Roberto H. Pierson, presidente de la Asociación General, está dando la pauta para la gran arremetida evangelística mundial de nuestra denominación. En combinación con el pastor C. J. Griffin, de Wilmington, Delaware, el Hno. Pierson dirigirá una campaña evangelística en esa ciudad durante el mes de septiembre.[1] La preparación para esta campaña incluye la distribución de 30.000 piezas impresas, el uso de 200 Biblias para obsequiar, y la incorporación de cada departamento de la iglesia en esta siembra preparatoria.

Siguiendo el ejemplo del presidente, otros miembros de la directiva de la Asociación General reajustaron su itinerario de 1967 para incluir ciclos de reavivamiento y de evangelismo. Hasta el momento, los siguientes obreros han trazado planes definidos: R. S. Watts, N. R. Dower, J. J. Aitken, E. L. Minchin, C. E. Moseley, G. E. Vandeman, J. E. Edwards, V. W. Schoen, D. H. Baasch, E. W. Pedersen, L. B. Reynolds, T. E. Lucas, L. R. Nelson, J. H. Hancock, H. D. Singleton, W. W. Fordham, E. E. Cleveland, A. C. Fearing, J. R. Spangler, E. J. Folkenberg, J. O. Gibson, R. E. Adams, C. D. Martin, Lowell Litten, A. O. Dart, E. H. Atchley, D. W. Hunter, D. W. Hol- brook, R. F. Waddell, P. S. Nelson, W. R. Beach, y el autor. Seguramente se han de añadir otros más tarde.

Inspirados por este ejemplo, los presidentes de divisiones, uniones y asociaciones a través de todo el mundo están organizando a los miembros de sus directivas en proyectos evangelísticos similares, dando así el ejemplo para ser imitado por cada pastor. En la misma forma, los administradores de campo están animando al personal de las diferentes instituciones educativas, médicas, editoriales, y de otro tipo, a planear y sostener esfuerzos evangelísticos organizados.

El pastor de iglesia, en especial, está llamado a organizar a su feligresía, con el objeto de hacer de cada hogar un centro evangelístico y de cada miembro un evangelista asociado. Esto es imperativo si se quiere que la iglesia local alcance a todas las personas de su comunidad. Finalmente, para que la iglesia testifique y crezca eficientemente, todos los departamentos de la iglesia deben ir en ayuda del pastor para proclamar la gracia redentora de Dios y para consolidar las victorias obtenidas por la iglesia mediante los bautismos.

Como todos saben, el concilio otoñal de 1966 resonó como un toque de clarín llamando a un empuje evangelístico agresivo. Los dirigentes de la iglesia están ahora avanzando. Los directivos de las divisiones, las uniones y las asociaciones están en el frente. Las iglesias se ponen vibrantes en acción. El remanente de Dios está en movimiento.

Respondiendo al urgente llamado hacia un avance evangelístico sin precedentes está la determinación de todos los programas radiales y de televisión, de los cursos de la Escuela Radiopostal, de las revistas denominacionales y misioneras de reproducir más plenamente las verdades distintivas del Evangelio eterno. Todos los asuntos secundarios son puestos a un lado mientras los pastores, evangelistas y oficiales de iglesia alistan sus fuerzas para un esfuerzo evangelístico global, un esfuerzo que podría muy bien desembocar en el regreso de nuestro Señor. Sin duda alguna, los días que estamos viviendo están cargados de oportunidades y son un inquietante desafío para todos aquellos a quienes se les ha confiado alguna parte en la dirección de la iglesia.

Por lo tanto, todo dirigente, cualquiera sea su cargo, haga resonar el toque de clarín en el frente y, por precepto y, por ejemplo, aliste a los que están a su alrededor en el mayor programa de ganancias de almas de la gloriosa historia del adventismo.

“Muévese potente el pueblo del gran Dios, pues de su gran Jefe marcha siempre en pos.

Es un solo cuerpo y uno es el Señor, una la esperanza y uno es el amor. ¡Firmes y adelante, huestes de la fe, sin temor alguno, que Jesús nos ve!


Referencias:

[1] Este artículo apareció en The Ministry de mayo de 1967.