El poder de la intercesión

¿Realmente crees en la oración? ¿La oración ha marcado la diferencia en tu vida? ¿Tienes la certeza de que, al orar, estás conversando con Dios? ¿Tienes la certeza de que te responde? Estas preguntas nos llevan a reflexionar en la oración.

En medio de la vida agitada que tenemos, muchas veces no oramos lo suficiente. Oramos solo por las cosas más urgentes, y dejamos de reservar el tiempo adecuado para aproximarnos a Dios, conocerlo mejor y compartir con él los deseos más profundos de nuestro corazón. En nuestras oraciones rápidas, dejamos de recibir muchas bendiciones que nos están reservadas.

Todas las personas tienen necesidades no suplidas, ante las cuales nos sentimos impotentes. Por eso mismo, necesitamos colocar nuestras expectativas en las manos del Señor, siguiendo los pasos del salmista, que dice: “Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza” (Sal. 62:5). Necesitamos habituarnos a exponer ante el Señor todas nuestras necesidades, y descansar confiados.

Respuesta milagrosa

Hace algunos años, participé de un encuentro de AFAM de la Asociación Sur de Mato Grosso. La programación establecía que habría momentos de oración intercesora, de la que participaríamos con una compañera de ministerio. Al arrodillarme con una colega y escuchar su pedido de oración, confieso que me sentí muy pequeña para interceder en su favor, ante Dios. Comenté, entonces: “Sin duda, este pedido es muy especial e importante para ti, ¿no es verdad?” Ella respondió diciendo que durante muchos años había orado por su problema, y había agotado todos los recursos ofrecidos por la medicina. Ella quería tener el privilegio de ser madre.

Después de orar juntas y abrazarnos, le prometí a mi colega que presentaría su pedido en todos los lugares por donde pasara. Y así fue. En otros congresos y encuentros, muchas personas oraron por el mismo pedido. Después de un año y medio, volví a Mato Grosso del Sur, con el fin de participar de un congreso de los Ministerios de la Mujer. Durante los momentos de testimonios de bendiciones recibidas, pude ver a mi colega, sosteniendo en sus brazos la respuesta a nuestra oración: su bebé. Fue un momento de mucha emoción, alegría y gratitud a Dios.

Recordé, entonces, la oración que hicimos juntas y, a partir de aquel momento, comencé a orar expresando alabanza y agradecimiento a Dios por la bendición recibida. De hecho, la oración es una experiencia espiritual fascinante. Me emociona recordar que servimos al Dios de lo imposible. Nada existe difícil para él; podemos orar y confiar.

Hábito diario

Debemos hacer de la oración intercesora un hábito en nuestra vida, con la certeza de que Dios responde nuestras peticiones. Responde al pecador contrito, al niño, a todos nosotros. Es bueno recordar que él actúa según su sabio y amoroso plan establecido para cada individuo, satisfaciendo las expectativas más extraordinarias y también los deseos más sencillos de nuestra vida diaria. Ninguna carga es tan pesada que él no pueda ayudarnos a cargar, ningún dolor está más allá de su poder para aliviar y curar. Necesitamos aprender a colocar sobre él, no sobre las personas o las cosas, todas nuestras expectativas.

Oremos en todos los momentos. Oremos por nuestros familiares, amigos y vecinos. Permitamos que el Espíritu Santo nos haga intercesoras con poder.

Sobre la autora: Esposa de pastor de la Asociación Sur – Paranaense, Rep. De Brasil