El modelo de Richard Baxter.

Trescientos cincuenta años después de haber sido escrito, el libro The Reformed Pastor [El pastor reformado], de Richard Baxter, puritano inglés, continúa siendo una de las obras más valiosas para el ministerio del pastor.[1] En estos tiempos, en que hay tanta confusión acerca del papel del pastor y de sus expectativas,[2] la obra de Baxter arroja luz sobre los objetivos y los métodos del ministerio. El libro es una ampliación de Hechos 20:28: “Por lo tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual ganó por su propia sangre”.

Este clásico de la obra pastoral se divide en tres secciones. En la primera, Baxter se refiere a que los pastores necesitan cuidar de sí mismos.[3] En la segunda escribe acerca de la atención pastoral de la congregación con un espíritu humilde y servicial.[4] La necesidad de pastores que “tengan cuidado de sí mismos” y que “cuiden la iglesia de Dios” son los dos temas que trata en su obra. Los pastores no pueden ser eficaces a menos que cuiden de sí mismos y de su grey. En la tercera sección, Baxter realizó aplicación práctica de los principios delineados en las dos primeras.[5] Esta sección es un detallado argumento en favor de la instrucción regular, sistemática y personal de la congregación. Baxter pasaba él mismo dos días completos por semana con su congregación, enseñándoles los puntos esenciales de su fe. En este artículo, quiero destacar el método de la visitación sistemática.

El ministerio es más que un “trabajo”

Baxter se lamentaba de una situación de su tiempo que era muy similar a la nuestra. Muchos, decía, creen que el ministerio “es una manera de ganarse la vida”[6] Pero existe una diferencia fundamental entre el ministerio pastoral y cualquier otra ocupación. Se ha llamado a los ministros a apacentar la iglesia del Señor (Hech. 20:28). No a “hacer un trabajo”, y ni siquiera a hacerse cargo de “responsabilidades profesionales”, sino a vivir en una relación personal con una comunidad en nombre de Jesucristo.

El ministerio pastoral es, en esencia, una relación personal. No podemos poner límites rígidos a una relación personal, porque está arraigada en una comunidad de personalidades completas que no se pueden fragmentar ni en “papeles” ni en “funciones”. En el matrimonio es imposible disociar los “papeles” de amigo, amante, socio, consejero, crítico o partidario que se reúnen en el concepto de “esposo/a”. Del mismo modo, el ministerio pastoral desafía las categorías y las clasificaciones del “perfil” moderno de un determinado trabajo, porque este tiende a reflejar más bien la mentalidad alienante de los negocios y del gobierno, y no los valores del Reino de Cristo. El “trabajo” del pastor está determinado por su llamado a cuidar de la gente en nombre del Buen Pastor. Baxter entendía que los ministros no pueden pensar otra cosa acerca de lo que hacen aparte de lo que son y de quiénes son.

Integración por medio de la visitación

La íntegra comprensión de Baxter acerca del ministerio, con respecto a la última parte de su The Reformed Pastor, está ilustrada cuando se refiere “a la catequesis e instrucción personales”;[7] es decir, la visitación pastoral. La visitación -argumentaba Baxter- es el método principal para lograr la “reforma” en la parroquia.[8] (Este es el sentido que le da a la expresión “pastor reformado”, es decir, hecho de nuevo; formado de nuevo; renovado). Baxter combinaba la visitación con la instrucción en una estrategia global de cuidado pastoral. Insistía en que cada pastor debía dedicar una buena parte de la semana a visitar a la gente en sus hogares, siguiendo el ejemplo de los apóstoles (Hech. 5:42), para instruirlos en los “principios de la religión” y probar su conocimiento.[9]

Parece que hasta en el siglo XVII los pastores se resistían a visitar sus rebaños. “Les enseñamos públicamente (los domingos) -decían-, así que ¿por qué deberíamos estar obligados a enseñarles (individualmente) además?”[10] Baxter trató de que los pastores dejaran de considerar la visitación como un pesado deber, y la consideraran, en cambio, como una ventaja tanto para ellos como para la gente.

Los miembros se benefician cuando el pastor combina la visita con la instrucción, porque los encuentros personales profundizan la intimidad y la eficacia. Baxter describió la clase de gente con la cual cada pastor está familiarizado: el fiel calientabancos, que después de décadas de escuchar sermones todavía no distingue la diferencia que hay entre el Génesis y el Apocalipsis, sin hablar de los aspectos más sutiles de la doctrina cristiana.[11] Se puede hacer más con esa persona -decía- en treinta minutos de conversación privada que en diez años de predicación, porque en este caso la comunicación del evangelio es algo profundamente personal. El pastor, en este caso, media entre un Salvador personal y su rebaño, de persona a persona. Cada cual tiende a reaccionar frente a un sermón de acuerdo con su manera de ser, y a menudo no escuchan con exactitud lo que dijo el pastor. La conversación personal puede referirse a las necesidades del individuo, y también se pueden corregir malentendidos.

La instrucción personal beneficia tanto al pastor como a su congregación. La gente llega a conocer al pastor que la visita, y puede colaborar con más eficacia en la obra redentora que lleva a cabo la iglesia.[12]

La visitación fortalece la predicación, porque ayuda a los pastores a descubrir acerca de qué tienen que predicar. Llegan a conocer las luchas y los temores de su gente. Este conocimiento los capacita para predicar con más poder. Baxter lo dijo con elocuencia: “Por medio de la instrucción personal llegaremos a conocer mejor la condición espiritual de cada cual, y así sabremos mejor cómo cuidarlo. Sabremos cómo predicarles mejor, cómo acercarnos a ellos si conocemos su carácter […]. Sabremos mejor cómo lamentarnos con ellos, y regocijarnos con ellos y orar por ellos”.[13]

El conocimiento de las Escrituras combinado con las visitas programadas son el fundamento práctico de la predicación evangélica: “De la misma manera en que la tarea del médico solo llega a la mitad cuando sabe de qué enfermedad se trata, así, cuando usted conoce bien el caso de cada uno de sus miembros sabrá acerca de qué predicar” (p. 228). Ciertamente Baxter consideraba que la instrucción personal era el “foro” de la predicación. “Con toda seguridad -escribió-, un hombre le puede predicar a uno como a mil” (p. 228).

La visitación también hace del pastor un “sanador”. Baxter usa las imágenes del “pastor” y del “médico” para describir la tarea del ministro.[14] Hemos sido llamados a vendar a los de corazón quebrantado, y a curar las heridas con el bálsamo del evangelio. A diferencia de otras profesiones de ayuda, los pastores efectivamente pueden salir y salvar a los perdidos. Tenemos lo que Paul Pruyser llamó “el derecho pastoral a la iniciativa y el acceso”.[15] Cuando la gente nos invita a entrar, descubrimos cuántos corazones quebrantados y en vías de quebranto hay allá afuera. Nunca dejo de asombrarme por la manera en que la gente abre su corazón al pastor en el curso de una visita, confiándole cosas que no han compartido ni siquiera con sus familiares más íntimos. Podemos aprovechar esas oportunidades para hablar acerca del poder sanador del Salvador.

Varias funciones pastorales: la predicación, la enseñanza, la curación, se combinan durante una visita pastoral. Baxter no consideraba que esta fuera solo una de las “tareas” que mantienen ocupado al pastor: es el método y el medio por los cuales este puede efectivamente “ser” lo que ha sido llamado a ser. De acuerdo con Thomas Oden, la visitación pastoral “es una manera de reflejar la gloria de Dios manifestada cuando visitó a la humanidad en la persona de Cristo para buscar a los perdidos, redimirlos del pecado y curar sus heridas”.[16]

Las condiciones son muy diferentes ahora de lo que fueron en el siglo XVII. Por consiguiente, no es fácil para los pastores de la actualidad llevar a cabo lo que hacía Richard Baxter, a saber, dedicar todos los lunes y los martes a visitar a las familias. En términos prácticos, la gente está muy diseminada hoy, tanto geográficamente como en su estilo de vida. Pero el principio central de Baxter: que la visitación pastoral fortalece el ministerio, todavía se puede adaptar provechosamente a la situación del momento. Esto es especialmente cierto en comunidades pequeñas, donde todavía existe la iglesia del barrio.

No importa cuántas dificultades aparezcan, es esencial que prestemos atención al modelo de Baxter del pastor “activo”, que “sale” y “busca”, en lugar de observar pasivamente cómo viene la gente a la iglesia con el propósito de participar de un estudio bíblico o cumplir un compromiso.

Aprovechemos las visitas pastorales para enseñar

Hay muchas ocasiones en que la visitación y la enseñanza se pueden combinar.

En primer lugar, el pastor puede aprovechar ciertas “situaciones” que le proporcionan excelentes oportunidades para enseñar. Cuando visita a una pareja joven que está haciendo planes de casarse o a un matrimonio que acaba de tener un bebé, o a familias que han perdido a un ser querido, todas estas son oportunidades para profundizar el conocimiento cristiano.

Las visitas a las personas que se quieren casar pueden constituir ocasiones inmejorables para instruir a las parejas en cuanto al concepto cristiano del amor, en contraste con la popular idea romántica al respecto. El pastor puede relacionar el amor que se prometen los contrayentes con el amor incondicional que le promete Cristo a su pueblo, y también puede invitar a las parejas a profundizar su consagración.

Los bautismos y las dedicaciones pueden ser oportunidades para enseñar acerca de la fidelidad de Dios a su pacto, y sus promesas para el futuro. Los pastores pueden poner en contacto a los padres jóvenes con las palabras de Jesús acerca de la fe de un niño.

Los servicios fúnebres no solo sirven para consolar a la gente, sino también son oportunidades para enseñar acerca del evangelio y la resurrección.

En segundo lugar, los pastores pueden enseñar en momentos de crisis. La muerte de un ser querido, el fracaso de un matrimonio, la pérdida del trabajo, sumergen a la gente en crisis sociales y emocionales. Especialmente en las comunidades más pequeñas, en las que no se disponen de muchos recursos en materia de salud mental, el pastor es quien con toda seguridad recibirá el pedido de ayuda cuando las vidas empiezan a desmoronarse.[17] Los pastores siguen en la línea del frente cuando se trata de personas y familias en crisis.

Las pérdidas dolorosas a menudo van acompañadas de sentimientos de culpa. “¿Qué hice yo para que esto sucediera? ¿Qué podría haber hecho para impedir que esto pasara?” En esos momentos la gente se ve cara a cara frente al pecado, el fracaso y la injusticia. Las visitas en tener un lógico contenido de instrucción. No siempre es bueno ni aconsejable tener una discusión teológica determinada. En la mayoría de los casos, es posible aplicar la fe y la enseñanza cristianas de maneras concretas y adaptadas a las circunstancias de la vida.

Hay muchos recursos excelentes que pueden guiar y animar al pastor. No he encontrado otro más desafiante y beneficioso que The Reformed Pastor de Baxter.

Sobre el autor: Es pastor de la Iglesia Unida de Grantham, en St. Catherine, Ontario, Canadá.


Referencias

[1] Richard Baxter, The Reformed Pastor (1656) (El pastor reformado] (Edimburgo: Banner ofTruth Trust, 1974).

[2] Ver Ronald Olson, Creative Disarray: Models of Ministry in a Changing America [Un desorden creativo: modelos de ministerio en un país que cambia] (St. Louis: Chalice Press, 1990), p. 5: ‘No hay un consenso definido en los Estados Unidos acerca de lo que es un pastor o lo que debería ser’.

[3] Baxter, Ibíd., pp. 53-86.

[4] Ibíd., pp. 87-132.

[5] Ibíd., pp. 172 y siguientes.

[6] Ibíd., p. 80.

[7] Ibíd., p. 172.

[8] Ibíd., pp. 190, 191.

[9] Ibíd., p. 229.

[10] Ibíd., p. 212.

[11] Ibíd., p. 190.

[12] Ibíd., p. 178.

[13] Ibíd.

[14] Ibíd., pp. 40, 88.

[15] Paul Pruyser, The Minister as Diagnostician [El ministro como experto en diagnosis] (Filadelfia: Westminster Press, 1976), p. 25.

[16] Thomas C. Oden, Pastoral Theology: Essentials of Ministry (Teología pastoral lo esencial en el ministerio) (Nueva York: Harper and Row, 1983), p. 171.

[17] Vea David G. Benner, Strategic Pastoral Counseling: A Short Term Structured Model. (Aconsejamiento pastoral estratégico, un modelo estructurado para un plazo corto) (Grand Rapids Baker Book House, 1992), pp. 25, 26.