La intervención en una crisis es el are de restaurar a los seres humanos a la dignidad potencial que Dios les dio 

Hace poco mi esposa y yo tomamos lecciones de navegación a vela. El punto más memorable de nuestras lecciones fue un incidente ocurrido en el salón de clases mientras nuestro instructor poma todo en la debida perspectiva. Él nos dio un sencillo marco conceptual dentro del cual podríamos acomodar todo lo que estábamos aprendiendo. Nos dijo que hay tres principios básicos que necesitamos conocer para saber navegan (1) Cómo leer el viento, (2) cómo subir las velas, y (3) cómo manejar el bote. ¡Aprendan eso, nos dijo nuestro instructor, y serán marineros! 

Los pastores que desean responder adecuadamente ante una crisis necesitan conocer también un marco conceptual a partir del cual trabajar. Este artículo tratará acerca de la teoría que se necesita en las relaciones con las personas que pasan por una crisis, qué es una crisis, tipos de crisis, constituyentes del cuidado pastoral, un modelo para ayudar y un proceso de evaluación.  

Una relación interesada en el cuidado de los demás  

Una relación para atender a los demás se construye sobre la idea de ayudar a otros a crecer y realizarse, en vez de usarlos para satisfacer sus propias necesidades.1 Se basa en el amor genuino. No es un sentimiento aislado de relación momentánea, sino un proceso de desarrollo hacia la plenitud. Milton Mayeroff sugiere que la atención a los demás en tiempo de crisis incluye los siguientes ingredientes: conocimiento y competencia, capacidad para autoevaluamos críticamente en el proceso de ayuda, don de la paciencia para “mantenerse cerca” de la persona que tiene necesidad, confianza en la capacidad de la persona a quien se aconseja para crecer y no llevarla demasiado lejos; honestidad, humildad para reconocer nuestras limitaciones, tener una sensación de esperanza razonable acerca del potencial de la persona para crecer, y el valor para entregamos totalmente a la obra de ayudar a otros.2 

David Switzer dice que el cuidado por los demás es pastoral cuando la ayuda se ve como una expresión de la vida y el propósito total de la comunidad cristiana.3 El bosqueja tres maneras mediante las cuales tal expresión resulta posible: 

Empatía. La empatía es la capacidad de comprender y compartir las emociones y sentimientos de otra persona. El objetivo es comprender a la otra persona desde su punto de vista, dándole la seguridad de que se le escucha y aprecia. 

Respeto. El respeto implica la idea de comunicar a otros la seguridad de que los consideramos valiosos. Esto es crucial, siendo que las personas en crisis muchas veces han perdido la estima propia La aceptación incondicional de la otra persona fortalece la estima propia 

Apertura personal/vulnerabilidad. Cuando comunicamos que nosotros también somos humanos, y que tenemos los mismos sentimientos y necesidades, es como si dijéramos a las personas que están en crisis que la vulnerabilidad no es exclusiva de ellos. 

A estos factores podemos añadir la cualidad de no juzgar. La ayuda en tiempo de crisis se propone comprender al individuo, no juzgarlo El punto principal es que antes de hacer cualquier cosa para ayudar a la persona en crisis, necesitamos crear un ambiente en el cual la atención y la sanidad puedan tener lugar. 

Tipos de crisis 

En la literatura pertinente de hoy se discuten básicamente tres tipos de crisis. Primero está la crisis del desarrollo, que se experimenta en un punto de transición o de retomo de la vida que produce estrés. Están cargados de una necesidad de adaptación, de encontrar nuevos significados, y muchas veces (pero no siempre) son eventos predecibles, es decir, sabemos que tarde o temprano ocurrirán. Son, por ejemplo, el matrimonio y el nacimiento de los hijos, la adolescencia, los cambios de carrera, el envejecimiento, la aflicción, etc. En segundo lugar están las crisis situacionales. Estas son reacciones a los eventos específicos, externos, y muchas veces totalmente imprevistos, que ocurren en nuestras vidas. Aquí se incluyen eventos traumáticos como los accidentes y los desastres naturales, el fracaso y la ruptura de relaciones, la pérdida del empleo, la muerte inesperada de un ser querido, y otros por el estilo. Por supuesto, puede haber yuxtaposiciones de este tipo de crisis. Una crisis situacional difiere de una crisis de desarrollo en la fuente del estrés, y en el elemento de tiempo4 

La mayoría de los investigadores ven una crisis como resultado de un proceso secuencial: 

1. La ocurrencia de un evento precipitados generalmente externo en naturaleza. 

2. El individuo examina la situación para determinar si amenaza alguna necesidad básica. El grado de amenaza dependerá, por ejemplo, de si la persona ha experimentado la misma amenaza antes, del impacto que tuvo en aquella ocasión, de los recursos disponibles para hacerle frente ahora, y de otros factores. En esta fase la persona interpreta el evento y le asigna significado: amenazante, ligeramente amenazante, no amenazante, etc. Por tanto, lo que la persona cree acerca del evento es tan importante como el evento mismo. 

3. Después de haber catalogado el evento como una amenaza, la persona utiliza métodos y recursos para hacer frente al problema. La suficiencia de tales métodos y recursos determinará en qué medida experimentará el individuo el evento externo como una crisis. 

4. Finalmente, si el mecanismo para hacerle frente falla, la persona entra a la fase de crisis, reaccionando internamente a la amenaza5 

De este modo, una crisis tiene mucho más que ver con la respuesta interna de una persona que con la situación externa. 

Siendo que estamos considerando la intervención en una crisis situacional, es esencial saber si la persona está experimentando o no ese tipo de crisis. La determinación de esto decidirá el grado de ayuda que consideraríamos otorgar a la persona. Switzer da un procedimiento de diagnóstico de tres preguntas: 1. ¿Han ocurrido reciente­ mente (dentro de los últimos días o semanas) inicios de sentimientos o comportamientos conflictivos? 2. ¿Han empeorado progresivamente estos síntomas, llevando a la persona a buscar ayuda pastoral? 3- ¿Puede relacionarse el ataque con algunos eventos externos, o cambios en la situación vital o en la percepción de las circunstancias de la persona?6 

Constituyentes del cuidado pastoral 

Ya que existen variados tipos de crisis, la intervención pastoral debe variar en la misma medida. Consideraremos específicamente la respuesta del pastor ante las crisis situacionales, utilizando un modelo recomendado por la mayoría de los especialistas. Dicho modelo tiene cuatro pasos: 

1. Presencia pastoral. Cuando una persona en crisis recurre al pastor en busca de ayuda, éste debiera mostrar aptitudes que demuestren su sincero interés en ella. Estas aptitudes son, primariamente, no verbales. Comunican, en los primeros momentos de interacción, que el pastor está allí con un propósito: estar con esa persona para ofrécele asistencia compasiva. 

2. Identificación de las necesidades y recursos. El pastor usa preguntas generales y apropiadas para inducir a la persona a decir lo que siente. Ser un oidor atento es la clave del cuidado pastoral, porque en ese acto la persona internaliza su comprensión de las circunstancias, sus percepciones acerca de ellas, y su conocimiento de los recursos disponibles para hacerles frente. Al escuchar, el pastor reúne información e impresiones que constituirán el siguiente paso. 

3- Diagnóstico pastoral. Aunque este artículo no trata sobre evaluación de teorías y métodos, es importante que los pastores conozcan y comprendan los modelos comunes de diagnóstico que pueden usarse y compartirlos con los profesionales de otras disciplinas. Esto implica básicamente comprender y utilizar conceptos pastorales bíblicamente fundamentados en la ayuda y compasión de la gente que sufre. 

4. Intervención pastoral. Sólo después de una evaluación pastoral válida debería utilizar el pastor las terapias espirituales que tiene a su disposición. Hacerlo de otra manera sería semejarse a un cirujano que pretende realizar una operación sin examinar al paciente o hacer un diagnóstico de su situación. El pastor tiene un “maletín” similar al que usan los médicos, con la única diferencia de que no contiene instrumentos. Contiene terapias espirituales, que se vuelven operativas a través del ministerio del Espíritu Santo y el bálsamo sanador del amante cuidado interpersonal. Entre estas terapias están el uso de la Escritura, la oración, la comunidad cristiana interesada en el bienestar de sus miembros, el aconsejamiento pastoral, las ceremonias y ritos de la iglesia, etc. Las terapias del pastor llegan a ser el subproducto natural de una relación basada en la confianza mutua. 

El modelo de ayuda 

Tom, recién graduado universitario, vino a su pastor un día y le reveló sus sentimientos de baja estima propia tras describir los síntomas físicos del estrés. A veces se preguntaba si valía la pena seguir luchando frente a los problemas de la vida. El pastor comprendió que Tom necesitaba más que una sencilla oración o la lectura de un versículo de la Biblia, y lo animó a hablar de su situación. El pastor quería que Tom hablara específicamente de lo que ocurría en su vida, y desde cuándo se sentía así. La actitud de aceptación personal que demostraba el pastor animó a Tom a contarle su historia, y le reveló una lista de malas decisiones financieras y de un endeudamiento creciente. Sus tarjetas de crédito estaban llenas hasta el límite y hacía tres semanas que el antiguo dueño, a quien no había terminado de pagar, le había quitado su automóvil. Los peores síntomas que presentaba habían comenzado a partir de este punto. El pastor leyó las señales de crisis situacional y tomó medidas para ayudar a Tom en sus problemas. 

Los objetivos básicos del pastor fueron: 

  1. Ayudarlo a mitigar los síntomas, disminuir el estrés y hacer frente a la situación con más ánimo. 
  1. Ayudarlo a volver al funcionamiento normal. 
  1. Darle seguridad cuando fuera necesario. 

¿Cómo procede un pastor para ayudar a personas como Tom? El modelo de ayuda de Switzer puede serle muy útil. Este modelo tiene tres fases: 

Fase 1: Contacto. El contacto implica una relación terapéutica que se preocupa por el bienestar de la persona. La confianza se construye mediante una comunicación de empatía unida a una buena habilidad para atender y escuchar a la persona. Durante este tiempo el pastor tratará de saber si la crisis es situacional o no. Puede ser que si no lo es, el pastor vea necesario referir a la persona a otro profesional calificado. 

El pastor anima entonces a la persona a contar su historia, y le pide que identifique el problema que desencadenó la crisis. Si la narración de la persona en crisis no revela cuándo o cómo se inició el problema, el pastor debe buscar intencionalmente estos factores desencadenantes a través de un interrogatorio muy cuidadoso. 

Cuando la persona cuenta su historia, genera confianza que ayudará en la evaluación de la crisis situacional. El pastor puede fomentar también la confianza sugiriendo la necesidad de hacer un contrato y un acuerdo de que ambos trabajarán juntos en el problema. 

Fase 2: Enfoque. El enfoque ayuda a revisar en detalle los eventos precipitantes y las reacciones de la persona frente a ellos, con el propósito de que puedan aclarar juntos (a) lo que ha ocurrido y (b) por qué se percibe como una amenaza, y la razón para dar la clase de respuesta que está produciendo en el aconsejado. Este debe conectar los eventos y el significado que le asigna para comprender que la dificultad puede residir, no sólo en los eventos mismos, sino también en lo que cree acerca de ellos. Si el aconsejado no puede hacer esta conexión, el pastor debiera explicar el núcleo del problema tal como lo ve. 

Algunas veces es útil pedir al aconsejado que describa la situación tanto antes como después de los eventos desencadenantes de la crisis. Debe buscar especialmente los cambios de comportamiento, de emociones, de síntomas físicos, de relaciones y de funcionamiento mental. Puede ser que como resultado de escuchar atentamente y del descubrimiento de otras técnicas, tanto el pastor como el aconsejado lleguen a comprender mejor lo que ha ocurrido, en qué consiste el problema, y por qué se le percibe como una amenaza. 

Fase 3: Búsqueda de soluciones. Es necesario hacer algo para resolver el problema. Esto implica hacer algunas decisiones basadas en la información que ya se ha logrado obtener y en la instrumentación de soluciones ya acordadas al respecto. La primera tarea es hacer un inventario de las fuentes de soluciones del problema a las cuales puede recurrir el aconsejado; como por ejemplo, la iglesia, la fe personal, el sistema de apoyo social, las agencias de la comunidad, y así por el estilo. Esencialmente consiste en utilizar las fuerzas internas y los recursos exteriores que pueden utilizarse para hacer frente a la crisis. Una buena forma de llegar a este punto es escuchar lo que ha ocurrido en crisis similares en el pasado y la forma en que la persona les ha hecho frente. Muchas veces el aconsejado se da cuenta de que ya ha pasado por esto antes y que logró salir adelante. Identifique y discuta los recursos con los cuales logró salir adelante. 

La segunda tarea es ayudarle en el proceso de toma de decisiones. Anime a la persona en crisis a identificar decisiones y acciones que si fueran puestas en práctica, alterarían la situación. Al principio es complicado. Pero siendo que esperamos que el aconsejado asuma las responsabilidades por sí mismo, no ofrecemos opciones hasta que la persona haya agotado sus ideas. Es hasta entonces que el pastor le ayuda en la evaluación de las opciones. ¿Funcionará? ¿Es plausible? ¿Por qué? ¿Por qué no? ¿Cuál será el resultado probable? 

Luego el pastor le anima, con tacto, pero también con firmeza, a que haga una decisión en cuanto al curso de acción que tomará. 

Parte del proceso de toma de decisión es afirmar los recursos sugeridos por el aconsejado, especialmente las relaciones con Dios y con los demás. Esto es importante porque las personas que están en crisis a menudo sufren porque sus relaciones han resultado dañadas. 

Las decisiones de actuar conducen a un nuevo aprendizaje. Esto se logra preguntando al aconsejado lo que ha aprendido en el proceso. Así ayuda a la persona a añadir lo aprendido a su arsenal de recursos, con el propósito de utilizarlos de nuevo en cualquier momento de crisis. 

El seguimiento es esencial, ya sea en la forma de sesiones de aconsejamiento continuas o en contactos informales, pero regulares. El pastor, después de animar al aconsejado para que ponga en práctica el plan de acción, le ayuda ahora a evaluar el progreso y a hacer correcciones que se requieran a mitad del proceso.7 

Evaluación del proceso de ayuda 

¿Cómo evaluamos el modelo de ayuda y sus efectos sobre la persona que está en crisis? Switzer formula cinco preguntas evaluativas: 

1. ¿Se ha reducido el nivel de ansiedad? 

2. ¿Puede describir la persona el plan de acción en sus propias palabras? 

3. ¿Tiene la persona esperanza con respecto al futuro? 

4. ¿Manifiesta la persona aprecio por la ayuda que se le ha dado? 

5. ¿Tiene expectativas realistas de que las necesidades que no pudo suplir -por lo cual se precipitó la crisis- pueden ser satisfechas?8 

No quiero decir que este modelo sirve para cada situación, pero ayuda a muchas personas a proceder de manera ordenada, mientras retiene el énfasis sobre la cualidad de las relaciones interpersonales. Las personas cuyas crisis las han dejado con un sentimiento de soledad e incapaces de clasificar con claridad lo que está ocurriendo necesitan los dos modelos. Este modelo puede parecer demasiado estructurado para algunos, pero mejor enfocado de nuevo para otros. Pruébelo, practíquelo, evalúelo y mejórelo. 

Sobre el autor: Martin W. Feldbush, Dr. En Ministerio, es uno de los directores asociados de Adventist Chaplancy Ministries, de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, SilverSpring, Maryland.