En nuestro artículo aparecido en el número anterior hablábamos de un problema que confronta a todo pastor: lograr que la mayor parte de la feligresía prospere espiritualmente y colabore con eficacia en la obra de salvar a los perdidos. Como vía de solución proponíamos la necesidad de lograr que los miembros de la iglesia lleven vidas equilibradas y metódicas. para que un cuerpo sano sirva de albergue a facultades mentales sólidas, y para que todas sus energías se apliquen al perfeccionamiento de un carácter cristiano y a la obra de salvar almas. Decíamos, además, que uno de los medios valiosos al alcance del pastor para lograr el fin expresado, es la reforma pro salud. En el presente artículo veremos en qué consiste esta reforma, a qué aspectos de la vida atañe, y cuál es el deber de los ministros, profesores, administradores y obreros en general frente a ella.
¿En qué consiste la reforma pro salud?
La, acción de la reforma pro salud no se limita únicamente —como a veces se supone— a la esfera de la alimentación. Su campo de operación es mucho más vasto, y comprende todo lo que atañe al desarrollo, preservación y uso de las facultades físicas y mentales. Esto quiere decir que se refiere a todo lo que entra en nuestro cuerpo: alimento, bebida y aire; a los vestidos que cubren nuestro cuerpo y a las casas en que habitamos; al tiempo que le dedicamos al sueño, al ejercicio y al descanso; y finalmente a la higiene del cuerpo y al tratamiento racional de las enfermedades. En resumen, atañe a todo lo que se relaciona con el desarrollo de ese cuerpo maravilloso que Dios ha dado a sus hijos y con su empleo para gloria de Dios y beneficio de los semejantes.
La Hna. White escribió lo siguiente acerca del objeto de la reforma (ponemos en cursiva las partes que deseamos destacar):
“’Recordad siempre que el gran objeto de la reforma higiénica es conseguir el mayor desarrollo posible de la mente, el alma y el cuerpo. Todas las leyes de la naturaleza —que son las leyes de Dios— han sido puestas para nuestro bien. La obediencia a sus principios promoverá nuestra felicidad en esta vida, y nos ayudará a prepararnos para la vida por venir” (Christian Temperance, pág. 20).
“La obra de la reforma pro salud es el instrumento del Señor para aminorar el sufrimiento en nuestro mundo y para purificar su iglesia… Esta obra lleva la rúbrica del cielo, y abrirá las puertas para la entrada de otras preciosas verdades” (Counsels on Health, pág. 444).
“La complacencia pecaminosa contamina el cuerpo e incapacita a los hombres para el culto espiritual. El que aprecia la luz que Dios le ha dado acerca de la reforma pro salud, cuenta con una ayuda importante en la obra de su santificación mediante la verdad, y de su preparación para la inmortalidad” (Id., pág. 22).
El pastor y la reforma higiénica
Sabemos bien que para permanecer puros en este tiempo del fin, cuando predomina la contaminación en todo sentido, necesitamos en nuestros corazones y en nuestros hogares la influencia santificadora del Espíritu Santo. Dice la Hna. White que el Señor le mostró que cuando el Israel de hoy se humille y limpie el templo del alma de toda contaminación, oirá sus oraciones en favor de los enfermos; y podemos añadir a esto, que también entonces la obra en favor de los perdidos se hará con más intensidad y eficacia.
Los pastores, como portavoces de Dios a la gente, y como “guardianes espirituales” de los que han sido confiados a su cuidado por el Señor, deben tener una actitud favorable a la reforma pro salud y seguir el consejo divino dado en Testimonies to Ministers: “Enviad a las iglesias obreros que presenten los principios de la reforma pro salud en su conexión con el mensaje del tercer ángel a cada familia y a cada persona”’ (pág. 416).
Toda acción tomada en este sentido añadirá eficacia a los abnegados esfuerzos del ministro, porque al hacer que la vida de los miembros de iglesia se deslice por los caniles que Dios le ha señalado, la colaboración de éstos, respaldada por una vida santificada, y prestada a través de un cuerpo y una mente que sean la morada del Espíritu, producirá frutos muy abundantes.
Esta obra de reforma necesita hombres de claro entendimiento, dispuestos a trabajar con inteligencia y fervor. Dice, la sierva del Señor:
“Dios pide la cooperación de los que están dispuestos a ser controlados por el Espíritu Santo, para que sean los dirigentes de una obra de completa reforma. Veo una crisis delante de nosotros, y Dios pide que sus obreros acudan a sus filas” (Testimonies to Ministers, pág. 514).
Y en otro lugar habla directamente a los ministros y de lo que deben hacer en esta esfera de acción:
“Nuestros ministros debieran interiorizarse de la reforma pro salud… Los ministros tienen que realizar una obra en este sentido. Cuando tomen una posición correcta respecto de este tema, se habrá ganado mucho. En sus propias vidas y hogares debieran obedecer las leyes de la vida, practicando principios correctos y viviendo en forma saludable. Entonces estarán capacitados para hablar en forma correcta sobre este tema, y para conducir al pueblo cada vez más alto en la obra de la reforma” (Counsels on Health, pág. 431).
Estas enseñanzas pueden impartirse también en los congresos de las asociaciones y misiones, en las asambleas de obreros y en los colegios. Notemos lo que dice la pluma inspirada al respecto:
“Los presidentes de nuestras asociaciones deben comprender que ya es tiempo de que se coloquen del lado correcto acerca de este asunto. Los ministros y los profesores deben dar a otros la luz que han recibido” (Ibid.).
La reforma higiénica, por razonable que sea, siempre ha de encontrar un grupo de opositores integrado por aquellos que se niegan a soportar alguna restricción sobre el apetito, porque se guían por el gusto en lugar de consultar la razón y las leyes de la salud. Sin embargo, esta obra necesaria debe hacerse a pesar de ellos.
Vivimos en el umbral de acontecimientos solemnes y decisivos, y los ministros han recibido de la Divinidad la enorme responsabilidad de conducir a la grey por el camino de la salvación. Se les ha confiado el cometido de hacer brillar toda la luz que se les ha dado. Su labor consagrada, realizada con la unción que sólo puede dar el Espíritu de Dios morando en el corazón, está preparando a un pueblo, “por medio de la fe, para la salvación, que está preparada para ser revelada en el tiempo postrero” (1 Ped. 1:5, VM).
Ellos son los llamados por Dios a completar una obra inconclusa. Notemos esta declaración: “Grandes reformas debieran verse entre el pueblo que pretende esperar la pronta aparición de Cristo. La reforma pro salud debe hacer una obra que aún no se ha hecho entre nuestro pueblo” (Counsels on Health, pág. 574).
Dios conceda que sus ministros desplieguen ante el pueblo de Dios el estandarte que lleva esta divisa: “Sed santos, porque yo soy santo”, y expongan ante ellos las leyes de salud dadas por Dios, para que cada cristiano se ofrezca delante de su Creador como un sacrificio vivo, santo y agradable.
Sobre el autor: Redactor de La Revista Adventista.