Independientemente de la función ejercida en la jerarquía de la iglesia, no existe nada superior a la vocación pastoral.

Era mi segundo año como pastor, y pasaba por un momento de gran angustia. Me sentía pequeño, sin espiritualidad, inseguro. Como líder espiritual, sabía que no debía sentirme así. Decidí abandonar la tarea pastoral. Pensé en prepararme en otra área: Pensaba que en el futuro podría servir en la rama administrativa de la iglesia.

Viajé a San Pablo buscando la aprobación de mis planes. En las oficinas de la Unión, fui atendido por el secretario-tesorero que, después de oírme, me aconsejó: “No abandones el pastorado. La iglesia necesita pastores, no administradores fríos”. Entonces entendí que la solución para mi problema estaba en mi dependencia absoluta del Señor de la iglesia. Desde ese día todo cambió en mi visión pastoral, aunque fuera llamado a ejercer otra función indicada por la Iglesia.

Trabajé durante cuarenta años y, actualmente, estoy jubilado Soy feliz, me siento realizado y sin frustraciones. sigo siendo pastor: sigo predicando, visitando y dando estudios bíblicos. En el año 2009, dos de mis estudiantes fueron bautizados. Otros siguen estudiando y luego seguirán el mismo camino hacia el bautismo.

Recientemente, tuve el privilegio de dirigir una semana de reavivamiento en la iglesia de Rolante, Río Grande do Sul. Me preparé con mucha oración, pidiendo por mí, por los mensajes y por los oyentes. En el desarrollo del programa, utilicé recursos audiovisuales muy bien seleccionados. Además, preparé un kit misionero que contenía los libros Esperanza para vivir, Los Diez Mandamientos, Señales de los tiempos, y las revistas Viva con Esperanza y Esperanza para un Mundo en Crisis. Se entregaron cuarenta kits a personas interesadas y a miembros de iglesia.

Sin embargo, parte fundamental de la programación fue la visitación a los hogares, las oficinas, e incluso las áreas rurales. Fue gratificante encontrar a hermanos y amigos de la iglesia, oír como relataban sus luchas, tristezas y decepciones; pude reconfortar enfermos, aconsejarlos, orar con ellos y dejarlos más animados, agradecidos y confiados en un futuro bajo la dirección de Dios. En cada visita, pude sentir la presencia del Espíritu Santo, lo que me permitía salir lleno de gratitud, alegría y con la satisfacción del deber cumplido.

Es bueno destacar que la visitación pastoral es indispensable. Al visitar, encontramos temas para nuestros mensajes y tenemos la oportunidad de llevar consuelo, de fortalecer, de animar, de dar valor a las personas y esclarecer puntos doctrinales. De hecho, esta práctica necesita ser urgentemente rescatada como prioridad en la agenda de muchos pastores.

Recuerde: Usted se preparó y fue llamado para ser pastor; no director de un departamento, tesorero, secretario o presidente. Si su primer objetivo es ocupar una de esas funciones, debe pensarlo nuevamente. El llamado es para ser pastor. A pesar de eso, siempre esté preparado para la eventualidad de que la iglesia necesite su colaboración en aquellas funciones. Es imprescindible que el pastor se prepare y, sobre todo, que mantenga una íntima comunión con Dios.

La iglesia necesita pastores que sean ejemplares como amigos, padres cónyuges y líderes espirituales. Y este perfil es el fruto de la comunión y el compañerismo con el Señor.

Sobre el autor: Pastor jubilado. Vive en Joinville, Santa Catarina, Rep. Del Brasil.