Nuestros hermanos demuestran vivo interés en la actual controversia acerca de ciertos libros religiosos populares y la filosofía que contienen. Simeón Estilita es el seudónimo del escritor Halford Luccok, el autor de numerosas cartas cuyo contenido induce a meditar, dirigidas al director del Christian Century. Últimamente escribió una en la cual habla del poder del pensamiento negativo. Al tiempo que reconoce los beneficios fundamentales del pensamiento positivo, advierte:

“Corremos el peligro de una gran confusión si creemos que el pensamiento ‘positivo’ es el único de verdadero valor. Demasiadas personas consideran el ‘pensamiento positivo’ como una forma de autoafirmación, un acto de voluntad, que demuestran cuán poderosos son.

“Cuando se identifica el pensamiento positivo con una charla psicológica con uno mismo, se excluyen lo mejor de la vida y el verdadero desarrollo de la mente y del corazón. Notamos que la traducción francesa de una de las obras más populares y animadoras que ofrecen un camino para la salvación, el libro “Deje sus Preocupaciones y Comience a Vivir” de Dale Carnegie, aparece con el siguiente título: “Triomphez de Vos Soucis. Vivez! Que le Diable!” cuya interpretación sería: “¡Venza sus dificultades y viva feliz! ¡Qué diablos!”

“De modo que en estos días de positivismo haríamos bien en considerar algunas características del poder del pensamiento negativo que se encuentran en un antiguo libro que aún se lee en ciertos lugares: la Biblia. El comienzo de la experiencia cristiana no se encuentra en la confiada afirmación de sí mismo, sino en la verdadera desestimación negativa de nosotros mismos. La primera bienaventuranza: ‘Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos,’ señala la raíz donde se origina y crece la verdadera felicidad. Los benditos son los que recuerdan su dependencia y entran en la vida a través de la puerta de la humildad. Este es un pensamiento negativo, el preludio de una vida fructífera.”

El Dr. Erich Fromm, notable psicoanalista, también cree que mucho del reavivamiento espiritual actual se debe en parte a un nuevo enfoque de las ideas de Dale Carnegie. Alega que “se está rebajando la religión en provecho de propósitos seculares,” y que “la idea general de la mayoría de esos libros religiosos es simplemente que si Vd. tiene fe en Dios, es provechoso para su alma y sus negocios; pero ponen más énfasis en los negocios.”

“El reavivamiento religioso reciente procura armonizar la idea de la religión judío-cristiana con las ideas de Dale Carnegie. Se anima a las personas a emplear la Biblia para hacer aceptar lo suyo más bien que para ver el profundo abismo que separa las enseñanzas de la Biblia de las del materialismo que pulula en la vida actual.” (La cursiva es nuestra.)

Ante la publicación de la popular obra “El Poder del Pensamiento Positivo,” escrita por el pastor de la Iglesia Marble Collegiate de Nueva York, que goza de una venta siempre creciente y de la cual ya se han publicado dos millones de ejemplares, y que pronto, según se rumorea, aparecerá encuadernada con tapas de cuero flexible igual que la Biblia, se impone un examen de su filosofía básica. Existen otros libros similares que también nos invitan a analizarlos.

El discernimiento espiritual es necesario

En el actual conflicto entre la verdad y el error, o, expresado con más propiedad, la verdad y la casi verdad, el discernimiento espiritual es una condición necesaria. Los hombres que tienen la responsabilidad de los intereses eternos de la iglesia remanente, deben ser capaces de distinguir las debilidades fundamentales de cualquier doctrina o filosofía que afecte a la hermandad. Como centinelas de la moderna casa de Israel, nuestro deber es evitar que nuestro pueblo acepte las llamativas falsificaciones de la verdadera experiencia cristiana, a fin de que adquiera un carácter que lo haga idóneo para ser trasladado al cielo.

Estas verdades a medias, aunque al parecer inocentes, plantean un problema demasiado grande para el término medio de los miembros de la iglesia cuando se las quiere identificar. Ellos leen, téngase la completa seguridad de ello. Muchos de nosotros leemos también. Pero, ¿no existe el peligro de que muchos estemos leyendo sin discernimiento? Una dependencia sorprendente de esas lecturas superficiales como base para los sermones del sábado es el hecho alarmante que motiva esta advertencia.

En resumen, creemos que hay dos peligros en esas publicaciones cuya tónica es: “obtenga una transformación rápida.” El primero radica en la tendencia de tales publicaciones a fijar las ideas populares acerca de la fe en un nivel infantil. Una cosa es simplificar la explicación de cómo actúa en el alma, y otra muy distinta es empequeñecer su significado salvador. El proceso de la redención es algo mucho más completo y real que eso de “accionar un interruptor para entrar en contacto con la corriente de las energías físicas y mentales que proceden de un transformador espiritual.”

El intento de hallar paz permanente y experiencia cristiana creciente a través de la “sugestión,” aunque sea edificante, o aún espiritual, proporciona un “impulso.” Pero la mecánica de tal realización lo deja a uno con el convencimiento de que ella fue la que obró. Al mismo tiempo que reconocemos que en nuestro interior existen poderes latentes que pueden despertarse y emplearse para los fines del reino, debemos saber que tal despertar, por sí mismo, no “purifica toda la naturaleza.” Se debe anhelar un toque de omnipotencia, se debe implantar un nuevo poder moral. La autorrealización, aunque necesaria en una etapa, no es la meta que se debe alcanzar; por el contrario, el blanco es una nueva naturaleza.

El segundo peligro, posiblemente el más importante, es que esa filosofía gira demasiado alrededor de sí misma, para que pueda redimir. Esa misma actitud es intoxicante, y, a nuestro parecer, es una razón que explica los aparatosos resultados de que se jacta. Bajo palabras piadosas y religiosas, e incluso bajo su énfasis en la oración, se esconde el temible llamado a un impulso humano que obra resultados “milagrosos” por un tiempo. Pero recordemos los conceptos de Luccok: “El comienzo de la experiencia cristiana no se encuentra en la confiada afirmación de sí mismo, sino en la verdadera estimación negativa de nosotros mismos.” Esta otra declaración es verdadera también en la actualidad: “El que hallare su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí, la hallará.”

La batalla de las ideas

El verdadero poder de que habla el capítulo once de Isaías es la séptuple habilitación que recibió Cristo por el ungimiento del Espíritu Santo. Como pastores subalternos, nosotros también debiéramos buscar el “entender diligente en el temor de Jehová.” Los ataques que Satanás hizo a Jesús eran tan hábiles que nuestro Señor no se atrevió a depender de “la vista de sus ojos” o de “lo que oyeren sus oídos,” sino que con una sensibilidad exquisita percibió el pecado.

Somos testigos de una época decisiva en la batalla de las ideas. Las formas toscas de los ataques satánicos, de las que con tanta frecuencia hablamos en nuestros sermones, no son nuestros peores enemigos de la actualidad. Las palabras que Pablo dirigió a los efesios constituyen un claro mensaje para hoy: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades… contra malicias espirituales en los aires.”

Los eventos descritos con tanta claridad en las últimas páginas de “El Conflicto de los Siglos” deberían absorber nuestra atención como nunca antes. El enemigo obra en el campo de lo intelectual, y de allí pasa al de lo sobrenatural, lo supranormal, lo parasicológico. Sin el discernimiento espiritual que se ha prometido a los obreros de Dios, constituíamos una presa fácil para el enemigo. Adviertan esta declaración protectora:

“Satanás obra hombro a hombro con los profesos cristianos; sin embargo, están tan desposeídos de discernimiento espiritual, que no lo notan.”—“Testimonies” tomo 2, pág. 442.

Muchos obreros han solicitado explicaciones acerca del verdadero lugar que le corresponde a las ciencias mentales en la obra de la iglesia. El Ministerio se ha dedicado al estudio de esos problemas y actualmente varios hombres destacados en el campo de las ciencias mentales y la religión, que pertenecen a nuestra iglesia, están preparando artículos para sus páginas. Hay un número creciente de psicólogos educacionales y estudiantes de ramas afines que se han ganado un lugar meritorio en nuestra estima, como obreros de la misma causa. Impartirán conocimientos provechosos y estimularán nuestro pensamiento en la dirección debida.

Fue Dios quien hizo la mente; las Escrituras y el espíritu de profecía contienen abundantes y excelentes enseñanzas para su uso y dirección. La ignorancia en este campo acarreará una insospechada adhesión a numerosas filosofías superficiales, aunque populares, de la actualidad. La lectura cuidadosa de ciertos capítulos de “El Ministerio de Curación,” señala el problema y coloca sobre cada pastor la responsabilidad de familiarizarse cabalmente con las acciones y reacciones de la personalidad humana.