Una señora participaba de una fiesta en casa de una amiga de sus tiempos de estudiante. Al volver a ver a su amiga, le contó que se había casado con un pastor. Frente a esa información, la amiga, con un gesto de pena en el rostro, le dijo: “¡Cuánto lo siento! -y casi en un susurro añadió-: Es una pena, porque el sexo es tan bueno”.
Hay quienes piensan que el pastor, por ser un dirigente espiritual, carece de sexualidad; que es una especie de ángel que vive en un mundo sin tentaciones. Pero los pastores también tienen hormonas y enfrentan tentaciones como cualquier otro hombre. Y las estadísticas demuestran que la sexualidad está en la cima de la lista de los peligros que los amenazan.
Elena de White afirmó que los dirigentes espirituales son el blanco especial de los ataques del enemigo. “Las tentaciones especiales de Satanás se dirigen contra el ministerio. Él sabe que los predicadores no son sino seres humanos, que no poseen gracia o santidad propias. […] Por lo tanto, trata con toda sagacidad de inducirlos a pecar, sabiendo que su cargo hace su pecado tanto más pecaminoso; porque al cometer el pecado se hacen ministros del mal” (Obreros evangélicos, p. 130). El pastor, su familia, el ministerio pastoral y la iglesia sufren cuando un líder espiritual comete este pecado.
Analicemos algunas de las razones por las cuales los pastores enfrentan dificultades en este aspecto:
La naturaleza de su tarea. Su trabajo le confiere al pastor una gran confianza e intimidad, y le permite actuar como consejero familiar y sexual. Los horarios flexibles de su tarea diaria y las oportunidades para entrar en la intimidad de los hogares, le pueden crear oportunidades peligrosas. El límite entre la comunicación íntima y el comportamiento íntimo en este caso se vuelve muy tenue.
Descuido espiritual. Algunos pueden llegar a pensar que, por ser pastores, su vida de devoción y su espiritualidad están bien, y que son naturalmente inmunes a ciertas flaquezas. Debemos recordar, sin embargo, que la santidad del pastor no es el resultado de la actividad que desarrolla.
El mito del pedestal. Al pastor siempre se lo ve como un ser atrayente y casi perfecto. En este caso, la fama puede actuar como afrodisíaco. La gente se siente atraída no sólo por el poder, sino también por las personas poderosas.
El mito de la invulnerabilidad. Siempre hay alguien que quiere deshacer este mito. No importa cuán grande sea la experiencia ministerial pasada o la aparente madurez sexual, el pastor no está exento de los ataques del enemigo. Nunca debe creer que es invulnerable.
Crisis conyugal. Nos volvemos más vulnerables cuando las cosas en casa no van bien. La comunicación con la esposa, y una vida conyugal saludable y satisfactoria son factores que lo pueden ayudar; pero una crisis familiar de ninguna manera justifica un error.
Las ausencias del hogar. Por causa de sus actividades, algunos deben permanecer muchos días fuera de casa. Pablo advierte que los matrimonios deben mantener una consistente intimidad, para que Satanás no los tiente por causa de su falta de control (1 Cor. 7:4, 5).
El trato con el sexo opuesto. En toda circunstancia, el pastor necesita cultivar un alto concepto de la ética en su relación con las damas. El primer paso consiste en evitar hasta la apariencia de mal.
Pero algunas precauciones pueden ayudar al pastor a vencer la tentación:
Fortalezca la vida espiritual. Nunca descuide su comunión personal con Dios. No permita que la agenda le robe ese tiempo que debe pasar a solas con el Señor. Sepa que “por la gracia de Cristo, los hombres pueden adquirir valor moral, fuerza de voluntad y estabilidad de propósito […] El que vive conforme a los principios de la religión bíblica no será hallado débil en poder moral” (Ibíd., pp. 132, 133).
Fortalezca la vida matrimonial. Si algo no anda bien en su matrimonio, procure resolver sus problemas con oración y comunicación. Su éxito depende, en buena medida, de cuán bien vive usted con su esposa.
Practique la higiene mental. Evite leer, ver y oír todo lo que pueda despertar en usted deseos malsanos. Controle la televisión; haga sabio uso de ella, como también de Internet y otros medios que puedan ocasionar su caída espiritual.
Sea profesional. Evite toda apariencia de mal, y sea responsable del llamado que Dios le extendió. Procure ser fiel a la responsabilidad y la confianza que la iglesia depositó en usted.
Busque ayuda. Puede llegar el momento en que necesite la ayuda de un colega o de un profesional de confianza. Buscar consejo en esos momentos no es señal de debilidad, sino de sabiduría.
Recuerde: “Un solo pecado que se conserve irá depravando el carácter, y sujetará al mal deseo todas sus facultades más nobles. La eliminación de una sola salvaguardia de la conciencia, la gratificación de un solo hábito pernicioso, una sola negligencia con respecto a los altos requerimientos del deber, quebrantan las defensas del alma y abren el camino a Satanás para que entre y nos extravíe. El único procedimiento seguro consiste en elevar diariamente, con corazón sincero, la oración que ofrecía David: ‘Sustenta mis pies en tus caminos, porque mis pies no resbalen’ (Sal. 17:5)” (Patriarcas y profetas, pp. 481, 482).
Sobre el autor: Secretario asociado de la Asociación Ministerial de la División Sudamericana.