¿Han dejado de materializarse algunos de sus sueños en el ministerio? ¿Se ha enfrentado con desengaños e incluso con la tragedia? Todo forma parte del plan B.

El Plan A es todo lo que planeamos, esperamos y deseamos para más adelante. Iglesias que trabajen, crezcan y sean florecientes. Niños que sean activos, convertidos y felices. Esposas que sean amantes, talentosas y dedicadas. En suma, son las expectativas cumplidas: las propias y aquellas que otros tenían con nosotros. El Plan B es lo que conseguimos en realidad. En alto grado, cómo manejamos el Plan B determina a qué cosa se asemejará nuestra vida. Muchos de nosotros esperamos que el contentamiento y la satisfacción lleguen naturalmente, ¿o es que acaso éstas no deberían ser un resultado natural por servir en el ministerio? Pero Pablo entendió que una persona tiene que esforzarse por conseguirlos; él dijo que habla aprendido a contentarse cualquiera sea la situación en que se encontrara (Fil. 4:11).

Una pareja arriba a una pequeña ciudad para comenzar a servir en un distrito de dos iglesias pues era su primera asignación pastoral. El primer sábado la nerviosa pareja llega temprano a la iglesia más grande de su distrito, con unos 30 miembros. Después de un rato llega un miembro. A las 9:00 sólo hay una persona en la congregación; a las 10:00 lo mismo. A las 11:00 el pastor predica su primer sermón a esa sola persona. ¡Definidamente era el Plan B!

Un joven pastor y su esposa trabajan durante algunos meses preparando a un grupo de personas para el bautismo. Como paso final del proceso, dirigen una serie de reuniones evangelizadoras, y el pastor tiene las predicaciones. Finalmente, llega el día del bautismo. Pero la mayoría de los candidatos bautismales no aparecen pues se habían bautizado la noche anterior en otra iglesia. De nuevo ha golpeado el Plan B.

Un pastor agoniza sobre sus sermones cada semana, y emplea muchas horas en la oración y el estudio para llevar un mensaje de esperanza y alimento espiritual a su congregación. Un día se entera de que los ancianos se quejaron de su predicación al presidente de la asociación. Ellos desean alguien con más talento, más habilidad para predicar. ¡El Plan B otra vez!

¿Nunca se materializa el Plan A?

No pienso así. Dios y el resto de nosotros hemos sido golpeados con el Plan B desde que Adán y Eva decidieron que a ellos no les gustaba el Plan A.

¿Qué podemos hacer al respecto?

Todas las buenas propuestas, respuestas oportunas y frases gastadas suenan lo mismo cuando tratamos con el Plan B. Pero para mí las siguientes seis sugerencias, aprendidas durante los veinte años en la escuela de los golpes duros, me dio la experiencia más fácil y menos destructiva. Usándolas nos protegeremos de muchos cuestionamientos sobre la presencia de Dios en nuestras vidas.

  1. Entienda que Dios afronta el Plan B todos los días. No importa cuán lejos del ideal nos pueda desviar el Plan B, Dios aún está en el control. Estos son parámetros más allá de

los cuales no podemos ir. Si confiamos en Dios y lo comprendemos, podemos afrontar más fácilmente el Plan B.

Dios controla las circunstancias del día y El ve cómo culminarán. Cada persona y cada cosa son un producto acabado ante sus ojos. Nosotros tenemos esas mismas opciones. Día tras día, con su ayuda, luchemos para acercar el Plan B al ideal.

2. Comprenda que por más listo y talentoso que usted pueda ser en cualquier asunto, nunca vivirá en total conformidad con las expectativas que otros tenían para usted. Podemos establecer blancos y alcanzarlos. Podemos tener ideales y tratar de vivir por ellos. Pero nunca agradaremos a todos todo el tiempo. Esto es verdad, y debemos recordarlo.

Mucha gente considera como logros sólo aquellas cosas que hacen bien todo el tiempo. Pero ninguno de nosotros es completamente consecuente; así que con esta actitud nunca podríamos considerarnos buenos en todo. A menudo consideramos una nimiedad y una falta leve como un terrible defecto de carácter. Cuando nos juzgamos a nosotros mismos, no distinguimos tonos intermedios sino sólo el blanco y el negro. Al confrontarnos con el Plan B necesitamos recordar que, con la ayuda de Dios, estamos haciendo lo mejor que podemos en nuestra situación. Eso es todo lo que podemos hacer.

3. Contemple el pasado. No quiero decir el pasado antiguo. Quiero significar su pasado personal con Dios. Usar la retrospección nos ayuda a ver las obras de Dios en nuestras vidas mucho más claramente. Es difícil ver el plan de Dios mientras estamos hundiéndonos en las arenas movedizas del Plan B. Por lo general éstas son tan oscuras como un vaso con agua lodosa, ¡y resulta tan estremecedor! Pero así como miramos al pasado a menudo podemos ver el modelo del trato del Señor con nosotros. Maravilla de las maravillas: ¡así como hemos salido del paso a través del Plan B con su ayuda, El ha efectuado lo que esperábamos que lograra el Plan A!

4. Conténtese con lo que tenga a mano. No quiero decir que debemos aceptar el Plan B como ideal, sino que deberíamos ver lo bueno en la situación en que nos encontramos. En lugar de lamentarnos por el Plan A, deberíamos tener en cuenta las bendiciones que ofrece el Plan B, y casi siempre tiene algunas. Retrocediendo a nuestros ejemplos anteriores, cuando sólo un feligrés se apareció en la iglesia, el pastor y su esposa al menos tuvieron uno por quien agradecer a Dios. Toda nube de lluvia contiene un arcoiris, y nosotros sólo tenemos que mirarlo. Nadie dice que será fácil, pero es más seguro que estar golpeando los arbustos aguardando el Plan A.

5. Clarifique el aprieto en que se encuentra. Si somos golpeados por el Plan B, podemos llevar cilicio y cenizas y lamentarnos de nuestro destino; podemos abandonar lo que estamos haciendo con la esperanza de asirnos del Plan A de alguna otra manera; o podemos ser semejantes a Pablo y, mientras no aceptemos realmente nuestras circunstancias, tenemos que aprender a vivir con ellas. En vez de golpear contra los barrotes de la prisión de nuestro destino, podemos cambiar lo que podemos y aceptar lo que no podemos cambiar. Este tipo de situaciones recae sobre la gente cada día. Ahora bien, yo no planifico sentarme sin hacer nada, atemorizada; en lugar de eso, planifico avanzar a través de cualquier situación por la que tengo que pasar afrontando el Plan B, con la compañía de mi Amigo. Nuestra actitud hacia el Plan B puede hacer nuestra vida aceptable y satisfactoria o hacerla miserable y fatigosa. Todo depende de nuestro punto de vista.

6. Tómese de la mano de Dios. Esta obvia advertencia es más antigua que el Gran Cañón del Colorado y tan nueva como el bebé que nació el pasado mes de mayo. Así que, ¿por qué la incluimos? Porque esto es comúnmente lo que no hacemos hasta que todo ha fallado. ¿Por qué no nos tomamos de la mano de Dios? Continúe asiéndose de El diariamente, minuto a minuto, y cuando las cosas se tornen ásperas entonces deténgase allí hasta que la marejada del Plan B se calme de su agitación. Al hacer esto, nunca me siento sola, y estoy animada y reasegurada en cada paso del camino. Aparte de llenarnos con la Palabra de Dios y emplear tiempo en la oración, permitamos que lo que Dios ha hecho por nosotros en lo pasado extinga las llamas que alienta el dragón del Plan B. Cuando lo hacemos así, no sólo recordamos su cuidado sino que al oírnos decir las palabras, nos fortalecemos en la fe.

Así que ¿cómo reaccionaremos al Plan B? ¿Con optimismo, con coraje y con Dios? ¿O le permitiremos que nos derrote?

¿Por qué irritarnos, quejándonos de las circunstancias cuando con Dios podemos soportarlas, quizá completamente satisfechos y contentos en toda situación en que nos encontramos?

Si Dios es con nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros?

Sobre el autor: Karen Nuessle es escritora ocasional, maestra y esposa de pastor. Vive en Port Orchard, Washington, Estados Unidos.