Alguien me llamaba por teléfono. Era para solicitarme que escribiera un corto artículo sobre “El poder que está detrás del trono”. Mi reacción inmediata fue: “No puedo”, pero finalmente dije: “Lo intentaré”. Al colgar el receptor, todavía resonaba en mis oídos la frase “El poder que está detrás del trono”. Por supuesto, el Señor proporciona el poder que está detrás del trono, pero no estaba hablando de eso mi interlocutor; y un sentimiento terrible, casi aterrador, embarga la mente al pensar en que muchas personas se refieren a las esposas de los pastores como al “poder que está detrás del trono”.

            Tenemos una tremenda responsabilidad al estar al lado de nuestros esposos trabajando para el progreso de la causa de Dios y la salvación de las almas.

            Al sentarme en el escritorio de mi esposo, el día en que cumplimos 31 años de casados, sola, como lo he estado en muchos aniversarios desde que él asumió responsabilidades que lo tienen fuera del hogar la mayor parte del tiempo, se supone que debería sentirme desdichada. Otras personas me han expresado a menudo que se compadecen de mí porque estoy tanto tiempo sola. Pero yo no me compadezco a mí misma, ni tampoco me siento completamente sola. Tengo a mi Señor que me acompaña constantemente y tengo el amor de un buen esposo. Aun cuando debe alejarse, la seguridad de que me ama y de que volverá tan pronto como le sea posible, me hace sentir feliz. A él no le gusta salir más de lo que a mí me gusta que se vaya, pero la obra de Dios está primero y así debe ser si deseamos tener éxito en el ministerio.

            Como esposas de pastores debemos apoyarnos más en el Señor, pues los ojos de todos están sobre nosotras y, gústenos o no, juzgan el ministerio de nuestros esposos y a la iglesia por la impresión que tienen de nosotras.

            Trato de ser cristiana bajo toda circunstancia, no sólo siendo una buena adventista que apoya las verdades que cree, sino tratando de asemejarme a Cristo en el hogar, en el vecindario y en mi trato con los miembros de la iglesia.

            Me empeño en ser una buena esposa y madre, para hacer felices a mi esposo y a mis hijos, manteniendo mi hogar limpio y cómodo, de modo que deseen estar allí.

            No todas las familias tienen realmente un hogar. Trato de que el nuestro sea acogedor. No se necesita mucho dinero ni muebles finos para que sea atractivo. Sólo se requieren las cosas indispensables para satisfacer las necesidades básicas: limpieza, orden y una disposición alegre. Recuerde siempre que su esposo y sus hijos reflejan la atmósfera del hogar.

            He observado a través de los años que donde hay una madre limpia, ordenada, cariñosa y alegre, los niños están contentos y el esposo desea volver a casa.

            Siempre he pensado que nuestra responsabilidad más importante, como esposas de pastores, no es correr a la iglesia (para ser el poder que está detrás del trono). Mi esposo se encarga de eso; ése es su trabajo. Mi responsabilidad es permanecer a su lado, animarlo, hacerle sugerencias con el espíritu del Señor, sin sermones, para que escuche.

            Nuestros esposos necesitan tener alguien con quien conversar, y muchas veces nosotras somos las únicas personas con las cuales pueden hablar libremente, pues saben que nunca los vamos a traicionar. Algunas veces tienen asuntos que no pueden discutir ni siquiera con sus esposas. En esos casos no insisto en saber cuál es la causa que lo tiene perturbado, pero trato de darle más amor y atención y evitar cualquier discusión que podría causarle más tensión, hasta que la crisis haya pasado.

            Crea en su esposo. Muchos esposos han sido transformados porque sus esposas creyeron en ellos. Una honesta expresión de admiración puede obrar maravillas. Aun el ánimo más decaído puede levantarse, y uno de los servicios más importantes que una esposa puede realizar con su esposo y por ella misma, es aprender cómo lograr esto. La mujer que es capaz de ayudar de esta manera a su esposo, y que cree que él es la persona más importante del mundo, lo ayudará a obtener éxito. Interésese genuinamente en su trabajo, porque esto es lo más importante de su vida, y él tendrá éxito sólo cuando esté consciente de que usted es tan feliz como él en la actividad que realiza.

            La próxima vez que alguien se refiera a usted como al “poder que está detrás del trono”, ore a Dios pidiéndole que le dé la sabiduría necesaria para ser un “poder” que anime a su esposo en el ministerio, a fin de lograr mayores triunfos para el Señor.

Sobre el autor: Es la esposa del pastor W. O. Coe, presidente de la Unión Central de la Iglesia Adventista, cuya sede está ubicada en Lincoln, Nebraska, Estados Unidos.