Cómo apartar a los intrusos que conspiran contra la armonía entre la felicidad de la familia y el trabajo del pastor

El llamado al ministerio pastoral puede ser una de las experiencias más plenas y recompensadoras que alguien pueda tener. Pero, ese mismo llamado puede ser muy desafiante y peligroso. Específicamente, el movimiento diario de un pastor puede tener grandes efectos negativos sobre su vida personal y familiar, y sobre su matrimonio. Para algunos, esto puede no ser una novedad, pero la impotencia que persigue a muchos pastores, mientras intentan huir de las minas terrestres alrededor de su matrimonio y su familia, dejan muchos heridos y mutilados.

Antes que nada, y con el propósito de evitar que alguien me considere pesimista, debo decir que me alegro muchísimo por las generaciones de pastores que han dedicado su vida a la salvación comprada por la sangre de Cristo, y a la capacitación del pueblo de Dios para la vida de servicio. Muchos de ellos bautizan en nombre de la Deidad, dedican niños a Dios, sepultan santos que descansan en Jesús, animan a muchos que están descorazonados, ofician la unión de parejas felices, desafían a jóvenes a vivir por Cristo, predican sermones fervorosos y muchas cosas más. ¡El ministerio pastoral es una vocación extraordinaria! Sin embargo, todo esto nos lleva a preguntar: ¿Acaso puede haber algo de negativo en tan noble llamado? ¿Puede haber algún peligro en su ejecución? Sí. De hecho, ¡hay muchos peligros!

Factores de estrés

Hace pocos años, tuve la oportunidad de estudiar acerca de las familias pastorales; algo que encontré fascinante. Muchas de esas familias compartían cinco factores principales de estrés: movilidad, baja compensación financiera, elevadas demandas, bajo apoyo social e intromisión en los límites familiares.

En muchas confesiones religiosas, los pastores se mudan frecuentemente de una iglesia a otra, y de una ciudad a otra. Esos cambios conllevan ruptura de lazos familiares, contactos sociales, amistades e instituciones sociales que ayudan en la supervivencia y al bienestar. La esposa y los hijos pueden tener que apartarse de su trabajo o su escuela, para que la transición sea relativamente pacífica.

Con respecto a la remuneración, en algunas regiones del mundo el pastorado está entre las de menor nivel, en relación con otras ocupaciones. Si bien está en la franja superior en lo referente al nivel educativo, los pastores aparecen bien abajo en la escala salarial; en verdad, ocupan el puesto 325 entre 432 ocupaciones. El llamado al ministerio, frecuentemente, presupone un voto de pobreza. Esa vocación, que demanda cierto estilo de vida, parece ser incompatible con la capacidad que tiene el pastor de mantenerse financieramente. Por esta razón, la familia tiende a estar financieramente restringida; lo que provoca serias complicaciones para la satisfacción conyugal y la estabilidad emocional.[1]

Las exigencias que involucran la dedicación de tiempo representan un gran desafío para los pastores. Mientras intenta dividir el tiempo entre la familia, la iglesia local y la organización, él corre en muchas direcciones, y algunas cosas quedan sin atender. Muchas veces, se descuida a la familia. Las consecuencias de trabajar 24 horas por día son groseramente subestimadas. Eso puede minar la constitución física, emocional y espiritual del pastor, y vaciar al matrimonio de vitalidad, que puede ser sustentado solo por la inversión de tiempo cualitativo y de energía. Las fallas públicas y particulares de los pastores testifican, en parte, de la angustia que las demandas de tiempo provocan en ellos.

El apoyo social es una cuestión fundamental para los pastores. Uno de los engaños más sutiles del ministerio es la creencia de que, por el hecho de que los pastores trabajan con personas y están siempre con ellas, sus necesidades sociales ya están automáticamente satisfechas. Pero, la realidad del ministerio, frecuentemente, atenta contra las necesidades sociales. Si tal satisfacción comprende una interacción caracterizada por la apertura, el desafío, la responsabilidad y la permanente amistad recíproca, puedo decir que el ministerio, según es practicado, no permite esa interacción entre el pastor y los miembros de la congregación y otras personas.

Pedestal y “antifraternización”

Una característica del ministerio pastoral es descrita por algunos como “norma de ‘antifraternización’ ”.[2] Esa norma impide al pastor tener amigos íntimos. Las relaciones son pasajeras, y las necesidades emocionales del pastor y de la familia no son satisfechas en el contexto general. Otra característica del ministerio es conocida como “efecto pedestal”. Frecuentemente, el pastor es promovido por su congregación y se aparta de la experiencia humana común. El pastor valora y busca esa promoción y, así, no experimenta mucho de las relaciones con la congregación. Inclusive, hasta el establecimiento de una relación terapéutica para ayudar en la solución de un problema emocional o familiar se ha mostrado amenazador para muchos pastores. La línea que separa al pastor de su trabajo es, en el mejor de los casos, muy difusa.

El pastor y su familia “pertenecen al pueblo”, y tienen poco espacio físico y emocional para vivir libres de restricciones, expectativas, exigencias y críticas sobre ellos. La intromisión en el espacio privado puede causar serios efectos sobre el pastor y sobre su familia. Vivir en una “casa de vidrio” puede generar una hipervigilancia debilitante, que mantiene al pastor en un desgastante estado de alerta.

Mi intento de investigar los efectos de estos estresores sobre la satisfacción conyugal y paterna, al igual que sobre la satisfacción del cónyuge, iluminó el asunto en análisis. Cuando los factores de movilidad, compensación, exigencias de tiempo, falta de apoyo social e intromisión en los límites familiares fueron colocados en un modelo de estadística, se revelaron influyentes en la satisfacción conyugal y paterna. En una observación más atenta, la intromisión en los límites familiares y el apoyo social parecieran ser los únicos factores de influencia sobre la satisfacción conyugal del pastor y su esposa.

Analicemos, ahora, algunas cuestiones que pueden ser abordadas por los pastores y los administradores para ayudar a maximizar la satisfacción familiar pastoral. Con eso, quiero decir que el pastor debe asumir la responsabilidad personal de gerenciar esas cuestiones, teniendo en vista fines positivos. La familia debe ocuparse en medidas de protección, a fin de asegurar que sus límites no se vean comprometidos; y, además, administrar otros factores estresantes que enfrentan. Los administradores de la iglesia, en las instancias superiores, también pueden establecer medidas y procedimientos que minimicen los impactos negativos sobre el pastor y su familia.

Vasos de barro

Sospecho que, en el entrenamiento para el ministerio, se ha discutido poco sobre las mayores exigencias sistémicas de la vida ministerial que pueden ser desestabilizadoras, en potencia, para la persona y la familia. En este contexto, existe el pensamiento engañoso de que ayudar a otros es más importante que cuidar de uno mismo y de la familia. Sé lo que puede estar pensando: “Eso no sucede conmigo. En verdad, nunca sucederá”. En ese caso, le agradezco por ayudarme a ilustrar el argumento que pretendo desarrollar. Prestamos muy poca atención a esto. Podemos continuar hablando acerca del enigma de la invulnerabilidad; la duda sobre las relaciones; el sentimiento de culpa por no trabajar más; la identidad con base sobre el hacer, en lugar de sobre el ser; y la perpetuación del mito de la perfección en la vida, en el trabajo y en la familia. En este contexto, esas son cuestiones sistémicas, y todas se relacionan con el matrimonio y la familia.

Si algo debe cambiar para el pastor y la familia, tiene que ser la concienciación teológica en relación con el cuidado de sí mismo y de la familia. De otro modo, lucharemos eternamente con la misma cuestión de la negligencia con respecto a esto, lo que lleva a desastrosas consecuencias para la vida, la salud y el bienestar de todos. Eso no forma parte del llamado divino. Este llamado incluye, entre otras cosas, un modelo de cuidado propio y de la familia, y la demostración de cómo cargar la verdad de Dios “en vasos de barro” mientras vivimos en un mundo real. ¿Perfectamente? ¡Jamás! Pero, la lucha es, en sí misma, el mayor testimonio del poder de Dios que se perfecciona en la debilidad.

La responsabilidad del pastor

Algunos modelos de vida ministerial llevan al pastor a trabajar en un ambiente hostil a la prosperidad del matrimonio y la familia. Si se mantiene distanciado de los demás, pintándose como un súper hombre invulnerable, no disfrutará de relaciones mutuas nutritivas; y sufrirá de aislamiento y soledad, entre otras cosas, aun cuando trabaje entre un gran número de personas.

Propongo que el modelo de “Gerente General” (CEO) de liderazgo pastoral no es apropiado. El pastor no es un gerente de una corporación, sino una persona colocada entre otras personas con el fin de enseñar y ejemplificar la voluntad de Dios. La relación pastoral es más de amistad con la congregación, lo que facilita la construcción de una comunidad auténtica. En esa comunidad auténtica, el pastor y la esposa pueden vivir y crecer como pareja, animándose, apoyándose y desafiándose mutuamente en este viaje llamada vida.

Imagino que una respuesta a la idea anterior será que esa amistad debe ser encontrada en otros lugares y entre sus pares. Pero, las conversaciones entre pastores no giran, generalmente, alrededor del apoyo emocional mutuo. Creo que, si el ministerio es ejercido tal como Jesús lo desarrolló, algunos de los actuales desafíos pueden ser anulados o ser más manejables. Jesús se aproximó a hombres y mujeres durante su ministerio, y derrumbó los muros de separación e hipocresía que había entre los escribas intelectuales, los filósofos saduceos y el “pueblo común”.

La falta del apoyo social que nutre adquiere implicancias significativas para las relaciones parentales y conyugales. Una pareja necesita de una comunidad, al igual que esa clase de sociedad necesita de tiempo para florecer. Eso puede suceder con los pastores en la congregación. Los hijos pueden alegrarse con el “pedestal” por algún tiempo pero, luego, comenzarán a rebelarse en contra de la presión de la “casa de vidrio”. Con apropiados límites, ese modelo sugerido puede servir a grandes objetivos.

El desafío de las esposas

Puede ser difícil desafiar a las esposas de los pastores a asumir su responsabilidad personal por la satisfacción conyugal y paterna. Muchas de ellas sienten que es un sacrilegio desafiar el compromiso del pastor con el trabajo, y exigir de él mayor participación en la vida familiar. “¿Cómo osaremos hacer eso?” es la pregunta que brotará ante tal desafío. Entonces, más que una solución, eso forma parte del problema. Por el hecho de que el denominado ministerio se considera intocable (el “efecto pedestal”), con frecuencia la esposa sufre en silencio y, lentamente, desarrolla actitudes negativas en relación con el ministerio y el Dios del pastor. Algunas veces, se deja caer en el cinismo y el odio, en relación con el llamado y todo lo que esté asociado a él.

Según expresó alguien, “si hace lo que siempre ha hecho, conseguirá los resultados que siempre obtuvo”. No puedo culpar a nadie aquí, pero muchas esposas necesitan ser enseñadas a levantarse en contra de las fuerzas que amenazan su matrimonio y su vida familiar, y ayudar al esposo a trazar límites que preserven la integridad de las relaciones conyugal y paterna. Ella necesita ver al pastor como una persona real, con inclinaciones comunes a los seres humanos, y que necesita ser desafiado muy frecuentemente. Al hacerlo así, establecerán el tono alegre de su unión.

Los pastores necesitan reflexionar profundamente con respecto a sus opiniones y a su filosofía sobre la intromisión en los límites de la familia, e invertir bastante tiempo y energía hasta que sean victoriosos. En cierto sentido, el pastor puede tener la mejor ocupación entre otras profesiones, pero esa cuestión no siempre es soberana. El pastor, al igual que su esposa, debe priorizar los límites de la familia, o esta se verá grandemente perjudicada. Mientras visitamos fielmente otras familias, podemos estar descuidando a nuestros hijos. La generación más joven de parejas pastorales necesita saber que deben establecer hábitos positivos lo más pronto posible.

El papel de los administradores

En el trabajo del pastor, los traslados de una iglesia a otra son inevitables. No me opongo a esos cambios pastorales que ayudan a establecer la iglesia en varios lugares. En mi experiencia, acepté todo traslado como si fuera un llamado, y estuve listo a marchar según las órdenes superiores. Pero pienso que, muchas veces, los cambios son realizados con la mínima consideración sobre los retos y las posibles perturbaciones al equilibrio personal, familiar y congregacional. La esposa del pastor difícilmente es considerada, mucho menos consultada, en ocasión de ese traslado.

Estos cambios pueden afectar los vínculos emocionales, la estabilidad profesional, los planes educativos de la esposa y de los hijos, además del ministerio de la propia esposa, entre otras cosas. Un traslado puede tener un significado totalmente diferente para el pastor. Por ejemplo, puede representar una oportunidad de reciclar habilidades y sermones en otro lugar, apartarse de los problemas de la iglesia anterior, ser “promovido” a una iglesia mayor. Pero, todo eso puede no tener significado para la esposa.

Los líderes del Campo pueden hacer mayor bien al considerar las necesidades de toda la familia en esos cambios; trabajar para generar significado compartido con las esposas, al igual que ayudarlas en la adaptación al nuevo ambiente. Si bien los cambios son inevitables, pueden ser mejor recibidos por las esposas en el caso de que sus necesidades también sean consideradas. Los administradores pueden ser más deliberados en establecer planes de trabajo y directrices que permitan al pastor estar presentes en el hogar, con miras al fortalecimiento y el crecimiento familiar.

No hace mucho tiempo, al conversar con un grupo de pastores acerca de los desafíos al bienestar de la familia pastoral, escuché de uno de ellos, recién casado, lo siguiente: “Desde que me casé, todavía no me pude sentar al lado de mi esposa en la iglesia”. Si eso fuera verdad, sugiere una cultura ministerial que pone el interés por el bienestar de los miembros de la congregación por sobre el interés por el bienestar de la esposa; y que, al ministrar, el pastor no debe ocupar su mente con las necesidades y la satisfacción de su esposa. Si buscamos escuchar el punto de vista de la esposa acerca del ministerio y el impacto que éste ejerce sobre ella todos los días, incluso el sábado, las revelaciones nos harán pensar seriamente. Lentamente, pero con certeza, muchas de las esposas terminan por despreciar aquellas cosas que las apartan de su esposo y, por esta causa, se ven tentadas a reducir a una dimensión microscópica el significado del ministerio.

Necesitamos remar contra esta corriente, y generar una experiencia más rica, nacida de la valoración, el respeto y la honra por la familia; y ver como un enemigo cualquier cosa que amanece sustituirla como primer objetivo de nuestro afecto y atención, aun cuando amemos al pueblo de Dios y debamos trabajar por su salvación.

Consejos oportunos

Concluyo, dejando aquí algunos consejos para las parejas pastorales:

* Planifique su vida y su trabajo de modo que se asegure de que su esposa y su familia tengan lo mejor de su tiempo y su energía. Construyan recuerdos en lugares especiales, haciendo juntos algo agradable. Haga que los momentos transcurridos en la iglesia sean especiales para su esposa y para sus hijos. La congregación quedará feliz y entusiasmada al observar cómo se tratan en la iglesia. Los miembros pueden olvidar el sermón, pero no se olvidarán de eso.

* Aprenda a desarrollar habilidades de administración financiera, y póngalas en práctica en su hogar, a fin de evitar dificultades en esa área.

* Generen como pareja una cultura de “vulnerabilidad” acerca de sí mismos. No den la impresión de que están por sobre todo y sobre todos. Sean auténticos. Hablen acerca de sus deseos y sus luchas por ser el mejor esposo y padre, y la mejor esposa y madre, que desean y pueden ser. Pidan oraciones a los hermanos en su favor, y oren a favor de ellos.

* La esposa del pastor debe tener identidad propia. Debe comprometerse con su llamado personal, en lugar de depender de lo que la iglesia indique. Eso la protegerá de algunos efectos negativos de la vida en la iglesia.

* Cultive amistades. Nuestras necesidades sociales deben ser satisfechas. La interacción como amigos levanta el ánimo. Además, sea el mejor amigo de su esposa.

* Establezca límites saludables en torno de su matrimonio. Disfrute su día de descanso al máximo. Resista todo lo que sea una intromisión en su espacio familiar privado.

* No den por sobreentendido nada en la pareja y la familia. Comuníquense. Hablen, escuchen y observen. El matrimonio, los hijos y la familia son maravillosos regalos de Dios. ¡Aprécienlos! Practiquen la mayordomía familiar. Los dividendos de esa práctica sobrepasan los límites de este mundo.

Sobre el autor: Profesor de Aconsejamiento Familiar en la Universidad de Loma Linda, Estados Unidos.


Referencias

[1]  D. Mace y V. Mace, What’s Happening to Clergy Families? (Nashville, TN: Abingdon, 1982).

[2]  T. Blackbird y P. Wright, “Pastor’s Friendship: Project Overview and an Exploration of the Pedestal Effect”, Journal of Psychology and Theology 13 (1985), pp. 274-283.