Entre los buenos libros sobre liderazgo lanzados en los últimos tiempos, se encuentra uno titulado Humble Leadership (Berrett-Koehler, 2018), de Edgar y Peter Schein. Los autores, especialistas reconocidos en el área de la cultura organizacional, destacan la importancia del desarrollo de relaciones significativas entre colaboradores. En este sentido, ellos presentan cuatro niveles de relaciones posibles:
Nivel 1: Dominio total y coerción impersonal.
Nivel 2: Función transaccional y supervisión basada en reglas, servicio y formas de relaciones de ayuda “profesionales”.
Nivel 3: Cooperación personal, relaciones confiables y equipos eficaces.
Nivel 4: Total intimidad emocional y compromiso mutuo.
De esta manera, de acuerdo con la obra, frente a un mundo cada vez más volátil, incierto, complejo y ambiguo, la tarea de los líderes actuales debe ser desarrollar organizaciones que experimenten relaciones de nivel 2, que estimulen la sinergia, promuevan la transparencia y generen confianza mutua.
Bien evaluado por la crítica, lo que la llama la atención es cómo los conceptos centrales del libro son encontrados en la vida de Jesús, que supera absolutamente cualquier nivel relacional humano, y lanza sobre aquellos que están en puestos o funciones de liderazgo cristiano el desafío de inspirar personas a partir de una atmósfera acogedora, participativa, didáctica y emocionalmente saludable. Algunas situaciones narradas en los evangelios ayudan a visualizar la manera en la que Cristo colocó en práctica esos principios.
Comienza pensando en la elección de los apóstoles (Mat. 10:2–4). Imagina a Pedro, el pescador, liderando a Judas Iscariote, un hombre culto. Considera a Mateo, el publicano, viajando al lado de Simón, el zelote. ¿Qué líder conseguiría juntar en su equipo personas tan diferentes y hacerlas trabajar en conjunto, sin promover un clima relacional acogedor?
Tú también puedes reflexionar sobre la manera en la que Jesús involucró a los discípulos en la tarea de proclamar las buenas nuevas del reino. Tanto en el envío de los doce (Luc. 9:1–6) como en la gran comisión de los setenta (Luc. 10:1–12), Cristo les dio orientaciones y les otorgó poder y autoridad para actuar en su nombre. Al estimular la participación efectiva de sus seguidores, Jesús dio la oportunidad para que ellos crecieran integralmente y adquirieran experiencia para multiplicar la red de discípulos alrededor del mundo después de su partida.
Además de esto, Cristo mantenía un ambiente de aprendizaje continuo, en el que enseñaba por medio de su ejemplo (Luc. 11:1–4) y sus exposiciones (Mat. 5–7; Mar. 1:21–22). Él extraía lecciones de las situaciones cotidianas y promovía el diálogo entre los discípulos a fin de operar en ellos la transformación que necesitaban. Cada momento a su lado era una oportunidad de reflexionar sobre la vida y los intereses del reino de los Cielos.
Finalmente, Jesús subrayó principios fundamentales para desarrollar relaciones que sean emocionalmente saludables. Él les enseñó a los discípulos el valor de actitudes como el altruismo (Mar. 10:45), la tolerancia (Mat. 5:9), el perdón (Mat. 18:21–22), la humildad (Luc. 9:48) y el amor (Juan 15:9–17). Tales enseñanzas no ocurrieron solamente por medio de sus palabras, sino que fueron eternizadas en el Calvario, cuando depuso la vida para proveer salvación a todos los que en él creen (Juan 3:16).
A la luz de esos ejemplos del maestro, ¿qué tipo de relaciones estamos desarrollando con las personas que están a nuestro alrededor? ¿Cómo ha sido percibida nuestra influencia por aquellos que conviven con nosotros? Infelizmente, muchas personas en posición de liderazgo pierden la oportunidad de marcar la diferencia con sus virtudes porque no consiguen asociarse con aquellos que están en su círculo social, eclesiástico y/o profesional. Recuerda que todo conocimiento o habilidad destituido de la capacidad de relacionarse bien con las personas, termina perdiendo su eficacia. Por eso, jamás subestime el poder de las relaciones.
Sobre el autor: Director de la revista Ministerio, edición de la CPB