin, los jóvenes tendrían visiones; es decir, el Cielo espera mucho de ellos aquí, en la Tierra. ¿Y nosotros? En medio de esa revolución digital, ¿estamos en la misma conexión que ellos o intentamos convencerlos de que las cintas de los casetes son más interesantes que un MP3 o un iPhone? ¿Todavía insistimos en que el proyector de diapositivas es mejor que YouTube? En fin, ¿cómo predicar para alcanzar el corazón de las nuevas generaciones?

Directoalpunto

Sé bíblico. Nada, ni nadie, podrán sustituir el poder de la Palabra de Dios. El Sola Scriptura no puede jamás dejar de ser la base de la predicación. El mensaje bíblico no es un problema; al contrario, en tiempos de enfermedad, en que lo inédito queda obsoleto en segundos, la verdad divina despunta como una roca imbatible, en las arenas movedizas de la tecnología descartable. No subestimes la soberanía de un producto solo por causa del embalaje desactualizado. La juventud continúa siendo fértil para el aprendizaje bíblico que revoluciona el mundo. Sin embargo, así como el “sembrador salió a sembrar” (Mat. 13:3), nos corresponde a nosotros salir de nuestra zona de confort tradicional y lanzar las simientes de manera correcta. Los frutos, sin lugar a dudas, vendrán.

Interactúa con ellos. Los últimos bancos de la galería son la mayor amenaza de un orador. (¡Todavía recuerdo cuando yo me quedaba allá!) ¿Podemos deletearlos? ¡No se puede! Ellos se regeneran desafiando cruelmente, aunque inconscientes de lo que hacen, nuestra altivez retórica. Por lo tanto, en lugar de interpelarlos como oponentes dentro del octógono de un UFC de la autoridad, ¿qué tal verlos como aliados del bien, que se comunican de manera diferente? La predicación es una conversación sincera entre un predicador y el público. La interacción constante forma parte de la cultura de las nuevas generaciones. Si ellos quieren opinar, sugerir, decir lo que piensan, ¿por qué no provocarlos? Elabora preguntas intrigantes y desafiantes, capaces de encender la chispa de la curiosidad.

Actualízate. Es imposible conquistar a las nuevas generaciones con el arsenal de referencias de las viejas generaciones. Orkut no existe más, el CD ya se disolvió en la “nube”, las películas perdieron espacio frente a las series, la televisión de ayer y el streaming de hoy (YouTube, Netflix, Globo- Play, Livestream, etc.). En fin, una buena información actualizada es la carnada correcta para cautivar el interés de los “habitantes de los últimos bancos de la galería”. Romanos 12:2 es la regla de oro para los predicadores modernos. No conformarnos a este siglo, sino transformarnos por medio de la renovación de la mente es también un urgente llamado para la innovación y la actualización de los métodos de presentación de la relevancia del Reino de Dios frente a la ciber juventud.

Péscalos en las redes sociales. ¿Sabes dónde está el mayor “ranking” de las grandes emisoras de la televisión en nuestros días? En Twitter y en Facebook. Verdaderas fortunas son invertidas en el acompañamiento constante de las redes sociales, porque a la juventud le gusta comentar, cuestionar, evaluar e, incluso, interferir en lo que está siendo transmitido. La comunicación es una vía de doble mano, y para los millennials, eso se transformó en una cuestión de sobrevivencia. Ellos escuchan si son oídos. ¿Por qué no desafiarlos a usar sus redes sociales como instrumentos del bien? Actualmente, un adolescente chequea su “vida social digital”, en promedio, unas 150 veces (o más) durante ¡un solo día! Entonces, ¿qué tal si abrimos un canal de conversación después del culto a través de WhatsApp, mensajes electrónicos, e incluso en el prehistórico SMS? ¿Por qué no provocar que se hagan virales imágenes positivas sobre el asunto que fue presentado durante el culto en Instragran o Snapchat? Recuerda que si ellos publican quiénes son en la web, podríamos incentivarlos a que publiquen quiénes deberían ser.

Sé auténtico y personal. Ya terminó (hace mucho) el tiempo en el que los jóvenes absorbían gratuitamente lo que les era presentado. Actualmente, chequean en Google lo que es dicho, y desconfían severamente de los discursos enlatados de autopromoción humana. Cuando bajamos del púlpito, ganamos su respeto. No enmascares, no te exaltes con ejemplos imposibles. Muestra que las luchas de ellos, hoy, son las mismas que fueron tuyas antes (o todavía lo son). Y mira a los ojos de la juventud con lágrimas de sinceridad, más que desde atrás de los lentes de la infalibilidad. Cuando sientan que el predicador es de carne y hueso, y que está bajando su propia guardia, ofrecerán sutilmente su mayor tesoro: la atención.

Story telling. Esa es la palabra moderna más usada en la actualidad en el universo de la comunicación; significa “cuenta historias”. ¡Nada nuevo! Desde tiempos remotos, los niños aman escuchar buenas historias antes de dormir, y todavía hoy somos deliciosamente acunados por ellas. ¿A quién no le gusta una historia bien contada? A los jóvenes, mucho más. Obviamente, así como la casa no puede tener más ventanas que paredes, el buen sermón no se sostiene solamente con historias, pero eso no impide que estas cautiven la atención en momentos estratégicos de la predicación. ¿Sabes quién fue el más importante narrador de historias en la historia del universo, ¿verdad? Jesús estableció el Reino de Dios más con acciones que con palabras. Sin embargo, cuando utilizó las palabras, siempre las coloreó con historias, parábolas y situaciones del vivir cotidiano. ¿Por qué deberíamos ignorar tamaño potencial de influencia?

Invierte en los sentidos. No es tan simple utilizar el olfato o el paladar durante un sermón, lo sé. Sin embargo, la visión, el toque y la audición pueden ser explorados para cautivar al público joven. Elementos visuales atrayentes, proyecciones de imágenes de refuerzo, aplicaciones lúdicas, contextualización práctica y real, además de otros dispositivos para involucrarlos, pueden auxiliar en el proceso de llamar su atención; todo eso, naturalmente, sin dejar de lado la reverencia y cuidándonos de no ir a los extremos. Al final, los jóvenes saben que la iglesia es un ambiente diferente del que ellos frecuentan la mayor parte del tiempo.

Provoca el compromiso. Las acciones sociales nunca estuvieron tan a la moda como lo vemos en la actualidad. Joshua Wong, de apenas 17 años, paralizó a China por 77 días al llevar a doscientos mil jóvenes a las calles de Hong Kong por un ideal democrático. ¿Cuál fue “su honda y sus cinco piedras”? Un Smartphone que implicó a toda una generación de inconformistas. ¿Te das cuenta? Vivimos en tiempos de colaboración, en que todo lo que es compartido mueve a multitudes. De taxistas inconformes y cacerolazos nacionales, las manifestaciones públicas se agigantan en el anonimato pulverizador de Internet.

Todos podemos ser el start de una revolución. ¿Por qué no provocar a las nuevas generaciones de la iglesia para que se comprometan con algo bueno, consistente y verdadero? “Dios espera mucho de los jóvenes que viven en esta generación de luz”.[1] Si su creatividad palpitante fuera canalizada para el bien con sus propias herramientas, lo puedes creer, los resultados serán extraordinarios. ¡Desafíalos y sorpréndete!

Finalmente, y como siempre fue a través de los siglos, los jóvenes sirven como alerta constante para nuestra propensión natural a querer hablar de la manera que nos gusta escuchar. Esa es la gran carencia en el hiato entre púlpitos y galerías: presentar la verdad que no cambia, cambiando la forma de presentar la verdad. Por eso, en la misión tenemos que ser la vanguardia; en los principios, la retaguardia; y ante la duda, abrazarnos al sentido común. Si pedimos a Dios sabiduría e idoneidad para alcanzar a las nuevas generaciones, no tengo dudas de que todavía veremos realizado el mayor de los sueños: Jesús que vuelve en nuestra generación

Sobre el autor: director de Comunicación de la Iglesia Adventista para el Estado de San Pablo, Rep. del Brasil.


Referencia

[1] Elena de White, Mensaje para los jóvenes, p. 29.