Teólogo reflexiona sobre el fundamento bíblico para el origen y el desarrollo del llamado pastoral.

¿Quién define la visión vocacional para el ministerio pastoral? ¿Será la confesión religiosa que emplea al pastor? ¿La Junta de la iglesia a la que sirve? ¿Acaso son los requerimientos del momento: predicación, formación de Grupos pequeños y la implantación de iglesias? ¿La Gran Comisión? ¿O es aquel que encomendó la Gran Comisión?

El propósito de este artículo es establecer el fundamento bíblico para una visión pastoral. Tal fundamento ofrece la esperanza de trascender diferentes perspectivas, cuando relaciona las variadas expectativas de la iglesia y de la comunidad más amplia. Definir una visión bíblica para el pastor en el desempeño de su vocación es una tarea ambiciosa. Tal vez un bueno modo de comenzar sea analizar la relación entre Pablo y Timoteo, un dirigente pastoral en desarrollo. Pero, inicialmente reflexionaremos en algunos pensamientos acerca del desarrollo de la vocación pastoral.

Formando una visión vocacional

De acuerdo con Peter F. Drucker, en el mundo de los negocios, todo aspirante a líder empresarial necesita tener una imagen mental del propósito de la existencia de su organización, entender por qué eso es importante y tener bien clarificada la manera mediante la cual él puede contribuir al crecimiento de esa organización. Solo esa visión puede hacer prosperar la empresa.[1] De manera semejante, los pastores deben tener en mente un claro concepto de lo que ellos pueden hacer y cómo lo harán, si es que desean ser efectivos en su ministerio y liderazgo. ¿De qué manera el pastor llega a la imagen mental correcta con respecto a la visión de Dios para él? La respuesta es complicada. En verdad, todo pastor busca por medio de la oración un sentido de llamado, y lucha con su decisión vocacional. Normalmente, esa búsqueda y esa lucha continúan en el contexto de la comunidad de la fe a cuyo desarrollo espiritual ha contribuido. Toda comunidad de fe tiene algunas tradiciones que influyen en los modelos pastorales, y esas tradiciones pueden estar bíblicamente formadas o no.

Aquello que el pastor cree que fue llamado a hacer es influido, en gran medida, por los primeros años de actividad ministerial. Esa experiencia, generalmente, es contradictoria con las Escrituras. La contradicción se genera cuando lo que comienza como un llamado termina siendo visto como un empleo profesional, puesto a disposición de una organización eclesiástica, con modelos contrapuestos. La vida y los estudios en el Seminario intentan moldear bíblicamente la visión del mundo que la persona tiene, al igual que su ministerio práctico. Pero, el Seminario no es el único factor institucional modelador de la visión vocacional; en verdad, algunos pastores incluso pueden ignorar por completo las enseñanzas del Seminario. Una iglesia puede abordar el ministerio de manera unilateral, como bautismos o diezmos, que reflejan positivamente la misión, pero que, frecuentemente, llevan a analizar el ministerio en términos de resultados numéricos. Para esta cultura, las dimensiones bíblicas del discipulado son ignoradas.

Los líderes institucionales de la iglesia y los profesores de los seminarios de Teología comparten la misma responsabilidad; es decir, delinear la visión bíblica para el ministerio pastoral. La iglesia institucional forma aspirantes, establece las prioridades ministeriales y promueve la continua actividad del crecimiento vocacional. Más específicamente hablando, las experiencias iniciales del ministerio del pastor informan su visión vocacional y, a medida que lucha para encontrarle sentido a esa visión, puede internalizar o desperdiciar las lecciones aprendidas en el Seminario.

Sobre la base de mi experiencia con seminaristas y aspirantes, he percibido que una parte crucial de su formación incluye la decisión de qué modelos mentales de ministerio pastoral son legítimos y cuáles deben ser descartados. A fin de estar en paz con su llamado, los pastores deben finalmente comprender ese llamado dentro de su relación con Dios. Algunos agonizan entre el liderazgo del Espíritu y el servicio bíblico, mientras que se comprometen con las realidades de su carrera. Escoger el liderazgo de Cristo en lugar de proteger los intereses de su carrera es el secreto del servicio sacrificial y la formación cristiana de la visión pastoral. Pero, eso puede no ser tan fácil.

Visión pastoral y la iglesia

Por más importante que pueda ser la cuestión de la visión vocacional, su primer y más notable aspecto debe ser nuestra comprensión de la eclesiología, la soteriología y la misiología de la iglesia. Nuestra preocupación aquí no es la existencia de varios modelos de iglesia entre los que el pastor deberá escoger, sino el hecho de que algunos entran en el ministerio con poca o ninguna oportunidad de reflexión sobre esa elección. Esa cuestión es muy importante, pues no podemos minimizar la comprensión de la esencia bíblica del liderazgo pastoral ni del establecimiento de la comunidad eclesiástica. Los pastores asisten a las reuniones de la iglesia, desarrollan la cultura de la iglesia y realizan otras actividades eclesiásticas. Esos temas de la iglesia proporcionan la estructura para la visión vocacional del pastor. Muy frecuentemente, una vez que el pastor asume el liderazgo de una iglesia, poco tiempo o esfuerzo es empleado para reflexionar en un modelo bíblico de la iglesia y del ministerio. La visión de la iglesia como una comunidad que debe ser liderada, cuidada y nutrida es el punto inicial para la visión vocacional del ministerio pastoral. Y eso debe acompañar la formación vitalicia del pastor.

Los siguientes elementos ilustran el tema de la visión bíblica del ministerio pastoral. Surgen de la naturaleza de la iglesia y son señalados en las cartas de Pablo a Timoteo.

Vocación pastoral y comisión. La clave de la vocación pastoral es el llamado a que otros se conviertan en discípulos de Cristo. La misión de la iglesia es hacer discípulos, y el pastor vive ese tema central en su vocación. Pablo advirtió a Timoteo: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim. 4:2). Dios está empeñado en la salvación de toda la humanidad; consecuentemente, la misión primaria de la iglesia es ser usada por él a fin de hacer discípulos. Los pastores incorporan esa verdad en su visión del mundo. Pablo habla acerca de Dios como de alguien que “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:4). Por eso instó a Timoteo: “haz obra de evangelista” (2 Tim. 4:5). Independientemente de cualquier otra cosa que creamos que es el pastorado, discipular es la base.

Vocación pastoral y discipulado. Una visión bíblica para la edificación de la iglesia requiere la verdadera formación del discipulado. Los discípulos son miembros responsables y maduros que reproducen otros miembros del cuerpo de Cristo, con la marca del crecimiento espiritual en la vida de ellos. Todas las prácticas pastorales, como la actividad misionera, la nutrición espiritual, la adoración, el establecimiento de la estructura para Grupos pequeños, el liderazgo corporativo o el establecimiento de contactos con otras organizaciones contribuyen a la formación del discipulado, cuando son apropiadamente conducidas y sustentadas. Formar discípulos es la vocación del pastor; cualquier otro objetivo significa un cambio de foco.

Pablo amonestó a Timoteo a centrarse en la espiritualidad de su propia experiencia y de aquellos a quienes servía. El significado de esa espiritualidad fue explicitado en estas palabras: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos” (1 Tim. 6:11, 12). También lo persuadió a hacer discípulos: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Tim. 2:2). El tema común del discipulado debe estar entrelazado con los propósitos de todas las actividades en la vida pastoral.

Vocación pastoral y adoración. La adoración inspira y nos ayuda a modelar el discipulado. Los pastores conducen la práctica de la adoración como contribución al discipulado. Una vida de devoción personal, oración particular y pública, celebración del culto corporativo, la Santa Cena, los bautismos, los casamientos y las ceremonias de dedicación de niños dan significado al ministerio y estrechan relaciones. Un pastor promueve las prácticas del culto en coherencia con el llamado y los propósitos compartidos de la comunidad de discípulos.

La iglesia es atraída a la adoración cuando está unida. Pablo veía el ministerio de Timoteo como una ayuda para que los cristianos supiesen cómo debían “conducir[se] en la casa de Dios” (1 Tim. 3:15). La vocación pastoral provee la dirección bíblica en la implementación del culto en la comunidad adoradora. De acuerdo con el consejo del apóstol, Timoteo debía trabajar de tal manera que pudiese estar seguro de que esas actividades fueran desempeñadas con fe y amor (2 Tim. 1:12, 13).

Vocación pastoral y reflexión teológica. Otro elemento esencial de la vocación pastoral es la formación de discípulos que pongan en práctica las reflexiones teológicas según las hayan experimentado en su propia vida. Si los pastores promocionaran la reflexión teológica bíblicamente fundamentada, podrían formar paradigmas del discipulado y del ministerio. A algunos falsos maestros de la Ley, en la iglesia de Éfeso, Pablo envió la siguiente advertencia: “Que no enseñen diferente doctrina, ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación de Dios que es por fe, así te encargo ahora” (1 Tim. 1:3, 4).

Él también incentivó a Timoteo a que fuera un estudiante dedicado de las Escrituras, con el fin de que se hiciera sabio para salvación mediante la fe en Cristo Jesús (2 Tim. 3:15). El apóstol se preocupó porque Timoteo estudiara las Escrituras y condujera a otras personas a hacer lo mismo (vers. 14- 16). La vocación primaria del pastor es hacer discípulos, llevando a los nuevos discípulos a comprometerse con la reflexión teológica y la fidelidad bíblica, aun cuando vivan en medio de una diversidad cultural y pluralismo social. El discípulo comprometido con el estudio y los requerimientos de la Palabra no permitirá que la diversidad cultural interfiera en su experiencia del discipulado de otras personas, que también son alcanzadas por la Palabra de Dios.

Para muchos, el ministerio pastoral incluye una elección entre prácticas y teología. Al haber sido entrenados en lenguas bíblicas, en dar estudios bíblicos, en Teología y en otras habilidades pastorales en el seminario, los pastores participan durante años del aprendizaje constante centrado en el ministerio, la evangelización pública y personal, el aconsejamiento y otros asuntos. Mientras que algunos usan la reflexión teológica como cortina para ocupar el trabajo pastoral que deben realizar, otros se concentran en la administración de la iglesia, para descuidar la reflexión teológica. Incluso otros se concentran en los indicadores numéricos de productividad, y tienden a pasar por alto el ministerio en favor de la misión y del crecimiento de la iglesia.

A pesar de todo, el ministerio y el trabajo pastoral no pueden ser divididos. El ministerio fiel une la teología y la práctica en la acción de pastorear, salvar y mantener a las personas en la iglesia. Edward Farley describió la responsabilidad del pastor de iglesia como practicante y pensador de la teología. El esfuerzo en profundizar y expandir el conocimiento teológico, por medio del estudio diligente de la Palabra de Dios, fortalece la práctica pastoral.

Vocación pastoral y formación de significados. Los pastores ayudan a otros a desarrollar el arte de dar significado a las situaciones de la vida, sean estas alegres o tristes. Eso se realiza por medio de la reflexión sobre el Texto Sagrado, las tradiciones de la fe, las grandes narrativas sobre conquistas humanas y la experiencia espiritualmente fundada. El pastor debe ser capaz de interpretar su propia experiencia de vida, y entonces desarrollar esa práctica entre los miembros de su congregación. La formación de significados sucede cuando el pastor desarrolla la habilidad de escuchar, conversar y predicar.

Pablo visualizó discípulos que practicaran el arte de entender el significado y el sentido. Exhortando a que los cristianos encontraran alegría en un propósito más elevado que las ganancias financieras, escribió: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Tim. 6:6). Instó a que los cristianos comprendieran los desafíos de la vida y los interpretaran a partir de una perspectiva espiritual. Realzando la madurez en medio de las dificultades de la vida, aconsejó: “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna” (1 Tim. 6:11, 12). El apóstol entendía el sufrimiento, pero expresó esperanza, confianza y propósito en el evangelio (2 Tim. 1:12; 2:8-11). “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Tim. 3:12).

Vocación pastoral y relaciones. El trabajo del pastor es relacional. El discipulado es, esencialmente, una cuádruple relación: con Dios, consigo mismo, con la comunidad de la fe y con todos aquellos que son objeto del amor de Dios. Si tenemos que hacer relevante y significativo el evangelio, debe existir relaciones amigables y visibles de la iglesia con la comunidad de la que forma parte. En ese relacionamiento, la vocación pastoral debe encontrar su dirección adecuada. Pablo expresó esta visión relacional hacia la iglesia: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda” (1 Tim. 2:8).

Los pastores que consideran relacional su ministerio ayudan a las personas a conformar comunidades cuyas relaciones son visiblemente modeladas por el evangelio. Llevan a las comunidades a experimentar el cumplimiento de los propósitos de Dios para ellas. Tal experiencia incluye hablar, orar, perdonar, llorar y sonreír como una comunidad redentora.

Vocación pastoral y liderazgo en la comunidad. Finalmente, la visión vocacional de los pastores debe proporcionar el ejercicio de un liderazgo maduro y confiable entre la comunidad. Esos pastores se comprometerán con la vida de la comunidad y capacitarán a la iglesia para interpretar su ambiente, explorando el contexto político, social y económico a su alrededor. Ellos animan la comprensión de narraciones bíblicas e históricas que definen la visión más amplia de la comunidad.

Pablo percibió ese papel del pastor en la comunidad, al aconsejar a Timoteo: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres” (1 Tim. 2:1). Al describir la vida de un líder de iglesia, él dijo: “También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera” (1 Tim. 3:7).

La práctica que favorece que una congregación se involucre con su comunidad más amplia comienza con la reflexión acerca de su propia historia. Mientras que los pastores dirigen el desarrollo de ese proceso, forman congregaciones capacitadas para ofrecer liderazgo en la comunidad.

Visión integrada

El pastor debe tener su visión vocacional fundamentada bíblicamente. Debe examinar las voces que se esfuerzan para definir su vida vocacional, optando por encontrar significado en una intensa vida de oración y estudio de las Escrituras, bajo la dirección del Espíritu Santo. ¿Quién establece la visión para el pastor? Como siervos de Dios y de su iglesia, la visión del pastor está inseparablemente ligada con el ministerio de la iglesia. La visión es expresada en temas como el discipulado, la adoración, la reflexión teológica, la formación de significado para la vida, las relaciones saludables y el liderazgo comunitario. Esa visión establece la vocación pastoral como algo vital y completamente integrado a la intención redentora de Dios en nuestras comunidades, y a un ministerio desafiante. La vocación se expresa en actos como la predicación de la Palabra, la ganancia de personas para Cristo, el liderazgo y la organización de la iglesia local para la misión, la protección, el conocimiento de las necesidades del pueblo, el sacrificio y el servicio en favor de otros.

Una visión vocacional integrada para el ejercicio del ministerio pastoral demanda una seria consideración del llamado, y una disciplinada y continua formación en la práctica ministerial. Dios redime nuestro tiempo y transforma nuestra vida. Así, el ministerio es un conjunto amplio de acciones en liderazgo pastoral. Los fieles siervos de Dios se encuadran perfectamente en el molde elaborado por el apóstol Pablo: “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Tim. 4:5).

John Pipper afirmó lo siguiente: “Los objetivos de nuestro ministerio son eternos y espirituales. No son compartidos por ninguna otra profesión […]. El mundo establece la agenda para el hombre profesional; Dios establece la agenda para el hombre espiritual”.[2]

Sobre el autor: Profesor en el Seminario Teológico de la Universidad Andrews, Estados Unidos.


Referencias

[1] Peter F. Drucker, Harvard Business Review (septiembre-octubre de 1994), pp. 95-104.

[2] John Pipper, Brothers, We Are Not Professionals: A Plea to Pastors for Radical Ministry (Nashville, TN: Broadman and Holman, 2002), p. 3.