Si usted tuviera que definir la misión de la iglesia con una declaración única y concisa, ¿diría, tal vez, algo como lo siguiente? “La misión de la iglesia consiste en revelarle a cada habitante de la tierra la naturaleza y el carácter verdaderos de Dios por medio de Jesucristo con el propósito de alistarlo en las filas de los leales seguidores del Señor”. Si como ministros del Evangelio nos hemos fijado este objetivo, ¿cómo haremos para alcanzarlo?
Queremos hacer notar que ningún tipo de programa logrará terminar la obra ni apresurar la venida del Señor. Es trágico decirlo, sin embargo, muchos de nuestros ministros están tratando de descubrir algún método que en forma automática e infalible llene nuestros bautisterios y abulte nuestras estadísticas. Lo cierto es que nunca un programa llegó a funcionar por sí mismo y jamás descubriremos alguno que nos permita terminar la obra oprimiendo botones.
Cristo instruyó y envió a los primeros discípulos como médicos misioneros y evangelistas. Los envió en forma metódica y les dio instrucciones específicas. Pero en la tarea que debían realizar, lo más importante no era ajustarse estrictamente al método o seguir paso a paso las instrucciones recibidas.
La iglesia primitiva tuvo más éxito cuando se vio abrasada por las ardientes llamas del primer amor, cuando se consagró completamente a la obra de Cristo y obtuvo la plenitud del Espíritu Santo. Pero también podría haber realizado milagros y hasta echado demonios careciendo de aquellos elementos. Sin embargo, no habría logrado en absoluto un número apreciable de conversiones.
El riesgo que encierran las instrucciones detalladas, los métodos y las fórmulas no se debe a que no sean útiles o exitosos. En realidad, es probable que el mayor peligro resida precisamente en que a veces son demasiado exitosos. Nos infunden esperanzas y crean expectativas falsas hasta tal punto que nos resulta fácil ponerlos en lugar del poder del amor de Cristo y la plenitud del Espíritu Santo en el cumplimiento de la comisión evangélica. Por lo tanto todo comentario que hagamos con respecto al pastor en su función de ganador de almas deberá comenzar por él mismo como hombre.
¿Tenemos en verdad un deseo ardiente de conducir a hombres y mujeres al pie de la cruz? ¡Es indudable que la inmensa mayoría de los seres humanos está perdida! ¿Qué puede hacer un pastor que no siente sobre sus hombros el peso de esta carga? Los programas elaborados, los métodos audiovisuales y una variedad de materiales, ¿lo transformarán en un ganador de almas? ¿Puede un hombre impartir lo que no ha recibido? ¿Puede una vela apagada producir luz que ilumine las tinieblas? ¿Puede ganar almas un hombre que no tiene amor por ellas? ¿Puede tener éxito un hombre tímido, que no se atreve a establecer nuevos contactos para alcanzar a la gente con el mensaje para estos días finales? El hombre que sienta su propia responsabilidad frente a las almas hará todo lo que esté a su alcance para comunicar el mensaje del Evangelio a quienes entren en el círculo de su influencia.
Cristo estableció el ejemplo. “El bienestar eterno de los pecadores regulaba la conducta de Jesús” (Testimonies, tomo 3, pág. 217. La cursiva es nuestra). ¡Todas las demás cosas deben someterse a este propósito primordial! “Debemos tener fervor para asegurar nuestra propia salvación y para salvar a otros. Debemos conceder suma importancia a esto, y considerar secundario todo lo demás” (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 24).
La cruz de Cristo es el factor primordial que le ayudará al pastor en su intento de someter todo otro interés al de la ganancia de almas. “¿Apreciáis tan profundamente el sacrificio hecho en el Calvario que estáis dispuestos a subordinar todo otro interés a la obra de salvar almas? El cristiano no desea vivir para sí… Le impulsa el deseo inefable de ganar almas para Cristo. Los que no tienen este anhelo debieran preocuparse por su propia salvación” (Id., tomo 3, pág. 343. La cursiva es nuestra).
Es muy importante destacar que la prueba más notable de que un hombre ha sido llamado al ministerio es su capacidad para ganar almas. “La conversión de los pecadores y su santificación por la verdad es la prueba más poderosa que un ministro puede tener de que Dios le ha llamado al ministerio” (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 264).
Los que no sienten carga alguna por las almas revelan que no han sido llamados al ministerio evangélico. “Se corre un gran riesgo cuando se anima a entrar en el campo a cierta clase de hombres que no sienten una sincera preocupación por las almas” (Testimonies, tomo 4, pág. 441).
Si un hombre tiene un interés supremo por las almas —un interés semejante al de Cristo— procurará emplear conscientemente y con habilidad todo medio legítimo para atraer a la gente hacia el Salvador. Para estimular la imaginación del lector en este sentido le presentamos a continuación una serie de sugerencias que, por supuesto, él podrá desarrollar luego más ampliamente:
1. Evaluación. Pensemos un poco. ¿De qué material humano disponemos en nuestra iglesia? ¿Cuál es la obra que debemos realizar? ¿Cuáles son nuestros objetivos y metas? ¿Con qué recursos contamos? ¿Qué oportunidades especiales tenemos? ¿Cuáles son nuestros planes y nuestra estrategia? Después de haber elaborado las respuestas, formúlese la siguiente gran pregunta: ¿Por dónde comenzaremos? Un planeamiento efectivo depende de metas claras, definidas. Recordemos que una meta es algo que deseamos realizar. Meta es el fin hacia el cual dirigimos todo nuestro empeño. Podemos saber si lo que estamos haciendo es correcto sólo después de haber identificado los objetivos que deseamos alcanzar.
2. ¿Qué clase de objetivo nos fijaremos? En consulta con la junta directiva de su iglesia fíjese una meta realista destinada a aumentar la feligresía y el número de miembros de la escuela sabática. Para ello puede tomar en cuenta el siguiente esquema.
a. Feligresía de la iglesia.
1. Aumentar la feligresía de la iglesia, que el 1º de enero de 1976 es de …………. miembros, hasta alcanzar la cifra de………….. miembros al 31 de diciembre de 1976.
2. Bautismos. Esperar, trazar planes y trabajar para obtener un mínimo/ de …………….. bautismos por año.
3. Recepción de miembros, por cartas de traslado. Procurar que estas cifras aumenten cada año.
4. Transferencia de miembros mediante cartas de traslado. Tratar de retener por todos los medios posibles al mayor número de miembros, con excepción de los que se vean obligados a abandonar la zona por circunstancias tales como viajes, mudanzas o cambios de trabajo.
5. Apostasías. Por medio de una comunicación amistosa y constante, por medio de consejos, instrucciones y exhortaciones tratar de rescatar a los que transitan por el camino de la apostasía.
b. Miembros de la escuela sabática. Aumentar su número partiendo de una cifra equivalente al …………. por ciento de la feligresía de la iglesia hasta alcanzar un 110 por ciento de la misma. Para lograrlo tener especialmente en cuenta a:
1. Los miembros de la iglesia.
2. Los interesados que aún no se han bautizado.
3. Los hijos no bautizados de miembros de la iglesia.
4. Los miembros de las escuelas sabáticas filiales.
3. Sistema de archivo actualizado.
Los ganadores de almas que obtienen más éxito son organizados. Los nombres de los interesados y de los miembros en perspectiva no se deben manejar al azar. Es una obligación tener un buen sistema de archivo. Cada iglesia debe tenerlo y conservarlo como un depósito sagrado. Es mucho más importante poseer este tipo de archivo que uno que tenga que ver con los asuntos financieros de la iglesia. A veces se gasta una considerable cantidad de dinero para actualizar y mantener los registros financieros de la iglesia. ¿No se debería hacer lo mismo para conservar un archivo con nombres y direcciones de interesados?
4. Visitación.
Visite a los miembros de la iglesia y familiarícese con tantos como le sea posible. Tome nota de los nombres de jóvenes, hijos de adventistas, que aún no se han decidido por Cristo. Inclúyalos en su archivo y trabaje en forma sistemática por ellos. “Si se sermoneara la mitad de lo que ahora se hace, y se duplicara la cantidad de trabajo personal dedicado a las almas en sus hogares y en las congregaciones, se vería un resultado que sería sorprendente… Esta labor de casa en casa, para buscar a las almas, para recoger a las almas perdidas, es la obra más esencial que pueda realizarse” (El Evangelismo, pág. 316).
“Un ministro puede gozarse en sermonear porque es la parte placentera del trabajo y es comparativamente fácil. Pero ningún ministro debe ser aquilatado por su habilidad como predicador. La parte más dura viene después que deja el pulpito, al regar la semilla sembrada. El interés despertado debe ser cultivado por un esfuerzo personal: visitando, dando estudios bíblicos, enseñando cómo investigar las Escrituras, orando con las familias y personas interesadas, tratando de profundizar la impresión hecha en los corazones y las conciencias” (id., pág. 321, traducción revisada).
5. Boletines de iglesia.
Que el boletín de la iglesia tenga un cupón que se pueda desprender y en el cual los que deseen bautizarse o recibir estudios bíblicos puedan anotar sus datos personales. Apresúrese a concretar el interés de esas personas visitándolas inmediatamente.
6. Libro de visitas.
Dése la bienvenida a todos los que lleguen a la iglesia pero ténganse especialmente en cuenta las visitas. El manejo del libro de visitas y la recepción de las mismas se deben encargar al creyente más amable, cordial y simpático de la congregación. También en este caso deberá visitarse sin demora a quienes han asistido a la iglesia por primera vez.
7. Escuela Bíblica de Vacaciones.
Diríjase cada año una Escuela Bíblica de Vacaciones. Arréglense los detalles con el departamento de escuela sabática de la iglesia. Si se trabaja con habilidad se podrá interesar en nuestro mensaje a los padres de los niños que asistan a estas clases.
8. Fórmense escuelas sabáticas filiales.
9. Ténganse continuamente en marcha planes como el de La Biblia Habla u otros similares.
10. Diríjanse campañas de inscripción en los cursos bíblicos por correspondencia.
11. Díctese ininterrumpidamente la clase bíblica del pastor donde las visitas no adventistas puedan conocer todo nuestro mensaje después de cierto tiempo.
Esta clase ha recibido diversos nombres, el más conocido de los cuales en estas latitudes es el de clase de visitas. Esta reunión se celebra en el mismo horario de la escuela sabática y en ella el pastor o alguna otra persona designada por él enseña las doctrinas fundamentales de nuestro mensaje. En realidad, se trata de una clase bautismal continuada. Cuando una persona ha completado un ciclo de lecciones es posible que esté preparada para el bautismo y su ingreso en la iglesia. En caso contrario se la invita a seguir asistiendo a la clase.
12. Agenda de reuniones de la junta de iglesia.
Asegúrese el pastor de colocar las actividades destinadas a ganar almas, al comienzo de su lista de trabajo. Exponga ante la junta de la iglesia el programa que se ha trazado personalmente para ganar almas y preséntele un informe de las actividades que con el mismo fin están realizando los laicos. De este modo la conquista de las almas se transformará en asunto primordial para la junta de la iglesia.
13. Obra de beneficencia (OFASA y Dorcas). Los contactos que se realizan por este medio frecuentemente rinden un abundante dividendo de almas ganadas para Cristo.
14. Contactos en la comunidad.
Pueden efectuarse mediante:
a. El envío de tarjetas a personas enfermas o que han perdido a un familiar, a recién casados y a hogares con hijos recién nacidos. En esas tarjetas se debe indicar claramente que proceden de la Iglesia Adventista.
b. Los programas locales de radio y televisión.
c. Las visitas a las cárceles.
d. La distribución de publicaciones o la inscripción en cursos bíblicos.
e. La publicación en los diarios de avisos o artículos que expliquen la posición de nuestra iglesia con respecto a diversas doctrinas. Si se emplea este método, conviene usar un cupón para que los lectores que deseen responder y recibir mayor información escriban sus nombres y direcciones.
15. Contactos efectuados por los colportores. Si en su iglesia o distrito hay un colportor, debe considerárselo como miembro del equipo evangelizador. Trabájese en estrecha relación con él y atiéndase a sus interesados.
16. Campañas de La Voz de la Juventud. Organícese a la juventud de la iglesia en grupos ganadores de almas para realizar tareas de visitación y atención de los interesados. La nueva serie de temas para La Voz de la Juventud enfoca en forma interesante el mensaje de la reforma pro salud.
17. Contactos efectuados mediante la recolección.
No se espere el comienzo de la campaña de la recolección para ponerse en contacto con sus mejores donantes. Exprésese el aprecio que se tiene por su colaboración enviándoles una carta o visitándolos durante el año. Obséquieseles un libro o un folleto especial que ilustre la obra realizada por la Iglesia Adventista y que imparta más de nuestro mensaje.
18. Sermones con mensajes de conversión.
“Muchos necesitan desesperadamente el hálito de vida del cielo” (Id., pág. 407). Los sábados, en la hora del culto, se deben predicar sermones espirituales y evangelizadores. Esta clase de sermones nos ha convertido en adventistas y nos ayudará a seguir siéndolo. Nuestro pueblo debería comprender que en la hora del culto sabático ha de recibir el mejor alimento espiritual: un mensaje de la Palabra de Dios.
19. Invitaciones a la decisión.
Toda predicación debe tener como fin producir una decisión a entregarse a Cristo. Debemos recordar que en nuestra labor personal y pública —cuando oramos o predicamos un sermón— hemos de mantener siempre abiertas las puertas de la iglesia.
20. Grupos de estudio en los hogares.
Esta actividad realizada en el vecindario o en la congregación ha demostrado ser muy eficaz. Las personas que se reúnen en estos grupos para estudiar y comentar las enseñanzas de la Biblia y del espíritu de profecía lo hacen con el sincero deseo de descubrir la voluntad de Dios para cada una de ellas.
21. Bautismos periódicos.
La fijación de una fecha mensual o trimestral para celebrar bautismos les impondrá un blanco a los laicos y al pastor y servirá para crear en la iglesia una atmósfera evangelizados. El pastor y los laicos formarán así un equipo que, guiado por el Espíritu Santo, trabajará para alcanzar una meta definida: llegar a un gran día para la iglesia, el día del bautismo cuya fecha ya ha sido fijada con anterioridad.