El tema que presentamos no es solamente oportuno, sino también urgente. El ministro que no logra llevar con prudencia sus asuntos financieros, manifiesta una debilidad perjudicial y revela, además, que es incapaz de dirigir o conducir sabia y juiciosamente los asuntos de la iglesia de Dios. Para el ministro, el dinero y él tiempo pueden constituir las cargas más pesadas de la vida; ambos pueden producir mucho bien y felicidad cuando se los utiliza correctamente —pero los mortales más infelices son los que no realizan un uso correcto de estos dos valores. El ministro que no maneja bien sus finanzas infundirá desaliento, preocupación y sufrimiento a sí mismo, a su familia y a su congregación.
El peor de los males
Tryon Edwards escribió: “Tener dinero está muy bien, porque puede ser un siervo muy útil; pero ser poseído por él, es ser poseído por… uno de los males más abyectos y peores”.
“Todo nuestro dinero lleva un distintivo moral —dice T. Starr King—. Vuelve a ser acuñado en una casa de moneda interior. El empleo que le damos, el espíritu con el que lo gastamos, le dan un carácter perfectamente discernible para el ojo de Dios”. Sí, el Dios del cielo registra los negocios del ministro y el estado de sus finanzas personales. Nuestro ángel guardián también lleva un registro.
Actualmente resulta fácil comprar casi cualquier cosa mediante el sistema de créditos. Esta tendencia puede producir muchas dificultades a quienes se sobrecarguen de deudas. Henry Ward Beecher ha dicho: “Ninguna ampolla duele más que el interés que se paga por el dinero. Obra en el día y en la noche; en buen y en mal tiempo. Come la sustancia de un hombre con dientes invisibles. Ata… como una mosca es atada por la tela de una araña. La deuda revuelca a un hombre, atándolo de pies y manos, atrapándolo en la red fatal, hasta que el interés de patas largas lo devora”.
El Señor da un consejo que tiene relación con el tema que tratamos: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley” (Rom. 13:8). Cada ministro debería hacer planes para no deber a nadie nada. Este deseo debería estimular su atención a fin de llevarlo a cabo para su bien y el bien de su iglesia. El pastor no debería permitir en ningún momento que sus obligaciones personales crezcan tanto que lo obliguen a endeudarse, convirtiéndose así en una fuente de desánimo para su familia o los miembros de la iglesia que acuden a él en busca de dirección. La tarea del ministro consiste en ganar almas, pero “las almas pueden perderse debido a las pesadas cargas de innecesarias obligaciones financieras que el pastor se echa sobre los hombros.
Este requerimiento de permanecer libres de las deudas está repetido en los escritos de la sierva del Señor: “No debe permitirse que las deudas se acumulen. La clase de educación más elevada que podría impartirse consiste en enseñar a suprimir las deudas tal como se enseña a evitar las enfermedades” (Testimonies, tomo 6, pág. 211). “Deberíamos evitar las deudas así como evitamos la lepra” (Id., pág. 217). Creo de todo corazón en este consejo dado en la Biblia y en él espíritu de profecía. Reconozco, como otros también lo reconocen, que en la actualidad las cargas financieras se han multiplicado muchas veces. Son de distinta naturaleza. Esto hace necesario que el ministro considere en forma realista sus obligaciones, y adopte una actitud firme que impedirá que contraiga deudas más allá de su posibilidad de pagarlas con razonable facilidad. Cada ministro debería aprender a vivir con lo que gana.
Creo que el mejor plan es comprar las cosas al contado. Sé que a veces las circunstancias escapan del control del pastor, y éste se ve forzado a contraer deudas más allá de su capacidad de pagarlas, y esto le trae dificultades. Esto no debería desanimarlo, sino llevarlo a trazar planes para corregir la situación. Cualquier actitud de parte del ministro que revele su falta de preocupación por las deudas terminará perjudicándolo. Haría bien en tomar todas las medidas necesarias para corregir el mal.
Dios nos ha dado consejos acerca de la supresión de las deudas, tanto en la Biblia como en los escritos del espíritu de profecía. Atendamos estos consejos y evitemos las deudas tal como evitaríamos una plaga, y mantengamos saneadas nuestras finanzas personales.
Sobre el autor: Director Asociado del Depto. Regional Norteamericano