Llegan hasta nosotros muchos pedidos de fórmulas para la preparación de pan para la comunión; nos alegramos de poder proporcionar una ya probada. El pan de la comunión es simbólico; sus ingredientes por tanto en lo posible han de ser los más adecuados, como símbolo que son del cuerpo del Señor. Esta fórmula requiere el uso de harina integral. La harina blanca corriente se prepara por un procedimiento que destruye en gran parte los originales elementos vivificantes, lo cual podría representar un Evangelio desnaturalizado o desvitalizado. Es necesario el trigo entero para representar a un Salvador perfecto. Hay fórmulas que indican el uso de crema o leche; la nuestra requiere aceite de oliva, que convendrá procurar siempre que pueda obtenérselo. Le cabe un lugar definido en este pan simbólico, por ser símbolo del Espíritu Santo. En el antiguo ceremonial hebreo ocupaban lugar prominente el agua y la sal en las ofrendas de sacrificio y Jesús las mencionó simbólicamente. Tan sólo los ingredientes que hemos nombrado entran en esta preparación: Una taza de harina cernida (con preferencia, integral), un cuarto de cucharadita de sal, dos cucharadas de agua fría, un cuarto de taza de aceite de oliva u otro aceite vegetal. Ciérnanse juntas la harina y la sal. Únase el agua al aceite, sin agitar. Añádase esto a los ingredientes secos, mezclando con un tenedor hasta que se humedezca toda la harina. Estírese entre dos hojas de papel emnantecado, hasta que adquiera el espesor de una masa para pastel. Colóquese en una asadera engrasada y enharinada, marcando con un cuchillo filoso cuadrados del tamaño de un bocado, cuidando de pincharlos para que no se inflen. Cocínense en horno caliente durante diez a quince minutos. Cuídese especialmente durante los últimos cinco minutos que el pan no se queme. Esta cantidad bastará para servir a unas cincuenta personas.
El plan de la comunión: Un símbolo perfecto