Los líderes que marcaron época amaban a la gente más que a sí mismos. Cuando era necesario, arriesgaban su propia vida.

Para que alguien actúe como líder debe tener cierta capacidad para hacer las cosas y ciertas cualidades. Muchas de ellas se encuentran en los líderes seculares que tienen éxito, mientas que otras aparecen sólo en los líderes de la iglesia. A continuación, nos referiremos a las que consideramos más importantes.

La primera cualidad que debe caracterizar a un líder eclesiástico es la consagración, es decir, la entrega completa de la vida a Dios, sin reserva alguna. El dirigente le ofrece al Señor todo lo que posee; desea ser suyo para siempre. Es la aceptación de Cristo como su Señor.

Después de esa entrega inicial, la vida continúa y, con el transcurso del tiempo, al conocer más las Sagradas Escrituras y al profundizar nuestra comunión con Dios, descubrimos pecados y flaquezas en las relaciones familiares, la alimentación, el trabajo, la recreación, la vida sexual y los bienes materiales, entre otras cosas. Dios espera que, por su gracia, abandonemos todos los pecados, venzamos todas las flaquezas y le entreguemos todos los aspectos de nuestra vida. Por eso, no basta una sola entrega; hay que renovarla cada día.

Ningún cristiano debe ser deshonesto, mentiroso, intemperante, con prejuicios, fornicario ni adúltero. Y ¿qué se puede esperar, entonces, de un líder de la iglesia? ¿Cómo puede creer alguien que es un líder del pueblo de Dios si en su vida existen esos pecados u otros semejantes? ¡Dios no lo permita!

En sus enseñanzas, Jesús con frecuencia invitaba a sus oyentes a una entrega total. Dijo, cierta vez: “Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Luc. 14:33). Ese “todo” pueda variar de una persona a otra, pero siempre se refiere a todo lo que, si se lo conserva, impide mantener una relación adecuada, profunda y duradera con Jesús: puede ser un objeto, una actividad, una relación, un mal hábito, un vicio, un pecado; cualquier cosa que amemos más que a Jesús, eso es precisamente lo que Dios quiere que abandonemos. Un líder de la iglesia debe ser alguien consagrado al Señor.[1]

Visión

Para liderar se necesita “claridad de propósito, saber lo que se quiere y el deseo ardiente de tenerlo”.[2] Es la capacidad de ver lo que se quiere llevar a cabo como si ya existiera. El líder sabe lo que quiere hacer y hacia dónde va[3] porque ya lo vio.

La visión “fija el blanco, enciende y alimenta la llama interior, e impulsa al líder hacia adelante. También enciende la llama interior de los que lo siguen”.[4] No se la puede comprar, ni vender ni pedir prestada. Para descubrirla, el líder tiene que oír lo que Dios le quiere decir, examinarse interiormente analizando sus dones y sus aspiraciones, revisar lo que no funciona o que requiere solución y aprender de los que tienen éxito. La visión debe ser amplia; debe atender las necesidades de los demás, dándole valor a sus vidas.[5]

Iniciativa y competencia

Nos podemos relacionar con la vida de dos maneras. En una de ellas desempeñamos el papel del caballo, mientras que la vida es el jinete. En la otra, nosotros somos el jinete mientras que la vida es el caballo. La decisión es nuestra.[6] Los que poseen iniciativa no se quedan esperando que pase la oportunidad o que la situación mejore, ni viven a merced del destino: deciden y actúan.

Alguien lo expresó de otra manera, cuando dijo que hay tres clases de hombres: los que no saben lo que pasa, los que sí lo saben y los que hacen que las cosas sucedan. Los líderes pertenecen a este último grupo. Además de saber muy bien lo que quieren y de obrar con dedicación, corren más riesgos, cometen más errores, pero no se desaniman;[7] no temen equivocarse. Saben lo que quieren. La iniciativa es una virtud que comprende la capacidad de decidir, el valor para lanzarse a la acción y la rapidez para comenzar lo que se debe hacer.

“La iniciativa es una forma de actuar que consiste en definir las tareas y determinar cómo hacerlas. Los líderes con iniciativa definen bien las tareas, fijan los objetivos, organizan las labores, prestan atención al cumplimiento de los plazos y coordinan las actividades de los miembros del equipo”.[8]

Lo más importante es saber lo que se quiere; después de eso, lo segundo es buscar lo que se quiere, exactamente dónde estamos usando los recursos de los que disponemos, aunque sólo sean nuestros pensamientos.[9]

Los líderes deben conocer bien su trabajo no sólo para que el guipo los respete, sino también para poder enseñar, entrenar y orientar. Necesitan estar actualizados, lo que se consigue por medio de la lectura o asistiendo a cursos y seminarios. “La gente de éxito en todas las profesiones, nunca deja de adquirir conocimientos especiales relacionados con su principal objetivo, su negocio o su profesión”.[10]

Una personalidad agradable

Para que un líder consiga el respeto de sus seguidores y éstos acepten sus ideas, necesita tener una personalidad agradable.[11] La gente primero acepta al líder y después acepta sus planes.[12] Por eso, debe eliminar de su persona todo descuido y desaliño, y su comportamiento no debe ser rudo en absoluto. El éxito en nuestro servicio en favor de los demás depende no sólo de la cantidad y la calidad de lo que hacemos, sino también especialmente de la actitud que tenemos al hacerlo: nuestro comportamiento debe ser cordial, agradable y armonioso, y debemos colaborar con nuestros semejantes.[13] La sonrisa, en este caso, es fundamental.

Para que nos podamos relacionar bien con los seres humanos necesitamos tener la mente de un líder para entenderlos, tratarlos como individuos e intentar comprender cómo piensan y sienten. Necesitamos el corazón de un líder para amarlos, para sentir con ellos e interesarnos en ellos; también hay que extender la mano a un líder para ayudarlos, interesándose no tanto en lo que se puede conseguir de ellos, sino en lo que les puede beneficiar.[14]

Aunque un líder pueda hacerse temer, es preferible que se haga amar; nuestra vida es una siembra, y cosecharemos lo que sembramos. Es importante que sembremos sólo el bien. Las palabras y los gestos bondadosos serán una bendición para los que nos rodean y redundarán en nuestro propio beneficio. En cuanto al ministerio de Jesús, leemos:

“En la obra de ganar almas se necesita mucho tacto y sabiduría. El Salvador no suprimió nunca la verdad, si no que la declaró siempre con amor. En su trato con los demás, él manifestaba el mayor tacto y era siempre bondadoso y reflexivo. Nunca fue rudo, nunca dijo sin necesidad una palabra severa, nunca causó una pena innecesaria a un alma sensible. No censuró la debilidad humana. Denunció sin reparos la hipocresía, la incredulidad y la iniquidad, pero había lágrimas en su voz cuando pronunciaba sus penetrantes reprensiones. Nunca hizo cruel la verdad, sino que manifestó siempre profunda ternura hacia la humanidad. Cada alma era preciosa a su vista. Se portaba con divina dignidad, y se inclinaba con la más tierna compasión y consideración sobre cada miembro de la familia de Dios. En todos veía almas que era su misión salvar”.[15]

El líder tiene que manifestar sincero interés por los demás; debe oírlos con atención y tratar de entenderlos a ellos y a sus reacciones. Eso se debe hacer con sinceridad, especialmente en los momentos que son importantes para ellos. “El jefe que se acerca a sus hombres en los momentos de dolor o de triunfo, penetra más profundamente en sus corazones en esos breves instantes que en toda una vida”.[16]

Digamos, todavía, que los grandes líderes que hicieron época amaban al pueblo de Dios más que a sí mismos y, cuando fue necesario, arriesgaron su propia vida por él. Ése fue el caso de Moisés, Caleb, Ester, Nehemías, Pablo y Jesús.

Perseverancia

Se llama perseverancia a la capacidad de insistir y persistir mientras se avanza hacia los objetivos que se espera alcanzar, a pesar de las circunstancias adversas. Es la cualidad que se necesita para enfrentar los obstáculos y superarlos, y para vencer hasta el mismo desánimo. Haremos bien en encarar cada fracaso como una simple derrota temporal y no como un fiasco permanente. “La derrota temporal sólo significa una cosa: algo anduvo mal en el plan […] Nadie está derrotado mientras no desista, y eso, en su propia mente”.[17]

Debemos considerar que la adversidad o la derrota temporal son sólo una oportunidad para desembarazarnos de los hábitos y los pensamientos que nos llevaron al fracaso y para descubrir otras fuerzas y capacidades que estaban adormecidas dentro de nosotros, a fin de que se despierten y nos induzcan a adquirir nuevos hábitos y un nuevo estilo de vida que nos lleven al éxito.[18]

Entusiasmo

La palabra entusiasmo viene del griego. Originalmente se la aplicaba a personas animadas, fuera de sí, en el sentido de que estaban inspiradas por una divinidad. Un líder del pueblo de Dios, como consecuencia de su intimidad con el Señor, más que nadie, debe ser optimista y su optimismo debe contagiar a los que lo rodean. Puesto que surge de lo más íntimo de su ser, el entusiasmo da fuerza y convicción a lo que decimos, consigue la cooperación de los demás e impulsa a la acción.[19]

Dios nos ha concedido la facultad de controlar nuestros pensamientos, y cuando una idea, plan u objetivo se vuelve dominante, obra como un imán para atraer hacia nosotros las fuerzas, la gente, las circunstancias y los recursos que necesitamos.[20] Por lo tanto, podemos tener la actitud negativa del que dice “No se puede”, o la actitud positiva del que clama “Sí, se puede” La primera atraerá hacia nosotros los factores que conducen al fracaso, mientras que la segunda hará que vengan hacia nosotros los elementos que contribuyen al éxito. Esta verdad aparece descrita en los versos siguientes:

usted cree que está derrotado, lo está. Si piensa que carece de valor, no lo tiene. Si le gustaría vencer, pero cree que no puede,

Es casi seguro que no podrá.

Si cree que va a perder, ya perdió. Porque en el mundo descubrimos Que el éxito comienza con la voluntad de la persona […]

Todo depende del estado de ánimo.

Si cree que se quedó atrás, se quedó atrás. Tiene que pensar alto para subir, Debe tener confianza en sí mismo

Antes de ganar el premio un día.

No siempre ganan las batallas de la vida Los más fuertes ni los más veloces.

Pero, tarde o temprano, el que vence ¡Es el que cree que puede vencer![21]

Dominio propio

Platón decía que “la primera victoria, y la más importante, es la del que se vence a sí mismo. Ser vencido por el ego (el yo) es, entre otras cosas, lo más vergonzoso y vil”.[22] La falta de dominio propio del líder produce intranquilidad en el grupo. Debemos ejercer dominio propio hasta en las circunstancias más difíciles, enfrentándolas con confianza y tranquilidad. Ese comportamiento tiene un efecto positivo sobre los seguidores, pues crea un clima de confianza. También es verdad que “el hombre que se domina a sí mismo mediante la disciplina propia, nunca será dominado por nadie”.[23]

El dominio propio incluye, también, el control de las palabras. Al tratar de comunicarse con los demás, el líder deberá hacerlo con calma, claridad, firmeza y objetividad, y su comportamiento deberá ser positivo y no negativo, recordando que el hombre es esclavo de lo que dice y señor de lo que no dice.[24]

Honestidad

Algunos especialistas en liderazgo llevaron a cabo una investigación para descubrir cuáles son las características que más aprecia la gente en un líder. Después de analizar los datos obtenidos al entrevistar a más de veinte mil personas, descubrieron que más de la mitad de los entrevistados señalaron cuatro características, a saber: la competencia (63%), inspiración (68%), visión del futuro (75%) y honestidad (88%).[25] Este estudio puso de manifiesto que la honestidad es sumamente apreciada como una de las cualidades morales de un líder. Un buen consejo es éste: “No haga nada que tendría que deshacer si lo descubrieran”.[26] Un líder puede tener una cantidad de facultades, pero siempre las debe usar de acuerdo con la ética.

“Si su poder es legal, solicite las cosas con amabilidad. Si usted puede recompensar, cumpla sus promesas. Si puede disciplinar, informe a la gente que trabaja con usted cuáles son las reglas, y cuáles las sanciones que se aplican si se las viola; advierta antes de sancionar y administre disciplina en forma consistente y rápida. Si sus facultades son referenciales, asuma actitudes que las justifiquen y manténgalas. Trate bien a la gente, esté atento a las necesidades y los sentimientos de los demás, manifieste aprobación cuando alguien hace algo que lo complace y defienda los intereses de la gente cuando actúe en representación del grupo. Si usted es especialista, no haga nada que ponga en peligro a los que confían en su pericia.[27]

El líder también debe promover la ética en sus seguidores. Esto se puede hacer si se evitan los objetivos disociados de la realidad, por medio del estudio de casos que enseñen cómo comportarse en circunstancias que exijan la aplicación de las normas de la ética.[28]

Confianza

Es importante que el líder manifieste confianza en Dios y en la gente con la que trabaja. Debe recordar que la confianza genera confianza y que, a la inversa, la desconfianza genera desconfianza. Es mejor confiar en la gente aunque alguna vez haya que sufrir una decepción, que pasarse la vida desconfiando de los demás. “La confianza es la base de toda relación armoniosa”.[29]

El líder debe depositar confianza en su misión. Más que nadie debe creer que su misión es importante y posible. La costumbre de poner leyendas sugerentes, tales como carteles y grabados (Deut. 6:6-9) que expresen confianza en el éxito de la misión, crea una atmósfera de optimismo que facilita la concreción de los objetivos.[30]

En resumen, todos los atributos que hemos mencionado aquí deben caracterizar a un líder de la iglesia en su trato con Dios y con los hombres; por lo tanto, cada líder, de acuerdo con la gracia concedida por Dios y al actuar donde el Señor lo destinó, debe obrar con responsabilidad, amor y sabiduría, sirviendo a la iglesia y ayudando a llevarla hacia su destino final.

Sobre el autor: Profesor del Seminario Adventista Latinoamericano de Teología (SALT), Engeneheiro Coehlo, São Paulo, Rep. del Brasil.


Referencias

[1] Emilson dos Reís, Como Preparar e Apresentar Sermões (Tatuí, SP: Casa Publicadora Brasileira, 2002), pp. 106, 107.

[2] Napoleón Hill, Pensa e Enriqueta, 6o ed. (Rio de Janeiro, RJ: Record 2002), p. 42.

[3] John Maxwell, As 21 Indispensáveis Qualidades de um Líder (São Paulo, SP: Mundo Cristão, 2000), pp. 134, 135.

[4] Ibíd., pp. 135, 137.

[5] J. R. W. Perneado, Técnica de Chefia e Liderança (São Paulo, SP: Livraria Editora Pioneira, 1973), p. 18.

[6] Napoleón Hill, Ibíd., 11a ed. (Rio de Janeiro, RJ: Record, 1997), p. 167.

[7] John Maxwell, Ibíd., pp. 70, 71.

[8] Ramón J. Aldag y Buck Joseph, Liderança e Visão: 15 Princípios para Promover a Motivando (São Paulo, SP: Publifolha, 2002), p. 30.

[9] Andrew Carnegie, citado en A Chave Mestra das Riquezas, p. 111.

[10] Napoleón Hill, Ibíd., p. 85.

[11] Ibíd., p. 114.

[12] John Maxwell, Ibíd., p. 157.

[13] Ibíd., pp. 127, 128.

[14] Ibíd., pp. 100, 101.

[15] Elena G. de White, Obreros evangélicos (Buenos Aires: ACES, 1957), p. 123.

[16] L. R. W. Perneado, Ibíd., p. 17.

[17] Ibíd., p. 111.

[18] Napoleón Hill, A Chave Mestra das Riquezas p. 155.

[19] Ibíd., p. 162.

[20] Napoleón Hill, Pense e Enriqueta, pp. 32, 33, 60.

[21] Ibíd., p. 63.

[22] Platón, Citado en Ibíd., p. 268.

[23] Napoleon Hill, A Chave Mestra das Riquezas, p. 186.

[24] Lenilson Naveira e Silva, Líder Sábio – Novo Perfil de Liderança do Terceiro Milénio, 2a ed. (Rio de Janeiro, RJ: Record, 2001), p. 108.

[25] Jim Kouzes y Barry Posner, citados por Ramón J. Aldag y Buck Joseph, Ibíd., p. 55.

[26] Leah Arendt, citado en Ibíd., p. 57.

[27] Ramón J. Aldag y Buck Joseph, Ibíd., p. 56.

[28] Ibíd., p. 58.

[29] Napoleón Hill, Ibíd., p. 120.

[30] Ibíd., p. 132.